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El Despertar De Rosita © - Cap. 15


Capítulo 15

Pero tenía que controlarme, así que de un momento a otro me pude zafar de él, y sin ya mirarlo, salí corriendo. No quise voltearme, solo corrí y llegué al hotel, subí al ascensor con dirección al quinto piso, fui a mi habitación, entré, y mi esposo había salido recién de la ducha.
—¿Qué pasa, amor? Parece que viste a un fantasma —mencionó algo preocupado. Solo lo contemplé sin poder decir nada, estaba estupefacta.
—No, nada, ¿por qué lo dices? —Mentí.
—Por tu cara. Dime, Ana Rosa, ¿te pasó algo?
—Nada, ya te dije, solo venía apurada. Te vine a buscar para que fuéramos a almorzar.
—Okey, amor.
—Me voy a duchar y salimos a almorzar y a pasear.
—Ana Rosa, te veo muy nerviosa. ¿Estás segura que no te pasó nada en tu paseo?
—Disculpa, estoy nerviosa porque eeeh… ¡Vi a un tipo robarle a una abuelita! —exclamé lo primero que se me ocurrió. Me senté en la cama y me pasé las manos por mi cara. Estaba todavía en schock por lo ocurrido con el policía.
—Tranquila, ya pasó. Ahora, vaya a bañarse para que salgamos —dijo mi esposo, sentado a mi lado. Luego, me abrazó y me besó.
Me tranquilizó a medias, pero me sentía culpable por haber besado a aquel hombre, y lo peor de todo es que le había correspondido; le fui infiel a Ismael. Quería contarle, decirle la verdad, pero no me atreví, preferí callar para no arruinar este viaje. Tengo que olvidarme de todo esto, y cuando llegue a mi país, me dedicaré a mi trabajo y sobretodo a mi esposo, que es el ser más importante para mí. Ahora debo ducharme para salir a almorzar y pasear, quiero disfrutar este día al máximo.
Entré al baño, me quité la ropa y me metí a la ducha, en eso estaba, cuando sentí que sonaba el móvil de mi marido. Preferí no pensar en nada, quería tener mi mente en blanco, aunque el recuerdo de esta mañana me angustiaba demasiado. Me negué a sentir esto nuevamente, así que terminé de bañarme, salí del baño y empecé a secarme y a vestirme, hasta que me di cuenta que Ismael estaba en el balcón. Ya arreglada me dirigí hacia ese lugar y abracé a mi esposo.
—Lista, mi amor, nos vamos a almorzar y disfrutar el día —comenté entusiasmada.
—Okey, amor, pero te informo que tengo que hacer un viaje al estado de Michigan hoy en la noche.
—Entonces, viajamos hasta allá.
—No, amor, tú me esperarás acá. Vuelvo en la mañana o en la tarde —me explicó.
—Pero… ¿Cómo me vas a dejar en esta enorme ciudad? Además, ¡me voy aburrir sola! —señalé algo molesta.
—Lo siento, mi vida, pero es asunto de trabajo.
—¿Por eso te llamaron a tu celular?
—Así es. Me llamó Don Carlos, mi jefe, para decirme que tenía que viajar hasta allá.
—Mmm... No me gusta mucho la idea de quedarme sola.
—Tranquila, cariño, si me va bien, regresaré lo más pronto posible. Ahora disfrutemos estas horas, por favor. Te amo con todo mi corazón —insinuó tiernamente, y eso me tranquilizó.
Nos dirigimos a un restaurante y comimos un rico salmón con ensalada y jugo, después nos fuimos a la tienda a comprar algunas cosas, y luego de pasear bastante, regresamos al hotel para arreglar el bolso que iba a llevar mi esposo para su viaje. Estaba todo listo, cuando lo llamaron por citófono, el taxi había llegado.
Ismael se despidió de mí y me pidió que estuviera tranquila, que saliera un rato para que no me aburriera, le dije que lo tendría en cuenta, me sonrió, me dio un beso apasionado y se marchó. Me senté en la cama, me sentí un poco triste. Al cabo de un instante, me estiré y me quedé dormida. De pronto, desperté de golpe y me dije "Ana Rosa, sal de esta habitación y ve a dar un paseo". Así que me cambié de ropa, me puse un vestido, una chaqueta, me maquillé y… en realidad, me veía muy hermosa.
Paseé por los mismos lugares que conocía, no me atreví a ir un poco más lejos, pues temía perderme, así que un bar a la distancia llamó mi atención. Entré, me situé en una mesa desocupada que se hallaba cerca de una ventana, hasta que llegó un garzón, me preguntó qué iba a tomar y le pedí un mojito cubano; el ambiente era bastante agradable. Me trajeron lo que había pedido, lo empecé a tomar a sorbitos pequeños y de pronto me bajó la nostalgia por la ausencia de mi marido y también por lo que pasó con el policía. Sin darme cuenta me tomé mi mojito, así que pedí otro. Al final me tomé cuatro mojitos. Me dieron ganas de ir al baño, así que fui, aunque me sentía un poco mareada. Regresé a mi mesa minutos después y pedí un último trago para irme al hotel. Pero ¡oh, sorpresa!, cuando me paré ya estaba demasiado mareada, se me había pasado la mano con los mojitos. El garzón me preguntó si me sentía bien, le dije que sí, pero mis piernas me temblaban y no tenía ni idea de cómo iba a llegar al hotel. Entonces, percibí que alguien de manera inesperada me tomaba por la cintura. Quise darle una cachetada a esa persona que atrevidamente hizo eso, pero cuando me giré y lo miré, era Matt. Quedé estupefacta y se me quitaron de inmediato las ganas de abofetearlo.
—No se preocupe, joven, conozco a la señora, yo la llevaré a su destino.
—Okey, señor, con permiso —le respondió.
—Matt, ¿con qué derecho me toma de la cintura? ¡Es usted un atrevido! —expresé algo borracha.
—No se ofenda, mi dulce Ana Rosa, la veo bastante mareada, así que prefiero cuidarla.
—No le creo nada, usted es un atrevido. Quiero volver al hotel, pero… me siento mal —comenté, colocando mi mano en mi cabeza.
—Mejor te llevo a otra parte, estás muy mareada.
—¡Llévame a mi hotel, fresco! ¡Eso es lo que eres, un fresco baboso! —señalé.
Quería zafarme de él, pero no tenía fuerzas. En realidad, estaba bastante borracha.
Nos dirigimos a un auto, abrió la puerta y me senté dentro de él. Nos fuimos de aquel sitio, cerré mis ojos un rato pensando que me llevaría al hotel, pero no tuve tanta suerte, llegamos a otro lugar. Ya no me podía parar, así que me tomó en brazos y me llevó a una habitación, me dejó suavemente en la cama y salió. No se demoró mucho en regresar con una taza de café para que se me pasara la borrachera. Me lo bebí todo, y de a poco comencé a sentirme mejor.
—¿Cómo estás? —Quiso saber.
—Mejor. Gracias por el café. Ahora quiero volver a mi hotel —pedí en un claro tono de exigencia.
Me levanté de la cama para salir de la habitación, pero él nuevamente me tomó por mi cintura, me giró, nos quedamos mirando luego de ese movimiento, sin decirnos nada, porque solo con la vista nos lo decíamos todo. Sin perder el tiempo, empezó a besarme como en la playa, y el deseo ya se hizo muy fuerte, ya no me resistí y le correspondí, no me importaba nada, se me olvidó hasta Ismael, estaba con Matt y eso me hacía feliz. Después los besos se volvieron muy apasionados y comenzamos a sacarnos la ropa casi a tirones. Esa noche hicimos el amor como unos locos, de todas las formas posibles. Ese hombre me llenaba completamente, me encantaba cuando su pene entraba en mi "Rosita". Me gustó mucho cuando puso mis piernas sobre sus hombros y me bombeó de manera salvaje. La verdad, gocé como nunca, me entregué a él y gemí casi a gritos. Sin duda, había sido la mejor noche de mi vida.
Luego de hacer el amor como unos locos, descansamos y nos quedamos profundamente dormidos. Cuando abrí mis ojos, ya era de día, me dolía la cabeza, así que me senté, miré a mi lado y Matt ya no estaba, pensé que había ido al baño, golpeé la puerta, pero nadie contestó, allí dentro no había nadie. Comencé a preocuparme, «quizás fue a buscar algo para que desayunáramos», pensé, pero a quién iba a engañar si estaba más que claro. Me había dejado abandonada, había conseguido lo que quería y "si te he visto, no me acuerdo".
—¡Cretino de mierda! ¡Qué estúpida he sido! Pensé que sentía lo mismo que yo… ¡Qué imbécil fui! ¡Me quiero morir! —vociferé con el corazón destrozado, y lloré amargamente.
De pronto, mi móvil sonó, fui a buscar mi chaqueta, revisé los bolsillos, pero con los nervios no encontraba el aparato. Unos segundos transcurrieron, y ya con él en mis manos miré la pantalla y era mi esposo, ya estaba de regreso, y por mi parte no sabía cómo diablos iba a volver al hotel. Pero de igual manera decidí contestar.
—¿Aló? —expresé muy atemorizada.
—Ana Rosa, ¿dónde diablos estás? —preguntó Ismael muy molesto.
No supe qué decir. ¿Salvación? Yo, al parecer, no tenía ninguna.

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