El Despertar De Rosita © - Cap. 14
Capítulo 14
De pronto, me dijo que fuera donde mi marido, así que obedecí y lo volví a cabalgar, entonces él le dijo a mi esposo:
—Mi amigo, ahora vamos a hacer una doble penetración, ¿le gusta la idea?
—¿Cómo eso de doble penetración? —formuló Ismael con cara de no saber, pero algo me decía que sabía lo que era, solamente se hizo el desentendido.
—¡Vamos, hombre, cómo no va a saber! —expresó el policía casi riendo, en eso mi esposo y yo habíamos parado un rato, yo solo miraba.
—¡Eh! Algo así de hombre, mujer, hombre o… ¡No me vaya a salir con algo diferente! —dijo algo exaltado.
—Obvio que es hombre, mujer, hombre, ¡qué estaba pensando!, ¡por quien me toma!, ¡qué gracioso es usted! —añadió el oficial.
—Okey, si es así, me gusta la idea, pero tengo que saber si mi esposa está de acuerdo, me interesa mucho su opinión.
—No tengo problema que le pregunte a su esposa.
Por mi parte, entendí claramente lo que era una doble penetración y me pareció interesante, ya que con el anal que me hizo el policía, debo confesar que quedé con gusto a poco. Así que Ismael me preguntó y a la vez me explicó, y debido a la excitación del momento le dije que tenía ganas de seguir experimentando algo nuevo, y que mientras fueran cuidadosos no tenía problemas en intentarlo. Entonces, miré a mi esposo, tenía cara de pedirme una explicación por mi cambio repentino, pero no quiso preguntar, al contrario, eso lo excitó aún más y empezó a moverse de a poco, así que me fui más adelante, lo abracé y empecé a besarlo. De repente, volví a sentir algo helado en mi zona rectal, pues el policía me estaba echando el lubricante para que su pene entrara en mi ano, hasta que sentí la punta entrando lentamente en mi recto. Al principio, a pesar de que colocó lubricante, sentí un pequeño dolor, pero traté de no darle importancia, porque solo quería disfrutar esta doble penetración, ya que era la primera vez en mi vida que iba a experimentar algo así. Sin duda, iba a ser inolvidable.
De un momento a otro sentí el pene del policía completamente dentro de mi ano, ya casi no sentía dolor, eso se había convertido en placer. Entonces, los dos ya me bombeaban en forma rápida y fuerte, tanto que yo no solamente gemía, sino que emitía gritos de placer, fue el instante más increíble de mi vida. Simplemente, no lo podía creer, porque estaba haciendo un trío, cuando pensaba que eso era algo para una verdadera prostituta y no para una mujer decente.
¡Qué equivocada estaba!
Cualquier persona podría disfrutar al hacer un trío, sobre todo si era con la pareja y teniendo la suerte de encontrar a la persona indicada. «¡Esto ha sido lo máximo!», pensé, y además muy placentero.
Sentí muchos orgasmos, me sentía insaciable, quería seguir y seguir, el sudor hacía brillar mi piel y me di cuenta de ello porque la luz de la luna nos alumbraba. ¡Qué entrega, Dios mío, y cómo vibraba mi cuerpo!
—¡Estoy a punto de acabar! —mencionó de golpe mi esposo.
—¡Yo igual! —añadió el policía unos segundos después.
Y entonces se apartó. Salí de encima de mi esposo, él se levantó, me arrodillé para ponerme de pie y los dos se acercaron con claras intenciones de no dejar que me pusiera de pie, y me mantuvieron así, de cuclillas. Tomé sus penes con cada mano y los apreté un poco, cuando ya los hombres, "mis hombres", no pudieron soportar más, el primero que acabó fue mi esposo y lo hizo en mi rostro y boca, recibí abundante descarga de su semen. Nunca lo había visto tan excitado, era un verdadero manantial. Después, el policía hizo lo mismo y, la verdad, mientras ellos acababan en mi rostro, yo me masturbaba, y también acabé con un tremendo orgasmo indescriptible.
—Me ha hecho acabar de una manera increíble, señora. ¡Uf! Este es uno de los mejores tríos que he hecho —mencionó agitado el policía, dándonos a entender que esto no había sido mera casualidad y que ya había tenido experiencias similares. «Quizás a cuantas parejas antes les habrá hecho lo mismo», pensé, y una mezcla de rabia y celos pasaron por mi cabeza en esos instantes, pero al ver la cara de satisfacción de mi esposo, se me olvidó todo, pues pronto esto habría quedado atrás y no tocaríamos más este tema. Sería algo tabú en nuestra relación. «Esto pasó y se olvidó, Ana Rosa», me dije.
Tengo que admitirlo, fue lo mejor que hicimos en este viaje. Recomiendo una locura en un viaje fuera de tu país o ciudad, algo que te haga sentir que todo valió la pena, la ausencia, el extrañar a los tuyos, etc. Deja atrás los prejuicios y lánzate a la aventura de vivir lo prohibido. Deja tu huella, libérate y disfruta.
Al cabo de un instante, el policía dijo que nos llevaría a nuestro hotel, así que nos levantamos, y desnudos nos dirigimos al auto. Primero nos limpiamos, pues el oficial nos dio pañuelos desechables, y luego nos vestimos, nos subimos al auto y nos fuimos de aquel lugar. Antes de que el auto partiese, miré hacia la playa, cerré mis ojos y me vi de nuevo en la arena haciendo el trío con mi esposo y el policía. «Nuestros cuerpos se iban de aquel lugar, pero nuestras almas seguirían haciendo el amor desaforadamente en aquella arena», pensé muy para mis adentros.
Mientras íbamos camino hacia el hotel, miraba por la ventanilla del auto, no podía creer lo que había vivido, de la forma en la que todo pasó y como mi cuerpo reaccionó al encanto de aquel policía. Fue maravilloso. Sentía, además, que extrañaría a este hombre, pues me había hecho sentir que yo era muy deseable, aun cuando mi esposo no había logrado hacerme sentir así, pero como lo amaba, no me había dado cuenta de ello.
No sé por qué sentí que algo cambió, irremediablemente, entre los dos.
Llegamos al hotel, nos bajamos del auto los tres, mi esposo lo invitó a entrar, por lo menos a que tomara una ducha. Dijo que lo disculpara por no aceptar, pero que tenía que volver al cuartel, ya que tuvo apagada la radio y de seguro lo habían estado llamando. Tendría que reportarse y dar una explicación por la ausencia, pero que nos agradecía la amabilidad. Preferí quedarme callada, así que se despidió de nosotros y se fue a su auto. Antes de que se fuera mi esposo le preguntó su nombre; Matt, nos dijo y se marchó. Entramos al hotel, tomamos el ascensor y nos fuimos a nuestra habitación, no hablamos en todo el camino. Cuando ya estábamos en el cuarto, fui directo al baño, me quité la ropa y me fui a duchar. Mientras lo hacía pensé en el momento que viví con aquel hombre y de solo acordarme mi cuerpo estalló de deseo hacia él, quería que estuviera ahora mismo acá y me volviera hacer suya. De a poco me empecé a masturbar pensando en él. ¡Matt!, lo llamaba mentalmente.
Aunque no puedo negar que mi esposo también estuvo a la altura, acabé evocando al oficial. Entonces, suspiré, terminé de bañarme y salí del baño.
—¿Cómo te sientes, Ana Rosa? —preguntó Ismael.
—Bien, me siento bien, pero estoy muy cansada.
—Me lo imagino, amor. Me sorprendiste, estuviste maravillosa, por así decirlo, y me dejaste sin palabras. Además, te pido disculpas si te presioné un poquito, pero no quería pasar una vergüenza y arruinar este hermoso viaje.
Lo abracé y le dije:
—Amor, no te preocupes, ya pasó todo. Y para qué quejarse, si al final la pasamos bien.
—Gracias. Sí, tienes razón, la pasamos muy bien. Bueno, ahora me voy a bañar y gracias nuevamente. No olvides que te amo —finalizó, besando mi frente.
—Obvio que no me olvido, amor, y también te amo. Me secaré el cabello y luego me acostaré. Quizás, cuando salgas del baño yo ya estaré dormida —anuncié.
—Entonces, si te encuentro dormida trataré de no hacer mucho ruido. —Me dio un beso en los labios y entró al baño.
Con posterioridad, me saqué la toalla del cabello, me peiné y tomé la secadora de pelo para secármelo. Eso fue como unos cinco minutos, y después me puse un babydoll y me acosté. Pensé en que en dos días más volveríamos a nuestro país y, sobre todo, que volvería a la realidad. Al cabo de un instante, mi esposo salió del baño ya seco y se acostó desnudo a mi lado.
—¿Amor?
—Mmm… —le respondí, dejando en claro que estaba semi dormida.
—Buenas noches, te amo. —Y se dio media vuelta, dándome la espalda.
Traté de dormir, pero me costó conciliar el sueño, y cuando por fin empecé a dormitar, sentí mucho movimiento al lado de mi cama, así que miré a mi lado y vi a mi marido masturbándose a más no poder. Al percatarse que estaba despierta, me dijo:
—Lo siento, no puedo dormir pensando en lo que hicimos hoy.
—Yo también pensé un poco en esa locura, pero quiero dejarlo atrás y olvidarlo —le mentí, pues la verdad era otra, no había dejado de pensar en ello y no estaba para nada arrepentida.
—Por favor, Ana Rosa, deja tenerte, quiero que ahora seas solo mía, quiero tu "Rosita", la deseo, la necesito —suplicó.
Lo miré y le sonreí con ternura, regalándole un tierno beso en los labios, pero él no se iba a conformar esa noche con tan poco y cobró lo suyo. Se puso sobre mí, y sin mucho preámbulo me penetró con fuerza. Hicimos el amor nuevamente mientras me preguntaba...
—¿Te gustó el policía?
—No quiero hablar de ello, te lo dije.
—Dímelo, aaaah, dímeloooo…
—¡Sí, sí, me gustó, y a tí también te gustó verme con él! —le grité.
—¡Sí! ¡Maldita sea que sí! —Y acabó dentro de mí en un fuerte y pronunciado orgasmo.
Se paró de la cama y volvió al baño.
Luego de esa sesión de buen sexo, puse mi cabeza en la almohada y me quedé profundamente dormida. No sentí nada, ni a mi esposo cuando salió del baño, menos cuando se acostó. Dormí como nunca, tranquila y muy satisfecha.
Desperté debido al calor y eran ya como a las 11.30 hrs, me di vuelta y mi esposo seguía durmiendo profundamente. Me levanté, abrí el ventanal y me fui al balcón con solo mi babydoll puesto. Miré hacia la calle, me sentía muy tranquila, pero no podía dejar de pensar en lo que pasó con aquel policía, ya que las imágenes se repetían una y otra vez, y pensé que mejor salía a dar una vuelta para despejar mi mente. Cuando ya estuve lista, le dejé una nota a Ismael.
Salí del hotel, hacía un día hermoso con mucho calor. Fui a la playa a caminar un rato, necesitaba sentir y disfrutar ese aire marino.
La verdad, desperté con una sensación extraña, con un pequeño presentimiento que al volver a Chile muchas cosas iban a cambiar, no sé si para bien o para mal; supongo que lo sabría con el tiempo. Cuando estaba pensando en todo eso, noté que alguien tocaba mi hombro, me di la vuelta y era aquel policía, quedé sorprendida y feliz de volver a verlo, porque mi cuerpo tembló de la emoción; no entendía por qué esta persona me hacía sentir de esa manera.
—Buenos días, mi dulce señora, me da gusto volver a verla.
—Buenos días, oficial —respondí un poco fría para que no sintiera mi nerviosismo.
—Por favor, llámeme Matt. ¿Cómo está usted?
—Muy bien gracias, ¿y usted?
—Bien también. ¿Y su esposo? ¿No anda con usted o está en alguna tienda, mirando? —Ansió saber.
—Se quedó en el hotel, solo salí un rato.
—¿Puedo acompañarla en su paseo?
—La verdad, no creo que sea prudente, recuerde que soy una mujer casada.
—Eso no se me olvida, pero será un corto paseo y luego me iré. Por favor, insisto.
No vi en sus ojos mala intención, por lo que finalmente acepté.
—Está bien, no hay problema. Puede acompañarme.
—Gracias —me dijo y siguió caminando a mi lado.
Pese a mi indiferencia y mi frialdad, me dio tanto gusto que él quisiera acompañarme a dar un paseo a la playa… Caminábamos callados, pero a pesar del silencio, eso lo hacía muy especial, porque su compañía me tranquilizaba y no entendía debido a qué, si en realidad este policía para mí era un completo extraño. De pronto, el oficial me tomó la mano y me llevó hasta donde había una banca solitaria, así que nos sentamos. Si antes me sentía nerviosa, ahora me sentía peor.
—Perdóneme por mi atrevimiento de tomarla de la mano, pero quería volver a sentir su piel. La verdad, no he dejado de pensar en usted, tenía muchas ganas de volver a verla.
—¡Pero qué dice! Supongo que es una broma —comenté muy sorprendida por sus palabras.
—Estoy hablando en serio —manifestó con seriedad.
—Lo siento, oficial, pero apenas lo conozco, ¿y me dice algo así? Además, recuerde que usted casi nos obligó a mi esposo y a mí a participar en aquel trío.
—Sí, lo sé, y lamento que se hayan sentido tan incómodos. Para serle sincero, tenía que hacerlo porque desde el primer momento en que la vi en su país, usted me encantó, y al verla otra vez, pero en esta ciudad, para mí fue un regalo del cielo. Cuando supe que era casada me desilusioné un poco, porque me dije “es una mujer prohibida”, pero cuando los vi a los dos en aquel callejón, no quise dejar pasar el momento de tenerla en mis brazos, y por eso hice lo que hice. Al sentirla como la sentí, el hacerla mía fue memorable y muy especial, sobre todo para mí.
No sabía qué decirle, estaba anonadada.
—¿No me dirá nada? Discúlpeme por lo impetuoso que he sido, pero tenía que confesárselo, sé que es algo que no se pueda creer. Soy sincero, y usted me gusta mucho, y téngalo por seguro que si usted hubiese sido soltera, la habría conquistado, porque nosotros dos somos tal para cual. Yo sé que lo que pasó anoche fue especial, tanto como para usted, como para mí. Nuestros cuerpos se convirtieron en uno solo y eso también lo sintió usted, porque su fuego me lo transmitió y por eso la sentí completamente mía.
—¡Ya cállese! No me diga esas cosas, por favor, no sé que decirle —respondí muy nerviosa por todo lo que me confiaba.
—Si no quiere escucharme es porque también lo sintió y no la voy a obligar a decir algo, no sería justo para usted. ¿Sabe una cosa? Me dan ganas de besarla para sentir sus sensuales labios otra vez.
—¡Usted está loco! Además, todo esto no tiene sentido, yo soy una mujer casada, amo a mi marido y parece que usted está confundido, así que me voy —dije algo alterada por aquella confesión.
Me levanté, y cuando ya me iba, el policía me tomó por la cintura, me volteó y nos miramos fijamente. ¡Qué hermosos ojos pardos!, y sus labios estaban muy cerca de los míos. ¡Dios!, todo mi cuerpo temblaba, este hombre me hacía sentir algo extraño, porque a su lado me sentía segura, hace tiempo que no sentía algo así. De pronto, nuestros labios se juntaron y me besó. Al principio, me resistí lo que más pude, pero después ya no y me entregué a él. Todo era muy extraño, por así decirlo, fue entre dulzura y pasión. Sus labios me quemaban y el deseo volvió a apoderarse de mí, me dieron muchísimas ganas de arrebatarle la ropa con desespero y que él me quitara la mía de la misma manera para que tuviéramos sexo, nada menos que aquí mismo.
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