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El Despertar De Rosita © - Cap. 13

Capítulo 13


Con la excitación de aquel instante, en realidad no me importó mucho si tenía o no el preservativo puesto, lo único que yo deseaba era que me penetrara de una vez, hasta que sentí el pene del oficial a punto de entrar en "Rosita". Empezó con un roce por encima, eso lo hacía muy placentero y casi hizo que me diera un orgasmo sensacional. Me di cuenta por el roce que tenía puesto el condón y eso me produjo más alivio. De pronto, su pene entró en mí, ¡qué sensación!, me bombeaba de una manera que me hizo sentir aún más ardiente, mientras comenzaba a masturbar con rapidez a mi marido que gemía sin parar.
Con sus dedos el oficial me masturbaba y frotaba mi clítoris, yo no podía dejar de gemir, porque ya no podía controlarme, y creo que Ismael se empezó a dar cuenta que ese hombre me hacía disfrutar, porque percibía que nos miraba, pero preferí hacerme la desentendida, no quería arruinar el momento. Entonces, mi esposo dijo que mejor cambiáramos de posición, así que me tocó hacerle sexo oral al oficial y mi esposo me penetró. La verdad, tengo que admitir que había diferencia entre ambos, pero mi marido poco a poco se estaba convirtiendo en un verdadero potro y me estaba haciendo gozar. Sentí, además, que había una lucha de quién lo hacía mejor, pues Ismael cambió de un momento a otro. Por mi parte, no podía dejar de gemir fuerte, los dos para mí, en ese momento, se convirtieron en unos verdaderos sementales, y lo peor de todo era que ese oficial, en parte, tenía razón.
—¿Vieron? Yo sabía que les gustaría a ambos —me dijo al oído.
—Puede ser. —Y en ese momento me salió un quejido, porque mi marido me bombeaba bastante fuerte.
—¡Mi fantasía hecha realidad, oficial! —exclamó Ismael, emocionado.
—Entonces, sigamos en lo que estamos. Y usted, mi dulce señora, no pare de hacérmelo, su boca y su lengua son exquisitas —dijo el policía.
Solamente sonreí y volví hacerle sexo oral, hasta que empezó a gemir fuerte. De pronto, mi marido dijo que le gustaría verme cabalgar sobre nuestro acompañante, mientras él se masturbaba, mirándonos. Fue así como nos observamos con el policía y sin expresar alguna queja nos pusimos en posición, pero resultaba un poco incómodo, así que el oficial nos sugirió que mejor saliéramos del auto. Ismael aceptó, así que salimos los tres desnudos y nos fuimos a la arena de aquella playa solitaria, en la cual había una hermosa luna llena en lo alto y alumbraba justo el lugar donde nos encontrábamos. Acto seguido, el policía se acostó en la arena y yo me subí encima de él para sentir su rico pene penetrando a mi "Rosita", solté un pequeño gemido al tiempo que mi marido también se acostaba en la arena y solo disfrutaba, mirándonos y masturbándose . Sentí como el pene de aquel policía ya estaba muy dentro de mi "Rosita", y porqué no decirlo también, dentro de mí. Me encantaba como gemía de una manera tan sensual, me excitaba aún más, tanto que empecé a cabalgarlo fuerte y rápido, entregándome de una manera total. De repente, sentí las manos de aquel hombre recorriendo mi cuerpo, eran suaves y me encantaba como me acariciaba, como apretaba mis senos, como acariciaba mi trasero…
Al mirarlo detenidamente, me di cuenta que era bastante engañoso, pues cuando tenía su ropa puesta se veía bastante delgado, pero ahora, viéndolo desnudo, su cuerpo era atlético y fibroso. Un instante después, miré a mi marido y lo vi masturbándose muy rápido, pues estaba demasiado excitado.
—¿Qué te parece lo que estás viendo, esposo mío? ¿Te gusta? —Ansié saber.
—¡Sí, amor! ¡Me encanta! ¡Me tienes impresionado!
—Yo sabía que les iba a gustar, los tres la estamos pasando muy bien —intervino el oficial.
—No hay palabras para decir lo que aquí está pasando, ¡esto es genial! —exclamó mi esposo, eufórico.
El policía sonrió. Inesperadamente nos miramos a los ojos y sentí algo especial por él, y creo que este hombre también sintió lo mismo, porque fue una mirada muy profunda la que nos dimos. Me fui hacia él y puse mi boca en su oreja izquierda, a la que le di un pequeño mordisco, mientras despacio le pasaba mi lengua. El oficial soltó un gemido y aprovechó de decirme algo entre susurros.
—Ya sabía lo ardiente que eras, lo supe desde el primer momento, cuando te vi en aquel Mall, y sobre todo cuando te robé un beso en el baño, cuando estuve en Chile. Eres como yo, apasionada al máximo, y es increíble como besas, como haces el amor, ¡me tienes loco! Parece que a tu marido le falta mucho por conocer cómo eres realmente en la cama, pero me alegro de haber sido yo quien te haya sacado ese fuego que llevas dentro —manifestó por primera vez, tuteándome. Sentí su gemido en mi oído y eso me excitó aún más.
No dije nada, me quedé callada. La verdad, tenía razón, mi marido no conocía mi lado ultra Hot.
Cuando dijo que se alegraba de ser él quien había sacado mi pasión a relucir, sentí que había algo de ego en ello, por lo que estuve a punto de decirle que tenía demasiada alta la autoestima, y que no se lo creyera tanto, pero algo me detuvo y no quise arruinar el momento. De pronto, el policía le dijo a mi marido:
—Ahora le toca que lo cabalgue un poco su señora.
—Ven, mi amor, te estoy esperando —respondió mi esposo muy entusiasmado.
—Voy, amor.
—Vaya, mi bella señora.
Entonces, salí de él y fui donde Ismael, lo monté y de a poco "Nachito" penetró a "Rosita". Estábamos en eso cuando el policía dijo que iba al auto a buscar algo. Al principio me asusté pensando que todo esto era una trampa, que iba a llamar al cuartel o nos iba a dejar tirados en esta solitaria playa. En realidad, se me pasaron muchas cosas por la cabeza, pero no fue así, fue a buscar algo y volvió enseguida.
—Ahora de nuevo me toca estar con su señora, se la entregué solo un ratito y sé cuanto le gustó antes mirarnos, ¿o me equivoco, señor Ismael?
—Para qué le voy a mentir, me encantó mirar como se lo hacía a mi esposa, me excité demasiado, así que ahora es toda suya.
Entonces, el oficial me ayudó a levantarme y nos alejamos como unos 3 metros de mi marido, me pidió que me pusiera en posición “a lo perrito”, se acercó a mi oído y me dijo con su ronca voz, morbosamente:
—Mi dulce señora, ahora mi intención es penetrarla analmente.
—¡Pero nunca me han hecho sexo anal! —exclamé asustada.
—Mi hermosa señora, no se preocupe, por eso traje el lubricante. Yo ya me lubriqué y ahora le voy a echar un poco ahí y así no sentirá dolor. Créame, le va a encantar, se lo prometo. Pero no le diremos nada a su marido, quiero disfrutarlo, y sobre todo mucho más ahora que sé que voy a ser el primero en penetrarla de esta manera.
—Tanta conversación… ¿Qué pasa? ¿Por qué le habla tanto al oído a mi esposa? ¡Vamos a la acción, quiero ver! —gritó Ismael.
—Tranquilo, amigo, no pasa nada —le respondió el oficial y volvió acercarse a mi oído para preguntarme si estaba lista.
—¿En serio no me pasará nada?
—En serio. Se lo voy hacer con mucho cuidado, la voy a cuidar, solo disfrutaremos —añadió en un tono muy tierno.
—Me quedo tranquila. Entonces, hagámoslo —proclamé entre excitada y a la vez asustada.
Sentí algo helado en mi ano, y fue porque el policía me echó un poco de lubricante. Su dedo entraba en mí, fue una sensación extraña al principio, hasta que sentí su pene ingresando de a poco. Gracias al lubricante, y pese a ser mi primera vez, no sentí casi dolor, yo también tenía ganas de experimentar algo nuevo. Su pene por completo yacía dentro de mi recto y de a poco me bombeaba, sus manos estaban en mis caderas, ¡qué sensación tan exquisita!, me mojaba y mordía mis labios por el placer que me daba, sentía el fuego de ese hombre dentro de mí y me parecía que él y yo éramos uno solo. En ese instante, mi esposo era un simple voyeurista que nos miraba. De un momento a otro, el oficial me tomó del cabello y ya sus embestidas fueron más rápidas, más fuertes, lo disfrutaba mucho y no paraba de gemir porque sentía un placer enorme.
—¡Sabía que te gustaría! ¡Ufff! ¡Cómo me aprietas con tu ano, ahh! — gemía enloquecido—. Ahora, vamos hacer otra posición que sé te va a encantar —comentó seductor, pasando su lengua por mi oreja.

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