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21

Gromar, Sylphar y Aqualon están llegando a la ciudad de los Reyes, donde están se puede divisar desde la lejanía la puerta principal y la magestusa muralla, el tiempo hizo mella en la piedra, primero Sylphar hace una inspección de la ciudad, para eso utilizo un halcón, Sylphar tiene el poder de meterse en el subconsciente de los animales. Ahora Sylphar puede ver todo con gran nitidez desde las alturas.

Sylphar (comunica el ayazgo de lo visto desde los ojos del halcón):—No hay nadie en la ciudad, lo único que se me ocurren es que estén debajo de la ciudad.

Llegan a la ciudad, se dirige a la plaza mayor de la ciudad, allí Aqualon se agacha y toca con las palmas de las manos el sulo, Aqualon es capaz de percibir el movimiento debajo de la tierra, según como le venga el sonido y según la duración de las hondas de sonido sabe diferenciar todo a una exactitud de un 92%, Aqualon se concentra y empieza a procesar la información.

Aqualon (con mirada sería):—Aquí abajo es donde se originó todo, lo de cráter que engulló al pueblo en el norte fue un daño colateral.

Sylphar y Gromar se quedaron atónitos por lo comentario de Aqualon.

Gromar (pregunta):—Hay alguna entrada por donde poder entrar sin ser vistos?

Aqualon (vuelve a vincularse con el medio):—Al este de aquí, hay unas cuevas que son poco transitadas, por aquí le llaman las cuevas de viajero.

Sylphar (pregunta):—Del viajero?

Aqualon (responde):—Antiguamente los viajeros o comerciantes la usaban para atajar y llegar antes a la ciudad, pero parece que estás cuevas quedaron en el olvido.

Gromar (mirando fijamente a Aqualon):—Ahora tú mandas, guíanos hasta allí.

Aqualon (asiente):—Pues no se hable más, seguirme.

La senda que se extiende entre la Ciudad de los Reyes y las Cuevas del Viajero es un camino sombrío y peligroso, digna de una balada de los días de antaño. La Ciudad de los Reyes, otrora gloriosa y resplandeciente, yace ahora en ruinas, sus majestuosos edificios cubiertos por enredaderas y musgo, testimonios mudos de una grandeza perdida. Los ecos de los antiguos señores aún resuenan en las piedras rotas, y bajo sus cimientos oscuros moran demonios y criaturas malévolas, condenados a vagar en la penumbra de la tierra. Al partir desde la Ciudad de los Reyes, Gromar, Sylphar y Aqualon deben atravesar un paisaje desolado, donde las sombras se alargan ominosamente al caer la noche. Los árboles, retorcidos y desnudos, parecen vigilar con ojos vacíos, sus ramas susurrando antiguos secretos al viento. La atmósfera está cargada de un silencio inquietante, interrumpido solo por el ocasional aullido de las criaturas nocturnas. La senda, antes bien definida, se va desdibujando a medida que uno se adentra en el territorio olvidado. Aquí, el terreno se vuelve rocoso y traicionero, con precipicios ocultos por la niebla y riachuelos que murmuran bajo puentes de piedra desgastados por el tiempo. Cada paso debe ser dado con cautela, pues las trampas naturales y los restos de antiguas batallas acechan al incauto.

Finalmente, tras varios días de arduo viaje, el camino se abre ante las Cuevas del Viajero. Estas cavernas, antaño bulliciosas con el comercio y la vida, ahora yacen en un estado de abandono melancólico. Las inscripciones en las paredes, vestigios de un pasado de intercambios y encuentros, se han desvanecido casi por completo, y las antorchas que iluminaban el camino se han convertido en polvorientas reliquias de un tiempo perdido. Dentro de las cuevas, el aire es frío y húmedo, y la oscuridad parece envolverlo todo. Aquí, los ecos de los pasos resuenan en un vacío silencioso, y uno puede sentir la presencia de los antiguos comerciantes que alguna vez recorrieron estas rutas. El suelo, irregular y lleno de escombros, requiere cuidado al caminar. En algunos lugares, se pueden ver los restos de antiguos caminos de piedra, ahora desgastados y fragmentados, que alguna vez facilitaron el tránsito de comerciantes y viajeros. Las estalactitas y estalagmitas se erigen como pilares naturales, a veces formando imponentes columnas que añaden un aire majestuoso y misterioso al lugar. Los pasadizos son estrechos en algunas secciones y se abren en vastas cámaras en otras. Estas cámaras, que en el pasado podían haber servido como salas de reunión o de intercambio, ahora están vacías, con solo los ecos de pasos reverberando en el espacio vacío. Antiguas antorchas y braseros, ahora oxidados y llenos de polvo, sugieren la vida que una vez animó estos pasillos. Los pasadizos son estrechos en algunas secciones y se abren en vastas cámaras en otras. Estas cámaras, que en el pasado podían haber servido como salas de reunión o de intercambio, ahora están vacías, con solo los ecos de pasos reverberando en el espacio vacío. Antiguas antorchas y braseros, ahora oxidados y llenos de polvo, sugieren la vida que una vez animó estos pasillos. En las paredes, las inscripciones talladas que narran historias de intercambios y encuentros apenas son legibles, erosionadas por el tiempo y la humedad. Sin embargo, en ciertos puntos, la luz que se filtra por grietas en el techo ilumina fragmentos de estas historias, revelando símbolos y palabras de un lenguaje casi olvidado.El sonido del agua goteando es un acompañante constante, resonando en la vasta oscuridad y creando una melodía inquietante que se suma a la atmósfera de desolación. En ciertos rincones, pequeños riachuelos serpentean por el suelo de la cueva, susurrando secretos mientras fluyen hacia lo desconocido. Aunque el peligro parece haber quedado atrás, la sensación de soledad y abandono persiste, recordándole a Gromar, Sylphar y Aqualon que este lugar es solo una sombra de lo que alguna vez fue. Así, el camino entre la Ciudad de los Reyes y las Cuevas del Viajero no es solo un trayecto físico, sino un viaje a través del tiempo y la memoria, un recordatorio de las glorias pasadas y las caídas trágicas que han dado forma al mundo.

Antes de llegar al final de la cueva escuchan voces, Gromar, Sylphar y Aqualon se esconden, y escuchan que al chico lo tiene retenido en la sala de las catacumbas de los Reyes, Gromar, Sylphar y Aqualon se miran, ya sabían a donde tenían que ir, ahora tenían que idear un plan para llevarlo a cabo, Aqualon mira por donde se escuchan las voces y pone una mirada de trance, de ahí a un rato, mira para Gromar y Sylphar abre la mano y especifica que hay cinco demonios, según por las voces parecian más demonios, como no tenian tiempo para desempeñar un plan decidieron improvisar.

Los demonios estaban sentados en el suelo hablando entre ellos y bebiendo licor de miel y licor cafe, están un poco perjudicados por el alcohol, gracias a eso Gromar, Sylphar y Aqualon podían improvisar la manera de pasar, Gromar sigiloso coge a uno y le hace un llave y lo duerme, lo hace con otro y Aqualon hace lo mismo con los otros dos, al último Sylphar le pone la mano en la cabeza y empieza hablar telepáticamente con el demonio, el demonio se dojo dominar, le dijo que el chico estaba en una de las mazmorras que estan en las catacumbas, pero que estaba vigilado día y noche, Sylphar se le ocurrió que si ellos no podían bajar a sacar al chico de allí lo sacaria este demonio mediante telequinesis

Sylphar centró su mirada en el demonio sometido, susurrando palabras inaudibles mientras su poder telepático se afianzaba en la mente de la criatura. Sentía la resistencia, pero el licor había debilitado la voluntad del demonio lo suficiente como para que Sylphar pudiera tomar control.

—¿Estás seguro de esto? —preguntó Gromar, su voz apenas un murmullo.

—Es nuestra mejor opción —respondió Sylphar sin apartar la vista del demonio—. Este demonio puede moverse entre ellos sin levantar sospechas.

Aqualon asintió, su rostro grave pero decidido. —Nos quedaremos aquí y vigilaremos. Si algo sale mal, intervengaremos.

El demonio se levantó, tambaleante pero obediente, y se dirigió hacia las profundidades de las catacumbas. Sylphar mantuvo el enlace mental, sintiendo cada paso del demonio como si fuera propio. La oscuridad se cerraba a su alrededor mientras avanzaba por los pasadizos, el eco de sus pasos reverberando en la vasta y sombría caverna. Finalmente, el demonio llegó a una gran cámara iluminada por antorchas parpadeantes. Las sombras danzaban en las paredes, y en el centro, encadenado a un pilar de piedra, estaba el chico. Aqualon había mencionado que el chico era crucial, aunque no había explicado por qué. Sylphar podía sentir el temor y la esperanza del muchacho, una mezcla que fortalecía su determinación. Dos demonios vigilaban la entrada a la cámara, pero estaban distraídos, murmurando entre ellos y ocasionalmente bebiendo del licor que había embriagado a sus compañeros. Sylphar, a través del demonio controlado, se acercó lentamente. Con un movimiento calculado, el demonio utilizó su telequinesis para levantar al chico en el aire, tratando de mantener la operación lo más silenciosa posible. Los ojos del muchacho se abrieron de par en par, pero Sylphar le envió un mensaje telepático, asegurándole que estaban allí para rescatarlo. Los guardias demoníacos comenzaron a darse cuenta de que algo andaba mal cuando vieron al chico flotando hacia la salida de la cámara. Uno de ellos gruñó, sacando su espada, pero antes de que pudiera actuar, Gromar y Aqualon irrumpieron en la sala. Gromar, con su fuerza descomunal, derribó a uno de los demonios mientras Aqualon usaba su dominio del agua para crear un látigo líquido que desarmó al otro guardia.

Sylphar, mientras tanto, concentró toda su energía en mantener al chico flotando y alejándolo del peligro. Los demonios cayeron rápidamente bajo el ataque coordinado de Gromar y Aqualon, pero sabían que no tenían mucho tiempo antes de que más enemigos llegaran.

—¡Rápido, por aquí! —gritó Aqualon, señalando una salida secundaria que había notado en la mente del demonio controlado.

El grupo se apresuró, el chico aún flotando en el aire, inconsciente pero a salvo. Sylphar liberó al demonio de su control justo antes de salir de la cámara, dejándolo confundido y aturdido. Corrieron por los pasadizos sinuosos, guiados por Aqualon, cuyas habilidades les permitían detectar cualquier movimiento en el suelo. Atravesaron las cuevas y emergieron en la oscuridad de la noche, la Ciudad de los Reyes visible a lo lejos, como un espectro de tiempos antiguos.

—Lo logramos —dijo Gromar, su voz cargada de alivio.

—Sí, pero esto es solo el comienzo —respondió Sylphar, mirando al chico que ahora descansaba en sus brazos—. Tenemos que descubrir qué es lo que hace a este muchacho tan importante y por qué los demonios lo querían.

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