|•|CAPITULO 6|•|
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CAMILLE
Toda mí vida fue un completó desastre, desde que nací.
Para empezar era una niña no deseada, por el simple hecho de que mí padre quería solo hijos varones y mí madre no pudo cumplirle su deseo, ambos eran unos idiotas, mí madre por aguantar sus maltratos y seguir esforzándose para darle otro varón y mí padre por no saber qué los hombres son quienes definen el sexo del feto.
Desde pequeña había recibido golpes por llorar, pero es lo que un bebé hace, llorar,comer, cagar y dormir. Bueno, para mí padre eso no era aceptable y ni que decir de mí madre, ella me odiaba. Para rematar, físicamente no me parecía en nada a ellos, mí cabello negro como la noche, el suyo rubio mediano, mí piel pálida, la suya morena, mis ojos de color azul oscuro, los suyos marrones
¿Lo ven? Ni siquiera parecía de su familia.
Todo empeoró cuando llegue a mí adolescencia, mí hermano mayor comenzó a abusar sexualmente de mí, llegaba ebrio y esperaba a que mis padres estuvieran dormidos para hacerlo. Aún que de nada servía porque cuando cumplí quince años mí padre lo descubrió, cualquiera es su sano juicio lo hubiera molido a golpes, pero no era mí caso, desde aquel día él también abusó de mí, quizás no sexualmente pero psicológicamente lo hacía, mí madre lo sabía pero no decía nada, fingía que no existía y que no ocurría nada.
Me di cuenta que esta vida es injusta, claro que no era la única que sufría desgracias, muchos otros también sufrían, después de todo el mundo era un lugar inmenso, lleno de perversión, odio, malicia.
Cuando cumplí diecisiete años huí de casa, escape pero antes de irme les robe todo el dinero que tenían, no deje ni un rastro, salí de Marxloh, un distrito del norte de Duisburgo en Alemania, tome un vuelo a cualquier lugar y termine en Whistler un pueblo bastante alejado en Canadá.
Cambié de continente para que jamas me encontrarán.
Rente una habitación e inicie una nueva vida, alejada de los problemas, de los maltratos y abusos. Comencé a trabajar en una cafetería algo vieja, cada día era lo mismo, así pasaron tres años, me acostumbré a la rutina, terminar el trabajo y regresar a mí habitación, así de simple.
Hasta que llegaron ellos, de la nada aparecieron dos jóvenes, que jamás en mí puta vida los había visto pero tenía la sensación de que ya los conocía, frecuentaban la cafetería casi todos los días, no me habrian llamado la atención de no ser por sus nombres
Uriel y Michael
Tenían nombres de arcángel, las pocas conversaciones que tuvimos me explicaron que sus padres eran muy religiosos y de ahí sus nombres.
—¿Ya falta poco para que termine nuestro turno Camille—dijo Ana, la muchacha que había trabajado conmigo durante este último año—¿Quieres ir de compras? Iremos con unas amigas al centro comercial.
—Gracias por la invitación, pero debo terminar unos pendientes que deje en casa, quizás la siguiente—respondi
—Per...— no pudo terminar la oración
—Buenas tardes— dos figuras ingresaron en el establecimiento,
—Voy—Respondí para ir a tomarles su orden.
—Un café, un capuchino y dos tartas de frambuesa.
—Enseguida—regrese al mostrador para esperar a que su orden estuviera lista
—¿No crees que últimamente vienen hombres muy guapos a nuestro café?
—Me da igual quienes vengan mientras vengan a consumir
—Aquí tienen su orden— deje los platillos en la mesa
De la nada el joven de melena se acercó hasta mí antes de que se fuera, puso un par de billetes y algo más que no alcance a ver.
Tampoco me pondría a revisar delante del cliente que baratijas me había metido en el bolsillo, propina es propina.
Al terminar ambos se levantaron dirigiéndose a la puerta, pero antes de salir el acompañante de aquel joven se quitó la capucha y tomó la mano de Ana, supongo que le agradecía el servicio, y asi ambos salieron del lugar.
No pregunte que le había dicho porque la curiosidad no era tan grande.
Terminé mí turno a las diez de la noche así que salí de la cafetería y me fui caminando, a esa hora no encontraría ni un burro para ir a casa, no había mucha gente por la hora así que me di prisa
De la nada algo entre los billetes de mí bolsillo comenzó a brillar de un color verde esmeralda.
Genial, lo que faltaba era que me dieran una linternita como propina.
Seguí derecho sin darle importancia; ya estaba muy cerca cuando dos figuras se pararon delante de mí. Eran los mismos clientes que habían venido por la tarde.
—Duerme—dijo aquella joven con el cabello oscuro y ojos de color verde esmeralda.
—¿Disculpa? — cuestione confundida.
Ambos se miraron mutuamente, aparentemente confundidos, aún que yo lo estaba más, digo quien no lo estaría, dos personas se acercan a ti, una de ellas te dice de la nada que duermas.
Eso es lo más raro del mundo.
No dejaba de mirarme fijamente mientras en voz baja seguía repitiendo que me durmiera.
—No tengo tiempo para esto, si me permiten...— intenté alejarme de ellos pero el joven de cabello castaño y ojos de color miel me lo impidió.
Iba a gritar que me soltara, pero de repente todo se oscureció.
Cuando desperté me encontraba en una habitación.
Debo aclarar que en nada se parecía a la mía, en lo absoluto; tenía un dolor de cabeza insoportable con todas mis fuerzas me levanté de la cama y me acerque a la ventana para tratar de averiguar si me encontraba cerca o si podría salir por esta, pero me lleve una sorpresa.
Sin duda alguna ya no estábamos en Whistler, la pregunta era ¿Dónde carajos me encontraba y cuánto tiempo había dormido?
La puerta de la habitación se abrió dejando ver a un joven de tes morena y cabello semi risado y ojos de color verde, no podía negar que la belleza de este hombre era de otro mundo al igual que de los otros dos que de seguro ellos me habían traído.
—Así que eres tu nuestra mejor arma en esta guerra ...— dijo en un tono arrogante.
¿Arma? Qué mierdas se había fumado este tipo
¿De que estaba hablando?
—No entiendo a qué te refieres, y tampoco quiero hacerlo—respondí con firmeza
—Hueles a impureza y eso me molesta demasiado.
—¿A qué te refieres?— me acerque a el por algún motivo
Pensaba volver a preguntárselo, saber a qué se refería con impureza pero la puerta volvió a abrirse dejando ver al chico de melena, el mismo que había impedido que me fuera.
—Baja Asmodeus— habló el recién llegado.
—Siempre le quitas la diversión a todo Thamiel— dijo el tal Asmodeus para luego caminar hacia la salida.
Sin duda alguna estas personas tienen los nombres más raros, unos tenían nombres de ángeles, otros de demonios
Lo último que faltaba es que apareciera uno que se llamará Lucifer y no como un seudónimo.
—Lucifer quiere que todos estén abajo, ahora
Joder que puto buen tino tengo para acertar en mis propias conclusiones.
—Esto es un chiste ¿Verdad? Hay una cámara escondida en algún lugar—
Sin pensarlo me acerque al tal Thamiel y lo empuje, para luego intentar salir por la puerta de aquella habitación pero de la nada una mano sujetaba mí cuello impidiendo que el aire pudiera circular hacía mis pulmones.
—Controlate, mantén tu lugar mundana o yo te enseñare cual es— dijo Asmodeus en un susurro muy cerca de mis labios.
—Suficiente; vamos acompáñame por favor—volvió a hablar Thamiel
El primero en salir de la habitación fue Asmodeus, me sujete el cuello masajeando suavemente mientras salía de la habitación, por alguna extraña razón los olores de este lugar se me hacían bastante familiares.
Al llegar al salón principal después de haber bajado unos cinco pisos note que habian mas personas en ese lugar, dos muchachas que ya las habia visto antes y dos chicos igual de atractivos que el resto, todos parecían sacados de una revista de moda, no solo por su apariencia fisica sino tambien por su manera de vestir y la elegancia que mostraba hasta en su andar.
Era la primera vez que sentía vergüenza de mi apariencia.
—Al fin llegan, esta de un pésimo humor
—Eso no es novedad Cassiel— respondió Thamiel.
Iba a preguntar de quién hablaban pero en cuanto él entró en la habitación todos se mantuvieron en silencio.
Una figura imponente con los ojos de color marron oscuro, piel palida, cabello castaño sin duda era el ser más hermoso que jamas habia visto en mi jodida vida, lo extraño es que sentía como si lo conociera de toda la vida, como si supiera todo de el.
Era una sensación completamente extraña.
Supongo que lo mismo sucedió con él porque me observó como si fuera un extraterrestre.
Podía seguir admirandolo de no haber sido por el odioso de Asmodeus que ya me empezaba a caer pésimo quien tiro por "accidente" un jarrón de la estanteria.
-Ups se cayó, podemos empezar ya? este olor me molesta demasiado.
El hombre que había ingresado recién evadió mí mirada y la centró en un punto fijo de la habitación.
—Bien, ya contamos con el último serafín, nuestra mejor arma contra el cielo— dijo.
Caminaba alrededor de la sala observando a cada uno de los presentes y se detuvo en Asmodeus
—Asmodeus será el encargado de quitarle el maldito sello celestial y Amane estará a cargo de su protección, con esto me refiero que si los alados intentan recuperarla prefiero que la mates ¿Entendido?
—Entendido— respondió la muchacha de ojos color miel
—Perdón pero no comprendí... ¿Quieren matarme?— cuestioné pero olímpicamente todos me ignoraron, como si no estuviera ahí.
—Cassiel, Mikhael están a cargo del entrenamiento de los demonios, los quiero más fuertes, más rápidos, los quiero mejores que los angeles—los mencionados solo asintieron en respuesta.
—Y por último Exael y Amon protegerán este lugar, se encargarán de la seguridad y ayudarán a Asmodeus en caso de que el fracase con su misión asi que traiganlos.
"Yo nunca fracaso" oí un susurro, rápidamente observé a Asmodeus que me observaba con arrogancia.
—No quiero fallas, no quiero errores, no quiero excusas o los mataré a todos, ¿Entendieron?— Su voz firme y autoritaria resonó por todo el lugar.
—Tan claro como el fuego—respondieron todos al mismo tiempo.
Y sin más que decir solo se marchó, abandonó la habitación a una velocidad impresionante, al igual que el resto de los presentes dejándome sola en aquella habitación.
Bueno acabo de comprobar que me raptaron unos lunáticos que ni al caso, estaban más locos que los locos Addams, además de todo eran muy extraños, me refiero a que no eran normales, su velocidad, su actitud incluso su belleza no era de este mundo.
Pero en este momento no podía ponerme a averiguar si eran o no extraterrestres o incluso si eran ángeles, demonios o patatas anormales, lo que si podía hacer era escapar.
Y eso era lo que haría en este momento.
Corrí hasta una de las puertas de aquella habitación y salí tan rápido como me era posible, realmente parecía un laberinto este lugar.
Corrí aproximadamente diez minutos según yo cuando por fin llegue al jardín.
¡Era un castillo! ¡Estaba en un puto castillo!
Estaban dementes
¿Y yo? Yo no sé si ya había enloquecido
Corrí en dirección al bosque adentrándome en el, no sabía hacia dónde debía ir así que solo corrí hasta chocar con algo, cuando levanté la vista note que era un árbol
Juraba que había visto algo correr y detenerse frente a mí.
Me levanté con dificultad observando a mi alrededor y entonces lo vi un par de enormes ojos amarillos me miraban fijamente, era un cuervo, las plumas negras le daban una apariencia lúgubre. Comenzó a volar hasta posarse sobre el hombro de una figura encapuchada.
"Perdoname"
Era el cuervo, el estaba hablándome...
"Encuentra la perla, encuentra a tu captor y liberamos"
—¿Que perla? — susurré
Completá tu alma... Ya no hay tiempo...
Tenía muchas preguntas pero todas fueron abrumada por la espesa niebla que cubría el bosque, cuando volví a fijar mí vista al lugar donde se encontraba el cuervo, este había desaparecido.
No entendía absolutamente nada... pero algo muy en el fondo de mí ser me decía que está era una oportunidad para ser libre, algo me gritaba que creyera todo lo que había visto hasta ahora y que confiara en mí nuevo destino.
No tenia nada que perder después de todo
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