8. Visitas
Abrí los ojos en el mismo sitio donde había caído al desmayarme. Aún era de noche. Carl estaba viniendo hacia mí. Supuse que lo que me pareció una eternidad solo habían sido segundos. Me froté la cabeza y me sentí un poco mareada. Se agachó delante mía y al ver que estaba bien, me cogió la barbilla y me miró con impasividad.
- ¿Me tienes miedo ahora? Deberías. Lo intenté por las buenas y me fallaste. Pues ahora lo haremos por las malas. Y no me volverás a fallar si sabes lo que te conviene. ¿No es así?
Bajé la mirada y asentí.
- Contéstame- exigió.
- Sí.
- Así me gusta.
Desde luego Carl disfrutaría de su poder sobre mí, aunque me pregunté cuánto duraría, ya que él no era frío y actuaba por impulso. Al día siguiente cuando se levantara quizá ya no se sentiría igual de bien haciendo eso. De ahí el motivo por el cual decidí seguirle la corriente hasta que se calmara y pudiera razonar con él. Pero hasta entonces no podía meter la pata. Y después también debía andarme con cuidado, ya que la próxima vez que se enfadara sería mucho peor y no habría vuelta atrás. Era un campo de minas.
- ¿Puedo irme?- pregunté tímidamente.
Carl se quedó pensativo. Se levantó y me cogió la mano para levantarme también. Me miró unos segundos e hizo ademán de acercarse, pero se contuvo, apretando los puños. Se dio la vuelta y me dio permiso para irme.
Así lo hice, lo más rápido que pude antes de que pudiera cambiar de opinión. Me tiré en mi cama y empezaron a salirme las lágrimas. Estallé en llantos y hasta la madrugada no dejé de llorar. Finalmente cuando todos despertaban empezaba a quedarme dormida. En ese momento, alguien llamó a la puerta.
- Mi señor, debe saber que la señorita no ha dormido en toda la noche, le vendría bien descansar- se oyó la voz de una de las criadas que estaban a mi servicio.
- ¿Y cómo lo sabes?- preguntó Carl.
- Porque yo tampoco pude dormir por su llanto.
- Está bien, Lydia, dale esto y puedes ir a descansar también hasta la hora de la comida.
- Gracias, mi señor.
Escuché los pasos de Carl alejarse y la criada entró a poner algo sobre mi mesilla de noche. Abrí los ojos cansada y le pregunté si sabía algo de Sara.
- Se fue con el señor Lyon. Escuchó lo que mi señor decidió hacer con usted y no quiso quedarse atrás.
- Pobre Sara... Tener que trabajar gratis para alguien como Lyon... Lydia, siento que por mi culpa no pudieras dormir.
- Pude haberme ido y hacerlo, pero me iba más tranquila a dormir cuando usted estuviera mejor.
Sonreí y le dije que fuera a descansar ya que yo no podía mantenerme despierta ni un minuto más. Lydia realmente era una chica increíble. Una pena que tuviera que trabajar para Carl. Me pregunté cómo sería tratada Sara, pues Lyon no era tan respetuoso y podría aprovecharse de ella. Me quedé dormida hasta la hora de comer, cuando la criada vino a avisarme de que me esperaban para comer. Miré lo que había sobre mi mesilla de noche. Era una lista de cosas que tenía que hacer esa semana, los lugares a los que tenía que acompañar a Carl junto a sus respectivos horarios, cómo debía actuar con él y la parte que menos me gustó: que no me hiciera planes por las tardes y las noches, que estuviera lista en cualquier momento si me mandaba llamar a su habitación o cualquier otro sitio.
Me preparé para ir a comer teniendo en cuenta que después iríamos a hacer una visita a Stephan Wishingwell para rechazar su proposición. Me lavé la cara y me arreglé para que se me viera lo mejor posible, aunque era difícil tapar las ojeras y las huellas del llanto bajo mis ojos. Lydia me ayudó con un poco de maquillaje. Era una ocasión excepcional. Fui al comedor y me senté en mi respectivo sitio, al lado de Samuel, que estaba en la cabeza de la mesa, y enfrente de Carl. Me extrañó que todavía no estuviera puesta la mesa.
- Estamos esperando a alguien más- dijo Samuel.
- Disculpadme un segundo, olvidé mis guantes- me levanté y fui a mi habitación a por ellos.
Sin embargo, en vez de los guantes, en el lugar donde los había dejado había un pañuelo. El mismo que le había prestado al joven misterioso...
- Quise devolvértelo limpio- se oyó conocida una voz detrás de mí, junto a la puerta.
El corazón dio un salto cuando me giré y le vi. Sí, era él... ¡Era él! Llena de alegría, corrí hacia él y le abracé, a lo cual él me correspondió.
- ¡Sí que eras tú!
- Tardaste mucho en darte cuenta- me sonrió.
- Ha pasado tanto tiempo que yo...
- Ni recordabas que te dije que volvería a mi verdadero nombre.
- Es verdad... Por eso dijiste que no te llamabas así en el baile...
- Shh... Tenemos poco tiempo, las explicaciones para luego. Hace mucho que deseo tener un momento así contigo...
Cerró la puerta de la habitación y me besó. Se apartó un poco y al ver que yo había cerrado los ojos también y esperaba el siguiente beso, no hubo más interrupciones. Mientras, me cogió la cara con las manos y aumentó la intensidad. Le rodeé con mis brazos , queriendo sentir cerca de mí a la única persona que realmente deseaba. Al fin nos separamos para recuperar el aliento y nos miramos a los ojos.
- Te prefiero sin máscara- le dije.
- Así será.
Sonreímos. Me cogió por la cintura y dio una vuelta conmigo en el aire. Nos reímos contentos. Era la primera vez que le veía tan feliz. Y hacía mucho que yo no lo estaba.
- ¿Verdad que aceptarás la proposición?- me volvió a dejar en el suelo.
- ¿Eras tú?- me sorprendí.
La sonrisa desapareció de mi rostro y bajé la cabeza.
- No puedo. Lo siento.
Me miró extrañado. Creyó que estaría más feliz con la noticia.
- ¿Pero quieres?
- No había pensado en casarme todavía, yo...
- Prometernos es la única forma de librarte de las ataduras de Carl. No significa que nos casemos enseguida.
- Pero... no es que no quiera... Es que no puedo. Lo siento.
- Dime qué sucede- me alzó la barbilla para que le mirara a los ojos.
Aparté la mirada, triste.
- Te prometo que encontraré la manera de que estemos juntos- me besó la mano y abrió la puerta, dejándome pasar-. Me adelanté un poco para verte. Regresaré para entrar con mi padre a la vez y no sospechen. Tú regresa primero. Quiero ver dónde te sientas para estar junto a ti. No olvides disimular.
No pude evitar sonreír. Lo primero que decía la lista de Carl era que no contara nada a nadie o haría que me arrepintiera siempre. Me daba miedo lo que pudiera pasar, por lo que mientras tuviera poder sobre mí lo mejor era evitar problemas.
Le cogí la mano unos instantes y le regalé un beso en la mejilla antes de dirigirme hacia el comedor de nuevo. Sonrió y me guiñó un ojo, señal de que todo iría bien.
- Sabes muy bien que jamás me rindo una vez que tengo mis ojos puestos en un objetivo.
- Lo sé.
Volví al comedor con una sonrisa que trataba de disimular para que no se me notara mucho. Me miraron extrañados, pues no traía los guantes. Me encogí de hombros, dando a entender que no los encontré. Carl y yo nos sentamos una silla más lejos, pues las que estaban más cerca de Samuel eran para los invitados. Stephan Wishingwell y su hijo ocuparían los asientos junto a Samuel. Y así lo hicieron cuando entraron. Carl fulminó con la mirada al joven que se sentaba entre su padre y yo. Traté de hacerme un poco la sorprendida pero no me inmuté demasiado. Carl parecía como si lo esperara. Nos levantamos para saludarnos y nos sentamos todos a la mesa. Mientras nos servían la comida, trataba de evitar la mirada de Carl de "luego tenemos que hablar" y me quedé asimilando el nuevo nombre de quien yo antes conocía como Will.
James Wishingwell.
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