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27. Rechazo insuperado

La noticia me quitó los ánimos. Al fin me encontraba mejor, pero entonces me desesperé. No era posible... No lo podía creer. Los padres de Lyon me ayudaron a distraerme animándome a estudiar y hablando de estudiar sobre el negocio familiar, pero yo poco sabía de economía. Y las matemáticas no eran mi fuerte. A mí me gustaba la música y los libros. Hubiera preferido dar conciertos. Cada vez estaba más segura de que me quería meter a un conservatorio. Me refugiaba en la música, era mi única compañera en mis momentos tristes.

Empecé a pasar más tiempo encerrada en mi habitación y rechazaba las invitaciones a eventos. Un día, me llegó una invitación al compromiso de James. Iba a hacer el anuncio oficial y presentar a su prometida. No quería ir. Rechacé la invitación. Le entregué a un sirviente una carta rechazando la invitación para que la llevara a casa de los Wishingwell. A James seguramente no le sentaría bien, pero era imposible que no comprendiera mi motivo. En ese momento, una criada vino a decirme que los señores me esperaban para hablar en el salón. Me dirigí hacia ahí y vi que estaban acompañados de un invitado. No le conocía. Al parecer, quería concertar una entrevista de matrimonio con el hijo de su jefe. Me encontré en una situación bastante incómoda. No estaba interesada en casarme con un desconocido. Los padres de Lyon me pidieron que aceptara, ya que James estaba prometido y no tenía a nadie, no perdía nada por conocer a otros herederos ricos. Suspiré, realmente no tenía elección.

- Excelente. En dos días está usted invitada a cenar con el señorito- me informó el empleado.

Después de irse, me fui corriendo al establo, preparé el caballo y salí a toda prisa hacia el bosque. No paré hasta que me di cuenta de que me había perdido. Estaba llorando y no veía por dónde iba. Me dejé guiar por el caballo hasta que se detuvo ante un árbol a comer manzanas. Miré a mi alrededor y bajé. Estaba oscureciendo. No me gustaba cómo pintaban las cosas. En los bosques podía haber todo tipo de animales... Y no sólo. Escuché unos disparos. Seguramente alguien había salido a cazar. Podían ayudarme a encontrar el camino de vuelta.

De pronto, un cervatillo saltó delante de mí y me sobresaltó, haciéndome caer en una trampa. Estaba bien escondida y no se veía, pero en cuando caí encima, el suelo cedió y caí en el hoyo. Me desesperé tratando de salir, seguramente no revisarían las trampas pronto y me quedaría atrapada. Se hizo de noche y empecé a hacerme a la idea de que como mínimo pasaría ahí la noche. Poco después de quedarme dormida, oí unos ladridos cerca del hoyo y luego una luz hizo que me levantara. Vi un joven vestido de caza que me tendía la mano para ayudarme a subir.

- ¿Está bien, señorita? Lamento que una de nuestras trampas le haya causado inconvenientes.

- Gracias por rescatarme, ¿puedo saber su nombre?

- Daniel. Fue gracias a mi fiel perro que me alertó de que alguien necesitaba ayuda. Buen chico- dijo haciéndole una caricia al perro.

Traté de caminar hasta mi caballo, pero me había torcido el pie. Daniel me ayudó a llegar y a subirme. Me acompañó de vuelta hasta casa y se despidió poniéndose el sombrero en el pecho.

- Espero volver a verla.

- Será un placer.

Le vi marcharse y sonreí. Qué caballero. Y qué apuesto. No sería tan mala idea conocer a otros. Aunque James todavía ocupaba mi corazón, y no sabía cuándo dejaría de hacerlo. En dos días sería la entrevista de matrimonio... Estaba pensativa en la bañera, dándome cuenta de que era el mismo día que la fiesta y el baile de compromiso a la cual estaba invitada. Qué ironía.

En esos dos días no ocurrió nada interesante. Solo que volví a recibir la invitación de James. Pregunté al sirviente si se trataba de un error, pero me aseguró que se trataba de otra invitación diferente. La observé y me di cuenta de que tenía razón, el envoltorio era ligeramente diferente, y el contenido el mismo, solo que al final de la carta había una postdata que decía que no aceptaba un no por respuesta. Tenía que asistir o me buscaría un problema. James... ¿Cuánto más quería torturarme hasta quedar satisfecho? Suspiré y decidí que la única forma en que lo entendería sería no ir y que viera que iba en serio.

El día del baile y la entrevista llegó y me vestí para acudir a la cena con mi pretendiente. Cuando entré, me esperaban en la mesa. Me sorprendí tanto como él de vernos.

- ¡Es usted!

- ¡Pero...! ¿Cómo...?

Era Daniel. Se levantó y vino a saludarme con una reverencia y un beso en la mano. Me acompañó hasta la mesa y me ayudó a sentarme. La cena discurrió alegre y debo decir que fue muy agradable conversar con él. Tras la cena, salimos al jardín. Había una temperatura perfecta. Daniel me llevó a una fuente en medio del jardín y me contó que había una leyenda sobre los enamorados que se daban un beso junto a ella serían felices juntos para siempre. Me sonrojé, ya que no estaba preparada para algo así. Era apenas la segunda vez que le veía y quería tomármelo con calma.

- Sabe... Estamos destinados a casarnos con alguien como nosotros, capaz de llevar el negocio familiar y no por la vida lujosa que conlleva. Si me tengo que casar con alguien, preferiría que fuera usted, señorita Sofia. Realmente me agrada.

- No dudo en decir lo mismo de usted, pero mi corazón todavía no está preparado. Necesitaré más tiempo...

- Lo entiendo. La esperaré el tiempo que haga falta.

Esa frase me hizo recordar a James, me dijo que me esperaría, pero no lo hizo. Aún me costaba creerlo. Daniel se acercó a mí y me alzó el rostro con suavidad para que le mirara a los ojos. Debió darse cuenta de que mi mente voló a otro sitio.

- Por lo menos... ¿me concede un beso?

No me dio tiempo a contestar. De pronto escuchamos los pasos de alguien y nos separamos, mirando en esa dirección. 

- ¿Por qué no has venido?

James estaba delante, con cara de pocos amigos.

- Porque no quise.

- ¿Cómo te atreves a rechazar la invitación y luego no presentarte?

- ¿Qué vas a hacer al respecto?- le reté.

Al instante me arrepentí de dejar salir esas palabras al ver que James vino a por mi y por instinto salí corriendo. Daniel miraba estupefacto la escena. James imponía, no se atrevió a decir ni hacer nada. Sabía quién era y no se le ocurrió interrumpir. Finalmente James consiguió acorralarme entre unos arbustos y me cogió en brazos, llevándome al coche.

- Tú te vienes conmigo.

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