9: ¡Señales de vida!
•~•
Obanai, como cada noche, se echa un baño rápido con agua tibia para relajar su cuerpo, sale de la ducha con naturalidad y se seca enfrente del espejo para ver todos los cambios que ha tenido su cuerpo.
El como su barriga ya creció a un tamaño considerable, junto con el incremento de grasas en todas sus extremidades.
Parecía un huevo.
Un maldito huevo con patas y piernas.
Frunce el ceño, su espalda duele levemente en la parte baja por el tiempo que estuvo parado ese día, comprándole ropas al bebé junto a Tomioka, fue... agotador. Muy frustrante.
Esas malditas tiendas son un robo, ¡¿cómo es posible que una ropita tan pequeña cueste tanto?!
Iguro se había ofendido por todos los números que veía en la factura, ni siquiera él cambiando de guarda ropa por completo es capaz de gastar tanto dinero.
Obanai había pensado alternativas.
—¿Y si solo le compramos una prenda para el hospital y después lo vestimos con un pañal hasta que sea adulto?
Había sido una buena idea, ¡tampoco se tendría que gastar dinero en jabones para bebés a la hora de lavar ropa!
Pero claro, Tomioka estaba en su mundo y no lo escuchó.
—Amor, mira, ¿no te gustaría ponerle estos zapatitos? Son adorables.
—¿Zapatos? Un bebé no camina, ¿por qué gastaríamos dinero en-.
—¡Guantecitos y gorritos! Mira, Oba.
Y contra guantecitos y gorritos con orejas de animales, nadie gana.
¿Saben lo peor?
Que por no saber el sexo del bebé, (Tomioka quiere sí o sí que sea una sorpresa), ¡tuvieron que comprar para ambos géneros!
Giyū actuaba como si fuera millonario, ¡ni siquiera le habían comprado ropa de bebé grande! Solo de recién nacidos.
Bolsas y bolsas de ropa, Tomioka definitivamente no sabía lo que es contenerse.
Aún así, después de las compras, fueron por un helado y toda la atención del mayor pasó a ser para él, exclusivamente para él, sin nada de bebés, y eso fue lo mejor del día.
Obanai estaba contento, aún pareciendo un maldito huevo y teniendo dolores de espalda.
Dejó de pensar en eso y con una pijama muy ligera de seda, salió del baño para ir a la cama, encontrándose a su esposo con el peluche de jirafa que Sanemi había traído hace unos días.
Ahora ese regalo dormía con ellos en la cama, como si fuera el sustituto perfecto para calmar su emoción por el bebé.
—Si decides dormir con esa cosa otra vez, te juro que pediré el divorcio por infidelidad.— Bromea el hombre, llegando a la cama para sentarse.
Tomioka, ido en su propia imaginación, alza al peluche en brazos y luego lo lanza al aire, recibiendolo en la caída.
—Estoy practicando atajadas, ya lo dejo.— Dice muy concentrado.
—¿Eres consiente de que esa cosa no es un bebé real, verdad? Si se te ocurre jugar a eso con nuestro hijo, en vez de comprar un paquete de pañales, tendríamos que comprar un paquete funerario.
Y eso fue un rápido remedio, Tomioka sobre abrió los ojos cuando el peluche cayó en sus manos y quedó pensando con la mirada perdida.
Parece ser que se imaginó el peor escenario por como dejó el peluche a un lado y se aproximó a su marido.
Pone su mano en el vientre y después mira con aquella seriedad tan característica al menor.
—No vuelvas a bromear con eso.— Pide susurrado y con algo de miedo.
Obanai se ríe, y lleva su mano a la mejilla del mayor.
—Esta bien, amor, lo siento.— Acaricia un poco, y mira con cariño cuando Giyū también le sonríe.
El hombre más grande se acomoda mejor, quedando en una posición donde puede ver de cerca la barriga crecida de su marido.
Con emoción levanta la camisa de Obanai para ver cómo su área abdominal está hinchada y tensa, pasa una mano y la superficie es lisa, su ombligo estaba un poco sobresalido.
El menor se queda callado, viendo con curiosidad los movimientos de Giyū, y de pronto, de manera casi espontánea, Tomioka posa sus labios sobre su barriga y sopla, haciendo ruidos divertidos.
—Amor, ¿q-qué haces?
—Shinobu dijo que hacer esto podría hacer que el bebé se mueva.— Dice, para luego seguir con su rostro pegado en la barriga.
Ah, cierto, hacer que se mueva.
Eso es algo que Tomioka va intentando y quiere desde que su barriga creció, está demasiado emocionado por sentir los movimientos de su hijo, pero parece que ese bebé va a heredar la actitud lenta de Giyū, porque el menor jamás había sentido nada.
Parece estar quieto, flotando en su barriga como si la vida no le importara, no moviéndose a menos que sea estrictamente necesario, y aun no ha sido nada necesario.
A Obanai le gustaba que sea así, sin movimientos, y si después de nacer sigue manteniendo esa apacibilidad sería mucho mejor para él.
—¡Ya sé!— Exclama, y con rapidez sale de su cama y se va de la habitación.
Obanai se queda quieto, sorprendido de la velocidad de su esposo, y después baja la vista hasta su barriga.
—Espero que te muevas pronto, no quiero que tú papá invente estupideces.— Le dice con su voz pausada y firme, pero con tintes bastante notorios de cariño.
En cuestión de segundos, Tomioka había vuelto con una expresión alegre y en sus manos un plato ondo con cubos de hielo.
Se acercó a la cama y dejó las cosas en la mesa.
—¿Qué demonios quieres hacer?— Obanai ve con desconfianza pero no baja la ropa de su pijama, prefiere obedecer a su pequeña curiosidad.
—Ya verás.
El hombre tomo un hielo de la mesa entre sus dedos, acercó el cubito a una parte de la barriga y lo empezó a mover, ganándose un sobresalto de su esposo.
—¡E-ey, eso no me gusta!— Quiere alejarse de su marido, pero una mano sujetando su muñeca con cariño lo detiene.
—Al bebé tampoco le gustará.
Y Obanai, aún detestando la sensación del hielo sobre su piel, se quedó quieto.
Principalmente porque también quiere saber qué se siente las famosas "pataditas", o cuando se marcan las manitas en la barriga, (pero eso puede ser muy pronto).
Ha visto algunos vídeos que parecen cosas sacados de películas de terror, se pregunta si eso duele.
El hielo se derretía sobre su piel, provocando escalofríos en todo su cuerpo, ambos hombres mirando fijamente por si hay alguna 'señal de vida' en la barriga, hasta que finalmente lo hubo.
Obanai sintió algo en su interior moviéndose con lentitud y firmeza, como si no le gustara el frío que su padre tercamente había estado moviendo en su zona.
Era incómoda la nueva sensación, no dolía, pero era extraña.
—S-Se mueve.— Dice Obanai, mirando con asombro su estómago, aunque no se vea nada.
—¡Ah, lo sabía!
Tomioka acerca su mano emocionado al lugar del hielo, sintiendo muy levemente el pequeño abultamiento de la panza en su palma.
Era débil, casi hecho sin ganas como una manera de "pelear" contra el frío, pero siendo demasiado perezoso como para hacerlo en serio.
Aún con la pequeñez de la sensación, Giyū sonríe como nunca antes, volviendo a pegar sus labios a la barriga. Esta vez dando besitos.
—¡Sabía que te ibas a mover, bebé!— Le habla al bebé, acariciando y aun repartiendo leves besos mariposa.
¡El bebé se había movido!
Y, por alguna razón, Obanai parece perturbado.
Su rostro, antes curioso y contento por la posibilidad, ahora se veía temeroso, mirando su barriga y a su esposo con ganas de huir.
Se había movido.
Algo en su interior se había movido.
Aquello lo hizo confirmar otra vez que, desde luego, una vida depende de su cuerpo, y que en cualquier momento saldría de su interior lleno de fluidos y sangre, llorando a mares para luego ser dado a sus brazos, dónde permanecería chupándole la vida hasta que se haga adulto.
Y ni la adultez es garantía de que se vaya y lo deje en paz.
Se había movido.
Esa cosa se había movido.
Se fijó en la felicidad de Giyū, susurrandole cursilerías al bebé como si fuera una gran felicidad. Luego miró mejor su barriga con leves líneas pálidas.
Eran estrías.
Tenía estrías en su cuerpo por esa cosa que se mueve en su interior.
Y luego, siendo demasiado susceptible a su propio cuerpo, se da cuenta de que está demasiado gordo, parece un cerdo. Sanemi tenía razón, se va a convertir en uno.
Vuelve su atención a Tomioka, quien parece tan feliz con su bebé que no se da cuenta de su estado, y luego recuerda a Shinazugawa, otra vez, dándole la razón.
Cuando nazca el bebé, Tomioka no querrá dormir más con él, lo dejará a un lado para compartir todas las noches con su hijo, dejándolo olvidado.
Las palabras y caricias de Giyū iban al bebé, no a él.
La cosa había llegado solo para robarse a su marido y dejar a Obanai relegado a un segundo plano de su vida.
Ya no será lo número uno en las prioridades de su esposo.
Con frustración, separa al hombre de su barriga e intenta darse vuelta.
—¡Deja de decirle ridiculeces! Ni siquiera te escucha esa cosa.— La voz de Obanai se tambalea un poco el final.
El menor se acuesta, le da la espalda a su marido y finge dormir cuando se tapa con las sábanas, pensando en cosas que debía hacer si quería deshacerse de su cosa y hacer como si no pasó nada.
¿Podría ponerlo en adopción por "accidente" cuando nazca?
O para menos papeleos, dejarlo en la puerta de la casa de alguien que se vea de bien, y si preguntan dirá que lo 'secuestraron'.
O tirarse por las escaleras también podría...
Sus pensamientos fueron interrumpidos por su bebé, quien se movía con insistencia, casi como si pudiera leer su mente.
¿Esa cosa puede hacer eso?
No tuvo tiempo de pensarlo demasiado, porque Tomioka lo abraza desde atrás y esconde su nariz en el cuello contrario, respirando tranquilo y dando un pequeño beso.
—¡Déjame, Giyū!— Lucha, pero justo ahora no puede hacer mucho.
Los movimientos bruscos no son algo que deba hacer, su bebé podía lastimarse, y moverse a cualquier lado era imposible porque terminaría boca abajo.
—¿Qué pasa?— Pregunta el mayor, con su voz pausada pero dulce.— ¿Celoso, amor?
Obanai se sonroja, aprieta sus dientes e intenta voltear su cuerpo para ver a su esposo, consiguiendo nada.
—¡Cla-Claro que no! No estoy celoso.— Su tambaleo lo delató, y Tomioka se rió contra su cuello.— Solo... Solo me parece estúpido lo que haces, ¡el bebé no te escucha!
Y, justo como si fuera una pequeña protesta, siente una patada en su barriga.
Nuevamente, no era doloroso, pero molesta demasiado.
—¡Quédate quieto!— Le grita a su 'engendro'.
Es como si se hubiese dado cuenta gracias al hielo que puede moverse en su barriga, y parece querer presumir esa habilidad todo lo que puede.
O simplemente, le molestan los ruidos fuertes y la posición en la que se encuentra Obanai.
—¿Se mueve mucho?— Pregunta Giyū con interés, llevando sus manos al vientre del menor con intención de sentirlo.
—¡Déjame! ¡No me toques más nunca! ¡No te soporto!
—No digas eso.— Pide con suavidad.— El bebé podría ponerse triste.
—¿El bebé? ¡Él está bien!
Tras eso sintió una ligera patada.
—No hablo de nuestro bebé, amor.— Se esconde en el cuello de su esposo, y su risa se fuerza por ser escondida.— Hablo de mí. Tu bebé.
—¿... Mi qué?
—Tu bebé.
Y aunque Giyū pensó que sería una buena forma de subirle el animo a su esposo, él no pensó lo mismo.
El peluche de jirafa se convirtió en la compañía de Obanai esa noche, abrazándolo a la vez que se da cuenta de lo cómodo que es, mientras que al mayor le tocó dormir en el sillón por "estúpido".
Giyū anotó mentalmente no hacer más chistes similares si quiere mantener la paz en su relación en lo que se acerca el parto.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro