7: Un descanso.
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Cuando Obanai llegó al día siguiente al trabajo, no se esperó para nada tener que aguantar a un castigo con patas.
Era obvio para el hombre que su superior no supo mantener la boca cerrada, por lo que ahora tiene que aguantar felicitaciones o miradas extrañas de los demás sobre él.
Pero lo peor no era su constante molestia por los presentes, lo que le generaba rechazo era un compañero que cada rato entraba a su oficina para ver cómo se encontraba con la única necesidad de molestar.
Tengen Uzui, un grandísimo idiota.
Justo ahora, mientras observa su computadora, tiene al intruso sentado enfrente de su escritorio, mirándolo como si fuera una pequeña exhibición.
—Vaya, con que embarazado, ¿no?— Suelta, como si en este instante la noticia aún fuese una gran sorpresa para Obanai.— En un principio pensé que era mentira, pero los papeles que Himejima anda mostrando felizmente a los demás dejan en claro lo contrario.
Obanai respira, encoge sus hombros como respuesta, sus manos siguen tecleando letras de manera automática y sus ojos están fijos en la pantalla.
Esta es la primera y única vez que le confía algo al Señor Gyomei, en definitiva, no es bueno manteniendo su gran boca cerrada.
—¿Qué le das de comer a tu marido?— Pregunta y el más bajito lo mira con el ceño confundido, los labios apretados en molestia.— Digo, para que te embarace, ¡su pene debe ser de otro mundo!
Obanai se sonroja, su cuerpo tiembla y olvida su mal sentir en menos de un segundo, su neutralidad se convierte en mal humor y corre a patadas al enorme idiota de la oficina.
Volviendo, por fin, a la acogedora paz.
Eso hasta que Tengen vuelva tener un pequeño descanso y entre a su territorio otra vez, a este punto Obanai no tenía la suficiente energía para prestarle atención y por eso apretó los dientes haciéndolos crujir, pensando que eso sería suficiente para calmar la necedad de su compañero. Tal vez, demostrarle su obvio rechazo sería suficiente.
O eso pensaba mientras intentaba ser positivo.
Uzui, demostrando que es idiota, no ha podido dejarlo en paz en lo que va de semana, pero la gota que derramó el vaso fue cuando hablaba con mucha tranquilidad con algunos trabajadores del otro departamento.
Era solo para pasar el rato y por más que quiso desviar la atención, el tema a discutir fue su embarazo, todos interesados en saber cómo sigue.
Era lo normal, pero no se percató que Tengen había estado justo a un lado escuchando todo en silencio.
—Es una completa molestia el embarazo.— Admite con una pequeña risa.
—Pero me imagino que gozaste como nunca haciéndolo.— Murmura el hombre a un costado.
Y como era de esperarse de una persona embarazada con los nervios de punta: explotó.
¿Tal vez fue algo irracional golpearlo con el reglamento? Podría ser, pero no se arrepiente de nada. ¡Alguien debía poner en su lugar a ese imbécil!
Justo ahora mantiene sus brazos cruzados y su vista se fija en la ventana del auto, recostandose en la puerta murmurando insultos.
Del lado del conductor estaba su esposo, quien mantenía una expresión preocupada cada que veía a Obanai, como si quisiera decirle algo pero temiendo a hacerlo enfadar más.
En algún momento, la intensidad silenciosa con la que Tomioka quería hablar se sintió como una completa tortura, y él no pudo soportarlo más.
—¿Qué te pasa? Habla.
Giyū aprieta el volante, mirando una vez más a su esposo, para luego volver su vista al frente.
—Hablé con tu superior.— Dice, y Obanai rueda los ojos, ¿lo regañará por haber golpeado a ese idiota? ¡pero lo pidió a gritos toda la semana!— Aunque es muy pronto, propuso que lo mejor que puedes hacer ahora es darle un descanso al trabajo.
—¿Qué dices?
—Te adelantó el reposo por maternidad... ¿o se le debería decir paternidad?— Murmura pensativo.
—¡¿De qué hablas?!— Grita Obanai desde su posición, mirando con odio a su esposo, quien, para no intimidarse más de la cuenta, observa el camino.— ¡¿Quedarme en casa?!
Tomioka asiente lentamente, como si hacer un movimiento brusco le costara mantener su cabeza unida al cuello.
—Estás bastante volátil, y para no tener otro problema en el trabajo, lo mejor es que te quedes hasta que pase todo. Eso dijo.
—Claro, eso dijo él, me imagino que tú no le diste la razón, ¿verdad, Giyū?— Aún cuando la respuesta es bastante obvia, pregunta, mirando con frustración a su marido.
Tomioka suspira, aceptado su parte de la culpa.
—Quiero que te relajes y que no te veas irritado por comentarios ajenos, amor.
—Claro, porque quedarme solo en casa sin hacer una mierda es lo único que puedo hacer, ¿no?
—Obanai, creo que es lo-.
—Sí, sí, lo mejor. Jodete.
La mirada de Obanai siguió pegada a la ventana durante todo el camino a casa, murmurando maldiciones dirigidas a todo el mundo.
Era frustrante, odiaba tener que ser echado de lado por culpa de un idiota que no sabe cerrar la boca.
En casa, tampoco se molestó en ver a Giyū, caminó hasta la sala donde se quedó allí, mirando a un costado el coche que le había regalado Sanemi, pues aún no lo habían movido a la habitación del bebé.
Bueno... Aún no habían decidido cual sería la habitación del bebé.
Pero era muy pronto para preocuparse por esas cosas, piensa.
Era de color lila, un coche como cualquier otro, pero la velocidad de su compra dejaba en claro la emoción que tuvo el albino al hacerlo. Quién diría que ese idiota haría algo así.
Su mal humor se vió empeorado por su insomnio y la sensibilidad que no lo dejaba en paz, suficiente tenía con llorar el día anterior enfrente de sus amigos. ¿Ahora va a llorar de la rabia por algo que está fuera de sus manos?
Y tal vez se deba a eso su malestar, siente que todo se le está yendo de las manos. Simplemente se está dejando llevar, perdiendo poco a poco el control que tiene sobre si mismo.
El embarazo era caótico, todos los son en su medida, pero Iguro pensó que el suyo no sería así.
Es decir, tiene a su esposo con él, apoyándolo con una gran paciencia mientras soporta sus actitudes, tiene el apoyo de sus amigos cercanos quienes están muchísimo más emocionados que él, como si fuera posible, y la posibilidad de darle una buena vida al bebé llena de amor y estabilidad.
Tiene todo lo que se puede pedir ante un embarazo.
Sus únicas preocupaciones son nimiedades. Pero aún así, los pequeños cambios que está comenzando a sentir y notar en su cuerpo y el trato que recibe de las personas, hacen que Obanai no sepa cómo comportarse.
De la rabia y frustración siente sus ojos lagrimear y sus labios se aprietan en una especie de puchero. Se queda mirando la carriola con una mano en su vientre, sintiendo como su pancita se está formando. Su bebé está creciendo en su interior.
No quiere llorar de nuevo, pero es complicado.
—Mi amor, te traje galletas de arroz.— Tomioka se acerca al sillón, sentándose y poniendo el plato con los dulces en la mesita, también puede ver té.
Por la consideración de Tomioka, aún cuando solo ha recibido quejas y maldiciones como recompensa, es que Obanai suspira y se permite derramar un par de lágrimas.
—Ajá.— Es lo único que dice, manteniendo su semblante serio, pero el brillo en sus mejillas lo delata fácilmente.
Siente como Tomioka se acerca más, e Iguro se pone un poco a la defensiva, dispuesto a rechazar cualquier cosa que vaya a hacer el hombre, pero como siempre, eso se queda en nada cuando su marido lo jala a su cuerpo, abrazándolo con protección y cariño.
Quiere alejarse, pero su cuerpo no responde, en su lugar derrama silenciosamente más lágrimas, acomodándose mejor contra Tomioka, suspirando frustrado pero un poco satisfecho cuando siente la mano de su amor viajar hasta su vientre.
Pensó que solo era para sobar el lugar, por lo que no se esperó que ignorara su barriga y solo le tomara de la mano, entrelazando sus dedos con cariño.
Obanai, aunque duró unos segundos rechazando internamente el gesto, luchando contra si mismo para apartar la mano, perdió completamente. Cedió ante los propios deseos de su corazón y apretó la mano de Giyū con bastante calma.
Nuevamente, el señor de Tomioka pudo recuperar un poco de su estabilidad.
—Perdón por... por actuar como un idiota.— Lamenta, girandose un poco para ver el rostro de Giyū.
Aunque haya pasado algún tiempo, Obanai puede relajarse por saber que su esposo aún tiene ese efecto calmante en él. El menor aún puede abrazarlo si quiere recuperar su calma y acomodar sus pedazos desordenados.
Giyū siempre representó muchas cosas en su vida, y todas las valora de igual manera, pero considera que la calma y estabilidad es lo primordial.
Obanai puede ser caótico y volátil, necesita algo o alguien que contrarreste su propia naturaleza, que con solo su voz o un gesto desinteresado lo haga volver al mundo real y salir de su cabeza llena de amarguras y frustraciones.
—No te disculpes, entiendo que no te guste quedarte en casa. Lamento decidir por tí estas cosas.— Aunque no le da mayor importancia a las palabras que Tomioka suelta, su pecho hace especial énfasis en la voz y su tono.
Pausado, calmado, demostrando la dulzura y amor que su esposo le tiene.
Obanai también es capaz de demostrar eso también, pero con acciones al acariciar al mayor.
—Yo sé que puede ser difícil para tí... soportarme.— Cuando siente que Giyū le contestaría, Obanai se adelanta.— No digas que no es nada, sé que soy complicado y que no sabes manejarme. Sé que puedo cansarte.
—Obanai.— Sin soltar el contacto con una de las manos de Obanai, lleva la otra mano a las mejillas del más bajito, secando las lágrimas silenciosas que bajan por la piel.— No lo negare, eres difícil. Me asustas y frustras. No sé que hacer contigo a veces.— La sinceridad vista en los ojos de Giyū hace que Obanai asienta de inmediato.
No lo culpa, le agradece la franqueza, aún así se siente un poco mal saber que le causas esos sentires a tu ser amado.
—Pero jamás me cansare de tí.— Promete, ahora baja y toma el mentón del más bajito.— Amo que seas complicado, terco y difícil de tratar porque eso te representa, desde un principio me enamoré de cada pequeñez que te construye, y aun con tus malas actitudes disfruto de poder permanecer a tu lado.
El menor asiente, incapaz de responder a esas palabras, su mirada se dirige a su vientre pero la mano en el mentón lo detiene otra vez.
—Y esto no es solo por el embarazo, Obanai. No quiero que pienses que solo me importa el bebé o mis ganas de ser padre. Desde antes soy feliz con todas tus capas.— Sin aviso inclina su cabeza y roba un beso casto de los labios de Obanai, sonriendo un poco por la sensación maravillosa de sus bocas juntas, aún cuando fue solo un segundo.— Te amo y puedo asegurarte de que ese sentimiento crece cada día más, no necesitas hacer otra cosa que no sea ser tú; con tus peleas, tus reclamos y rabietas.
Obanai no es capaz de decir algo, ni siquiera de moverse en señal de entendimiento, solo se queda con un fuerte sonrojo mientras observa a Tomioka ser tan... tan él...
¿Algún día podrá encontrar una palabra que pueda describir a Giyū y todo lo que lo hace sentir?
Porque piensa que "perfección" y "angelical" se está quedando corto.
—En el momento en que nos casamos, solo pude pensar en pasar toda mi vida contigo.— Vuelve a dar un pequeño beso, pero esta vez fue en la nariz.— Ese día quise ser tuyo, entregarme en cuerpo y alma a tus manos porque sé que ahí es donde pertenezco, y desde entonces no me he cansado, ni un poco, y no pienso hacerlo.— Deja de sujetar el mentón, su mano baja hasta el vientre y la posiciona allí.— Estos problemas no son nada comparados a la gran felicidad que me da estar a tu lado, y si pienso en el futuro que nos espera, con nuestro bebé, son aún más llevaderos.
Tomioka se ríe, encantado con la expresión que tiene su esposo en este momento.
—Te amo, Obanai.
Finalmente, el menor tiene una pequeña sonrisa, sin quitar la mirada del más alto ni por un segundo.
Obanai se estaba derritiendo por dentro.
—... Giyū, ¿por qué siempre tienes esa extraña fijación para dejarme sin palabras?— Pregunta, desviando el tema de conversación.— No me dejas hacer mis dramas.
—Puedo escuchar tus quejas todo el día, mi amor. Mi única condición es tú escuches a mi corazón.
—¿Ves? Lo haces de nuevo.— Se ríe, desviando la mirada y recostandose otra vez en el hombro de su marido. El contacto de sus manos aún está presente.— Eres de lo peor, pero te amo así.
Tomioka no se queja, simplemente se inclina y le besa la coronilla a Obanai, cerrando los ojos y disfrutando de la calma hogareño que ambos están volviendo a tener.
"Gracias, Giyū..." Piensa el más bajito, pero a falta de palabras más adecuadas se queda callado.
Estos dos son todo lo que está bien en el mundo, adoro meterle cursilerías 💕
Los quiero <3
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