6: Una agradable noticia.
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Eventualmente las reglas y preocupaciones de Tomioka fueron bajando, al mismo tiempo que Obanai se empezaba a tomar aún más en serio la nueva responsabilidad que conllevaba mantener una vida en su interior.
Era difícil, habían días donde todo los antojos que Obanai sentía eran vomitados, pasaba recurrentemente en las mañanas, y por eso intentó tener especial cuidado en el trabajo.
Aunque es casi imposible que piensen que esté embarazado, no quiere decir que le guste que lo vean salir de su oficina corriendo al baño para expulsar el desayuno. No quiere molestar a sus superiores ni preocupar a los pocos compañeros cercanos en el piso.
Una mañana caminaba con frustración después de haber vomitado todo su desayuno. Se apretó inconscientemente el vientre y caminó a pasos pequeños sin quitar la expresión mortificada en su rostro.
Obanai, ese día, se sentía terrible.
No había dormido bien, aún cuando Giyū había hecho todo lo posible para hacerlo dormir, y eso significa todo, en algún momento, en medio de los delirios cursis de su esposo, Tomioka había decidido "hablarle" al embrión para que lo dejara dormir.
Iguro golpeó con suavidad su cabeza, recordándole que ni siquiera era culpa del embarazo su malas conductas nocturnas. E, igualmente si lo fueran, no había caso reclamarle a un montón de células.
Aún con su molestia, la noche había sido agradable, ver a Giyū luchando contra el sueño solamente para hacerle compañía había sido acogedor.
Pero cuando se hizo de mañana y ambos debieron ir a sus respectivos trabajos, Obanai solo terminó de amargar su día, mirando con molestia y dolencias a todos sus compañeros de trabajo.
No era algo fuera de lo común la actitud de Iguro con sus colegas, pero verlo correr religiosamente a vomitar después de cada comida era algo que jamás había hecho.
Más de uno alzó una ceja en preocupación, pero ninguno se atrevió a acercarse y preguntar, no querían ser regañados por curiosos.
Aún así, había uno que se atrevió a tocar la puerta de aquella oficina, pasar y entrar en el terreno peligroso para saber al menos un poco del estado de salud de Iguro.
Obanai revisaba unos papeles, con una mano siendo de apoyo para su mentón, sintiéndose exhausto y con pesadez en las extremidades.
Nada que un buen café recargado no podía solucionar, desgraciadamente le había hecho una promesa a Giyū de no tomar a escondidas. Siendo hasta ahora lo más difícil de su embarazo, llegar a la oficina y tener que rechazar el café de todos los días, ver a todos tomando con total tranquilidad aquel líquido perjudicial era frustrante.
Pero al menos tiene un buen autocontrol cuando se trata de Giyū, por eso la única taza que tiene a un costado es un té verde que después del quinto vaso ya le parece insípido.
Tras la llegada de su superior, Obanai alza la mirada.
—Oh, señor Himejima.— La sorpresa en su voz se escucha, y las energías simulan recuperación para no mostrar una postura encorvada.— ¿Qué se le ofrece?
El hombre enorme lo mira con disimulo un poco y después se acerca, sentándose en la silla de enfrente del escritorio.
—Nada en particular pero...— Los gestos del hombre revelan su nerviosismo.— ¿te sucede algo, Iguro?— Pregunta con un tono de interés.
Iguro, sabiendo a qué se refiere, ladea la cabeza fingiendo confusión y sus cejas dejan en claro su duda.
—No, ¿por qué lo pregunta, señor?— Los dedos de Obanai comienzan a golpear levemente los bordes de la mesa.
—Me han informado que haz estado recorriendo mucho al baño por vomitos, ¿puede explicarme a qué se debe eso?— La sonrisa de Gyomei es suave y amable.
Iguro rasca el dorso de su mano nervioso, arruga un poco sus cejas y mira a un costado con desconfianza.
—Es... complicado, señor.— Dice y la mirada interesada hace que Obanai se recueste en su silla.— Eventualmente se enterará, pero no por ahora, ¿bien? No quiero que se haga un revuelo mientras esté yo en la oficina.
—¿Es algo grave?— El hombre se acerca un poco más, Obanai teniendo que estirar el cuello si quiere verle a la cara.— Si es así, me gustaría estar informado de primera mano.
—Señor, yo...— Las energías de Obanai solo le pedían sacar a su superior de la oficina lo más rápido posible. Es debido a eso que suspira resignado, llevando una mano a su tabique para apretar un poco.— Bien, pero no le diga a nadie, señor Himejima.— Dice, y el mayor asiente muchas veces.— Lo digo en serio, ¡nada debe salir de aquí!
—Yo también, nada saldrá de aquí, Iguro.— Dice, aunque los dedos cruzados detrás de su espalda revelan lo contrario.— Lo prometo.
Obanai lo mira un segundo más, inspeccionando al hombre antes de nuevamente suspirar y buscar algo en su bolso.
—Es difícil de creer, pero...— Obanai toma algunos papeles y se lo entrega al mayor.— E-Estoy... embarazado.— Dice sumamente reprimido y bastante susurrado, como si hablar por encima de un susurro haría que todo el mundo se entere.
Gyomei observa el papel entre sus manos, era una ecografía que había visto muchas veces antes cada vez que recibe la noticia de un embarazo, voltea la hoja y las palabras escritas allí confirman lo dicho por Iguro.
¡3 meses de gestación!
Felicidades.
-Futura tía de la criatura.
Gyomei ladea la cabeza, no pudiendo comprender como es que el joven sentado al frente de él estuviese embarazado. Su mudez deja bastante en claro su sorpresa, y Obanai casi se muerde las uñas en busca de una manera calmar su inquietud.
Finalmente, el hombre lo observa a él y la sonrisa radiante en sus labios son suficiente respuesta para Obanai.
—¡Qué noticia tan maravillosa!— Dice Gyomei.— ¿Como sucedió? ¿cómo te sientes?
Obanai parpadea, ¿en serio lo toma tan a la ligera? En algún momento pensó que haría aún más revuelo, pero parece que es una noticia del total agrado de su superior. No era de sorprenderse, Gyomei tiene fama en la oficina de que le gustan los niños pequeños.
Obanai encoge sus hombros y no encuentra una respuesta coherente.
—N-No sé cómo pasó...— Confiesa y arruga sus cejas junto a la nariz, inconscientemente lleva una de sus manos a su vientre un poco abultado.— Pero me siento bien con la idea de ser padre, aunque el resto de cosas sean... difíciles.
—¿Y tú esposo? ¿Qué opina sobre la noticia?
—Giyū está bastante contento, creo que hasta más que yo.— Se ríe con aquella última afirmación, sintiendo sus mejillas arder por la atención que recibe cada día al llegar del trabajo.
—Estoy muy feliz por ustedes.— Admite con mucha sinceridad.
Unas palabras más y el mayor sale de la oficina, dejando a Obanai solo con una sensación bastante agradable en el ambiente. Su sonrisa se hace aún más grande cuando siente su teléfono vibrar por un mensaje de su marido.
Aunque tuviera un par de cosas por hacer, no dudó ni un segundo en chatear con Giyū durante toda su jornada laboral.
•~•
Con bastante cansancio y sintiendo como sus manos y pies se ven extrañamente hinchados, Obanai llega a casa con toda la necesidad del mundo de acurrucarse entre los brazos de su esposo y jamás salir de allí hasta que sea hora de volver a iniciar su rutina.
Tal vez, si Tomioka se comprometiera a permanecer en casa junto a él, Obanai hubiese aceptado dejar el trabajo, aún cuando siga pensando que es una exageración, considera que es una buena idea.
Claro, solo si tiene a su querido esposo dandole mimos.
Cuando baja del auto se queda un segundo estático, habían varios vehículos estacionados al frente de la casa y Obanai puede reconocer a varios, debido a eso es que alza una ceja con bastante desconfianza y ve a su hogar.
Un mal presentimiento se instala en su pecho, pero nada que no pueda ocultar, es por eso que sin pensarlo demasiado decide acercarse y entrar preparado ante cualquier sorpresa, no deseada, planeada a última hora por su marido.
Y cuando entra a casa, con una extraña ansiedad, es que puede sentir como sus hombros caen y su cuerpo se recuesta de la impresión en la superficie detrás de él.
—¡Oww, Obanai!— La voz de Kanroji no ayuda en su situación, y el pastel que tiene en sus manos tampoco.
De pronto, no solo se le acerca la mujer de cabellos extravagantes, en segundos ya tenía a Tomioka junto a él, sosteniendolo de la cintura como una cálida bienvenida.
—Hola, amor.— Saluda con mucho cariño, encorvandose un poco para quedar a la altura del menor.— ¿Cómo te sientes?
—Y-Yo...— Sus ojos no se enfocan en su marido, en su lugar ve a la sala de estar con curiosidad.—... ¿qué significa e-esto?— Su voz, aunque no lo quisiera asi, sale como un hilo muy bajito.
—¡Es una fiesta sorpresa, Obanai!— Se adelanta con mucha emoción Mitsuri, jalando de los brazos de Giyū al nombrado para que se acerque a los demás.— ¡Estamos muy feliz por tí!
—¡Obanai! ¡Ustedes tenían ese secretito muy escondido!— Exclama Rengoku.
Es casi obligado a sentarse en medio de todos, los ojos de sus amigos permanecen puestos en él y es incapaz de mostrar una emoción adecuada.
¿Por qué lo saben?
¿Quién le dió permiso a su esposo de estar regandolo?
Reconocía sus ansias por contarlo, pero pensó que sería bueno que ambos dieran la noticia
Sin embargo, está en medio de una reunión improvisada pero llena de cariño en medio de sus seres más cercanos. Todas las miradas llenas de genuina felicidad estaban puestas sobre él.
De pronto, siente como Giyū se sienta a su lado y lo toma de la mano, llamando su atención.
—Tu jefe me llamó para felicitarme sobre el embarazo esta mañana.— Revela su esposo con un semblante cálido.— Y pensé en decirle a todos. Le avisé a Shinazugawa y él dió la idea de la fiesta.
Esas palabras hacen que Iguro se sienta extraño y gire su rostro hasta Sanemi, quien se cruza de brazos con una cara avergonzada.
—No fue mi idea, Rengoku estaba conmigo en la llamada, a él se le ocurrió.— Niega la responsabilidad.
—¡Yo no lo recuerdo así!— Habla el rubio.— Shinazugawa estaba bastante emocionado, ¡te aseguro que a él se lo ocurrió!
—¡Claro que no!
—A quien se le ocurrió la idea no es lo importante aquí...— Interrumpe Kochō la discusión con una mirada calmada, mirando con una sonrisa a los esposos.— Estamos aquí porque nos encontramos muy felices por ustedes, ser padres es un paso muy importante para su relación.
—¡Van a tener un mini ustedes gateando por el suelo muy pronto!— Mitsuri no puede ocultar su felicidad.
—Queremos que sepan que cualquier ayuda que necesiten pueden contar con nosotros y-...— Shinobu detiene su monólogo cuando se percata de un sollozo silencioso que sale de Obanai.— Oh, ¿estás bien?
La pregunta hace que todos vean a Iguro otra vez, quien baja de inmediato la mirada jugando con las manos en sus piernas, en un estúpido intento de querer ocultar su pésima gestión de emociones.
Justo ahora, por el repentino apoyo de sus amigos y el cariño que parecen desbordar por él, hace que sus murallas se derrumben momentáneamente.
Se encuentra incapaz de calmar su llanto, las lágrimas se empeñan en bajar una a una como una cascada, algunas gotas son capaces de mojar sus manos y en consecuencia quiere ocultarlo al limpiarse, pero es imposible.
Todos están sobre él mirándolo llorar como un tonto, y la idea de estar llorando frente a todos hace que no solo llore por lo lindo que se siente sentir el apoyo de las personas a quien quieres.
—Ca-Callense.— Pide, pero suena más a una súplica que una orden, no quiere que sigan hablando o llorará aún más.
Este es el síntoma de embarazo al que más le temía desde un principio, ¡la maldita sensibilidad! Mostrarse tan vulnerable ante su esposo ya era un poco difícil, ¿pero frente a todos sus seres cercanos? ¡eso era aún peor!
Estaba feliz de poder contar con unos amigos tan buenos y un esposo maravilloso, pero eso no significa que deba llorar por ello.
No quiere seguir llorando, pero negarse a llorar también se suma a otra razón más para seguir haciéndolo.
—Corazón, tranquilo...— Pide Giyū a su lado, a penas puso una mano en su hombro y Obanai soltó un pequeño sollozo.
—Obanai, ¿qué sucede? N-no llores...— Mitsuri habla a su lado, al igual que Tomioka, ella comienza a acariciar su espalda.
—¡Ya sé que te puede hacer sentir mejor!— Exclama Kyojirou parándose del mueble, jalando a Sanemi con él.— ¡Shinazugawa le compró al bebé un coche! ¿Quieres ver...?— Rengoku se queda callado por el llanto aún más fuerte del más bajito.
—Imbécil, lo empeoras.— Regaña el albino con una mala actitud, pero después da un paso hacía el azabache con suavidad.— En la cocina hay de esas galletas de arroz que tanto te gustan, ¿te traigo unas para que se te pase...?
De nuevo, la misma reacción y Shinazugawa se frustra al no saber qué hacer.
—¡Tomioka, sirve de algo!— Exige mirando con enojo al esposo de su amigo.
De inmediato, Giyū asiente y parece despertar de su pequeña incertidumbre.
—Mi amor, ¿te duele algo? ¿necesitas un vaso con agua?— Con interés genuino pregunta, y no hace falta que Obanai haga un gesto porque Shinobu ya se había parado para ir a la cocina.— ¿Q-qué pa-.?
—¡Dé-déjame!— Pide, pero luego se aferra a su marido en un abrazo, ocultando su rostro en el pecho del hombre, calmandose un poco cuando los brazos del hombre lo envuelven con suavidad.— I-Idiotas...
Aunque no pudo calmarse de inmediato, con una lentitud segura el llanto fue cesando, pero igualmente a cualquier pequeña muestra de cariño, ya sea de sus amigos o esposo, Iguro volvía a romper en llanto.
Aunque fue inesperado el llanto de Obanai a la situación, fue una reunión divertida cuando el susto inicial se fue.
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