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2. ¿Secuestro o invitación?





28 de noviembre 2016



La abuela sonríe ampliamente cuando me encuentra sentada al lado del árbol de navidad, sostengo el móvil tomándole una fotografía y ella suelta una risita antes de acercarse sentándose en uno de los escalones que llevan a las habitaciones, cerca de donde me encuentro.

― ¿Qué sucede, cariño? Nunca estás tan tranquila

―Nada, abuela―murmuro jugueteando con la cinta de uno de los regalos debajo del árbol mientras la miro entre mis pestañas, recargo mi barbilla en mis rodillas―. Ya quiero que mamá venga, eso es todo

―Siempre siendo una niña de mami―Le ofrezco una sonrisita al tiempo que bajo la vista a mi móvil cuando la pantalla se enciende, lo ignoro.

―Oye abuela, ¿alguna vez sentiste que no estabas completa? ¿Es como que siempre tenías lo que querías, no te faltaba nada material y lograbas lo que quisieras, pero sentías que aun así te faltaba algo? ―cuestiono ladeando un poco la cabeza, ella inclina el rostro y mira al suelo llevando una mano a su barbilla como si pensara lejanamente.

―Espero que no estés pensando que lo que te falta en la vida es el amor―dice luego de unos segundos alzando una de sus cejas tintada de marrón para eliminar los destellos blancos que han nacido en ella igual que en su cabello. Rio sacudiendo la cabeza y llevo mi mano ahora a uno de los adornos colgando con forma de muñeco de nieve.

Hay tres bolas de navidad blancas con mi nombre y el de mis hermanos, más arriba el de nuestros padres―a pesar de que ellos se han separado hace dos años―y una tía que murió hace algunos meses, también los nombres de los abuelos más arriba.

―Sé que no necesito el amor de un hombre para ser feliz, solo para complementar mi felicidad―Ella sonríe asintiendo con un brillo en su mirada azulada―. Pero no importa que tan feliz y satisfecha me sienta aun así hay algo faltándome y no sé qué es―Hago un puchero al tiempo que alzo la vista al techo, ella vuelve a hacer el mismo gesto pensativo antes de encogerse de hombros.

―Tal vez es solo algún anhelo laboral o estudiantil, terminar la universidad, tener hijos, no lo sé, pero trata de ignorarlo hasta descubrir lo que es y entonces si conquistarlo―Asiento rápidamente sonriendo―. También pregúntale a Sebastián―el abuelo―él sabe de luchas más que yo, ya ves que no se la puse fácil―Rio cuando echa su cabello castaño detrás de sus hombros, aunque apenas llegue hasta ahí, en un gesto arrogante.

» Ahora, ¿me acompañas a la peluquería? El tinte ya se está saliendo y no quiero recibir el año de esta manera―Mira sus uñas también ―. También podemos conseguir un nuevo look para ti

―No quiero un nuevo look, abuela.

―Seguro lo aburrido lo heredaste de tu padre, mi hija era un desmadre―Rio poniéndome de pie y vuelvo a mirar el celular brevemente antes de ignorarlo.

Busco mi chaqueta, acomodo el gorro rosa sobre mi cabeza y los guantes de lana antes de finalmente acompañar a la abuela, me entrega las llaves alegando que si lo hace ella puede que nos estrellemos. Rio dando saltitos mientras caminamos al auto y me deslizo en el asiento del conductor llevando mis manos al cinturón mientras veo a la abuela saludar a alguien con una de sus manos, no presto demasiada atención haciendo sonar la bocina solo por molestarla y ella resopla golpeando mi brazo sin mucha fuerza cuando finalmente ocupa el lugar a mi lado.

Unas horas después finalmente abandonamos el lugar, miro mis uñas pintadas de blanco, las han cortado apenas un poco y le han dado una forma diferente, realmente no sé qué nombre lleva eso. La abuela no para de mirar su cabello castaño prolijo con uno que otro destellos rubio en el espejo retrovisor.

Le tomo una foto a una de mis manos alrededor del volante y se la envío a mamá antes de apagarle la conexión a internet al celular.

―Vas a hacer que enloquezca―Suelto una risita acomodándome en el asiento, yo nunca pinto mis uñas y a mamá no le gusta que conduzca, digamos que hubo un pequeño accidente con su auto hace unos meses.

― ¿De verdad no tienes ningún novio, cariño? Digo, no tengo problemas en que se infiltre para navidad―Resoplo ganándome un pellizco en mi brazo a lo que me quejo, trago saliva girando el volante y sacudo la cabeza relamiendo mis labios.

―No hay nadie, Abuela, de verdad, deja de insistir.

―Hablaré con Silvia, y si me entero de que me estás mintiendo vas a pagarlo caro, jovencita―Ruedo los ojos e inflo las mejillas sin despegar la vista de la calle.

―No lo estoy, abuela.










Silvia cambia la brocha bajo mi atenta mirada antes de proceder a delinear sus ojos. Mi hermana es algo adicta al maquillaje, el año pasado le regalé algo que tiene que ver con ello, pero a estas alturas no creo que le haga falta algo referente a su pequeña adicción por lo que aún no sé qué se supone que voy a regalarle

Por supuesto hace un año ella no era tan buena en esto como lo es ahora, insistió tanto hasta que mamá no tuvo más remedio que pagarle los cursos de maquillaje que tanto anhelaba, a papá le pedía los materiales, pero por supuesto, papá no es tan difícil de convencer como lo es mamá.

Ya compré algo, pero no quiero regalarle solo eso. Quería asistir a alguna tienda aquí en Vantore para conseguir algo que le guste, pero a estas alturas creo que ya le he regalado a Silvia todo lo que a ella le gusta, no ha evolucionado mucho en ese aspecto este año. Sin embargo, en otros aspectos si, a mi hermana le gusta aprender, le gusta explorar nuevos horizontes.

Muerdo mi labio inferior preguntándome por qué no parece triste, no es que esperara que lo estuviera, pero tampoco pensé que se viera tan aliviada.

―Silvia

― ¿Sí? ―cierra uno de sus ojos y pasea la brocha un poco más ancha por su parpado agregando un tenue color rosa.

― ¿Estás bien? ―Deja de presiona su parpado con sus dedos y me ve a través del espejo de cuerpo completo en el que se observaba para hacer su trabajo, me acomodo al estilo indio en la cama que compartimos cada vez que venimos, aunque los abuelos ya me hayan asignado otra habitación, a veces duermo en ella, pero la mayor parte del tiempo me quedo con mi hermana.

―Si―dice dándome una sonrisa radiante y se gira en el suelo para verme―. ¿Por qué?

―Por...Aiden―Su sonrisa se hace un poco confusa y su ceño se frunce un poco, pero no parece enojada o triste por mi pregunta, solo confundida.

― ¿Por qué preguntas, Sary?

―Porque tenían tres años juntos ¿tal vez? ―Ella suspira.

―Hay lugares de los que cuando te vas solo sientes alivio y libertad, Aiden era uno de esos lugares, Sarah―Sus palabras me toman por sorpresa, ella lo nota, se pone de pies y se acerca, toma una de mis manos y juega con mis dedos comenzando a contarme la historia con su exnovio, con el cual terminó hace dos días, por teléfono.

Si pensé que mi hermana me confiaba todo, estaba equivocada, no conozco ningún detalle de los que ella me cuenta ahora sobre su relación, tampoco noté lo controlada que la tenía Aiden, parecía muy pacífico y tranquilo.

Claro que encaja en la típica frase de las apariencias engañan.

No le pregunto por qué esperar hasta ahora para terminar con él porque reconozco que no es fácil, no es fácil que sentir ese tipo de sentimientos enfermos te aten a personas que no saben cómo tratarte; son enfermos porque no es amor.





29 de noviembre 2016



Escucho a Silvia gritar mi nombre, pero no me detengo.

Pedaleo a pesar de que siento todo el cuerpo casi entumido por el frio, mis guantes, el jeans rasgado en los muslos, el gorro y el suéter no son una buena combinación, debí elegir lo que me dijo Silvia que consistía en una conjunto deportivo grueso, más el suéter.

Pero siempre de terca.

Suelto una risita esquivando un muñeco de nieve falsa que decora la entrada de uno de nuestros vecinos, por lo general ellos también vienen a pasar la navidad aquí, son personas mayores, con nietos curiosos y traviesos, casi al final del mes vienen sus hijos.

Relamo mis labios refunfuñando y decido detenerme y bajar de la bicicleta porque se vuelve doloroso pedalear con tal frio, sin embargo, no alcanzo a hacerlo cuando un cachorro se atraviesa en mi camino. El canino color chocolate cruza casi metiéndose debajo de la rueda de mi bicicleta causando que me asuste

―Rayos―siseo perdiendo el equilibrio y cayendo, siento el acero golpear mi pantorrilla y jadeo cuando mi cabeza golpea algo, pero no es tan doloroso como en mi pantorrilla. Me quedo ahí por varios segundos apretando los labios para no lloriquear como una niña pequeña.

Maldita sea, debí escuchar a Sean que me dijo que no hiciera esto. Me siento en el césped sintiendo mi trasero entumecido, miro mi pantorrilla empujando la bicicleta lo suficiente para liberarme. Arrastro la tela jeans hasta que puedo ver el lugar donde me golpeó el pedal, miro el moretón que pronto tomará un color purpura mientras que ahora solo es rojizo, aprieto los labios parpándolo con mi dedo índice con cautela y vuelvo a dejarme caer en la nieve de espaldas.

Qué más da.

En Toronto no sufría este tipo de accidentes porque no salgo con frecuencia, al menos no a hacer este tipo de cosas, a veces solo a las presentaciones de esgrima de Sean o al cine con Silvia, una que otra vez al mes con mis amigos de la secundaria que eran pocos, pero divertidos. Sino papá me invitaría a algún lugar o lo vería cuando acompañase a Sean a alguna reunión con él.

Me quedo en el césped por varios minutos, está nublado por lo que no tengo que preocuparme de sufrir insolación.

― ¿No deberías ir a que revisen eso? ―Abro un ojo y miro al dueño de la voz, sonrío levemente sacudiendo la cabeza. Cayden alza las cejas apoyando sus manos en sus rodillas acuclillado cerca de mí, aprieto los labios avergonzada porque probablemente me vio caer.

―Solo es el moretón―Resoplo abriendo los brazos y arrastrándolos hacia arriba y abajo formando la parte superior de un ángel de nieve en el césped.

―Eso no parece solo un moretón.

―Luego averiguo eso

―Algo descuidado de tu parte―Me encojo de hombros.

―Mamá dice que es típico de mí, supongo que no será la primera vez que va a tener un destino trágico ¿no? ― Es su turno de encogerse de hombros y yo suspiro, me alzo sentándome en el césped y vuelvo a mirar el moretón en mi pantorrilla―. ¿Nunca obtuviste uno de estos? ―digo arrasando mis dedos alrededor del moretón, hace un sonido de negando.

―No que yo recuerde.

―La memoria ya va fallando, viejo―Eso me gana una risita entre dientes, no sé por qué le causó gracia que lo haya llamado así hace dos noches cuando lo vi en el jardín, pero definitivamente es un buen incentivo si voy a ganarme sonrisas como esas cada vez que lo haga.

―No realmente, mis padres eran estrictos cuando era pequeño, no jugaba de esta manera, prefería jugar juegos de mesa o cosas así

― ¿Eran?

―Se soltaron un poco más con el tiempo―Lo miro cuando se deja caer sentado en el césped, flexiona sus piernas y apoya sus antebrazos sobre sus rodillas. Noto su incomodidad, mis ojos vuelan a su cabello, los rizos y la manera en la que lo hacen lucir aniñado llama mi atención.

― ¿Me estabas espiando o por qué estás aquí?

―En realidad venía de llevar algo a una amiga de Maggie y te vi casi atropellar al cachorro

―Salvé su vida y mira como terminé, por eso hay tanta gente mala en el mundo―Hago sobresalir mi labio inferior sin mirarle.

― ¿Y vas a convertirte en una más del montón por ello?

―No quiero serlo―. Lo miro, sus ojos miel me observan atentos―. No siempre las malas personas se forman así por cosas que le pasan, a veces de alguna manera retorcida solo disfrutan hacer el mal y les causa satisfacción hacerlo, hay un porcentaje que hace el mal porque quiere, yo no quiero, no me agrada saber que lastimo a las personas ya sea física o emocionalmente, me causa asco―murmuro jugando con un hilillo del rasgado en mi pantalón sin dejar de ver sus ojos.

Sus ojos que reflejan algo parecido al arrepentimiento. Una ventisca fría hace que me estremezcan y deje escapar el aire entre mis dientes por la sensación congelante.

―Vamos, te ayudo a llegar a tu casa―Tuerzo los labios asintiendo.

Cayden camina a mi lado llevando la bicicleta mientras aprieto con una de mis manos su antebrazo caminando con dificultad.

—Creo que no fue solo el moretón —comenta.

—Oh cállate—digo de mala gana cuando intento apoyar el pie y vuelvo a sentir el tirón en mi pantorrilla, él ríe. Clavo mis uñas en la piel de su antebrazo y se queja.

—Ya, gatubela, no puedes ofenderte porque te diga la verdad.

—Si, puedo y puedes verme hacerlo—Gruño—. Ni siquiera fue el hierro, fue el pedal lo que me golpeó, pero a mi cuerpo le gusta victimizarse —Refunfuño cuando subimos uno de los escalones de la entrada, él deja la bicicleta a un lado antes de subir.

—Fue un golpe, no es victimizarse, si tienes una acción obtendrás una reacción.

—Ah, mira, no solo eres atractivo, también inteligente, Cayden Einstein—Siento su mirada sobre mí, pero concentro la vista en mis pasos calculando qué tanto apoyar el pie para que no duela.

—Timbsly—corrige.

―Bonito―Se detiene cuando abro la puerta y Silvia me observa burlona desde el sofá―. Gracias, ricitos

― ¿Ricitos? ―Rio encogiéndome de hombros y él sacude la cabeza intentando contener una sonrisa que alcanzo a ver curvando sus labios.

―Espero que realmente sea solo el moretón―dice con diversión llevando sus manos a los bolsillos de su jeans oscuro.

―Comienzas a caerme mal, lo juro―Ríe antes de sacudir su mano en una despedida y le grito otro gracias antes de cerrar la puerta. Silvia me observa sin borrar una sonrisa de diversión cuando camino difícilmente hacia el sofá.

― ¿No que las aventuras en el frio eran las mejores? ―Rio lanzándole un cojín.

―Odio cuando tienes la razón.



01 de diciembre 2016

Sarah aparece desde la cocina por el camino de piedra y me ofrece una sonrisa, esta vez lleva un suéter que probablemente sea de su hermano por el tamaño de este, llega casi a sus rodillas y sobre sale de sus manos.

—¿Otra vez no eres buena compañía? —Me encojo de hombros recargando mi espalda en la banca, sus piernas están cubiertas por un pantalón estampado de cerditos y unas botas afelpadas.

No se sienta, al contrario, se detiene frente a mí y extiende su mano, arqueo una de mis cejas mirándola. Esta será al menos la quinta vez que interactúo con ella, pero parece tan confiada conmigo que me asusta que pueda serlo con todo el mundo y terminen haciéndole daño.

—Ven, acompáñame ―dice cuando no digo nada.

—¿Qué?

—Lo que oíste. Vamos a escaparnos

—¿Tienes permiso para eso? —cuestiono cuando me muestra la llave de un auto que debe ser de alguno de los señores Laroisse. Ella hace un gesto burlón.

—¿Nunca buscaste el significado de escaparse? Si lo llamo así es porque no tengo permiso, ahora ¿vienes o me voy sin perder mi tiempo tratando de convencerte? —Me quedo mirándola unos segundos como un idiota; lo que siento que me vuelvo cada vez que está cerca.

Sarah es preciosa y todo ese aire de dulzura e inocencia que la rodea es algo que no he podido dejar pasar desde que la vi. Llama mi atención, no es un secreto para mí y luego está toda esa seguridad que posee, que contradice todo lo que dije anteriormente de su inocencia.

Como si no hubiera una pizca de timidez en ella.

Finalmente parece cansarse de esperar mi respuesta y se encoge de hombros girando para encaminarse a la puertilla que da a la parte delantera de la casa. Son más de las doce de la noche, sin embargo, para ella parece que la noche es bastante joven.

Justo eso hace que me ponga de pies y la siga. La idea de que ande sola a estas horas me arrastra hasta caminar a su lado, da un respingo cuando me nota.

No es que Vantore city sea un lugar lleno de inseguridad, pero tampoco es tan tranquilo como se pinta a veces.

Veo sus labios curvarse en una sonrisita porque sabe que ha ganado. Y ni siquiera tuvo que darme esa mirada.

—¿A dónde vas a esta hora?

—Solo a dar una vuelta ¿si vas a acompañarme?

—Parece que si—Alzo las cejas y ella ríe, mira hacia la casa y luego presiona el botón para quitar la alarma, continúa mirando a la casa por varios segundos más antes de finalmente abrir la puerta del copiloto, se hace a un lado haciendo una ridícula reverencia para que suba, ruedo los ojos.

—Espero que el viaje sea del agrado de su majestad—dice antes de cerrar la puerta cuando me he deslizado en el asiento. Rodea el auto dando pequeños saltitos y la sigo con la mirada completamente embelesado.

Cuando finalmente sube mira sus manos en el volante antes de mostrarme el dorso de estas, la miro esperando que me diga qué se supone que debo verlos.

» ¿Viste mis uñas? —Las miro

—Las vi ayer.

—Y ni un misero halago—gruñe con molestia que justo ahora no sé si es fingida.

—¿Se supone que debía hacerlo?

―Por supuesto, ¿no haces eso con tu novia? Debes estar a un paso de ser soltero—dice encendiendo el vehículo, su mirada se ilumina como si tuviera juguete nuevo, no alcanzo a preguntar si ella realmente es buena conduciendo cuando ya está retrocediendo para salir del espacio de la cochera hacia la calle.

—No tengo novia y no me la paso haciendo esas cosas, sobre todo porque no parecía prudente, tú y yo apenas nos conocemos —Noto como rueda sus ojos y se queda en silencio. Conduce por varios minutos antes de detenerse en un McDonald's.

—¿Qué a vas a querer?

—No tengo hambre —respondo, ella resopla y se inclina hacia la ventanilla haciendo el pedido, continúa unos segundos después y espera hasta que obtiene lo que pidió. No le presté mucha atención por lo que la miro expectante cuando me extiende una de las bolsas con un vaso de refresco, el otro lo deja en el portavasos y la bolsa en su regazo.

—Sarah...

—No es necesario tener hambre para comer —Se encoge de hombros conduciendo nuevamente.

¿La miro preguntándome de donde se supone que salió esta chica? El proceso de reproducción por supuesto que lo conozco, sin embargo, de donde viene su alma y su esencia que cualquier cosa que haga o diga parece la cosa más dulce e inocente para mí.

Se detiene cerca del lago.

El lago de Vantore city no es tan amplio, sin embargo, su alrededor, este lugar, es sumamente pacífico especialmente en las mañanas. Pero ahora, no estoy convencido de que sea seguro estar aquí.

La miro buscando respuesta a que se haya detenido aquí, pero ella comienza a abrir su bolsa de comida

― ¿Haces esto con frecuencia? ―cuestiono observando el agua del lago, los árboles alrededor y algunas bancas.

― ¿Qué exactamente?

―Secuestrar a las personas que apenas conoces, encerrarte en un auto con ellas―Ríe y no puedo evitar mirarla por muchos segundos. El sonido melodioso y algo ruidoso a la vez llena el auto.

―No realmente, pero yo no te secuestré, te invité, fuiste tu quien vino solo―Se encoge de hombros, relamo mis labios y ella toma un sorbo de su refresco sacando una papa de la bolsa―. Y sobre lo otro, es cierto, no nos conocemos, pero confío en que Hank y Maggie no tendrán un criminal en su casa ¿o sí? ―mi cuerpo se tensa y agradezco que su atención este en su comida justo ahora.

Se instaura un cómodo silencio, ella come y yo observo alrededor sin que pueda evitar mirarla de reojo de vez en cuando.

—¿Nunca has sentido como si no tuvieras camino por delante? Como si lo único que queda es seguir en automático, sin ningún objetivo en la mira—Me toma por sorpresa su pregunta luego de

Sarah, cuando la conocí, me dio la impresión de que era el tipo de chica que tiene la vida planeada, que sabe cuál carrera estudiar, a cuál universidad ir, en qué quiere trabajar, cuanto hijos quieres tener y todo lo que sigue a ello, sin embargo, su pregunta me hace pensar todo lo contrario.

—Si—No me mira, su atención es acaparada por una papa entre sus dedos y es como si viera algo que solo ella puede ver. Tarda unos segundos antes de volver a hablar:

—¿Qué has hecho entonces? —Finalmente me mira, expectante e incluso esperanzada, tal vez piensa que puedo ayudarla a encontrar su mapa o brújula.

—Nada—Me encojo de hombros, sus ojos van al lago nuevamente a través del cristal, tuerce los labios y toma otra papa entre sus dedos.

—¿Pero luego has encontrado a dónde ir?

—Solo una vez, pero la vida no se trata de eso, Sarah—Se gira un poco hacia mi flexionando su pierna sobre el asiento—. Si bien es cierto que no puedes siempre vivir fuera de control también lo es que no puedes controlar todo, no se trata de llevar un mapa o una brújula todo el camino hasta que llegues a lo que quieras, también hay ciertas partes en los que incluso con alguno de esos artefactos vas a perderte.

» Lo que quiero decirte es que no importa que ahora te sientas de esa manera, está bien que vayas a la deriva, lo que no puedes es dejarte llevar a un acantilado y encontrar la ruta correcta más adelante, si es necesario retroceder también está bien—Ella suelta una risita y echa sus cabellos detrás de sus orejas importándole poco que sus dedos estén sucios de grasa justo ahora.

Su sonrisa se convierte en una conocedora cuando distraídamente bebo del refresco.

—Debí haber apostado—refunfuña.

—¿A qué?

—¿Qué te gustaba hacer de pequeño? —Su repentino cambio de tema me toma por sorpresa, me remuevo en el asiento y me encojo de hombros pensando por varios minutos.

—¿Sobre qué?

—Cualquier cosas que te gustara hacer—dice antes de darle una mordida a su hamburguesa, me encojo de hombros girándome hacia ella lo suficiente para recargar mi espalda en la puerta.

—A veces mamá me llevaba a ver estrellas con ella, le gustaban ese tipo de cosas.

—¿Y a ti nunca te gustaron?

—A veces me sorprendo viéndolas, supongo que terminé adoptando su hábito, pero no las amo tanto como sé que ella lo hacía —Asiente sopesando mis palabras.

Pasamos algunos minutos en silencio, al final termino comiendo la hamburguesa porque dice que no nos iremos hasta que lo haga, la miro incrédulo.

—No gasté dinero por gastarlo y no te estoy pidiendo que me lo devuelvas, te estoy diciendo que debe comerla porque te la regalé.

—Eso es un razonamiento erróneo.

—No me importa tu forma de ver mi razonamiento, Einstein—Su sonrisa es divertida antes de terminar de comer de su hamburguesa, se distrae jugueteando con la bolsa vacía mientras bebe su refresco.

Mi celular vibra en el bolsillo de mi chaqueta y lo saco viendo el nombre de mi padre iluminarse en la pantalla, suspiro evitando contestar, por alguna razón no me interesa que Sarah pueda presenciar la manera en la que me altero casi cada vez que hablo con él.

―Tengo que regresar―digo, ella me mira por varios segundos antes de asentir y sin cuestionar, a pesar de que veo curiosidad brillar en sus ojos, nos lleva de regreso. 

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