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C a p í t u l o 6: Compras en pantuflas.

—Así que Logan Davis ha vuelto, y quiere verme —dice Lisa luego de haberle contado todas las novedades acerca de él—. Y lo has ayudado a conseguir empleo —asiento—. Vaya, ¿y cómo es que me enteré una semana después? Encima nosotras hemos hablado.

—Lo sé, pero lo he olvidado. Estos días he estado muy ocupada con la editorial, con la habitación de Cameron, y los gastos que va llevando.

—¿Logan? —pregunta Carl, sentado en el suelo junto a Cameron y sus juguetes. Carl siempre se presta a todos los juegos. Mi hijo nunca escucha un no de su parte.

Y quizá influya mucho sus ganas de ser padre. Hace mucho que está listo, sólo falta que Lisa se sienta de la misma manera—. ¿No es ese tu crush de secundaria?

Creo que mi rostro se transforma en un gran interrogante al no entender, ya que Lisa estalla en una fuerte carcajada.

—¿Has estado enamorada de Logan? —le pregunto y vuelve a reírse.

—No. Carl se está confundiendo con Landon.

—Oh, Landon... —digo y asiento con la cabeza. Landon, el capitán carilindo del equipo de básquet. Fue un fuerte enamoramiento para Lisa, durante toda la secundaria—. ¿Y cómo sabes de él? —miro a Carl—. ¿Hablan de eso?

—No —me responde Lisa—. Sucede que lo vimos hace poco, y fue así como supo de él —sonríe—. Sigue siendo tan lindo como antes.

—Sigue siendo tan lindo como antes —se burla Carl, y me río.

—Y obvio, sigue sin registrarme, como antes. Como sea —niega con su cabeza y deja la taza de té a un lado del sofá—. Logan fue el crush de Gia.

Los ojos de Carl se instalan en mí, y hace un ridículo movimiento de cejas que me hace reír.

—Nada serio, duró dos meses —me defiendo.

—¿Nada serio? —Lisa se ríe, y ruego con todas mis fuerzas que no diga lo que está a punto de decir. Pero obvio no funciona, abre la boca y escupe:—. ¡Escribiste una historia donde él era el protagonista!

Mis amigos se ríen ante mí, y se les suma Cameron que, como siempre que ve a alguien reír, lo hace también.

—Cállate —empujo a Lisa.

—¿Y de qué iba la historia? —pregunta Carl.

—Eso no es lo importante. Lo que importa, es que Gia escribió escenas hot.

Mi rostro arde, y la vergüenza se instala en mi cuerpo. Odio a Lisa, odio que aún se acuerde de eso.

Es cierto, escribí una historia sobre nosotros. Y sí, también es cierto que había escenas hot, escritas con la nula experiencia sexual de una chica de quince años.

Esa historia era como un diario íntimo para mí, hasta que Lisa dió con ella y fue así como supo que estaba enamorada de Logan.

A las dos semanas, Logan se fue de la ciudad y nunca supimos de él. Fue entonces cuando quemé el diario con nuestra historia. Mucha intensidad en mi adolescencia, sí.

—Imagino que Logan no sabe de esto —dice Carl.

—No sabe siquiera que Gia estaba enamorada de él —le responde Lisa.

—Y no va a saberlo —los señalo con mi dedo índice y se ríen—. Lo digo muy muy en serio.

—Nunca me sentí tan amenazado en mi vida —bromea Carl.

—No podré conciliar el sueño esta noche —se suma Lisa, y se ríen. Una vez más, Cameron se ríe con ellos.

—Los odio. Ahora no quiero que nos reunamos con Logan.

—Tranquila, no diremos nada —dice Lisa y apoya su cabeza sobre mi hombro—. Al menos no directamente —me alejo de ella de una forma tan brusca, que termina recostada en el sofá—. Ya, en serio, no diremos nada —me ve cruzada de brazos y se ríe—. ¿No te ha generado nada verlo, después de tanto tiempo? —sacudo la cabeza—. ¿En serio? ¿Nada?

—Sólo he pensado que sigue atractivo.

—Bueno, eso es algo.

—Ay, no empieces. Debemos irnos, hijo, el tío Will nos espera.

—Cobarde, no huyas —dice mi mejor amiga y la ignoro.

La sigo ignorando mientras guardo los juguetes de Cameron. Y cuando estamos en el auto, le elevo el dedo del medio y no sólo se ríe, sino que sigue bromeando acerca de Logan y una de las escenas hot que escribí. Odio que tenga tanta buena memoria, ni yo recordaba esa escena ficticia en el gimnasio de la escuela.

Will ya nos está esperando en la entrada de casa. Me ha dicho que tiene algo que contarme, y al verlo con una enorme sonrisa, sospecho que se trae una buena noticia.

Pero Cameron lo arrastra hasta sus juguetes, y no quiere que se levante de la sillita, ni que hable conmigo. Así que la charla queda para más tarde. Ahora, haciendo mención a las palabras de mi hermano; jugar con su sobrino es lo único importante.

Llega la hora de la siesta de Cameron, así que subimos hasta la habitación, lo hago dormir, y lo recuesto en la cama, junto a Penélope. Que, como siempre, se acurruca a su lado y ronronea.

Con Will nos sentamos en la punta de la cama, y me muestro ansiosa por saber las buenas nuevas. Mi hermano sonríe y se frota ambas manos.

—Bueno... ¿la banda? —interroga y asiento. Hace un año, aproximadamente, Will y sus amigos, es decir junto a tres de los alumnos de Steven, han armado su propia banda de garage.

Lo último que supe, es que estaban pensando un nombre para llamar al grupo. Oh, y que ya estaban componiendo su segunda canción.

—¿Ya tienen nombre? —pregunto y niega con la cabeza.

—Hace un mes tuvimos un acto escolar, y el director nos dejó tocar. Bueno, ese día captamos la atención de Christopher.

—¿Y es...?

—Quien está interesado en representarnos.

—Wow... Will, eso es muy importante. ¿Es de confianza? No quiero que terminen en malas manos.

Sonríe.

—Y lo sabemos. Los chicos y yo sabemos cuánto nos quieres y cuidas. Es por eso que queremos que lo conozcas. Mira, nuestros padres ya lo saben, y lo conocen. No han visto nada raro, sólo que la mamá de Kevin quiere contactar a un abogado, por si acaso, por seguridad.

—Eso me parece muy bien. ¿En serio lo saben mamá y papá?

—Si, y me apoyan. Todos lo hacen. El único requisito es no bajar el nivel de nuestras calificaciones.

—Entonces, ¿por qué es tan necesario que yo lo conozca? Ya tienen la aprobación de sus padres, y un abogado les va a dar una mano.

Me encojo de hombros, y Will sonríe para luego posar su mano sobre la mía.

—Ya te lo he dicho, nos quieres y nos cuidas mucho. Además, tu opinión realmente nos importa. ¿Es que aún no te has dado cuenta del respeto que te tienen? —alzo ambas cejas y se ríe al entender—. Oye, Holder se enamoró un poco de ti, pero jamás hizo algo indebido. ¿O si? Porque si lo hizo, lo voy a matar.

Me río. Holder, el guitarrista, ha estado interesado en mí durante un tiempo. Pero por supuesto que nada nació de eso.

—Más que las cosas que ha dicho... no —sonrío.

—Steven lo hubiera asesinado —dice y nos reímos.

—Creo que me hubiera presumido más en su presencia.

Will vuelve a reírse.

—Maldito Steven Fry —ambos suspiramos y nos perdemos en nuestros pensamientos.

No sé en lo que piensa Will, pero yo me encuentro sumergida en uno de los sueños de Steven. Siempre quiso representar a una banda, cualquiera, la que sea y tenga el talento. Y ahora, sus alumnos y amigos han formado una, y ya han captado la atención de alguien que quiere representarlos.

—No tenemos el nombre de la banda —dice—. Pero todos estamos de acuerdo en algo.

—¿En qué?

—En que queremos que sea un nombre que le de homenaje. A fin de cuentas, Steven nos enseñó todo.

Mis ojos se aguan, mi corazón siente un pequeño golpe ante las palabras de Will. No duele, sólo es un toque de nostalgia que me sacude por completo.

—Eso sería hermoso —digo y seco mis lágrimas con rapidez—. Pero deben saber que ya lo están homenajeando al tener una banda.

Will sonríe y asiente. Luego sus ojos se fijan en Cameron, y su sonrisa se extiende más aún.

—¿Podremos dejar de echarlo de menos? —pregunta, su sonrisa se apaga y niega con la cabeza al instante. No es necesario que responda, ambos sabemos que no.

—Sólo aprendimos a lidiar con su ausencia. Pero de todas maneras, siempre lo echaremos de menos.

—Al final, el tiempo sólo ha ayudado con eso —asiento, porque no puedo estar más de acuerdo.

Dicen que el tiempo todo lo repara, pero eso no es del todo cierto. Pienso que es algo que uno cree y dice, hasta que te pasa en carne propia, entonces ese dicho pierde todo sentido.

Perder a un ser querido es de las cosas más horribles, más tristes y más dolorosas. El tiempo no ayuda a apaciguar el dolor, sólo te ayuda a sobrellevar la ausencia. O al menos, así pasó conmigo, y al parecer también con Will.

El dolor de aquel día sigue presente en mí, aún dos años después. Duele como los primeros minutos donde supe que se había ido. Lo único cierto, es que no le doy la atención que antes si, no es algo constante, a diario. Es algo que sucedió gracias a la terapia.

Ahora me invade el amor por mi hijo, y el sentimiento recíproco que tiene conmigo. Y los recuerdos de Steven, colorean un poco la oscuridad de su ausencia. Sólo un poco. Lo echo mucho de menos, y lo necesito demasiado. Siempre. Pero he podido seguir sin él, y lo hice cuando creí que no iba a pasar. Pude, pero eso no quiere decir que Steven quedó atrás, en el olvido. Eso nunca va a pasar.

—Has sido muy valiente, Gia. Lo digo en serio. Has sacado fuerzas entre tanta tristeza para ser hoy la mejor madre de todas. No se lo digas a la nuestra.

Me río.

—Ya lo sabes, la llegada de Cameron ha sido mi esperanza —ambos lo miramos y sonreímos.

—Su parecido con Steven es increíble.

—Todo lo que hace es propio de Steven.

—Es como si él estuviera siempre aquí —me observa, me sonríe y me da un fuerte estrechón de manos—. ¿Aún te visita en sueños?

—Cuando más lo necesito, si. Hay días difíciles, y agotadores, entonces sueño con él, y me despierto con otra energía.

—Bueno, la próxima vez, dile que me visite —se cruza de brazos, actúa ofendido y me río.

—Si se lo pides, lo hace.

—¿En serio?

Asiento.

—¿Recuerdas que hace unas noches Cam no podía dormir sin tener pesadillas?

—Si.

—He hablado con Steven, le he pedido que aparezca en sus sueños, y lo ha hecho.

—¿Cómo lo sabes?

—Cameron me lo dió a entender.

Sonríe.

—Sólo tú puedes entenderlo.

—Para una madre, el lenguaje de un hijo, es el más sencillo de todos. Pero en serio, si quieres la visita de Steven, se lo pides. Creo que lo hace cuando sabe que lo necesitas en verdad.

—Incluso en su ausencia sigue siendo el mejor.

—Estoy de acuerdo —nos sonreímos y observo la hora en mi reloj de mano—. ¿Te quedas a cenar?

Cuando Will me confirma que lo hará, bajo hasta la cocina, y compruebo que no tengo los ingredientes necesarios que llevan los espaguetis a la carbonera. Es la comida favorita de Will, su elección de esta noche, y no le puedo fallar.

Así que luego de avisarle que voy a hacer las compras, salgo de inmediato de la casa y me dirijo hacia el minimercado cercano.

Mi móvil suena desde mi chaqueta, y por un momento, pienso que es Will para decirme que Cameron se despertó buscándome, y que al no verme, se puso a llorar feo. Es algo que sucede, a veces.

Pero no, quien me está llamando es Logan.

—Logan —digo, sonriendo.

—¿Siempre sales a comprar en pantuflas?

—¿Eh? —miro hacia mis pies, y es cierto, acabo de salir de la casa en pantuflas. Mi rostro arde, y es por culpa de las patas de animal que abrazan mis pies.

¡¿Cómo es que no me di cuenta?!

Luego de mi vergonzoso momento, miro en todas las direcciones, hasta que me encuentro con Logan, partiéndose de la risa ante mí.

Se acerca hasta donde estoy, y ambos cortamos la llamada al estar frente a frente.

—¿Dónde las has comprado? Quiero unas iguales —dice.

—Déjame tranquila, ¿si? —se ríe—. Salí apurada, eso es todo.

Sonríe y se pasa una de sus manos sobre su cabello.

—Salir en pantuflas debería ser todo, menos vergonzoso, así que tranquila.

—Eso dices tú ahora que tienes zapatos, como todos aquí.

—Y estoy hablando con alguien que lleva pantuflas, estamos juntos en esto —nos reímos—. Suerte que te encuentro. De todas maneras, pensaba llamarte.

—¿Si?

Asiente.

—Mañana empiezo a trabajar, y es algo que quiero celebrar contigo y Cameron —sonrío. Me gusta que lo incluya y que no me pregunte si puedo dejarlo con mis padres o algo parecido. Es la típica respuesta que recibía cada vez que rechazaba una cita y decía que debía estar con mi hijo—. Si quieren, y si pueden, quedan invitados a cenar en mi casa. Oh, y claro que puede venir Orejas Ramirez.

Me río.

—Cameron lo lleva a todos lados, así que ya lo daba por invitado.

Sonríe.

—¿Entonces lo harán?

—Claro, no veo porque no. Mañana cenaremos contigo.

—Luego te paso mi dirección entonces. No vivo muy lejos de tu casa, así que la distancia es lo de menos.

—Llevaremos el postre —digo y vuelve a sonreír. Sus ojos brillan, y me recuerdan al chico de quince años que hablaba acerca de la fotografía como un mundo maravilloso. Y pensar en Logan a los quince, me traslada a las escenas hot que escribí, y el recuerdo me hace sentir el rostro caliente.

—¿Estás bien? —me pregunta, con ojos curiosos.

—Sí, sólo sigo pensando que estoy llevando pantuflas —miento, se ríe y sonrío—. ¿Te veo mañana?

—Hasta mañana, Gia —dicho esto se acerca a mí y deposita un beso en mi mejilla. Se aleja con una sonrisa y se pierde entre la gente.

¿Por qué tuvo que hacer eso luego de recordar las escenas que escribí? Sacudo la cabeza, respiro profundo, me calmo y me dirijo hacia el sector de cajas.

Basta. Ya no tengo quince años. Tengo treinta y uno, y debo hacer espaguetis a la carbonera.

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