C a p í t u l o 27: Un té y un par de consejos.
Logan condujo hasta las afueras de la ciudad. Más específicamente hasta el bosque Carvero. Allí hay cabañas o espacios para colocar tiendas. También se pueden hacer actividades en grupo, es lo recomendable para quienes no conocen en profundidad el bosque; es tan grande que la búsqueda por alguien perdido puede tardar semanas.
En lo personal, conozco el bosque. He venido muchas veces desde niña. Pero jamás me he animado a entrar sola, y esta no es la excepción. Las noticias locales siempre me han espantado. Por suerte nunca pasó nada trágico, pero lo único que falta es que me pase a mí. Y esa es mi mente pensando demás...
Creí que, por el aniversario de la ciudad, el bosque iba a estar repleto de autos e íbamos a tener dificultades para conseguir una cabaña libre. Pero no son muchas las personas que han decidido venir. Mejor para nosotros.
—¿Cabaña con cama matrimonial? —pregunta el joven de la recepción. Logan se pone nervioso y se tambalea en su lugar. Es por eso que el chico pone sus ojos verdes en mí, le sonrío, niego con la cabeza y nos asigna una con camas individuales.
La actitud que tuvo Logan, me recordó al adolescente que leía un poema frente a todos, en la clase de literatura. Hacía el mismo movimiento, con la diferencia de que sus mejillas se coloreaban. Y por ese recuerdo, vuelvo a sonreír.
Llegamos a la cabaña, acomodamos nuestras pertenencias, y luego salimos al pórtico con la idea de respirar aire puro.
Logan cierra los ojos y disfruta del sonido que nos regala la naturaleza; el cántico de los pájaros, el viento soplando entre las hojas de los árboles, y el crujido que hacen las que están en el suelo, cuando una persona o niño las pisa.
Los rayos del sol de otoño bañan su rostro y sonríe mucho más que antes. Y mientras disfruta de cada segundo, yo lo observo sin poder quitar mis ojos de él.
—Qué hermoso todo, ¿verdad? —. Pregunta y me mira.
—Si se trata de la naturaleza, todo lo es.
—¿Incluso los desastres?
—Seguro nos lo merecemos. Estamos arruinando el planeta y la naturaleza nos castiga.
—Estoy de acuerdo —se despereza, como si recién se acabara de despertar—. ¿Vamos al buffet a buscar té?
—No va a ser necesario, he traído.
—Chica lista —frunzo el ceño.
—¿En serio no has traído nada de comida?
—Cuando vi que había buffet, no encontré razones para hacerlo.
Ruedo los ojos.
—Hombre tenías que ser —. Se ríe y entramos a la cabaña.
Busco la mochila donde traje los alimentos, inclusive los utensilios, y saco de allí el té y dos tazas. Logan se sorprende cuando las ve, quiere comentar algo, pero no lo hace, trata de ocultar su sonrisa y yo niego con la cabeza mientras pongo a calentar el agua.
—Déjame adivinar. No has traído tu propio plato, ni nada de eso —. Le digo y me siento frente a él.
—No —me río—. ¿Para qué? Aquí tienen todo, por lo que veo.
—Sí, pero vaya uno a saber que tan higienizadas están cada cosa. No quiero correr el riesgo.
Sonríe.
—Tan tú.
—Suerte que he pensado en ti. Solo que, si no te has traído sábanas, ahí estamos en problemas, traje solo para mí —me mira fijo—. Sí, traje sábanas, Logan Davis.
—Lo siento, ¿debo actuar como alguien sorprendido? —le saco la lengua y se ríe.
Cuando el té está listo, volvemos a salir al pórtico y nos sentamos en el banco de madera.
—Pensé que ibas a traer a Thor —le digo tras un sorbo de la emulsión.
—Mi hermana quiso estar con él. Si hubiera sabido que lo iba a usar para llamar la atención de la chica que le gusta, estaría aquí con nosotros —me río—. La odio. Pobre mi Thor —se detiene a observar el juego de unos niños—. Espero que no lo haga con mis hijos, porque ahí sí que la asesino.
—Creo que hoy en día la gente se espanta de los niños —nos reímos.
—Espero que la chica que le gusta sea alérgica a los perros —sonríe negando con la cabeza—. Bueno, no. Pero sí espero que sea buena. Mi hermana merece que la traten bien.
—¿Y tu hermano? ¿Jamás usó a Thor para sorprender a alguien?
—No, él ya es feliz con Pauline. Es su novia desde hace mucho, tanto que ni ellos saben hace cuánto están juntos.
—Me gusta cuando se pierde la noción del tiempo, significa que se disfruta de todo con esa persona.
Me mira, abre la boca para decir algo, pero en su lugar sonríe y bebe un largo sorbo de té.
—¿Puedo contarte algo que no sabe nadie? —le pregunto, para desviar el tema.
Se frota ambas manos, se acomoda mejor en su lugar y pone toda su atención en mí.
—Puedes confiar en mí.
—Lo sé —sonríe—. Terminé de escribir, hace un mes.
—Eso es mucho tiempo —asiento—. ¿En verdad nadie lo sabe? —niego—. ¿Por qué?
—No lo sé —dejo la taza en el suelo, suspiro y me encojo de hombros—. Todos han sido partícipes de mis días de escritura, y esperan a saber de qué trata la historia y... no sé, yo... no sé.
—¿Te da vergüenza que te lean?
—No, ya me han leído. Y en esos textos abrí mi corazón. Solo que esta vez esperan algo de mí y no sé si soy capaz de llenar sus expectativas. Porque esta vez me dejé llevar por mi imaginación. Había empezado a escribir algo, pero desistí cuando una nueva idea me sorprendió. Incluso he soñado con los personajes —me río—. A ese nivel me sentí invadida por la historia, de una forma hermosa, claro.
Logan no me responde de inmediato, por lo que mis palabras poco a poco se pierden entre los sonidos de la naturaleza.
Me sentí a gusto al decir lo que me pasa, lo que siento. Me viene pasando hace mucho, y no lo he compartido ni siquiera con mi mejor amiga. Y ahora, que me libere de ese peso, me siento bien.
—Te aterra que te conozcan en verdad como escritora —dice Logan y bajo la mirada. Dio en el blanco—. Te da miedo no gustar. Los textos escritos a corazón abierto fueron bien recibidos por la historia detrás, por eso no sentiste nada de eso en aquel entonces —no puedo alzar la mirada, solo me sale asentir a lo que dice—. ¿Y crees que eso no es normal, Gia? Todos nos sentimos aterrados a la hora de enseñar lo que tanto nos gusta y apasiona. Nos da miedo la mirada del otro y su opinión. Pero no podemos hacer nada con eso, los terceros siempre van a estar con su opinión y su mirada, nos guste o no. Hay que elegir qué hacer con es
Recién ahí levanto mi mirada y deposito mis ojos en los suyos.
—¿Cómo?
—Por darte un ejemplo, una vez una persona me dijo que mis fotografías daban pena y eran un insulto para quienes hacen bien su trabajo. En otro momento de mi vida, ese comentario me habría destruido, pero cuando entendí que no le puedes gustar a todo el mundo, la cosa cambió. A esa persona le sonreí y le agradecí su opinión. Pensó que iba a arruinar mi día con eso, y obtuvo una sonrisa devuelta.
—Entonces, ¿debo sonreír y agradecer cuando las opiniones me lastimen?
—No, ese fue un ejemplo personal. Tu puedes crear un personaje vacío inspirado en esa persona —me hace reír—. Pero hablando en serio, ¿te gusta la historia que has escrito?
—Sí.
—¿Te gustan sus personajes?
—Mucho.
—¿Disfrutaste el momento creativo? —sonrío, no es necesario que responda, ya sabe que sí—. Nadie puede quitarte eso, Gia. A menos que tú lo permitas. La historia que has escrito puede que no le guste a todo el mundo, y eso está bien. ¿Cuántos libros que leíste no te gustaron? Seguro que hay un par. Pero la historia que a ti no te gustó leer, otro la disfrutó mucho. Y así va a pasar con tu historia y con cada cosa que hagas. Está bien no gustar, es normal. Hay que aceptar eso, porque de no hacerlo, le das lugar a que todo eso te dañe y eso sí que no va a estar bien.
Sus palabras llegan a mí, es decir... en verdad llegan a mí. Siento que están recorriendo cada parte de mi cuerpo. Es más, los vellos de mis brazos están erizados.
Y si antes de sus palabras me sentía liberada y bien, ahora que tengo su discurso instalado en mi cuerpo, me siento de maravilla.
Logan siempre tuvo ese poder. Recuerdo que la mayoría de la clase lo veía como el mejor consejero. Siempre sabía que decir para hacerte sentir bien. Es por eso que salió votado como el mejor compañero.
—Gracias, Logan. Me ha gustado todo lo que has dicho —sonríe—. Y si aceptas, me gustaría que seas mi primer crítico.
—Cuentas conmigo. Siempre.
Y luego de la profundidad de esta conversación, decidimos entrar a la cabaña para empezar a preparar la cena.
Las risas nos acompañan, como si no hubiéramos hablado de nada serio allí afuera. Hasta ponemos música, y pese a que ninguno conoce la canción, la inventamos para seguir al cantante.
Y será mejor que los bailes queden dentro de estas paredes...
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