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C a p í t u l o 20: Dulces y sonrisa.



—Entonces, besaste a Logan... —dice Lisa, mientras ambas controlamos a Cameron, que se encuentra jugando en el parque de la ciudad.

—Sí, besé a Logan —afirmo.

—Y fuiste tú quien tomó la iniciativa.

—Así es.

—Y te gustó —sus ojos se clavan en mí, suspiro y asiento.

Lisa no reacciona, no hace ni dice nada. Desde que le conté lo que hice, se ha mantenido tiesa, sin expresiones y movimientos en su cuerpo. Estoy tratando con una persona que no puede mantenerse quieta, y que es capaz de emocionarse cual adolescente a punto de ver la adaptación de su saga de libros favoritos.

Me asusta que no reaccione, o todo está mal, o todo está bien. O no lo sé.

—Ay ya —me quejo—. ¿Puedes reaccionar? Si me vas a decir que estuve mal, ya hazlo de una vez —me cruzo de brazos, y es recién ahí cuando se ríe.

—No te voy a decir eso.

—No me dices nada, y es preocupante —sonríe.

—Oye, me has sorprendido, ¿no es eso algo increíble? Has logrado quitarme las palabras de la boca, y de la mente. Aguarda, debo procesarlo.

Y acto seguido, ella también se cruza de brazos. Cameron nos saluda desde el arenero, y nos señala a un niño que se le acercó para jugar.

—Tengo miedo de hacer una pregunta —habla Lisa. Y creo saber a lo que se refiere.

—No sentí culpa —respondo, me mira, y asiente. Adiviné.

—¿Y ahora? —sacudo la cabeza—. Bien, eso me agrada —sonríe—. ¿Cómo sigue todo desde entonces? Han pasado cinco días.

—Hemos hablado todos estos cinco días.

—Y eso es nuevo porque...

—Sólo hablábamos de vez en cuando.

—Vaya.

—Sí, vaya. Lo veré esta noche, quiere ver a Cameron. Hablaron anoche, y él también quiere verlo.

Miro a Lisa, y me sonríe.

—Cam lo adora —opina.

—Demasiado.

—Y cuando Cameron se duerma... —percibo en su voz ciertos grados de connotación sexual.

—No —la interrumpo, pero pensar en la idea, me hace sentir calor en el rostro—. Ya fue demasiado haber iniciado un beso.

—Eso es cierto, ¿y besa bien? —suspiro y se ríe. Ya no recuerdo cuántas veces le voy respondiendo que sí, que besa bien.

Muy bien de hecho. Tan bien que, de tan sólo pensar en eso, siento cosquillas en el estómago.





Logan está a punto de llegar a casa, y Cameron no puede más con su alegría. En estos momentos, se encuentra frente a la ventana, junto a Penélope.

En su idioma de niño de dos años, le cuenta a su gata, que un amigo va a venir a jugar con él. Y Penélope, como si le entendiera, o quizá lo hace, aguarda junto a él la llegada de ese amigo.

—¡Dogan! —grita Cam, y como respuesta, Logan lo saluda con mucho entusiasmo desde afuera.

Cuando abro la puerta, Logan ya se encuentra de rodillas, como si supiera que mi hijo irá corriendo hasta sus brazos. Y de hecho, eso es lo que hace.

Se abrazan fuerte, y Cameron le dice que lo extrañó mucho. Logan le dice que igual, se pone de pie, y lo alza.

Cuando sus ojos me encuentran, caigo en la cuenta de que es la primera vez que nos vemos luego del beso. Y mi cuerpo lo sabe, reacciona ante sus ojos chocolate, ante su cabello ondulado, y aún más ante sus lunares. Sospecho que ha dejado de afeitarse a propósito.

Se acerca a mí, y me deja un beso sobre mi mejilla. Cuando se aleja, tal parece que su boca aún está sobre mi piel.

Cameron pide que lo baje al suelo, y cuando pasa, coge la mano de Logan y lo arrastra hacia su sector de juegos.

Respiro profundo cuando su aroma eriza la piel de mis brazos, cierro la puerta y me encuentro con los ojos de Penélope, muy fijos sobre mí.

—Déjame tranquila —le digo y paso por su lado.

Me siento en el sofá, observando los juegos que inventa Cameron, y como Logan lo sigue con eso. O incita a imaginar más cosas en su lugar.

—Logan —me mira—. ¿Quieres beber algo?

Sus ojos se clavan en Cameron.

—¿Puedo beber algo con tu mamá? —le pregunta—. Luego vuelvo.

Cuando Cameron le dice que sí, ambos nos ponemos de pie y nos dirigimos a la cocina.

De todo lo que le ofrezco, acepta beber zumo de naranja. Así que nos sirvo un vaso a los dos, y también le lleno el vaso biberón a Cameron.

Volvemos a la sala, y esta vez, los dos nos sentamos en el sofá. Su calor humano, sumado al aroma de su colonia, está muy cerca mío, y eso me hace sentir algo sedienta. Agradezco que no haya opinado nada por mi rapidez al beber el zumo de naranja.

Dejo el vaso sobre la mesa de café, y él imita mi acción. Cuando lo miro, me encuentro con sus ojos chocolate, fijos sobre los míos. Y cuando me sonríe, cuando hace la mueca en aquel rostro, con sus pecas presentes, tal parece que dejo de ser humana, para ser un cubo de hielo, en el medio del desierto.

—¿Cómo vienes con tu libro? —pregunta. En estos cinco días, en los cuales hablamos muy seguido, le he comentado acerca de la historia que estoy escribiendo, y de cómo he avanzado.

—Casi llegando al final.

—Eso es increíble —asiento—. ¿No vas a decirme de que trata?

—Nop. Nadie lo sabe.

—¿Cábala? —ladeo con la cabeza, y finalmente asiento—. Bien, entiendo. De seguro será un éxito.

—Lo que menos pienso es en eso, en lo que va a pasar. Estoy disfrutando mucho del proceso.

—Y eso es lo más importante —termina de decir por mí, y asiento.

Cameron se levanta del suelo, y se sienta en el medio. Dice que quiere ver una película, así que le entrego el móvil para que decida cual ver.

Elige ver Moana, así que antes de reproducir la película, me encargo de pedir comida. He escuchado de un restaurante vegano, el cual contiene el mejor menú de la ciudad, según fuentes cercanas. Logan dice que no es necesario pedir algo ahí, pero insisto en hacerlo.

Cuando la comida llegó, compruebo que las opiniones que escuché, tenían mucha razón. La comida es deliciosa, y parece todo menos un menú vegano.

Ahora sí, con el estómago lleno, le doy play a la película. Logan apaga las luces y los tres disfrutamos de la historia de Moana.

Cuando termina, Cameron me pide que le ponga la canción de Maui, y por lo tanto sé, que es una canción que voy a escuchar muchas veces, hasta su cansancio. Creí que no le iba a gustar la película, pero le gustó, la disfrutó mucho.

Cameron se frota los ojos, y bosteza unas dos veces. Así que lo cargo entre mis brazos, se acomoda, y camino de un lado hacia el otro, hasta que se duerme.

Voy hasta su habitación, con Penélope pisándome los talones. Y es ella la que se sube a la cama, antes que el dueño de la misma. O tal vez ella es la dueña de la cama y se la presta a Cameron. Sí, creo que eso último. Steven siempre me dijo que esta era la casa de Penélope, y que se la prestaba él. Sonrío por el recuerdo.

Cierro la pequeña puerta que está en la cima de la escalera, y bajo hasta donde se encuentra Logan, aún en el sofá, relajado. De hecho, hasta se tomó la molestia de poner música.

—Ahora que Cam duerme, ¿quieres beber algo que no sea zumo de naranja? —le propongo, sonríe y asiente.

Voy a la cocina, busco una botella de vino, dos copas y vuelvo a la sala. Logan se encarga de abrir la botella, y de verter el líquido dentro de las copas.

—¿Un brindis? —pregunta.

—¿Por qué te gustaría brindar?

Piensa, suspira y sigue pensando. Hasta que sonríe.

—Por haber hecho lo que mi Logan de quince años no pudo —sonrío.

—Bueno, no fue el Logan de treinta el que tomó la iniciativa —se ríe.

—Con ese comentario, vuelvo a tener quince.

—Mmm... no puedo estar con un menor de edad, no es correcto —vuelve a reírse.

—¿Quieres que vuelva a ser adulto, con experiencia? —pregunta.

—¿Por qué lo dices así?

—¿Así cómo?

—Tan... seductor.

Sonríe, se acerca a mí, y coloca su mano libre sobre mi rodilla.

—¿Te parezco seductor? —sus ojos dejan de ser chocolate, y pasan a ser fuego. Mientras que yo sigo siendo un cubo de hielo.

—El brindis, Logan —nos reímos y brindamos, no sabemos por qué motivos lo hacemos, pero chocamos nuestras copas.

Deja la suya sobre la mesa de café, y no aparta su mano de mi rodilla. A diferencia de ello, con su dedo pulgar, acaricia mi piel y yo dejo que lo haga.

Dejo la copa al lado de la suya, coloco mi mano sobre la suya, la que se encuentra en mi pierna, y apoyo mi cabeza sobre su hombro.

—Gia, ¿puedo preguntarte algo?

—Claro.

Suspira y de un movimiento, hace que lo mire.

—¿Cómo te sientes? —frunzo el ceño—. Necesito saber si estás cómoda conmigo. Dime la verdad.

—Estoy bien, Logan. De lo contrario, te lo hubiera demostrado. No soy capaz de esconder mis emociones.

—¿Segura? —asiento y sonríe—. Hazme saber cualquier cosa negativa que sientas, ¿de acuerdo? —asiento y le sonrío para tranquilizarlo.

Se acerca a mí, y yo hago lo mismo, me acerco a él, hasta que nuestras bocas hacen contacto.

Nos besamos lento, para iniciar un beso intenso. Luego él decide cambiar el ritmo, y yo se lo sigo. Los dedos de sus manos se hunden en mi cadera, y cuando empieza a jadear, se aleja, tal como lo hizo la primera vez, para no cruzar la línea e ir más allá, respetando mis tiempos.

Me sonríe, y le devuelvo la sonrisa. Y cuando creo que me va a volver a besar, me abraza. Calma su deseo sobre mí, y también calma mi deseo sobre él, y en su lugar, me entrega algo que hace mucho un hombre no lo hace; me entrega cariño.

Ya no hay fuego a nuestro alrededor, ni jadeos, ni corazones acelerados. Hay algo más, y es más intenso que cualquier otra cosa.

Mis ojos caen en la fotografía que hay detrás de Logan, y suspiro. Dentro de un marco dorado, hay una fotografía de Steven, sonriéndole a la nada, mientras toca su guitarra.

Me siento bien entre los brazos de Logan, y a la vez, me duele la sonrisa de Steven. Mi mente me trae un pensamiento feo, el cual si lo cojo con fuerza, voy a entrar en crisis.

Besé a un hombre en la casa donde viví mis mejores momentos con Steven.

Cierro los ojos con fuerza, con la única intención de quitar ese pensamiento de mi mente. Quiero estar bien, no quiero caer en ese profundo y doloroso vacío.

Logan se separa de mí, y me mira. Frunce el ceño y estudia las facciones de mi rostro.

—¿Estás bien? —asiento—. Gia, no me mientas.

—Estoy bien —intento no seguir mirando la sonrisa de Steven. Logan quiere voltear, pero llamo su atención—. En serio estoy bien —le sonrío y asiente. Suspira y vuelve a su postura tranquila de antes.

—De acuerdo. Tengo algo en el auto —dice.

—¿Algo? —frunzo el ceño, sonríe y frota sus manos.

—¿Recuerdas los dulces que nos gustaba comer mientras hacíamos tareas?

Me río y asiento.

—¿Aún existen?

—Algunos no son fáciles de conseguir, pero sí —se pone de pie—. No quise sacarlos en presencia de Cameron, ¿hice mal?

—No le niego lo dulce, pero te lo agradezco. Le guardaré algo. O lo intentaré —se ríe—. ¿En serio has traído eso? —asiente.

—¿Lista para volver a los quince años?

—¿Con tu timidez?

—¿Y tus historias eróticas sobre mí?

Su pregunta me hace reír, tanto que ya ni recuerdo mi malestar de hace minutos. Logan coge las llaves de su auto, y sale en busca de los dulces que comíamos de adolescentes.

No puedo creer que los haya traído, o que se haya tomado la molestia de conseguirlos.

Mis ojos vuelven a caer en la sonrisa de Steven, y suspiro una vez más. No quiero caer en ese pensamiento que tuve, así que lo ignoro con todas mis fuerzas.

Cualquier persona en mi lugar, supongo, daría vuelta la foto, o la pondría boca abajo, y eso me parece más horrible aún.

—Espero que no estés molesto conmigo —le digo—. Siempre te voy a amar. ¿Puedes aparecerte en mis sueños esta noche? Necesito saber que no estás enojado.

Logan entra a la casa, haciendo un comentario divertido, así que hago como si nada hubiera pasado y me río de lo que dijo, para luego sorprenderme por la cantidad de dulces y recuerdos.

Hoooola.

Cómo están? Un poco tarde, pero feliz año! Este tiene que ser mejor que el 2020, a ir por ello!

Piensan que Steven va a aparecer en los sueños de Gia? Tal vez eso es lo que necesita para estar mucho más tranquila, no?

Y ahora, en cuanto a Logan, no lo aman? Yo sí, ya empiezo a hacerlo. Sólo que mi corazón no va a olvidar jamás a Steven Fry.

Espero que les haya gustado el capítulo, y espero también, volver a actualizar pronto. Estoy con la cabeza en otra cosa, además de estar metida en esta historia, y a veces se complica.

YA QUIERO LEER SUS COMENTARIOOOOOOOOS!!!!

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