C a p í t u l o 16: El deseo y la culpa.
Hoy Will y los chicos presentan a la banda en el bar, y eso significa dos cosas: voy a saber el nombre que escogieron para el grupo, y voy a ver a Logan.
No hemos hablado luego de nuestro último encuentro, aunque bueno, tampoco es algo que hacíamos con regularidad. Lo único que hice, fue mandarle el link de un evento de fotografía que creí que le podría interesar, y me agradeció con mucha seriedad y distancia. Ese trato cambió sólo cuando Cameron me pidió hablar con él, pero cuando el móvil pasó a mi mando, su actitud volvió a ser la de antes.
Me pregunto qué fue lo que hice, dije o que pasó para que esté así conmigo. Y tal vez esta noche sea la oportunidad para averiguarlo, a menos que me cancele.
Y para confirmar su presencia, le envío un mensaje. Mientras espero por la respuesta, recibo a Molly, se va a quedar con Cameron esta noche.
Me gusta la relación que hay entre ellos. Es la única niñera que mi hijo no rechazó, y eso es muy importante para una madre. Me da una confianza absoluta.
Mi móvil suena con la llegada de la respuesta de Logan, y cuando desbloqueo la pantalla, me encuentro con que me dice que sí, que irá, y me pregunta si no es mucha molestia que pase por él. Su auto volvió a romperse.
No es ninguna molestia, Logan. Paso por ti en veinte, esta bien?
Claro, te espero
Bloqueo la pantalla y subo hasta mi habitación para terminar de arreglarme. Y una vez lista, me despido de Cameron. No es necesario pedirle que se porte bien, sabe lo que debe y no debe hacer. Y además, según Molly, nunca le trajo problemas.
Molly me acompaña hasta la puerta, y le doy aviso de que en la nevera hay helado. Trajo su material de estudio, y me ha dicho que cuando lo hace, le gusta degustar algo dulce. Helado por sobre todas las cosas. Así que se puso contenta al saber que contaba con eso.
Me despido de ella, subo a mi auto y le aviso a Logan que ya voy en camino. Y para cuando llego a su casa, lo veo esperándome afuera, en la acera, con las manos metidas en los bolsillos de su jean azul. Pero lo que más me llama la atención, es ver que no está usando ninguna camisa. A diferencia de ello, viste una camiseta de mangas cortas de color bordo.
Sonríe al verme, y cuando se sube al auto, su colonia invade por cada espacio. Y no sólo eso, sino que también logra erizar la piel de mis brazos.
—Hola, Gia —saluda, simpático y amable. No hay distancia ni frialdad, no como estos días. Y lo confirmo cuando deja un beso sobre mi mejilla.
—Creí que no vendrías —digo al emprender viaje.
—¿Por qué? —me encojo de hombros.
—Estos días has estado... ¿raro? —el semáforo se pone en rojo, y aprovecho para verlo a los ojos. Suspira y asiente.
—Puede ser, me disculpo por eso.
—No, no lo hagas. Pero, ¿todo está bien? —me mira—. ¿Conmigo está todo bien?
Sonríe y asiente, no emite palabra alguna. El semáforo se pone en verde, así que continuó con mi trayecto.
—Entonces —insisto—. ¿Problemas en el trabajo? ¿Familia? —se ríe—. Lo siento, soy una chismosa —vuelve a reírse.
—No, no lo eres. Agradezco tu interés. Pero no, nada de eso. Todo marcha bien. Y ya no importa los motivos de mi rareza, es algo que ya pasó, ¿si? —su voz suena convincente. Su rareza ya pasó, y no quiere que hablemos de eso. Lo entiendo.
Cambio el tema de conversación y se muestra más cómodo y tranquilo. Hablamos del evento que le envíe, y me dice que no va a poder asistir, que justo ese día tiene mucho trabajo encima. Lo dice con pena, se nota cuanto le interesaba asistir.
Llegamos al bar, y en la entrada, nos encontramos con Lisa y Carl. Sé que mi mejor amiga quiere emitir algo al ver que llegamos juntos, pero se resiste. Y sé cuánto está luchando para mantenerse callada. La admiro, pero también me río.
Christopher nos reservó un lugar muy cerca del escenario, para que no nos perdamos ningún detalle, así que aquí estamos, esperando por las cervezas.
Desde la entrada, veo que mamá entra de la mano de papá. Detrás de ellos, ingresan el resto de padres de los chicos.
Mamá me ve, me saluda con su mano libre y se acerca hasta nuestra mesa. Saluda a Lisa y Carl con mucha confianza y cariño, al igual que papá. Pero ambos se detienen cuando ven a Logan.
—Mamá, papá, ¿si recuerdan a Logan Davis? —les pregunto.
—Hola señora y señora Beckman —responde él, poniéndose de pie.
Papá bufa y niega con la cabeza.
—¿En serio aún nos vas a tratar de esa manera? —le dice, Logan se ríe y se encoge de hombros.
Recuerdo que papá siempre le decía que no quería que lo tratara de señor, mamá mucho menos. Pero a Logan se le hacía imposible llamarlos por su nombre, veo que eso no cambió.
—Tanto tiempo, querido —le dice mamá—. ¡Y que lindo te ves! —Logan se ríe cuando mamá le aprieta las mejillas.
—Mamá, tiene treinta años, no cinco —digo, negando con la cabeza, y Logan se ríe más.
El resto de padres los reclama, y en parte les agradezco. Vaya uno a saber que otra cosa iba a hacer mi madre si seguía cerca.
—Tus padres siempre me resultaron geniales —comenta Logan.
—Lo son —le sonrío.
Llegan las cervezas, y juntos brindamos por Will y su banda. Lisa me pregunta si sé del nombre, y le respondo que no. Me dice que ella sí lo sabe y eso me hace sentir muy celosa.
—¿Por qué tú lo sabes y yo no? —le pregunto.
—Tranquila, a Will se le escapó en mi presencia cuando nos cruzamos en el centro comercial.
—¿Y cómo se llaman? —sonríe—. Anda, dime.
—No, no lo haré. Pero te va a encantar —me guiña el ojo, frunzo el ceño y bebo dos sorbos de cerveza.
Las luces se apagan, y alguien habla por el altavoz. Creo que es Christopher. Está presentando a la banda, todo sin decir el nombre. Dice que es algo que el vocalista quiere anunciar.
Y cuando las luces se encienden, los veo a todos acomodados en sus respectivos lugares, con sus instrumentos y una enorme sonrisa que emana felicidad, y un poco de nervios.
Will es el vocalista y eso ya me dan ganas de llorar. Me encuentra entre el público y me saluda, me hace señas de "mira donde estamos y lo que vamos a hacer", me río por ello, y por su rostro cargado de emoción.
—Buenas noches, soy Will y les agradezco por estar aquí —una chica grita desde el fondo, y cuando volteo, veo que tiene la misma edad que mi hermano, y que está acompañada por sus padres.
¿Ya tiene una admiradora? ¿Cómo es eso posible? Bueno, ¿por qué no? Will es todo lo que está bien. Pero cuando veo sus mejillas rojas por la atención de la chica, me entra la curiosidad de saber de quién se trata.
—Antes que nada, quiero presentarles a mis amigos —dicho esto, nombra a los chicos—. Y juntos somos... ¡The Fryers! —mi boca se abre cuando escucho el nombre de la banda, y Lisa sostiene mi mano con fuerza, como si supiera lo que está pasando por mi mente.
The Fryers.
Fryers.
Fry.
Steven Fry.
Will me mira directo a mí, sonríe y en mis ojos comienzan a picar las lágrimas.
—Y esta canción, que es un cover, se la dedicamos a nuestro gran maestro, Steven Fry. Espero que, desde donde esté, se encuentre orgulloso de nosotros.
Los instrumentos comienzan a sonar, cada uno a su tiempo y ritmo. Y no puedo decir que desconozco la canción que están tocando, porque desde que Steven se fue, me he unido mucho a su gusto musical, y sé que están tocando una canción de Pink Floyd, su banda favorita.
Cuando Will empieza a cantar, mis lágrimas se disparan con más ganas. Su voz eriza los vellos de mis brazos, y la forma en que se une a la melodía que los chicos están tocando, me hace sonreír.
Son uno solo. Se entienden, se quieren y se apoyan, como los mejores amigos que son. Cada uno tiene su momento de solo, para darse a conocer mucho más, y cuando veo el empeño que le ponen, me siento toda una madre orgullosa.
Están dejando lo mejor de ellos en el escenario, y el público lo sabe. Parte de nosotros los conocemos, y nos enloquecemos, pero quienes no los conocen, se enloquecen más y ellos lo disfrutan.
La canción llega a su fin, y mi rostro está empapado, pero estoy sonriendo. Me seco las lágrimas, y me uno al público que aplaude y grita emocionado.
Los chicos se ponen contentos, y se abrazan entre ellos. La hermosa amistad que tienen, se sintió en la unión de la banda, el público lo notó y eso es todo lo que se necesita para sonreír con muchas ganas.
Y mientras le dan inicio a otra canción, con Logan nos acercamos hasta la barra para pedir más cervezas. La última para mí, debo manejar y llegar sobria a casa.
—Eso ha sido lo mejor que he visto en años —comenta Logan—. Y no exagero —sonríe, pero cuando ve mi rostro, que de seguro está hinchado de tanto llorar, deja de hacerlo—. ¿El nombre de la banda? —pregunta y asiento.
—Además, tienen una gran parte de él en ellos, no solo el nombre. Pero es hermoso, creo que lloré de felicidad.
Me sonríe y seca una lágrima, la frena justo antes de que llegara a la comisura de mi boca. Su contacto me hace temblar, pero cuando se aleja, deseo que vuelva a tocarme y eso me hace fruncir el ceño. Logan lo nota.
—Lo siento —sacudo la cabeza y le sonrío. Espero que con eso se tranquilice, porque sinceramente, no sé que decir.
La segunda canción termina, y Logan se une a Lisa y Carl. Pero yo me quedo en la barra, confundida por el deseo que tuve, justo cuando estábamos hablando de Steven.
Me siento mal, como si hubiera estado fuera de lugar, como si fuera una desubicada por desear una cosa al estar hablando de mi primer amor.
Bebo de la cerveza como si se tratara de agua, y el barman me pregunta si quiero otra. Le diría que sí, porque de pronto me siento sedienta, pero debo negarme, no me queda otra.
Vuelvo a la mesa, y siento que soy otra Gia. Si días atrás, Logan era frío y distante, creo que en estos momentos lo soy yo.
Pero creo que lo puedo manejar mejor que él, y tal vez sólo lo hago por Will, para no arruinar su noche, su momento.
Logan me mira, busca en mi rostro o en mi mirada alguna señal de que algo va mal, pero disimulo una sonrisa y me devuelve otra.
Me siento mal, al punto de querer vomitar. Y no bebí demasiado como para tener estas ganas. Creo que más bien es la culpa la que me golpea fuerte en el estómago.
El show de los chicos termina, y uno por uno todos vamos a felicitarlos.
—Estuvieron increíbles —les digo, abrazo a Will y les pido a todos que se unan al abrazó. Luego me separo, y los miro a los ojos—. No pudieron haber elegido un mejor nombre —me sonríen—. Lo que él hizo en ustedes, fue lo mejor —vuelvo a abrazarlos—. Oh, y quiero saber quien era la que gritaba tanto por Will —digo para romper con la emoción y se ríen. Hacen bromas que no comprendo, pero disfruto de sus risas.
—¿Listo para irnos? —le pregunto a Logan, cuando salimos y nos despedimos de Carl y Lisa.
—Siempre listo —me sonríe y nos subimos al auto.
Quiero sacar un tema de conversación, para que el trayecto no se mantenga en un silencio incómodo, pero no se me ocurre nada.
Por suerte Logan se encuentra demasiado charlatán, y eso me tranquiliza, No sólo porque no hay silencio, sino también, porque no nota que algo va mal en mí.
¿Cuánto ha bebido? Me pregunto en mi mente, y sonrío. Me está hablando de cosas sin sentido, así que creo que ha bebido demasiado.
—¿Puedes abrir la puerta de tu casa, o necesitas ayuda? —le pregunto cuando llegamos.
—Ja-ja, que chistosa —me río—. Fue una buena noche. Debo admitir que se vienen los futuros One Direction, con un estilo musical diferente —opina, sonrío y empieza a cantar una canción de la banda mencionada.
—¿Cómo es que te sabes la canción? —le pregunto y se encoge de hombros.
—Porque puede que los haya escuchado —me río—. Pero ahora debo decir, que soy un gran admirador de The Fryers.
El nombre de la banda, viniendo de su boca, con su voz, me hace sentir mal una vez más.
—Debo irme, Molly debe querer descansar —le digo, asiente y extiende su mano para despedirse.
—Si no nos vemos estos días, ¿te veo en el evento? —pregunta, asiento y le entrego mi mano—. ¿Segura? ¿No me vas a cancelar? —sonrío y niego con la cabeza.
Logan se queda viendo la unión de nuestras manos, y yo me quedo pensando en la sensación que me recorre de pies a cabeza. Todo con la culpa pesando en mi corazón, provocando un dolor en mi estómago.
—Me hace bien pasar el tiempo contigo —dice Logan, y me mira a los ojos. Quiero decirle que a mí también, y que me gusta hacerlo, pero no puedo. La culpa llegó a mi garganta y la aprieta con fuerza.
Pero Logan no espera por una respuesta, o eso me hace sentir su sonrisa cargada de confianza.
—Que descanses, Gia —besa mi mejilla a modo de despedida, sale del auto y me saluda con la mano antes de entrar a su casa.
Su beso sigue ardiendo en mi piel, y llevo una de mis manos hacia la zona en donde lo dejó.
En mi mente, Logan está dando vueltas, con su sonrisa, sus lunares y mi deseo sobre él. Pero en mi corazón, cada latido, me reclama por Steven, por su amor, nuestra historia y el respeto de su ausencia.
Y entonces, entre tanta confusión y mareo, lloro.
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