
C a p í t u l o 12: El padre de Logan.
Salir del hogar de niños, siempre me deja energías bien renovadas.
El amor que recibo cada vez que voy, es infinito, sincero, genuino. En definitiva, el mejor.
El único reclamo que tuve, fue que no llevé a Cameron. Los niños lo adoran, y él a ellos. Los juegos se extienden hasta el cansancio cada vez que va.
Pero hoy tuvo un cumpleaños, el del hijo de la hermana de Carl, y allí está, al cuidado de Lisa. La próxima vez que vaya al hogar, Cameron vendrá conmigo, sin duda alguna.
Antes de pasar a buscarlo, decido ir a la cafetería de los Miller. Ojalá hayan panecillos de arándanos, sino estaré en falta con la promesa que le hice esta mañana.
Detengo el auto frente al lugar, y le envío un mensaje a Lisa para preguntarle cómo va todo. Y recién cuando me dice que todo esta bien, que Cameron está jugando tranquilo, me bajo del auto y cruzo hacia la cafetería.
Para mi buena suerte, la bandeja de panecillos de arándanos se encuentra repleta, así que Sophie me guarda dos de ellos en una bolsa de madera.
Cuando le voy a pagar por ellos, mi mirada se desliza hasta el fondo de la cafetería. Allí, Logan está sentado, con los ojos viendo hacia la ventana. Desde donde estoy, no puedo decir con total seguridad que se encuentra bien. O eso es lo que me transmite su forma rota de mirar los movimientos del exterior.
Pago por los panecillos, y en vez de dirigirme hacia la salida, apunto a Logan. Debo aclarar mi garganta para que note que estoy frente a él, observando su rostro y su taza sin tocar, al igual que lo pedido para acompañar.
Cuando sus ojos me encuentran, no me saluda, sólo me mira y temo por haberme metido en donde nadie me llamó.
—Hola —lo saludo, miro hacia la silla y vuelvo a él. Asiente, por lo que me siento y dejo la bolsa sobre la mesa—. ¿Estás bien?
—No sé cómo responder a eso.
—Quizá, decirme lo que pasó, puede ayudar. ¿Quieres contarme?
El silencio se hace presente, sus ojos no se despegan de los míos. Veo que se llenan de lágrimas, pero respira profundo y se traga el llanto.
—¿Tienes que hacer algo? —pregunta, y pese a saber que debo pasar por Cameron, niego con la cabeza—. ¿Podemos ir a un lugar más tranquilo?
—Claro. ¿Algún lugar en mente? —sacude la cabeza—. ¿Tu casa o la mía?
—¿Y Cameron?
—Está en un cumpleaños, puedo pasar por él luego.
—Mi casa, ¿puede ser?
Asiento y se pone de pie. Mientras salimos de la cafetería, telefoneo a Lisa, le pregunto si puedo pasar por Cameron más tarde, y me dice que no hay problema. No me pregunta los motivos, por suerte. Sino, de seguro se pondrá en acción su cuestionario.
Logan está sin el auto, así que vamos hasta su casa en el mío. Y en el trayecto, sólo escuchamos la radio, y la opinión de un locutor acerca de la última película taquillera.
Cuando llegamos, Thor lo recibe con mucho amor, y el trato que Logan le da es un tanto seco. Algo que me sorprende demasiado, siendo que sé lo amoroso que es con su amigo perruno.
—¿Quieres beber algo? —me pregunta.
—¿Agua gasificada? —asiente—. Un vaso, por favor.
Desaparece y vuelve a la sala con lo que le pedí. Se sienta en el sofá, a mi lado, y vuelve a perderse en lo que sea que le haya cambiado el humor el día de hoy.
Thor se me acerca en busca de cariño, y mientras lo acaricio, le cuento a Logan lo contento que está Greg con su trabajo. Pero no se inmuta, sino que mantiene la misma postura que antes. Espero que no se haya presentado una diferencia entre ambos, sino me sentiría una tonta por haberlo dicho.
—Mi padre se murió —suelta, al fin. Dejo de darle atención a Thor, y dejo el vaso sobre la mesa de café.
—Logan, lo siento.
—Yo no —resopla y se molesta—. Sí, lo sé, soy una basura por no sentirlo.
—Yo no dije ni pensé nada. ¿Te sientes así?
—No..., no lo sé. Dime, ¿cómo puedo lamentar la muerte de un tipo que fue una pesadilla la mayor parte de mi vida?
Su rostro se rompe cada vez más ante las palabras dichas.
—Siendo así, se entiende que no lamentes la noticia de su muerte.
—¿En serio lo crees? —asiento. Una vez más sus ojos se llenan de lágrimas.
—No las retengas.
—¿Qué?
—A tus lágrimas. Si quieres llorar, hazlo.
Se ríe sin ánimo.
—No voy a llorar por él.
—¿Y por ti?
La pregunta llega como pinchazo a su corazón, o eso me hace sentir al ver como una lágrima se desliza por su rostro.
Logan se quiebra en llanto, y sospecho, que lo viene aguantando desde hace años. Quiero darle su espacio, y a la vez, quiero abrazarlo fuerte. Lo único que me animo a hacer, es colocar mi mano sobre la suya. Logan la recibe de buena manera, por lo tanto, se hace presente la unión.
Su frente se apoya sobre mi mano y llora más. Thor se pone sobre sus pies, y lo mira con preocupación. Se acerca a su rostro, y cuando Logan se deja ver, el can besa sus lágrimas.
Logan rompe la unión de nuestras manos, y se limpia el rostro con las mangas de su camisa, para luego acariciar a Thor.
—Mi padre fue un abusivo —comenta, con la voz quebrada—. No recuerdo una muestra de cariño por su parte. Ni para conmigo, ni para mi madre o hermanos. Siempre fue una basura, Gia.
Me acerco a él y pongo una de mis manos sobre su hombro.
—Lo lamento mucho.
—¿Recuerdas mis largas ausencias escolares? —asiento—. No eran debido a viajes, o enfermedades como les hice creer a ustedes, y a la institución —cuando me mira a los ojos, tengo la sensación de que estoy frente al Logan de quince años—. Gia, no podía presentarme en la escuela porque tenía el rostro marcado por sus golpes. Ese era él, un violento, una mierda. Desde niño me trató mal, pero se puso peor cuando me rebelé ante los maltratos que le daba a mi madre. Tenía once años cuando pasó, y cuando recibí la peor golpiza —poco a poco en mis ojos pican las lágrimas. Y debo respirar profundo, no quiero llorar. Logan necesita de alguien fuerte—. Mis largos paseos, luego de la escuela, se debían a él. No quería llegar a mi casa, no quería lidiar con él. No quería que los horarios escolares se terminaran, sólo ahí tenía paz. Sabía que mis hermanos estaban en el jardín de infantes, mi madre trabajando, y él lejos de ellos. Llegar a mi casa era una tortura constante —niega con la cabeza ante los recuerdos. Y ahora lo confirmo de verdad, estoy frente a un chico de quince años contándome sus años de pesadillas. Ahora muchas de sus actitudes me cierran por completo.
Con razón no quería que vayamos a su casa a hacer trabajos escolares. Como siempre nos elegíamos para hacerlos, siempre íbamos a mi casa. Y se alegraba demasiado cuando mi madre lo invitaba a cenar.
También entiendo porque al llegar a la escuela parecía un chico serio y malhumorado. Aunque bueno, no era ni serio ni malhumorado, sólo tenía días muy malos y eso influía en su estado de ánimo.
Y también comprendo cuando en la fiesta de Lola Rivera, me dijo que de grande, quería formar su familia y no repetir la historia que venía manteniendo en su hogar. No pude preguntarle al respecto, ya que enseguida cambió de tema.
—El día que nos fuimos de la ciudad —continúa—. Fue cuando tuvo los cojones de poner sus sucias manos sobre mi hermana. Gia, si no llegaba a tiempo, iba a abusar de mi hermana, frente a mi hermano que lloraba porque lo había golpeado. Esa noche le dije a mi madre que o nos íbamos de ahí, o se iba él. Y simplemente nos escapamos, en la madrugada. Entonces dime, ¿cómo puedo sentir pena por su muerte? No me importa en lo más mínimo.
—¿Y cómo lo supieron?
—Figuramos como su familia en el hospital, y nos localizaron. Al parecer enfermó de cáncer, empeoró y murió. Mi hermano quiso hacerse cargo de todo el papeleo y demás. Me llamó para preguntarme si quiero ayudarlo, y le dije que no. ¿Soy una mala persona por no ayudarlo?
—No, Logan. No lo eres. Estás enojado, y no sientes pena por tu padre. Es entendible que no hayas querido involucrarte con ese asunto.
—¿Y por qué mi hermano pudo?
—Sólo él sabrá responderte, ¿han hablado? —niega con la cabeza—. ¿Y con tu madre y hermana, has hablado?
—Mi madre tampoco quiso saber nada. Sólo mi hermana quiso ayudarlo. No tiene recuerdos de lo que esa basura le hizo, y yo no puedo generar ese impacto de dolor. La amo demasiado, es feliz y no quiero arruinarla.
—¿Tu hermana tiene secuelas? —me mira—. Es decir, ¿tiene problemas para relacionarse con hombres?
—No, para nada. Nunca tuvo problema con eso.
—Que no haya secuelas es lo importante, Logan. Ahora sólo resta cuidarla, de la misma manera en que lo hiciste cuando era niña. Lo mismo con tu hermano, y con tu madre. Sólo se tienen a ustedes, son familia, y como tal, deben estar muy unidos. No dejes que la decisión de tu hermano interfiera en eso.
—No puedo enojarme con él. Valoro que quiera hacerse cargo, es muy fuerte. Lo amo, y jamás podría romper mi relación con él o distanciarme. De ninguno de ellos. Mucho menos por mi padre.
—¿Y qué haces que no estás con ellos? Supongo que esta noticia trajo muchos recuerdos, más a tu madre. ¿Por qué no estás con ella?
—Ya has visto como me puse, y no quería que ella me viera así. Me necesita fuerte, como siempre.
—Eres el mejor al querer ser fuerte por ella, pero te has olvidado de ti.
—¿Qué quieres decir?
—¿Hace cuanto no llorabas? —ladea con la cabeza—. No reprimas eso, Logan. Nunca. No te olvides de hacerte un espacio para ti y tus emociones. No vaya a ser cosa que te enfermes por guardarte todo.
Se queda en silencio, sumido en sus pensamientos. No sé que más decir, así que sólo lo observo, con mi mano aún sobre su hombro.
—Gracias, Gia —me mira a los ojos—. En verdad gracias. Pero no sólo por hoy —frunzo el ceño—. Gracias por haberme dado, sin darte cuenta, los mejores escapes de mi hogar —sonrío.
—Fuimos un buen equipo en los trabajos escolares.
—Y no lo niego. Pero no me refería a eso.
—¿Ah no?
—No. Me refería a las charlas que me dabas al acompañarte hasta tu casa.
—Pero no vivía muy lejos de la escuela. No era muy largo el escape —me encojo de hombros.
—Me dabas charlas profundas cargadas de esperanzas. Eras muy soñadora, y tus palabras me desconectaban de todo. Ojalá te hubiera escrito cuando me fui.
—Ya no importa lo que no hiciste, Logan. Importa el ahora. Nos reencontramos.
—Lo sé. Pero ya no tenemos quince años.
—¿Qué quieres decir?
Sonríe, se aleja y con eso mi mano deja de estar sobre su hombro. Se pone de pie y se cruza de brazos, dándome la espalda.
—Ya no te gusto.
Al decir eso, voltea y me mira. Mi corazón comienza a galopar fuerte por las palabras que usó: ya no te gusto. No se incluyó en lo que dijo, y eso me pone un tanto nerviosa. No sé que pensar, qué decir, o qué hacer.
Mi móvil empieza a sonar desde mi bolso de mano. La campana me ha salvado, ¿de qué? ¿Quién sabe?
—Lisa —digo al atender. Logan no despega sus ojos de los míos.
—Amiga, ya nos fuimos del cumpleaños, y Cam empieza a preguntar por ti.
—No te preocupes, enseguida paso por él. ¿Están en tu casa?
—Así es.
—Allí los veo —cuelgo la llamada y me pongo de pie. Logan aún me mira—. Debo irme.
—De acuerdo. En serio, gracias por escucharme.
—Siempre que lo necesites —le sonrío y me devuelve el gesto. Me acompaña hasta la puerta, y me temo que una vez más, no sé cómo despedirme de él.
—¿Te veo el viernes? —pregunta, refiriéndose a la cena con Carl y Lisa.
—Sí, el viernes nos vemos —sonríe—. ¿Logan?
—Dime.
—¿Puedo abrazarte? —no sé por qué, pero quiero sacarme las ganas que me vengo aguantando desde que lo vi tan roto.
Ahoga un suspiro. O bien, creo que los dos lo hacemos. Asiente y se acerca a mí, nos rodeamos con nuestros brazos y nos damos un fuerte y reconfortante abrazo,
Me embriago de su aroma, me traslado a la adolescencia, y lo veo caminando junto a mí, hasta llegar a mi casa.
Nos separamos del abrazo y nos miramos a los ojos, aún sin despegar nuestros cuerpos. Su mirada se desliza hasta mi boca, traga saliva, vuelve a mis ojos y se aleja.
—Saluda a Cameron por mi —dice, sonriendo—. Y una vez más, y siempre repetitivo con los agradecimientos... gracias.
Dicho esto, se mete a su casa y cierra la puerta frente a mi nariz. Él adentro, y yo afuera, con el corazón acelerado, y aún sintiendo sus ojos sobre mi boca.
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