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Akane elige la navidad

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Akane elige la navidad

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Akane salió de la cocina cuando Tofú regresó. Intercambiaron una sonrisa que ambos entendieron y, tras dejar al matrimonio a solas cerrando la puerta, se apoyó un instante en la pared y antes que en cualquier otra cosa, pensó en Ranma.

Y en la carta que él había escrito y ella llevaba en su bolsillo desde que la encontró. Metió la mano para rozar el papel.

La familia también lo necesita.

La chica sonrió.

Tú ya lo sabías, ¿verdad? Apretó el papel con cuidado, imaginando que así podía contactar con el chico, allá donde estuviera, y hacerle llegar sus pensamientos. También te fuiste por esto, ¿a qué sí?

Ranma había madurado mucho en estos tres años. No solo había tomado la resolución de alejarse porque, cierto o no, pensara que ella estaría así más tranquila. Sino que también lo había hecho por Kasumi, por su embarazo, por todos... y, aunque en otro tiempo se hubiese podido sentir celosa al reconocer tanto mérito en el atolondrado chico, Akane se sintió orgullosa de él, de una manera genuina y sincera.

Y eso la hizo sentirse mejor consigo misma.

Yo también estoy madurando se dijo. O quizás estaba empezando a seguir los consejos de su hermana mayor porque, como casi siempre, llevaba razón en lo que le había dicho.

Desde la boda, Akane había empezado a tratarse de un modo muy peligroso, casi sin darse cuenta. Se autoimpuso ser otra persona, alguien a quien aspiraba a ser porque se convenció de que eso era lo que los demás querían, pero lo hizo de un modo equivocado. En lugar de trabajar en sí misma, trató de reprimir la parte de ella que creía inadecuada.

Sus sentimientos, sus reacciones, sus pensamientos más viscerales... y nació en ella la idea de que debía apresurarse por madurar. Sin contemplaciones, sin ayuda. Y al no conseguirlo, empezó a culparse y a acumular ansiedad, angustia, irritación... Estaba claro que eso mismo había seguido haciéndolo durante esos tres años y el resultado, ahora podía verlo, era terrible.

Kasumi añoraba a la antigua Akane, a la que ella había intentado reprimir. Al deshacerse de la niña insegura que se perdía en rabietas de vez en cuando, también había desechado a la chica que se ilusionaba con la navidad y la alegría. Todo iba en el mismo paquete. Se había estado midiendo con una vara tan alta que nadie, ni siquiera su perfecta hermana mayor, podía alcanzar.

Ella misma lo había dicho. Todos sentimos, a veces, cosas que no nos gusta sentir pero luchar contra ellas solo las hace más fuertes; hay que aceptarlas como parte de nosotros y seguir adelante.

No he sido justa conmigo misma, ni con mi familia, ni con Ranma...

Pero debía aprender de sus errores y lo hecho, hecho estaba. No iba a sumirse en un estado de lamentos y culpas que volvieran a dejarla paralizada. Se dio cuenta de que tenía una oportunidad para remediarlo todo.

—Bueno, ¿qué piensas hacer?

Akane parpadeó y bajó la mirada al suelo. Al toparse con P-chan recordó súbitamente el asunto del plazo de tiempo, del deseo y todo lo demás... Y comprendió que era esperanza asustadiza lo que brillaba en los oscuros ojos del animal. Ella le sonrió de la manera más amable que pudo.

—Voy a buscar los adornos para el árbol —respondió, remangándose con energía—. ¡Tienen que estar en algún sitio!

—¡¿Cómo?! —La joven echó a andar como si nada—. ¡¿Lo dices en serio?! —Y el cerdito fue detrás, derrapando sin control—. ¡¿Qué significa eso?! ¡¿Te rindes?! —Ella se dirigió a las escaleras y tras pensarlo un poco, decidió subir—. ¡¿Vas a quedarte aquí y renunciar a todo?!

Llegó al primer piso y avanzó hasta situarse en el centro del pasillo. Miró a su alrededor, a cada una de las puertas que tenía delante y se llevó una mano a la barbilla.

¿Dónde podían estar los adornos?

—¡¿Crees que puedes arreglar la navidad y quedarte aquí como si nada?! —siguió aullando el animal. Era obvio que empezaba a desesperarse; su voz había adquirido un gorjeo irritante, fruto de la angustia, y soltaba oink, oink de manera descontrolada—. ¡¿Ya no te importa no volver a tu vida real?!

Akane no le miró, sus ojos castaños seguían repasando las puertas mientras que su cerebro le mostraba imágenes confusas, como si pretendiera decirle algo.

Si yo renuncié a la navidad, debí ser yo la que guardara esos adornos se dijo. Decorar el árbol era un tema importante para ella, más que el resto de las tradiciones. Por eso los adornos del árbol no estaban con el resto. Los escondió en otro lugar, para no verlos. ¿Qué lugar pudo haber elegido?

—¡No tienes corazón, Akane Tendo! —Se quejó P-chan. Ahora su voz sonaba ahogada y lastimera—. ¡Si a ti no te importa, al menos podrías intentarlo por mí! ¡Será la primera vez que deje un deseo sin cumplir! ¡¿Tienes idea de lo que significa eso para un espíritu como yo?!

>>. ¡Qué humillación!

Akane se mordió el labio inferior. Tenía algo en su cabeza, algo que intentaba salir a la luz pero que no lo conseguía.

—¡Tendré que esconderme en un oscuro agujero donde nadie pueda encontrarme a causa de tal vergüenza!

—¡Ah! —Akane dio un respingo y sonrió—. ¡Ya sé dónde están los adornos!

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Por la rendija de la ventana abierta se colaba un airecillo fresco, el olor de la hierba y el pesado zumbido de los insectos. Era una tarde cualquiera de marzo pero las temperaturas estaban algo locas.

A principios de mes había nevado copiosamente en Nerima, llegando incluso a paralizar algunos barrios de la ciudad. Las quitanieves fueron pedidas a ciudades vecinas, pero se quedaban atascadas en la irregularidad de las calles. Akane disfrutó de la nieve durante un día o dos, pero acabó decidiendo que era muy molesta cuando intentó retomar su rutina diaria.

En menos de dos semanas, llegaron unas lluvias torrenciales que acabaron con los gigantescos montones de nieve acumulados en las entradas de las casas, liberando así a los ciudadanos. Y casi de manera inmediata, las temperaturas empezaron a subir y a subir batiendo records para la época del año en la que estaban.

Ese día habían anunciado en la televisión que empezarían a perder grados y para finales de semana, volverían a tener una temperatura normal para el mes que era. Pero el sol brillaba aún con tanta fuerza que Akane sentía sus rayos atravesar el cristal de la ventana y alcanzar su espalda, acariciándola por encima de la ropa con su calor.

La habitación estaba iluminada por un chorro de luz amarillo. Ella se encontraba sentada en el suelo, un tanto encogida y con los hombros tensos; fruncía los labios al tratar de descifrar la descuidada y picuda letra de su padre en los documentos que le había entregado unos días atrás.

Ranma, sentado frente a ella con las piernas dobladas y expresión de horror en su rostro, movía su boca al leer las palabras con las cejas apretadas y la frente arrugada.

De buenas a primeras, Soun les había entregado a ambos un buen montón de papeleo referente a los asuntos del dojo que ellos debían revisar. La excusa había sido que, puesto que ellos serían los propietarios algún día, era bueno que se fueran familiarizando con el lado más técnico o empresarial del negocio. Akane sabía de sobra que ese tipo de tareas administrativas agotaban y aburrían a su padre a partes iguales y por eso siempre habían sido asunto de Nabiki (a cambio de una pequeña suma de dinero, claro). Pero ahora su hermana mayor estaba en la universidad y se había desembarazado de esas obligaciones.

Más o menos de rebote, estas habían ido a parar a ellos. Aunque ninguno de los dos tenía mucha idea de qué hacer con esos papeles. ¡Solo tratar de entender las indicaciones de su padre estaba siendo imposible!

Akane suspiró, estirando el cuello. Estaba muy agobiada. Pero en ese momento se coló por la ventana abierta una corriente de aire que refrescó su nuca y la ayudó a calmarse. Cerró los ojos, respiró hondo y movió los hombros un par de veces.

Al abrirlos, notó la mirada de su prometido. Jugueteaba con un par de hojas en sus manos, pero sus pupilas azules estaban clavadas en ella con arrojo. La chica se ruborizó levemente y una diminuta sonrisa apareció en el rostro de él.

—¿Qué? —musitó ella, frunciendo el ceño.

—Nada —respondió el otro con lentitud. Enfocó de nuevo a los papeles y su expresión cambió—. ¡No entiendo nada de esto! —Resopló y los soltó en el suelo, apoyando las manos con fastidio—. Esto no es lo mío. ¡Yo soy un artista marcial!

—Son cosas del dojo —le recordó ella—. Así que también serán cosa tuya.

—Se supone que yo daré las clases...

—¿Y entonces, qué? ¿Yo tendré que encargarme de esto tan aburrido mientras tú te diviertes en las clases? —El chico se encogió de hombros—. ¡Ni hablar! Todas las tareas serán a medias.

>>. Eso es lo justo.

El sol se movía en el cielo y su lengua de luz lamía ahora la nuca de la chica. El aire se había extinguido y le pareció oír el soporífero canto de las cigarras a lo lejos.

Aunque Ranma no puso inconvenientes a sus palabras, no volvió a coger los papeles. Adoptó una actitud lánguida que indicaba que no pensaba esforzarse más en una tarea que consideraba estúpida y ella podría haberse irritado por ello, haberle tirado los papeles a la cara y haber dejado claro que no haría el trabajo por los dos pero... estaba demasiado agotada por el calor. Dejó caer los papeles a su vez y estiró las piernas sobre el suelo.

—De todos modos, no entiendo para qué hace falta que hagamos esto ahora —murmuró, somnolienta—. Aún falta mucho para que tengamos que encargarnos del dojo.

Sí es que lo hacemos algún día.

En otro tiempo habría dicho esas palabras en voz alta y muchas otras que dejarían claro que ella seguía en contra de tal posibilidad. Protestar y protestar. Eso era lo que hacía; rebelarse contra el compromiso, las obligaciones futuras que dependían de él, sus sentimientos. Y si no lo hacía ella, Ranma lo haría en su lugar. Porque así había sido desde el principio. Era una idea extraña pero se apoyaban el uno al otro en su lucha contra los deseos descabellados de sus padres por unirles a la fuerza.

Al principio fue por orgullo. Después, se volvió una costumbre aprendida, una reacción automática a cualquier intento de su familia por juntarles.

Pero todo cambia con el tiempo y más cuando se trata de un par de adolescentes viviendo bajo el mismo techo. En los últimos tiempos habían empezado a darse ciertos acercamientos entre ellos, conversaciones íntimas, momentos secretos... Nunca lo habían hablado a las claras, Akane temía mencionarlo en voz alta.

Era más fácil dejar que todo pasara y actuar con naturalidad, como si fuera inevitable. Así lo sentía ella.

Se estiró sobre el suelo, arqueando la espalda y moviendo sus piernas. La punta de sus pies rozó las piernas del chico y este torció la cabeza hacia la puerta cerrada del cuarto. A pesar del silencio que había al otro lado, Akane sintió un estremecimiento en la boca del estómago. Pero Ranma, en cambio, avanzó sobre el suelo hacia ella, con una sonrisa de reciente aparición; ladeada, un poco torcida y que combinaba con sus ojos chispeantes. Se colocó cerca de la chica y la miró.

Pero cuando ya casi estaba pegado a ella, Akane retrocedió haciendo una mueca y se puso en pie, frotándose los brazos.

—Aquí no, no quiero que nadie nos descubra —dijo ella, bajando el rostro encendido.

Ranma frunció el ceño desde el suelo.

—¿Por qué lo harían? —preguntó, cruzándose de brazos—. No hay nadie más.

>>. Y si alguien se acerca por el pasillo, por sigiloso que sea, yo le oiré.

—Cualquiera podría entrar de improviso —insistió ella, nerviosa—. Abrir la puerta de golpe y entonces... ¡Nos vería!

—¿Nos vería haciendo qué?

Akane se agitó ante ese tono tan temerario. Ya sabía ella que, si le daba alas, la despreocupación y fanfarronería del chico también aflorarían en ese nuevo contexto. A menudo Ranma no veía (o ignoraba deliberadamente) el peligro de ciertas situaciones. Y eso mismo estaba haciendo ahora.

Se puso en pie de un salto y ella retrocedió, decidida. Pero Ranma soltó una risita que la irritó. Su repentino buen humor también la ponía nerviosa. Con lentitud, se rascó la nariz con el pulgar y examinó el cuarto como si fuera la primera vez que lo veía.

—Para que nadie nos vea, tendremos que ocultarnos en algún lugar donde nadie pueda encontrarnos —comentó él. Antes de que Akane pudiera preguntar a qué se estaba refiriendo, él la cogió por la cintura y la levantó. De un salto retrocedió y se metió con la chica en el armario del cuarto.

La soltó en el suelo tras entrecerrar la puerta de este, de modo que tan solo un leve resplandor amarillo servía para adivinar el contorno de lo que tenía a su alrededor.

—¡Pero, ¿qué haces?! —exclamó ella. Su espalda tocó contra una de las vigas de madera del armario y el cuerpo del chico le bloqueó el escape. A pesar de sentir la emoción de la adrenalina viajando por su cuerpo, se forzó a ser razonable—. Venga, no hagas tonterías...

>>. ¡¿Crees que escondernos en mi armario es la solución?!

Las manos del chico dejaron de ejercer fuerza cuando la soltó, pero permanecieron en sus caderas. La punta de sus dedos presionaba con suavidad pero aún con todo generaba deliciosas descargas eléctricas que la recorrían de arriba abajo y empezaban a afectar su pensamiento.

—Ranma... —se quejó.

—En los armarios es donde se oculta aquello que no quieres que encuentre nadie más —Le susurró, inclinando la cabeza hacia su oído. Akane no supo si lo que sintió fue su aliento o sus labios rozándole el lóbulo—. Por ahora, podemos esconder aquí este secreto.

Aquella fue la primera vez en que Akane se percató de que su prometido estaba cambiando. Quiso calcular cuánto tiempo hacía que vivían juntos pero su propia voz mental sonaba pesada y distorsionada. El calor la inundaba como si aún estuviera bajo el sol y sus manos se movieron por el torso del chico hasta alcanzar sus hombros.

De pronto, se sentía más osada que antes. Quizás era porque la oscuridad la amparaba y podía imaginarse que era alguien más madura, más segura... y no la niña que circulaba por esa casa sacándole la lengua al chico que su padre había traído para que fuera su esposo.

En realidad, no era tanta fantasía... aun en su inexperiencia y juventud, ambos habían convivido por años y habían crecido. Los dieciséis habían quedado atrás, y con ellos parte de sus inseguridades y vergüenza.

—Secreto... —murmuró ella, alargando los brazos para alcanzar también el cuello. Los cuerpos se acercaron aún más y ella solo podía ver reflejos de luz que se alargaban en la oscuridad, pero el olor de Ranma inundaba aquel diminuto espacio. La palabra le pareció graciosa, de repente—. Secreto —Y soltó una risita.

—Supongo que todos se enterarán de esto algún día...

De eso no albergaba dudas. Por cuidadosos que fueran, vivían con un montón de familiares que llevaban aguardando aquello que estaba sucediendo y aunque a menudo se comportaban de manera enloquecida y dispersa, también estaban siempre al acecho. Si solo se hubiera tratado de sus padres, Akane habría estado más tranquila. Pero también estaban sus hermanas y ellas la conocían mejor que nadie; en especial Nabiki... que jamás dejaría escapar la posibilidad de atraparles en una situación comprometida y contárselo a todo el mundo.

Solo de imaginarlo sentía escalofríos.

Aunque cuando sintió los labios de Ranma acercándose a ella en la oscuridad, esa sensación de miedo desapareció casi por completo. Giró levemente el cuello para ir a su encuentro y suspiró cuando hicieron contacto.

El artista marcial se salió con la suya pues logró que su prometida se olvidara de todos los peligros y la prudencia, como si lo que existía al otro lado del armario se hubiera desvanecido o perteneciera a un universo distinto. La cabeza le dio vueltas y todo cambió. El armario ya no parecía un enjuto escondite lleno de trastos y polvo sino que se transformó en un delicado refugio que les protegía del mundo. Lo llenaron de besos y sonidos encantadores y ambos desaparecieron de esa casa y de Nerima. Perdidos el uno en el otro sin responsabilidades, ni presiones de un futuro que, sin ellos saberlo, ya les estaba alcanzando.

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Akane sonrió con nostalgia cuando entró de nuevo en su viejo armario.

El escondite de nuestros secretos pensó.

Prendió una bombilla que colgaba del techo y la luz se hizo en el interior. Recorrió con los ojos la viga de madera y posó los dedos sobre las letras que había tallado en la madera: R&A. Después de aquella tarde usaron ese armario para desaparecer del mundo muchas otras veces, se convirtió en un lugar especial para ella y por eso talló las iniciales ahí poco antes de cambiar de cuarto.

Sabía que tendría que dejarlo tras la boda y marcar ese lugar la ayudó a superar la pena. Siempre podría contar con sus recuerdos cuando entrara ahí.

Ranma... ¿por qué no llamas? Pensó con pena. Apretó el puño contra la madera. Te echo de menos...

Las horas corrían a toda prisa y si no recibía su llamada... ¿qué significaría eso? No quería si quiera pensarlo. Metió la otra mano en el bolsillo, volvió a rozar la carta.

Dijo que llamaría se recordó. Seguro que lo hará.

La verdadera razón para estar en ese armario es que era el único lugar donde se le ocurrió que podía haber escondido esos adornos. Así que se puso a revisar las cajas que vio a sus pies, pero solo encontró objetos y prendas de ropa viejas.

Apartó las perchas para mirar más atrás y por último miró al diminuto altillo que había pegado al techo. Al principio no vio nada, pero entonces halló, casi pegada al fondo, una caja cubierta con una manta muy parecida a la otra que había encontrado en el trastero.

Se hizo con ella poniéndose de puntillas y al retirar la manta, su corazón se infló de alivio.

—¡Los adornos! —exclamó—. ¡Aquí están!

—Yujú... —se quejó P-chan.

El cerdito estaba echado sobre el suelo del cuarto y tenía la mirada perdida en el techo. No hizo ni el intento de apartarse cuando Akane salió tambaleándose con la caja en los brazos y pasó por encima de él.

—Menos mal que los he encontrado —suspiró.

—Sí, menos mal...

—Los llevaré al dojo y el árbol estará listo para la fiesta.

—Estupendo, estupendo...

—¿Puedes dejarlo de una vez, P-chan? —Meneó la cabeza—; quiero decir, espíritu...

—No, no, llámame como quieras... ¡Ya no importa! —El cerdo abrió y cerró los ojos de un modo pausado, dramático y terrible—. ¿Qué clase de espíritu es ese que no puede conceder un deseo?

—No deberías ser tan duro contigo mismo.

—¡Mira quién habla! —replicó—. Seguramente estamos aquí por tu sentimiento de culpa.

—¿A qué te refieres?

—Lo más probable es que tu deseo tenga que ver con lo culpable que te sentías —Le explicó—. Y es también por eso que no quieres recordar.

>>. Sientes que es responsabilidad tuya quedarte aquí y arreglarlo todo.

—Sí quiero recordar —anunció Akane. Apretó los labios y meneó la cabeza—. Aunque... siento que debo esforzarme para que esta navidad sea buena para todos.

—¿Aun si eso significa que te quedarás aquí para siempre?

—Bueno... —Sintió un acceso de pánico al recordar que esa sería la consecuencia, pero se lo tragó y se irguió con la caja en las manos—; si así fuera, tampoco sería tan malo.

>>. Solo son tres años y yo aún soy muy joven. Aquí también está mi casa, mi familia... ¡Voy a ser tía! No hay tanta diferencia con mi otra vida.

—Salvo que Ranma no está.

Akane vaciló pero se recompuso a gran velocidad.

—Volverá —afirmó, rotunda—. Lo decía en su carta.

—Y también que llamaría hoy.

—¡El día de hoy aún no ha acabado!

—Lo sé —El cerdito se puso en pie para mirarla con tristeza y algo sombrío en sus ojillos—. Pero ya no queda tanto tiempo...

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Al final, a Akane le resultó imposible adornar el árbol antes de que la fiesta comenzara. Nada más dejar la caja de adornos en el dojo a los pies del árbol desnudo, Kasumi apareció solicitando su ayuda para preparar los platos que servirían a los invitados.

Lo dejó por el momento, pero tras eso se sucedieron un sinfín más de tareas y antes de darse cuenta, los invitados a la fiesta aparecieron y ella, haciendo de buena anfitriona para evitar así que todo el trabajo recayera sobre su hermana mayor, se olvidó del árbol. Por suerte, la celebración se llevó a cabo en su totalidad en el interior de la casa y nadie tuvo que verlo.

La fiesta, aunque precipitada, fue todo un éxito.

No acudió tanta gente como otros años, pero gracias a eso la familia Tendo pudo disfrutar más. No tenían que estar pendiente de atender a todo el mundo, ni de si se acababa la comida. Todos brindaron con alegría, bailaron y se felicitaron la navidad entre risas y un ambiente entusiasta y distendido. Su padre y sus hermanas recuperaron del todo el espíritu festivo y se convirtieron en las personas ruidosas y felices de siempre.

Por primera vez desde que despertara en ese extraño universo, Akane tuvo la sensación de que el tiempo no había pasado y seguía en su vida. Una parte de ella aún deseaba que así fuera, pero había otra que se esforzaba con más ganas que nunca en aceptar que se quedaría allí. Y que eso no era tan malo. Había sentido miedo al principio, todo le resultaba tan extraño y distinto, pero solo había hecho falta que ella cambiara un poquito para que el resto lo hiciera después.

Rodeada de tantas risas y felicidad pudo creer por un momento que sería feliz en ese nuevo mundo cargado de nuevas esperanzas.

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—¡Gracias a todos por acompañarnos un año más por navidad! —Había llegado el momento en que su padre se levantaba, copa en mano, y agradecía a los presentes su visita al tiempo que intentaba contener las lágrimas y disimular (sin mucho acierto) el nudo de emoción de su garganta—. ¡Es un placer...no, un honor... tener tan b-buenos... amigos...! —El llanto irrumpió con brusquedad acallando el discurso y su padre se derrumbó, girado hacia una esquina y se agitó como un niño pequeño avergonzado.

El resto, nada sorprendidos, empezaron a aplaudir a la vez.

—¡Salud! —exclamó Genma y se bebió de un trago su copa.

Los demás invitados le imitaron y estallaron en risas después.

Akane sonrió desde la puerta y lanzó una mirada circular a la estancia. Felicidad, camaradería, amor... se detuvo un momento en su hermana Kasumi, sentada a la mesa al lado de Tofú. Ambos se miraban complacidos y de vez en cuando, dirigían sus ojos al vientre de la joven.

La pequeña se frotó los ojos y miró hacia el reloj de la sala; quedaba algo más de una hora para las doce y hacía un buen rato que no veía a P-chan por ningún lado. Puede que el espíritu ya se hubiera ido a su mundo de árboles mágicos y bosques de deseos, resignado ante su fracaso.

Con sigilo, salió del comedor y recorrió el pasillo a oscuras hasta alcanzar la puerta de la calle. Mientras se ponía el abrigo, observó el teléfono una vez más y suspiró.

Atravesó el umbral y recorrió el pasillo de madera, acurrucándose en la prenda. Las temperaturas habían descendido tanto que le castañearon los dientes al salir al exterior. Aunque resultó que en el interior del dojo no hacía menos frío.

Observó el árbol de navidad vacío.

Debería decorarlo ahora se dijo, agarrando la caja de adornos. Para cuando Ranma regrese.

Tardó unos veinte minutos en engalanarlo usando toda la parafernalia de que disponía, pero al contemplarlo quedó satisfecha. Nunca lo admitiría ante nadie pero sabía que no era demasiado buena en ese tipo de tareas. No obstante, por una vez se sintió de verdad orgullosa de su trabajo y quiso pensar que esa era una buena señal.

Puede que estuviera justo donde debía estar.

Debo tener confianza.

—Aún faltan adornos.

Akane dio un respingo. P-chan había reaparecido y señalaba la caja con su hocico.

—¿Ya no estás enfadado conmigo?

—¿Y de qué me serviría? —El cerdito se acomodó en el suelo—. ¿No vas a colocar los últimos?

En lo más hondo de la caja, Akane encontró tres pequeños paquetes de adornos sin abrir. Había unas campanitas de bronce de aspecto antiguo, una colección de velas blancas y rojas, y en el último; una preciosa estrella de navidad que quedaría genial en lo más alto del árbol.

Jamás había visto esos adornos. Se notaba que eran de mucha mejor calidad que el resto pero... ¿por qué seguían en sus cajas?

Se disponía a usarlos cuando, abajo del todo, encontró algo más. Un pequeño cuaderno que parecía muy usado.

—¿Y esto? —Se dejó caer sobre sus piernas y ojeó el cuaderno. El corazón le dio un vuelco al reconocer su letra—. ¡Es mío! ¡Esto es...! —Volvió a la primera página y sonrió, entusiasmada—. ¡Es un diario! —Volvió a pasar las páginas hasta la última. Había cientos de anotaciones de esos tres años perdidos en su memoria, pero lo más importante era que había una fechada el día anterior.

Y esta era distinta.

Si bien en las anteriores, Akane había anotado la fecha y se había puesto a describir los acontecimientos ocurridos. La narración del día anterior la había escrito en forma de carta y estaba dirigida a...

—Ranma —leyó y apretó los labios, indecisa—. ¿Crees que es la respuesta a la carta que él me dejó?

—Solo lo sabremos si la lees.

Akane respiró hondo y acomodó mejor sus piernas. Sus manos apretaron con tanta fuerza las endebles tapas del cuaderno que estás se doblaron. Su letra parecía tan clara como siempre, pero había apretado tanto al escribir que la hoja mostraba algún agujero.

Tragó saliva y se aclaró la voz.

Querido Ranma,

Ayer al despertar encontré tu carta y tú ya te habías ido.

No sé dónde te habrás metido, así que no podré enviarte esta respuesta. Tampoco puedo llamarte, ni esperar a que tú lo hagas para decirte esto o me volveré loca.

¡Estoy muy enfadada contigo! Me has dejado sola en navidad y lo odio. ¡Y a ti también! ¡Después de leer tu carta te habría matado, cobarde cabezota! Y fue aún peor cuando tuve que decírselo a mi familia... aunque ellos ya han empezado a tratarme como si fuera una bomba a punto de explotar por culpa de la navidad, así que apenas me dijeron nada.

Fue más difícil todavía llamar a tu madre para preguntarle por ti... ¡No puedo creer que ni siquiera le hayas dicho a ella donde te has ido!

Estuve todo el día hecha una furia. Tuve que esconder la maldita carta y disimular cuando mis hermanas me propusieron ir de compras. Me negué y ellas insistieron, cosa que me sorprendió. Ya sabes que suelen dejarme sola con mi mal humor estos días. Al final iremos mañana por la tarde aunque no tengo ninguna gana.

En realidad, no te escribo para decirte lo furiosa que estoy, ni para reprocharte tu huida (aunque necesitaba desahogarme). En realidad, después de calmarme y volver a leer tu carta varias veces, estuve pensando todo el día en muchas cosas.

Sí que me acuerdo de nuestra primera navidad de casados. Y también recuerdo lo que te dije aquella nochebuena cuando al fin apareciste de madrugada y me encontraste dormida en el dojo junto al árbol que decoré yo sola.

Lo recuerdo bien.

"No tiene caso, ¿verdad, Ranma? Tú y yo jamás tendremos una navidad feliz, juntos. ¡Es imposible! Estoy cansada de intentarlo y que nada salga bien. Estoy harta de ser tan ingenua. ¡Y estoy harta de la navidad!"

No me acuerdo del resto de la discusión, pero sí recuerdo esas palabras.

Estaba tan furiosa, tan cansada de frustrarme y decepcionarme. Sentía que el mundo me había estafado pero... era yo la que me estafaba esperando demasiado de todos y de todo, incluso de mí misma.

Supongo que a ti no te pilló por sorpresa, ¿verdad? ¿Por eso me regalaste las campanas ese año?

O quizás fue una coincidencia...

Quiero decirte que siento mucho que entonces rechazara tu regalo y no las colocara en el árbol. ¡Eran unas campanas preciosas! Me siento fatal por haberlas despreciado. Y también el resto de tus regalos de las siguientes navidades.

Me convencí de que por más que me esforzara, por más que pretendiera ser la esposa perfecta, jamás lo iba a lograr. Temía estropear todas las navidades como estropeé aquella, por eso, desde entonces, no he podido disfrutar de estas fiestas ni participar en ellas. Y ni siquiera me daba cuenta de que, a causa de ello, mi familia ha estado evitando celebrarlas de verdad. Por mí. Todos han dejado a un lado su felicidad durante estos días para que yo no me sintiera peor.

Ahora me siento más miserable que nunca. En especial por ti.

¡Pues claro que me daba cuenta de lo mucho que te has estado esforzando por resolver las cosas, tonto! ¡¿Cómo puedes pensar que no?! Pero cada año que pasaba me sentía más avergonzada y triste. ¡No sabía cómo arreglarlo, cómo pedir perdón después de tanto! ¿Acaso lo merecía?

No obstante, lo he visto.

Cada año aparecías con tu regalo para mí; otro bonito adorno para nuestro árbol que yo me negaba a sacar de su caja (¡Tonta, Akane!). Parecía que con ellos trataras de hacer las paces expresando tus deseos para cada navidad.

Bueno, sé que no eres muy detallista y me cuesta creer que conozcas el significado de cada uno de los objetos que me regalaste. Pudo ser una casualidad... ¿O en verdad lo sabías? ¿Era esto lo que más deseabas, Ranma?

El primer año me regalaste las campanas de bronce... ¿sabías que estas se usaban antaño para alejar a los malos espíritus? Puede que pretendieras espantar con ellas mi mal humor ¬¬

Al año siguiente, las velas. Blancas para la tranquilidad, rojas para el amor; dos bonitos deseos para nuestra segunda navidad.

Y por último, la estrella... el símbolo de la esperanza. Porque aún tenías esperanza de que todo fuera a resolverse, ¿verdad?

Este año no hay regalo, así que... ¿ya no deseas nada? ¿Te has dado por vencido?

No estás aquí y no sé qué hacer. Si yo pudiera pedir un deseo por esta navidad sería que estuvieras conmigo otra vez porque te echo de menos más que nunca. Aunque no sé si me merezco que vuelvas esta navidad...

Akane terminó de leer en voz alta con un quejido que murió en sus labios. Y permaneció en silencio, encogida y con la espalda arqueada, con sus ojos clavados en el suelo. A unos pocos centímetros estaban los tres paquetes de adornos: las campanas, las velas y la estrella.

Tres regalos que no fueron abiertos. Tres deseos que no se cumplieron... como las tarjetas caídas al suelo en el Bosque de los deseos.

Recogió los paquetes y los apretó contra su pecho; este le dolía, era una punzada afilada que le traspasaba la espalda y se hundía en su corazón. La culpa y la desesperación intentaron dominar su juicio, pero Akane se resistió y se mantuvo lúcida.

A fin de cuentas ya sabía que esa situación era por su culpa. Y además, aquella carta demostraba que la otra Akane se había dado cuenta de sus errores, que se arrepentía y quería solucionarlo. No debía culparse más, ella también había sufrido y algunas veces, es inevitable obrar mal sin querer. Lo importante era que se había dado cuenta a tiempo.

Se puso en pie, todavía con el corazón encogido y abrió los paquetes. Colocó las campanas prometiéndose que no se juzgaría más por estar de mal humor a veces, pues era inevitable. Colocó las velitas al pie del árbol pensando que, a partir de ahora, trataría de tomarse las cosas con más tranquilidad y amor. Y sintió verdadera esperanza cuando se puso de puntillas para colocar la estrella en su lugar destacado.

Sonrió ante su obra pero... no se sintió del todo feliz.

Aunque su determinación a hacer las cosas mejor era absoluta, le daba pena que las navidades pasadas hubieran sido así. La idea de que su primera navidad casada con Ranma hubiera sido tan tensa y triste iba a torturarla un buen tiempo.

Si por lo menos hubiese podido descubrir su deseo y cumplirlo, volvería a esa navidad y actuaría de manera diferente. ¡Ahora sabía tantas cosas...!

Y cuando ya no lo esperaba, el teléfono de la casa de los Tendo volvió a sonar.

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Ranma...

Esta vez, Akane no salió corriendo. Sintió que su corazón se aceleraba, sí, y un cosquilleo interno que hizo que se balanceara sobre las puntas de sus pies. Miró al cerdito y este, que había erguido su cabecita, asintió en su dirección.

Salió del dojo sin acordarse de abrocharse el abrigo. Caminó a buen paso, pero sin acelerarse; la garganta se le secó al tercer timbrazo y la mano le tembló al abrir la puerta. Más allá del pasillo, el jaleo de la fiesta aún sonaba con fuerza, pero era como si la oscuridad del fondo de este lo absorbiera. El estridente sonido del teléfono lo llenaba todo y hacía vibrar las paredes.

Se colocó frente a él y, aguantando la respiración, se llevó el auricular al oído.

—D-diga...

Esperó. Notaba un picor en los ojos clavados en sus pies.

—¿Akane? ¿Eres tú? —Una descarga poderosísima la golpeó en las costillas al oír su voz. ¡Era él! ¡Por fin! ¡Ranma! — ¿Estás ahí? —Intentó hablar, pero solo le salió un sonido extraño, lastimero. Entonces sintió la calidez de sus lágrimas lamiendo su rostro en contraste con la frialdad de su piel y no pudo sujetar un gemido de pena—. ¡¿Estás llorando?! ¡¿Qué ha pasado?!

—¡¿Qué ha pasado, tonto?! —respondió a duras penas—. ¡Pues que has tardado mucho en llamar!

—Es que no encontraba un teléfono por ninguna parte —Se explicó él, agobiado. La chica gimió más fuerte—. ¡Bueno, ya está! ¡Estoy llamando! ¡Deja de llorar! —Pero por más que intentaba detener los espasmos era incapaz. Se tapó la boca con la mano y luchó por controlarse, pero la emoción que la embargaba era demasiado intensa—. Akane... —murmuró él, apenado—. Oye, ¿qué es ese ruido de fondo?

—Es... es l-la... fiesta...

—¿Qué fiesta?

—La f-fiesta de... de... ¡navidad!

—¿Habéis... celebrado la fiesta de navidad? —El tono del chico cambió al otro lado del teléfono—. ¡Ja! ¡Sabía que mi plan daría resultado!

>>. Si es que soy un genio.

—¿Plan? ¿Qué plan?

—¡A veces olvido que eres más cabezota que una mula! —Le explicó de manera resuelta—. Llevo tres años intentando animarte por navidad y de pronto, hace unos días lo comprendí todo: Akane es tan tozuda que cuanto más insista, peor será. Si me voy y la dejo a su aire... ¡seguro que entrará en razón por sí misma!

Akane parpadeó, perpleja.

—¿Fue por eso? —preguntó ella, secándose los ojos con la manga—. ¿Solo por eso? —Su voz se tambaleó al tiempo que sus piernas se aflojaban por la tensión—. Creí que estabas... creí que... tal vez... te habías hartado de mí.

—¿Por qué?

—¡Porque he estropeado todas estas navidades! —exclamó ella, angustiada—. Creí que te habías rendido después de tanto y...

—¿Rendido? ¿Yo? ¡Ranma Saotome nunca se rinde! —replicó el otro y soltó una risita—. ¡Pero si en la carta te escribí que volvería! ¿No estaba claro todo?

—¡Todo, no!

—Será que no lo entendiste bien...

—¡Lo entendí perfectamente! ¡¿O me estás llamando tonta?! —El chico se carcajeó al otro lado de la línea—. ¡Ranma!

—Echaba de menos tus gritos por navidad... —comentó con una voz que parecía bastante sincera—. ¿Qué te pasa? Ya sé que las últimas navidades no han sido las mejores pero no fue solo por tu culpa.

>>. ¡¿Y qué importa?! Si habéis celebrado la fiesta de navidad seguro que ahora todos están felices.

—Sí, pero... —Akane suspiró—. Tú has tenido que irte...

—De todos modos, tenía que venir hasta aquí para buscar tu regalo.

—¿Mi regalo? ¿V-vas a hacerme un regalo?

—Pues claro, ¿no lo hago cada año? —Akane sintió que los ojos se le empañaban de nuevo—. Mañana estaré de vuelta, así que... ¿por qué no dejas de esforzarte y vas a pasarlo bien a la fiesta?

Akane sintió, respirando hondo.

—Sí —murmuró, algo más tranquila. Ordenó al chico que buscara un buen lugar para pasar la noche bajo techo y él le aseguró que lo haría. En realidad no estaba tan lejos, pero aún era posible que se pusiera a nevar y no quería arriesgarse a salir a esas horas. Charlaron un poco más, Akane no quería colgar después de lo mucho que había esperado por esa llamada, pero estaba más aliviada ahora que sabía que le vería en pocas horas—. ¿Sabes? He colocado todos los adornos en el árbol, los que tú me regalaste.

—¿Ah, sí? ¿Tú sola?

—Sí... ¿por qué? ¡Ha quedado muy bonito!

—¡Ah, sí, sí! Seguro... —Ranma carraspeó—. Bueno, mañana nos vemos.

>>. Feliz navidad, Akane.

—Feliz navidad, Ranma.

La llamada se cortó y la chica respiró hondo, echando la cabeza hacía atrás. El cuerpo entero le hormigueaba, su boca sonreía sin que ella fuera consciente. Ranma iba a volver y nunca pensó en rendirse.

Ni siquiera aquellas desastrosas primeras navidades le habían hecho flaquear... estaba aliviada, feliz, emocionada; y sin embargo...

—Ha ido bien —opinó P-chan, que había estado a sus pies todo el tiempo—. Ahora puedes estar tranquila.

—No —negó ella, de repente—. No estoy tranquila.

>>. Necesito averiguar cuál fue mi deseo y hacerlo realidad. ¡Antes de que se me acabe el tiempo!

.

.

.

¡Hola, Ranmaniaticos!

Aquí tenéis el penultimo capítulo de este fic navideño. ¿Qué os ha parecido?

Parece ser que Akane había tomado una decisión y en el último momento, la voz de Ranma al otro lado del telefono, lo ha cambiado todo. ¿Qué pensará hacer ahora?

Mañana es Nochebuena ^^ Mi primer fic de Ranma lo publiqué hace ya algunos años en Nochebuena, y por eso, mañana subiré el último capítulo del fic con todas las respuestas.

Gracias a todos los que habéis llegado hasta aquí, espero que os guste :-)

¡Besotes!

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