Capítulo 23🦋
Alexey
Durante años, he luchado contra la traición y la deslealtad dentro de nuestras filas, pero nunca esperé que alguien cercano a mí pudiera ser el traidor. Somos humanos, susceptibles a cometer errores y dejarnos engañar por los enemigos que nos prometen mundos de arcoíris solo para estafar.
Hoy no cambié mis rutinas. Me levanté a la 5:00 am, salí a correr al rededor de la montaña y luego regresé para hacer una hora de ejercicios en el gimnasio que tenemos en el sótano. Fui a mi habitación me duché y vestí con uno de mis acostumbrados trajes a la medida y luego salí a trabajar en la Cueva. Nuestro cuartel y sala para torturas.
Estábamos involucrados en el tráfico de drogas, armas y extorsiones, asegurando nuestro dominio en el bajo mundo. Tenía un grupo de hombres de confianza, aquellos en los que creía y confiaba ciegamente. Entre ellos, se encontraba Ugo, más que un trabajador más un amigo y mano derecha.
Ugo y yo habíamos crecido juntos en las calles de Moscú. Habíamos compartido momentos difíciles y momentos de triunfo. Creía que nuestra lealtad era inquebrantable. Pero mi confianza fue puesta a prueba cuando comencé a notar pequeñas fisuras en su comportamiento.
Al principio, no le di mucha importancia. Todos pasamos por momentos difíciles, y pensé que algo similar le estaba sucediendo al pequeño nerd de las computadoras. Pero a medida que avanzaba el tiempo, sus acciones se volvieron más sospechosas. Comenzó a desaparecer sin explicación, a ocultar información y a actuar de manera errática.
Todo empezó desde el día en el que secuestraron a Willow y le encargué muy explícitamente que la buscara, pero por primera vez, su gran capacidad no dio para la tarea. Intrigado y preocupado, decidí investigarlo por mí mismo.
Contraté a un hacker externo, un jovencito de lentes irónicamente amigo de Annika, para que accediera a la información personal de Ugo y descubrir si estaba conspirando en mi contra. Lo que descubrí fue un golpe en el estómago.
Ugo, mi gran hacker y amigo, estaba trabajando en secreto con una organización rival, proporcionándoles información privilegiada sobre nuestras operaciones y nuestra red de contactos. Estaba traicionando todo en lo que creíamos, vendiendo nuestra confianza y nuestra lealtad por dinero y poder.
La ira llenó mi corazón mientras procesaba la información revelada. Sentí una mezcla de dolor y traición que nunca antes había sentido. Cómo podría alguien a quien consideraba parte de mi familia hacer algo así.
No hace mucho se había sentado en la mesa con mis padres y hermanos a cenar y reír como siempre, aunque actuaba un poco distante, no dejaba de seguir siendo el chico con el que todos bromeaban y mi hermana abrazaba.
Decidí actuar rápidamente, sin mostrar ninguna señal de debilidad. Llamé a una reunión privada con Ugo, invitándolo a una casa abandonada en las afueras de la ciudad. Me aseguré de tener a varios de mis hombres como respaldo, en caso de que las cosas se pusieran difíciles.
Cuando llegó, su mirada se encontró con la mía. Podía ver el destello de culpa en sus ojos, pero también una determinación desesperada por salvarse a sí mismo. Llevaba una pistola en su cintura, pero sabía que estaba superado en número y no iba a arriesgarse a disparar.
—Ugo...—camine despacio recorriendo la destartalada casa—Amigo mío, has jugado chueco con los que te dan de comer.
Su cuerpo gordo se enderezó en su lugar y he de admitir que su actitud valiente me hace admirarlo un poco después de todo puedo contar con tres dedos las personas que se me han enfrentado y por ahora no han salido bien paradas. Quisiera decir que podré perdonarlo y meterlo en mis filas nuevamente, pero mi orgullo y sobre todo la Organización no perdona a los traidores.
Irónico porque mi esposa está en mi casa con mis hijos vivita y coleando.
Me hice el ciego por algunos días para darle la oportunidad de que él mismo me dijera lo que estaba haciendo y ponerle un castigo que no le quitara algunas uñas y una muerte asegurada, pero decidió quedarse callado y seguir recibiendo dinero del hijo de puta de Diego Manchini. Un arrastrado de Donato que muere porque el viejo le dé la mano de su hija zorra y que lame el suelo por donde pasan esos mequetrefes.
Diego es uno de esos hombres que los hunde la avaricia y la envidia. Codicioso como él solo y sin una pisca de dignidad. Es uno de los hijos que le quedan al antiguo sotocapo italiano muerto y por lo tanto dispone de un gran poder, pero como todo el que está rodeado de Donato, es alguien con sed de grandeza sin poder sostenerla.
En este mundo jugamos el juego que nos conviene. Se hace del lado limpio o sucio, pero todos buscan su bienestar. Nadie toma lo que merece sino lo que quiere y aunque no digo que yo no sea un tramposo, lo que hago se hace a la altura y sin tener que lamberme a medio mundo en el proceso como lo ha hecho el maldito jefe de la mafia Italiana.
—Te fuiste con los italianos.
—Alexey, cómo crees que sería capaz de lo que me estás acusando... las cosas no son como piensas—su compostura se rompe y una risa nerviosa lo abandona—Solo estuve haciéndoles creer que estoy de su lado para buscar información y dártelas a ti. Vamos, somos casi hermanos viejo. ¿Cómo crees que te haría eso a ti y a tu familia?
Saco un cigarrillo de mi bolsillo, el brillo reluce en la casa oscura porque el sol ya se está acostando y aquí no hay ningún bombillo, le doy una calada y cierro los ojos dejando escapar el humo.
Sin rodeos, le mostré toda la evidencia que había recolectado en su contra. Su rostro palideció, y por un instante, pensé que podría arrepentirse y pedir perdón. Pero en cambio, su expresión se endureció, y su voz se llenó de frialdad mientras negaba cualquier traición.
—¿La única pregunta que tengo es por qué?
Su actitud de mogigato se va y aprieta los labios dejándome ver a mi enemigo dentro de mi gente. El maldito que delató mis movimientos que me hizo perder millones de dólares que ahora mismo podía estar disfrutando.
—No tenía todo lo que merecía. Al lado de ustedes solo era un peón al que buscaban cuando necesitaban y luego solo usaban para sus burlas estupidas de mi peso o lo nerd que soy. No creas que me engañaste haciéndome creer que era tu amigo cuando en realidad de lo único que buscabas abusar era de mi inteligencia—dice con convicción y aprieta los puño.
Mis hombres están afuera vigilando el perímetro por si algo está fuera de control. Cuando Ugo llegó querían estar adentro por si tenía alguna arma peligrosa, pero me rehusé. No soy tan mediocre como para no saber sobrevivir. A eso estoy acostumbrado y ellos ya deberían saberlo.
Ugo parece querer pelear conmigo en este momento. La rabia y el odio puro que antes no fue revelado en sus ojos saltones gotea en cada palabra que de sus finos labios salen.
—Ustedes, los mismos que se creen todos poderosos son los que dejan que los que no tienen para comer se mueran de hambre y de pestilencias mientras tengan dinero para limpiarse el culo y la gente del bajo mundo puedan ser usadas a su conveniencia. Mi madre murió de sida hace años y te dije que necesitaba medicamentos, pero preferiste drogarte en las termas de una puta e ir a jugar a los carritos choclones con los idiotas de tus amigos. ¡Hay más como yo! Puedes matarme hoy, pero nadie olvidará esto y se seguirán levantando contra el mandato de tu maldita familia.
Apoyo la espalda en la vieja mesa a punto de romperse y tiro el cigarro a mis pies pisándolo.
No me tomo la molestia de discutir con él. Sabía lo que había descubierto y nada de lo que pudiera decir cambiaría eso. Con la calma que solo se obtiene después de años de luchar en el inframundo.
Llamo a Lev y la montaña de masa entra corriendo.
—Llévalo al bosque.
No tengo deseos de ensuciarme las manos hoy y no me apetece ver a mis hombres torturarlo. Allá afuera espera algo mejor que me dará el espectáculo que necesito para coger fuerzas y descubrir cuantos son los que él dice que están en contra de mi familia.
Lev lo arrastra hacia fuera y él no pone resistencia. Sabe que no tiene salida y eso está bien porque nunca estuvo dentro de mis planes dárselas.
Antes de salir de la chosa con olor a mierda tomo la botella de borboun encima de la mesa y dejo caer uno de mis encendedores en el suelo prendiéndole fuego a cualquier huella que haya dejado aquí.
No duramos mucho para llegar a nuestro punto y hasta el hombre más guapo que ahora hace parte de mi grupo, más específicos Lev, traga saliva al ver a los perros del infierno mirando hambriento a todo lo que se mueve. Ya no tienen el tapa bocas mostrando los dientes mortales que se cargan, baba llena de rabia gotea de sus bocas y luchan por soltarse con cada paso que damos cerca de ellos.
Están entrenados para matar sin piedad. Son un regalo del abuelo que me fue dado cuando me reformé. Se llaman Cerveros. Todos y cada uno de ellos, más exactos 5. He visto de primera mano como desgarran a sus presas y esa es la muerte que merece el hipócrita que llamaba amigo. Ese que le dio entrada en la seguridad a los hombres de Donato para que trajeran sus cajas de muerto a mi casa y dio las coordenadas a los Alemanes que atacaron a mi hermano en la carretera.
Él cree que yo no lo sé, peor hace mucho que las cosas no se me escapan.
Los perros ladran hambrientos al ver toda la comida que les espera y suelto un bufido al ver cómo los pipis corren por las piernas del gran traidor Ugo.
—Dale de comer a mis niños—le ordeno a Lev que lo tira saliendo rápido de la mira de ellos.
Lo único que quedan son los gritos de auxilio cuando comienza a ser devorado con rabia.
Me fumo otro cigarrillo y le doy un gran trago a la botella en mis manos disfrutando como me quema la garganta.
—Por los traidores de la Bratva.
Mis hombres levantan sus manos victoriosos.
—¡Por los traidores de la Bratva!
Ugo desapareció esa noche, junto con su traición y su deslealtad. No hubo perdón para él, solo la justicia que dicta la Bratva. A partir de hoy, aprendí que la lealtad es una apariencia, y que incluso aquellos que creemos que nunca traicionarían, pueden hacerlo. Desde ahora sé que mi mirada se volvió más aguda y mi corazón más frío, porque en el mundo en el que vivimos, solo el más fuerte y cruel sobrevive.
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