Setenta y cuatro. Kapteyn
Querido Diario:
Cuando los estudiantes de mi clase votaron por mí para el papel de Julieta, casi me quise caer patas arriba. Es decir, ¡estaban votando por mí! La nerd, la loca de las estrellas, la que tiene un papá en la cárcel y la que "es tan fea que contamina el aire de aqui a Australia".
La maestra de literatura me miró con ojos brillosos, queriendo que aceptara. Es obvio, esa mujer me ama, literalmente. Entonces miré a Nathan, quien estaba cabizbajo. Lo llamé por su nombre llamando su atención, y solo me miró y me sonrió como diciendo "si quieres hacerlo, adelante". Me sentí como la mierda. El quería actuar. Y no iba a poder hacerlo.
E hice algo muy valeroso. Le dije a la maestra que aceptaría si dejaba que Nathan fuera Romeo. Ella al principio dijo que eso debía estar en votación, y los estudiantes rumorearon entre ellos. Pero por primera vez fui firme, y conseguí algo bueno. Al final, la maestra aceptó resignada. Algunos protestaron, pero nada iba a evitarle que yo actuara.
Y cuando Nathan me miró con esa cara llena de felicidad y esos ojos llenos de agradecimiento, sentí que mi existencia había cobrado sentido.
Hasta hace un par de minutos, que me di cuenta de que Nathan y yo tendríamos que protagonizar una obra romántica. ¡Dios, ¿Qué he hecho?! ¡Actuar en público! ¡Con Nathan! ¡Romeo y Julieta!
Estoy perdida. ¡ESTOY PERDIDA!
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