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Sienna Lane


No había presenciado muchos eventos, especialmente los lujosos. Yo era más bien, del tipo que prefería estar escondida entre las sombras vigilando a todos. Y si me ponían en un evento lleno de personas con trajes muy elegantes, sentía la gran presión social. No lograba encajar en estos eventos, por ello, los evitaba todo el tiempo.

Y gracias a Saomi, pude evitar grandes cantidades de ellos. Pero está noche ella no se encontraba aquí, y tendría que lidiar por mi cuenta todo el suceso.

Dakota y yo fuimos interceptadas por Mei y el soldado Milton. Este último me miraba tan intensamente, que podía jurar cuales eran sus sucios pensamientos.

Hoy no tengo la energía para lidiar con un enamoramiento poco interesante, además, tengo una misión a primera hora del día de mañana.

—Hola, Sienna —habló Milton que cualquiera—. Te vez...

—Iré a saludar al capitán Niall —acoté para dejarlos atrás.

Esperaba que fuera tan obvia para que Milton dejara de estar metiéndose en mi camino todas las veces que podía.

Era un hombre atractivo. Con su metro noventa, piel tan oscura como la noche, aquellos labios carnosos y una mirada tan dulce que, llegaba a sentirme ahogada por la esencia de su mera presencia.

Él era demasiado dulce para mi gusto.

No importaba si sus grandes manos podían cubrir por completo mis pechos desnudos, o si sus grandes labios podían causarme una sensación tan placentera al sentirlos sobre mi piel. Él era demasiado bueno en muchas cosas, pero yo no podía aceptar sus sentimientos. De lo contrario, nos estaría engañando a ambos.

Yo estuve en una relación formal por años, y las cosas terminaron saliendo mal. La causa de la ruptura, fui yo.

Mi gran intolerancia ante mi vida sinsentido se ha vuelto una decadencia en la que podría afectar mis habilidades como persona y agente.

Todos los días, tenía que mentirme a mi misma para poder aguantar la postura y seguir las ordenes.

"Algún día no podrás tolerar todo lo que llevas acumulado, entonces vas a explotar, Sienna. Y podrías escoger el lado equivocado" —Alguna vez me había dicho mi hermana eso. Me suplicaba ir con un psicólogo para lidiar con mi falta de ánimo.

Cambié mi rumbo a la mesa de las bebidas y tomé una copa de vino.

La gente entraba y entraba. Pasaron por lo menos veinte minutos para que todos estuvieran presentes, y entonces, el señor Lois llegó acompañado de los coroneles y capitanes de más alto nivel ante sus misiones, a su lado, un hombre que reconocí al instante, saludaba con una sonrisa pícara a todos los presentes.

Bebí de la copa de vino que tenía en mis manos, recorriendo con la mirada todo en él, pensando en lo fabuloso que se veía con ese traje azul rey. La solapa con pico y el esmoquin en el tono similar, lucían como su sello personal acompañado de una camisa y corbata negras, con sus cadenas decorativas en el bolsillo. Y luego, estaban sus guantes de cuero negro. No encajaría en un atuendo de gala, pero en él, lucía de manera extraordinaria. Bebí otra copa de vino, y me concentré en su peinado perfecto, la sedosa cabellera negra estaba concentrada en una misma dirección. Y sus ojos avellana eran más profundas por la luz tuene del salón.

Realmente atractivo.

No aparentaba ser una persona dulce, en realidad, era más bien, del estilo obsesivo controlador. Estoy segura que esa era su marca.

Y como si fuera capaz de leerme la mente, miró en mi dirección dándome una mirada tan penetrante que me volvió diminuta, era profunda y con un brillo que me noqueó las ideas. Luego, su sonrisa...

Me percate de que era una persona muy misteriosa y enigmática. O simplemente sabía como jugar con el sexo opuesto.

Su sonrisa coqueta fue lo suficientemente buena como para despertar mi interés en él.

Rompí el contacto visual, demostrando que no ganaría su objetivo. En su lugar, caminé en dirección del capitán Niall Bruce que estaba reunido con White y Becka Davis.

—Buenas noches —los saludé a todos—. Se ven fenomenal.

—Y tu, querida. Te vez hermosísima —me flirteo el agente White—. Tendrás que concederme un baile —pidió.

—No soy buena bailando —acoté de prisa—. En realidad quería hablar un momento a solas con el capitán Niall. Tengo una duda sobre la misión.

—Claro. Si nos permiten —dijo el capitán y los soldados se retiraron enseguida—. El azul rey te queda de maravilla, Sienna —me dijo.

—Gracias. Usted igual luce bien, no sabía que el estilo formal y elegante era lo suyo —le hice saber con una sonrisa.

—Es muy amable de tu parte. Pero estos eventos y yo, en definitiva no somos compatibles.

Asentí, comprendí bien a lo que se refería.

—Dime, ¿cuál es tu duda?...

Fuimos interrumpidos cuando la orquesta dejó de tocar y se le dio toda la atención al señor Lois. Había llegado a la mesa central que estaba en la columna más alta del salón, junto con todo el sequito de coroneles y algunos capitanes. Y a su lado...

—Es un honor presentarles al fin, a nuestro nuevo socio, Ernest Stewart. Fundador de las empresas Newton, cuya función es crear las mejores armas jamás vistas. A partir de este momento, forjaremos una unión consolidada por la confianza y la lealtad.

Todos aplaudieron, y yo también.

—Ahora, unas palabras por el nuevo Líder de la División Secreta.

El señor Lois le cedió la palabra. Ernest Stewart observó todo el salón, con una sonrisa amigable y luego se detuvo en mi dirección, le dio una mirada rápida al capitán a mi lado y volvió a centrarse en mí de la forma menos sutil posible.

Algunos soldados siguieron su mirada para encontrarse conmigo, y Niall Bruce dio un paso al frente para ocultarme con su enorme cuerpo. Esto los distrajo a todos de la atención de Stewart. Ese detalle fue inaudito, pero sentí una calma al saber que podía tenerlo de apoyo en una situación como esa.

—Es un gusto poder conocerlos a todos. Hace unos meses se estaba llegando a un acuerdo para formar parte de esta singular agencia. Y fue toda una sorpresa cuando por fin pudimos llegar a un acuerdo que beneficiara a ambas partes. Por favor, cuiden de mí, como yo cuidaré de ustedes como agencia —acotó y volvió a mirar en mi dirección—. Los apoyaré incluso si se meten en graves problemas.

Sentí el peso en sus palabras otra vez.

El resto del evento se llevó a cabo. Una cena y luego un tiempo para los bailes clasistas que se nos enseñaban a temprana edad. Era de hecho, el único tipo de baile que la generación conocía. Y creo que en los últimos siglos, ha sido lo mismo.

Pude esconderme de White y Milton con éxito, ambos querían un baile conmigo. Pero gracias a mi habilidad para pasar desapercibida, logré estar en paz en las primeras dos horas.

Mientras, estaba de pie escondida entre dos columnas, al lado de la mesa de bebidas, me serví otras dos copas de vino tinto. Con estas, eran mis doceavas copas. Necesitaba algo más fuerte para perder el conocimiento e irme a descansar. Observé a algunos de mis compañeros disfrutando de los bailes, Mei y Dakota incluidas. E incluso Milton pudo conseguir la compañía de una chica para bailar. Sonreí ante la imagen, eso me aliviaba el alma y lo cruel que me he sentido al rechazarlo sin ser capaz de expresarle lo que realmente pienso sobre las relaciones.

Bebí otra copa.

Treceava copa contada.

Y antes de poder continuar con mi festín de bebidas, la fragancia varonil de un hombre se detuvo frente a mí. No quería levantar la mirada, porque estaba segura de con quien me encontraría. No obstante, él lo comprendió perfectamente.

—Sería muy descortés de su parte rechazar mi invitación a un baile ¿verdad?

Solo entonces, tuve que forzarme a mirarlo. Tenía su sonrisa traviesa y sus ojos brillando por la malicia de la situación.

—La he visto entretenida con las mesas de las bebidas. Para su desgracia, la he conocido, ahora será difícil que pueda escapar de mi interés.

—¿Es eso una amenaza o es una nueva forma de pedirle a alguien tener un encuentro casual? —Quise saber.

Era la primera vez que me encontraba con alguien que fuera tan formal incluso con su forma de hablar. Lo había notado la primea vez.

—Yo no tengo encuentros casuales —puntualizó—. Mi atención solo podrá tenerlo una persona hasta el día que muera.

—¿Qué muera usted o ella?

Sus ojos brillaron y su sonrisa se anchó más. Hasta cierto punto, sentí una embriagadora sensación a maldad.

—Que interesante es, señorita Lane. Entonces... —me extendió una mano.

Pude haberlo rechazado, sino fuera porque el señor Lois tenía un ojo encima de su invitado, todo habría salido bien. De mala gana y con una sonrisa forzada, tomé su mano y nos dirigió a la pista de baile.

Tres de las cosas que he odiado hacer en mi vida, están surgiendo en este momento.

1. Hacerme notar en público.
2. Usar vestido y fingir que me divierto.
3. Sentirme atraída fuertemente por alguien, capaz de aventarme encima suyo para devorarlo por mi fuerte deseo sexual.

En la pista de baile, con la atención de todos puesta en nosotros, nos preparamos para bailar a la sinfonía de la canción más reciente.

—¿Ha escuchado sobre el destino y las casualidades? —Me preguntó.

—Depende. ¿Qué información tiene usted?

—Tres casualidades guían a los amantes a reconocerse, y el destino los une una y otra vez, hasta que ambos acepten que están predestinados —su voz es... irremediablemente, adictivo para mí.

Carraspeo por la sensación, por lo estúpida que me sentí ante la debilidad de solo unas palabras.

—Es la primera vez que lo veo...

Ernest sonrió como si supiera un secreto, lo cual solo me irritó. Me hizo sentir recelosa, últimamente todos me guardan secretos.

—Bueno. Pero la segunda casualidad es que ambos vestimos trajes combinados —acotó deleitándose con su comentario.

Y en efecto, lo noté. Ambos teníamos trajes en el mismo tono azul rey.

Si tan solo, Ernest Stewart no fuera completamente mi tipo, todo podría haber salido bien. Bailamos tan perfectamente, que era como si pudiera adaptarse a mis torpes pasos.

—Lo siento —acoté, esquivando su mirada, tenerlo tan cerca era muy embriagador—. No soy muy buena con los bailes.

—Lo estás haciendo perfectamente bien —respondió en un susurro muy cerca de mi oreja.

Sentí como la piel se me enchinaba, y el deseo de aventar sobre él, se hacía más intenso. Cerré los ojos y procuré concentrarme.

—¿Mañana estará ocupada? —Me preguntó.

—Si. Tengo una tarea, así que estaré muy ocupada.

—Entiendo, procuré tener cuidado. Y si tiene complicaciones, puedes buscarme.

—Es muy amable de su parte...

—Bueno, soy bueno recordando los favores. Y yo le debo uno, señorita Lane.

—Claro.

Al finalizar el baile, le mentí a Ernest Stewart sobre mi cansancio. Así pude escapar del evento e irme a descansar al fin. Aunque en parte fuera una mentira, también estaba el otro asunto sobre mi frágil voluntad ante él.

Puedo estar convencida de que su presencia era muy peligrosa.

Había un sitio solitario en todo este lugar repleto de cámaras y guardias. Un lugar secreto del que nadie sabía, y el cual era mi lugar perfecto para escapar por un tiempo. Procuré estudiar a mi alrededor, para que nadie se fijará en mí y cuando sentí los perímetros despejados, ingresé a la biblioteca. Me dirigí a la sesión de libros antiguos en la primera planta, me detuve en la tercera columna repleta de títulos conocidos y moví un libro rojo, el cual, tras un ruido interno abrió una puerta secreta a un pasadizo.

Ingresé en medio de la oscuridad y seguí el camino hasta el final.

Ya me había acostumbrado a ser solitaria y caminar a ciegas. Ha sido parte de mi largo y arduo entrenamiento desde que ingresé a la academia militar.

En el exterior podía apreciar la noche, la luna y las estrellas, iluminaban un pequeño estanque en medio de un jardín abandonado. Era parte de las antiguas instalaciones de la División Secreta. Abandonada hace décadas, y ni un alma se asomaba porque las nuevas generaciones desconocían su existencia.

Me senté en el borde del estanque y aprecie el silencio iluminado por la belleza de la noche.

Tenía tantas cosas por las que preocuparme y mucho trabajo de por medio, no tenía un momento de respiro más que esté, en estás circunstancias. Y hubiera apreciado que continuará así por un momento más, pero alguien decidió interrumpir mi escape secreto.

Antes de reconocer el fino perfume y la vitalidad que transmite, sentí un hormigueo en todo el cuerpo y tuve la sensación de un deja vu. Dirigí mi atención a la persona que yacía ingresando por la apertura del pasadizo, a espaldas de mí. La escena parecía un sueño, un recuerdo que nunca tuve.

—¿Cómo encontraste este lugar? —Le pregunté sin mostrar la debilidad que era para mí. La debilidad que comenzaba a ser para mí.

No respondió.

Pero se acercó con pasos lentos, estudiaba toda la zona, no movía la cabeza pero sus ojos danzaban de un lugar a otro. Su atención iba de la luna hacia a mi.

—Te hice una pregunta... ¿Acaso estás siguiéndome? —Repetí.

Ernest Stewart se limitó a desaparecer los pocos centímetros que nos separaban y en un arrebato de lo que estuviera pasando por su misteriosa cabeza, me sostuvo entre sus fornidos brazos y me sonrió.

Era una sonrisa cálida, incluso tierna. Algo que jamás imaginé ver en él, considerando la clase de esencia que transmitía. Y el porte recto y elegante que también albergaba misterio. Sentí como me faltaba el aire, y luego, el arrebato de una conocida emoción.

—Eres tan bella, pero no como la Luna —reconocí un acento inglés, ya no era su perfecto español. Y sus manos acariciaban suavemente mi espalda—. Tu eres más exquisita, eres una bomba de tiempo, incapaz de mantener relaciones, expuesta a cambios constantes por tu desajuste mental. La Luna se queda corta ante ti —sentí como subía sus manos a mi cabeza, por un segundo ansiaba sentir su tacto y no lo que me permitía el cuero de sus guantes—. Y yo me reverencio ante tu presencia.

Estaba hipnotizada. Sabía que esto estaba mal, que impediría mi misión si me involucraba con alguien superior. Podría poner a todos en peligro, a Mask y a Saomi... Incluso a David Jonas. Por un segundo mis sentidos volvían con un golpe seco, dispuesta a empujar a este hombre frente a mí.

No obstante, sucedió la cosa que menos esperaba.

Ernest volvió a sonreirme y luego me robó un beso.

Sus labios eran fríos, tal cual un muerto. No había intensidad, nos tomábamos el tiempo suficiente para disfrutar está impresionante vibra, está experiencia que comenzaba a fascinarme.

Una emoción que había olvidado empezaba a recorrerme por todo el cuerpo hasta estallar contra mi intransigente personalidad. El ímpetu de que estábamos haciendo algo incorrecto no me dejaba pensar con sensatez, solo tenía la desesperada necesidad de tenerlo cerca de mí. Cómo una droga.

Sentí como bajó la intensidad de su beso, y cuando menos lo esperaba, él yacía admirándome con esa dulce sonrisa. Me acarició el rostro suavemente, y yo, como una tonta incapaz de rechazarlo, grabé cada segundo en mi memoria. Esto era un recuerdo que no me gustaría olvidar jamás.

—Eres muy bella, Sienna —repitió—. Tanto que podría traicionar a quién fuera con tal de mantenerte a mi lado.

La forma en la que dijo su confesión prendió el interruptor que estaba averiado. Sus palabras eran tan cuidadosas que cualquier agente experimentado podría entender el doble sentido. Me preocupó la idea de que quizá este hombre sabía algo más de lo que dejaba saber a todos. Me alejé de él, y sentí un jalón en el interior, como si me desconectaran de una máquina que podía mantenerme con vida.

Ernest mantuvo su mirada en mí, de dulzura pasó a aquella mirada indeleble, la tan característica que transmitía maldad. Y después sentí la vibra amenazante que percibí en el salón.

—¿Te diste cuenta? —Preguntó con una expresión fría y sin emoción.

A este punto parecía un muñeco frente a mí.

—¿De qué? —Me atreví a preguntar.

—De lo que me haces, serás mi mayor problema en el futuro, Sienna —tras guardar silencio, se tocó los labios y luego sonrió mientras miraba hacia la luna—. Es la primera vez que alguien o algo le gana a la Luna.

Recordé la forma en que me comparo con el satélite. Algo fuera de lugar, pero si pensaba en las características que la rodeaban, podríamos asemejarnos en algo. Antes de que pudiera decir algo, la explosión de los fuegos artificiales llamó nuestra atención.

Miré hacía el cielo, y vi cómo se decoraban con colores y chispas, era un evento muy inusual y encantador.

—Tu eres encantadora —me susurró en la oreja, bajé la mirada y ya lo tenía tan cerca de mí—. Sabía que te gustaría.

¿Pero qué carajos estaba ocurriendo conmigo? ¿Desde cuándo podía permitirme tanta vulnerabilidad por un completo desconocido?

Pestañeé, claramente avergonzada. Me apresuré a alejarme e inventarle una excusa más para salir de ahí. Prácticamente huí como una cobarde y me resguarde en la tranquilidad de mi habitación.

Recargada sobre la puerta, en medio de la oscuridad y los sonidos lejanos, escuché algo más haciendo un fuerte sonido en mi cuerpo. Ese maldito órgano estaba acelerado por el éxtasis de lo incorrecto.

-Ruelle: Monsters-

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