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Sienna Lane

Septiembre 21 del año 4017
Continente Máximo Asiático
Terreno Deshabitado a 500km de las aristas de Arabia Saudita Nueva #6


Dos años después...

Hay una historia que se les ha contado a las generaciones después de la tercera guerra mundial. Una historia extraña que narra el método de supervivencia por la que ahora toda la humanidad debe obedecer sin queja alguna a sus gobiernos. Lideres que suponían seguir el pacto de la paz y la convivencia mundial.

Cuando la guerra finalizó, los gobiernos en pie comenzaron a levantar los cimientos de la esperanza. Ejecutaban a aquellos que no deseaban un nuevo mundo regido por seguidores de la justicia y la paz. Aquellos que se negaban a que la guerra finalizara, y los que estaban en contra del nuevo método de vida que se llevaría más adelante, todo ellos fallecieron esa mañana del catorce de octubre del año tres mil setecientos cuatro.

Y solo algunos fueron perdonados, sentenciándolos a vivir en las Tierras Erradicadas. Territorios que les pertenecían a aquellos que incitaron la guerra y que se negaron a un nuevo pacto de paz. Los que residían allí fueron llamados Esclavos. Y los trataban como tal.

Al principio, se dijo que las leyes gubernamentales eran justas, dignas de valorar y toda la humanidad estaba de acuerdo. Existía la paz de la que tanto se hablaba. Por la que tanto se peleó. No obstante, no por la que se anhelaba.

Pero entonces, al paso de los años, las cosas se fueron complicando. Los recursos que les quedaban comenzaron a escasearse, la tasa de natalidad aumentaba cada vez peor, y la contaminación que era inevitable comenzó a expandirse más rápido. Así que los políticos, científicos e ingenieros decidieron hacer algo diferente. Cambiar el estilo de vida en la que comenzaba a acostumbrarse la humanidad.

Redujeron la tasa de natalidad. Superaron el número de muertes por día. Y crearon canales en forma de laberinto para mantener la contaminación lejos. Crearon los recursos artificiales que reemplazarían a los naturales. Construyeron edificios que podían ser manipulados de diferentes maneras, e incluso destruirse al oprimir un solo botón. Estrategias de supervivencia lo llamaron.

La humanidad intentó adaptarse al cambio inesperado. Cada individuo lo sobrellevaba a su manera. Hasta que la arrogancia del hombre comenzó a incitar una nueva disputa sobre clases sociales y economía.

Comenzaron a cambiar las leyes. Los gobiernos no querían escuchar la mención de las primeras guerras mundiales. No querían recordar el pasado escandaloso que se vivía en la Tierra antes del año tres mil ochocientos. Se prohibieron muchas cosas. Ya nadie podía escoger libremente su lugar de nacimiento, no podían hablar sobre la historia de la humanidad sin ser llamados revolucionarios. La paz de la que tanto alardeaban los gobiernos comenzó a desvanecerse.

Y solo una penumbra obsesión por el poder y liderazgo se apoderó de toda la tranquilidad. La humanidad fue condenada a seguir las nuevas leyes, obligados por los gobiernos y sus ejércitos sangrientos que preferían el orden, ante todo.

Por una parte, ellos tenían razón. La humanidad parecía más sana. Las elecciones sobre sus vidas se proporcionaban de manera ordenada y limpia a través de los Consejos de Humanidad que los mismos gobiernos crearon. Nadie podía hacer nada sin el consentimiento de terceros. No habían tantos peligros, no habían remordimientos entre vecinos o compañeros de trabajo.

O eso creyeron hasta que las primeras revoluciones surgieron. Gente que estaba cansada de la falsa paz que presumían los gobiernos, querían su libertad de regreso. Querían saber cómo era la vida en la tierra antes del año tres mil. Querían saber la verdad acerca de lo que se les negaba.

Los Gobiernos se están descarrilando del que suponía su objetivo principal, y nadie puede decirles algo.

Hoy, están muy enfocados en los Terrenos Prohibidos. Son los lugares más infestados de radiación, cuyos sitios fueron el campo de batalla durante la última gran guerra.

Ya he estado al tanto de que jamás se ha encontrado algo fuera de lugar, no desde que la guerra había concluido. No hay nada de otro mundo. Las cosas por estos sitios son similares. Sólo hay árboles y una peste que podría matar a quién tenga la desgracia de inhalar en esos lugares. Por eso mismo estos sitios están encapsulados en una especie de escudo con forma de burbuja. Podemos traspasarla y no morir siempre y cuando usemos los equipos adecuados.

Camino atenta a mis pasos, con el arma preparada procurando poner en práctica todo lo que he aprendido. Veo a mis compañeros haciendo una mejor labor que yo. Vigilo cada movimiento, y mantengo la tranquilidad para terminar mi trabajo con éxito. Mi atención se centra en un sutil movimiento entre los árboles, podía jurar que vi a alguien espiándonos. Sin embargo, el capitán Niall Bruce me llama a una nueva tarea, antes que me enfoque a averiguar qué sucedía en cierto perímetro. Suelo ser muy observadora, especialmente en esta clase de misiones, donde no tengo respaldos de mi agencia.

—Soldado, Lane. Necesito que vaya al lado sur y active las cámaras. Hay una interferencia, y el cuartel ha anunciado qué están desactivadas.

Soy muy consciente de que mi especialidad era la mecánica y la tecnología. Así que soy la más calificada para completar la tarea. Y está es una buena oportunidad para separarme del equipo por un momento para completar mi verdadera misión.

Bajo el arma y asiento con seguridad. Si algo fue parte de mi arduo entrenamiento, era saber actuar como si nada más estuviera ocurriendo.

Para Niall y el resto de su equipo, solo era una novata que apenas podía sostener el arma de la forma correcta.

Fue muy difícil crear accesos para mi entrada. Pero nada era imposible si teníamos a nuestros agentes infiltrados en la agencia desde hace mucho tiempo. Sólo así hemos logrado tantas cosas. Nosotros tenemos una importante causa que nos motiva, la de mis enemigos las desconozco con totalidad, pero estoy segura que el bienestar del mundo no es su prioridad.

—Por supuesto, capitán.

—Irá sola —señaló enseguida.

Me quedo estática por un momento, es normal para un capitán mandar a sus subordinados a hacer ciertos trabajos, pero esperaba que enviara a otro soldado conmigo. Siento una molestia por esta inesperada situación. No obstante, puedo darle el beneficio de la duda. Quizá solo está probando la valentía de una inexperta, como me he dado a presentar los últimos meses.

—¿Sola?

Mi pregunta lo toma sin importancia.

—¿Por qué? ¿No puede?

Niego. Estar en entrenamiento para formar parte de la organización de la División Secreta era una tarea difícil, las actividades eran muy complicadas y tenían demasiadas dificultades. Pero, aun así, se presumía que era una de las mejores agencias, la más financiada y la más involucrada con los gobiernos.

Y a la que menos le importaba si sus nuevos subordinados morían en el intento.

—Iré ahora mismo, capitán —acoto.

Le doy un último vistazo a mis compañeros. La mayoría aquí han estado entrenando toda su vida, y muchos son más grandes que yo. Creo que soy la única que está en sus veinte y, tiene la oportunidad de formar parte de esto. Aunque no es algo que yo haya querido. El coronel Fredek Kozlov necesitaba que alguien más se infiltrara en el nuevo reclutamiento de jóvenes para la División Secreta.

Yo fui la mejor opción. He pasado la mitad de mi vida entrenando con mi hermana, la capitana de dos divisiones en ambas organizaciones. Mi padre era un coronel en la División Submarina en El Americano. Y mi madre fue una científica reconocida en todo el mundo. Así que se puede decir que soy lo suficientemente fuerte, habilidosa e inteligente para obtener un porcentaje excelente en esta misión.

A mi hermana no le pareció agradable. Pero no se quejó ya que la orden venía directa del coronel Fredek Kozlov. Además, no le di opción.

El motivo de mi presencia en este sitio se debe a tres grandes peligros. Lo primero, hay rumores de que alguien quiere utilizar los Terrenos Prohibidos como su patio de experimentos. Lo segundo, Mask desea proteger algo aquí adentro, algo que ellos decidieron no contarme, y por lo cual no estaré dispuesta a preguntar, porque sobre todas las cosas confío ciega y plenamente en la agencia a la que sirvo. Y lo tercero, es vigilar al científico Huang y arrebatarle su investigación más importante.

Hasta ahora, poco he descubierto. No me permiten acceder a la sesión científica donde pasa la mayor parte de su tiempo. No obstante, alguien más de mi agencia lo ha logrado, porque las instrucciones que recibo, van cambiando con más frecuencia.

Me separé del equipo y me dirigí al sur para examinar el problema con las cámaras. Para mi mala suerte, está es la primera vez que estoy visitando un terreno deshabitado. Y es la primera vez que caminaré sola por un sitio lejos de casa. Procuro que el traje especial no este roto y siento mi pesada respiración sobre el casco. Me cuido de las puntiagudas ramas, temiendo a que puedan dañar el traje.

En los terrenos deshabitados nadie puede sobrevivir. Sin importar el poco tiempo que pases por aquí. Un segundo puede bastar para morir. He oído historias sobre personas muriendo por respirar el aire de este sitio, e incluso por llegar a tocar algo.

No, ni siquiera podría detenerme a sentir el aire. Sería una locura mortal.

—Lane, presente. Voy a colocar el chip ahora —digo en señas mientras identifico el árbol con una mancha azul, me habían dado una instrucción muy clara.

"Coloca tantos chips como puedas en los árboles con una marca azul que encuentres en tu camino"

"Mira la mancha azul y confirma tu posición"

"Y asegúrate de colocarlas en las cámaras de la División Secreta"

Una vez finalizada la colocación del primer chip, me limito a cumplir la orden del capitán Niall.

Camino más rápido cuando visualizo la línea de cámaras que están cerca de la arista que separa el mar del terreno. Mientras estoy en marcha, una idea ridícula me llega a la mente, quisiera estar nadando junto a mi hermana. Eso sería más agradable que estar aquí. Le comunico al capitán que he llegado a mi destino, y esté me apresura a arreglar lo que lo ha ocasionado. Hago lo que me pide y comienzo a trabajar en el problema.

Por como luce, tal parece que han sido interceptadas. Las cámaras no pueden sólo desactivarse porqué sí. Necesitan ser apagadas desde el Cuartel de Tecnología. Está clase de datos son las que deben ser comentadas en Mask. Reviso a mi alrededor, comprobando que no hay nadie cerca, me apresuro a sacar el microchip que me ha entregado el coronel Kozlov y la coloco en la tarjeta de las cámaras antes de activarlas. Aprovecho la oportunidad y coloco una cámara en la parte posterior de un árbol.

Escarbo en la tierra, lo suficiente para esconder un arma frente a la cámara que seleccioné, pronto, comienzo a sellarlo y esconderlo entre ramas. Lo hago con rapidez y mucho cuidado.

Sí mi cuerpo se ve expuesta al aire o cualquier cosa en este lugar, seré exiliada o incluso experimentada. Suspiro cuando mi trabajo está listo y activo las cámaras antes de que el capitán me llame.

—Ya está listo, capitán Bruce —le comunico.

—Espere un momento —el silencio se prolonga por unos segundos, lo suficiente para que el cuartel haya revisado si las cámaras ya funcionan—. Lo ha hecho muy bien, soldado Lane. Regrese enseguida.

—Por supuesto, capitán.

Miro hacía la cámara, hago una señal de saludo con las manos y le doy un vistazo por última vez el sitio y, cuando estoy segura de que he hecho las cosas bien y con mucha cautela, salgo de allí y regreso con los demás.

No suelo ser muy curiosa, ni siquiera me sorprendo con facilidad y tampoco suelo insultar demasiado. Pero en este preciso momento tengo una amarga sensación de que alguien está vigilando mis movimientos. Con el arma cargada y apuntando a la nada, me pongo en guardia y analizo el perímetro. Recuerdo cada pequeña cosa desde que me detuve, estudio con precisión que no haya nada fuera de lugar.

Toda la mala sensación que ya me domina se ve empeñado en clavarse detrás de un árbol poco ordinario. Sin embargo, la llamada del capitán Niall me impide seguir y me obliga a retroceder una vez más.

Además, nadie puede vivir en estos terrenos. Es muy mortal.

Con poca tranquilidad regreso a la formación, soy la última en llegar.

La primera parte de la misión ha salido con éxito, pero todavía no puedo bajar la guardia. Aún me queda por regresar al cuartel principal de la División Secreta y asegurarme de que nadie en el Cuartel de Tecnología haya notado mis movimientos.

Necesito reportar que solo hubo unas cámaras descompuestas de forma provocada. Y advertir de los árboles con la marca azul que he encontrado en el camino.

Luego de unas horas, el recorrido finalizó.

Trotamos hasta los límites del terreno, allá afuera nos esperan los pilotos con las camionetas terrenales. Nos sentimos menos alterados tan pronto salimos.

—Muy bien hecho. Ya pueden quitarse los trajes —nos ordenó el capitán Bruce.

Hago lo que nos dice hasta verlo a él haciendo lo que dice. Se quita el casco y luego el resto del traje. Lo imito y al fin puedo respirar el aire fresco del Estado Recolector.

El Estado Recolector es llamado así por la coexistencia de todo tipo de nacionalidad. Hay muchos estados recolectores en todo el mundo. Y es el único sitio donde hay más habitantes. Son los estados más grandes. Y es el más vigilado de todos.

Hay muchos jóvenes que esperan convertirse en agentes del comité. Cada uno pertenece a un equipo liderado por un capitán y acompañado de dos expertos.

Subo a la camioneta terrenal altamente modificada (para las agencias) junto a mi equipo, y espero llegar a tiempo a la cede principal de la División Secreta. Es una organización privada que mantiene a los gobiernos y a los ciudadanos mundialmente protegidos de cualquier amenaza. Sí la agencia distinguía o descubría un pequeño cambio de cualquier manera, se consideraba que era necesario una investigación exhaustiva para determinar si era o no, algo de que preocuparse.

La División Secreta ha destruido edificios que se determinaron enemigos, por resguardar al personal de organizaciones que esperaban la destrucción del gobierno que regía a todo el mundo. Era de esperarse, algunas personas iban a estar en desacuerdo con el modo de gobierno sobre todos. Es cierto que el mundo colapsó tras enfrentarse la tercera guerra mundial, y se convirtió en un caso perdido tras la cuarta. Pero de algún modo, las personas volvieron a levantarse y a construir sus edificios y sus arsenales.

Se dice que mucha gente estuvo en desacuerdo con los arsenales. Pues era claro que de algún modo la guerra permanecería durante más tiempo.

Para evitar una guerra, la mejor opción era el olvido total de las armas.

Pero éramos humanos. Siempre buscamos nuestra propia destrucción, y nos lamentamos de la peor forma para volver a pedir perdón. Podemos ser muchas cosas, pero jamás conscientes de nuestros actos. Somos unas bestias.

—¿Todo está bien? —Me pregunta Mei, sentándose a mi lado, cerca de la parte trasera de la camioneta.

Muevo la cabeza de arriba hacia abajo, diciendo un mudo Sí.

—Genial —respondió—. Hay tantos árboles, la vista es preciosa.

Eso ultimo lo dijo en su idioma natal, mandarín, y lo entendí a la perfección gracias a la presión de mis padres por estudiar muchos idiomas durante la infancia.

Yo también lo creo. Jamás había visto tantos árboles. Son pocos, lo sé, pero esto era un regalo que casi nunca alguien podía ver. Crecí sin ver uno sólo hasta ahora. La guerra dejó un interminable desastre. Los humanos se salvaron, pero no la naturaleza en su totalidad. O eso nos han estado contando.

Se dice que los árboles murieron definitivamente, y sólo perduraron algunos en muy pocos sitios; y hay terrenos que los mantiene en constante abundancia, pero son los sitios prohibidos. Nadie puede acercarse allí a menos que desees una muerte rápida y silenciosa. Y tampoco podemos sacarlos de su sitio, sin causar un peligro.

Los terrenos deshabitados son letales. Por eso los llamamos Prohibidos.

Nadie ha sobrevivido al entrar descubierto.

—Es una pena que sólo podamos verlos en sitios como estos —comento.

—Hay gente importante murmurando que los árboles, la fauna y más, viven en abundancia en el continente sin nombre —Becka Davis sabe más de lo que cuenta.

—¿Quién te lo dijo?

—Alguien por allá —comentó.

—Odio estás organizaciones por situaciones como estás —comenta White, el francotirador más experimentado que está en el equipo—. Todo es secreto.

—¿Y por qué estás aquí? —Habla Becka Davis, siempre tan molesta.

—Porqué la paga es buena y me permiten dispararle a la gente que considere mala.

—Y porqué puedes ingresar a los sitios prohibidos —completa Mei.

Me mantengo callada. No quiero charlar más de lo que debo, o de lo contrario podría ser descubierta. El coronel Kozlov me dio instrucciones claras.

Engañar a un equipo, formar parte de ella, e ir a un terreno deshabitado. Asegurarme de poner rastreadores y cámaras a cada sitio a donde me detenga, especialmente a los árboles con la marca azul. Después, regresaría al cuartel de Mask. Y mi trabajo finalizaría. Podré descansar después de esto.

Miro el camino y los árboles que dejamos atrás, en unos minutos llegaremos a la entrada del túnel laberinto. Un camino cubierto por los costados, que da la entrada a un laberinto que guía a diferentes caminos del estado.

Nos introducimos a la entrada con éxito después de las dos camionetas que van frente a nosotros. Respiro con más tranquilidad, ya hemos pasado el peligro al que temía. Ahora podré descansar las próximas tres horas antes de llegar a la aeronave que nos llevará al cuartel. El cual se encuentra cerca del centro del Estado Recolector.

Para viajar en el laberinto se toma aproximadamente de una a cuatro horas. Nadie puede infringir las reglas y debe conducir hasta llegar a la otra salida. Debido a la seguridad, se ha negado el uso de aeronaves cuando estamos cruzando el laberinto, y por ello tenemos que andar en los vehículos terrenales, las cuales considero muy incomodas.

Recuesto mi espalda en el respaldo de la camioneta. E intento cerrar los ojos. 






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