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03: El bosque (parte uno)

En mi última parada hacia la cocina guardé en mi mochila del taller algunos bombones, paquetes de palomitas caramelizadas a las que más tarde les quitaré el sabor sin tocar el aburrido maíz, refrescos en latas, un par de lonches con jamón y paletas rellenas.

Me había olvidado de que la terrible voz de Sophie llevaba sonando a través de la línea de mi teléfono mucho tiempo, diciéndome que me de prisa antes de que los chicos con sus gritos destruyan las ventanas de Jared.

Intenté decirle algo cuando colgó dejando un chillido en mis oidos al encontrar aquel silencio que siempre estuvo en mi casa. No le tomé importancia y mis pies de puntillas fueron directo a la manija que, giré usando bastantes movimientos cortos para que las dormidas piernas de mamá se mantuvieran entre las sábanas, el resto de la noche. Salí observando que nadie viniera y el pasador lo cerré con llave, no revisé los lados y corrí hacia la acera de enfrente.

Una camioneta casi abandonando el blanco por las manchas de lodo, rebotaba con una música energética y voces divertidas, sin el motor encendido. Mientras que atrás de esa un auto negro mate llevaba un buen ritmo con aquellas luces blancas e intermitentes, la puerta frontal del copiloto abierta arriba derramando un exquisito aroma a plástico nuevo, perfume refinado de hombre y unos aires cálidos que arrastraban el menjurje.

Me acerqué haciendo que el chico bajara su teléfono, a la vez que liberaba una delicada sonrisa con unos hoyuelos profundos.

—¿Te vas a quedar toda la noche ahí afuera viéndome? Digo, puedes hacerlo, pero creo que es mejor adentro a menos que quieras atrapar un resfriado.

—¿Es tuyo?

—¿No te conté sobre mis autos? —Se estiró de su asiento jalando de mi mano hasta que logré subir—. ¿Estás lista?

Afirmé repitiendo su acción de ponerme el cinturón y finalmente arrancó, dejándolos a las espaldas hasta tener nuestra distancia, considerable para no escuchar su alboroto.

—¿Te gusta escuchar música?

Su voz me tomó por sorpresa y mi corazón se pasmó, como fe esas veces en las que me obligaba a no respirar porque pensaba que la otra persona se sentiría incómoda. Mejor dicho, esa era yo. Xam maniobraba los giros del volante con mucha agilidad que parecía ser un experto, por los ojos en los espejos y de vez en cuando hacia mi lado.

—Si —mi voz fue pellizcada en mi garganta y de inmediato tosí—. Sería extraño que no me guste la música si soy bailarina, ¿no?

—A menos que fueras sorda —Su expresión despreocupada se juntó con una risa ronca, afirmando que de su lado izquierdo ningún carro se acercaba—. ¿Arctic Monkeys? —Y a mi parecer era la primera ocasión en que observaba completamente a la derecha, en mis labios apretados y silencio aturdidor al que reaccionó asintiendo con una divertida mueca—. Hoy los vas a escuchar.

—Dime que no son malos.

—¿Crees que te recomendaría algo malo?

—No tienes cara de nerd culto y apasionado por la música clásica, que de seguro va con la banda en sus horas libres y secretas.

—¿Tan raro parezco?

—Un poco.

—Entonces, soy un mounstro.

—Pero los monstruos son feos.

—Y las princesas son preciosas.

—Pero no hablé sobre ninguna princesa.

—Es que serías demasiado egocéntrica si lo hicieras —Me regaló una victoriosa sonrisa—. ¿Vas a escuchar la canción?

—¿Puedo saber sobre que es?

—No.

—Confiaré en ti —Lo señalé distrayendo su atención del camino—. Si me decepcionas tendrás que cumplir un reto, si no me dejas anticiparme de esta forma estaremos bien.

—No soy el único apasionado por las cosas extrañas, Isabella.

—¿Lo dices por mi vocabulario?

—Te estás contagiando de mis palabras, pero no te regalaré una victoria.

—¡No, por favor! —dramaticé con pucheros y Xam soltó una risotada—. No la soporto.

—Sabes que no me refería a eso.

—No iba a desaprovechar mi oportunidad, pero te dejo continuar.

—Bien —Desvaneció la expresión y dejó las ramas trozadas con las llantas, mientras se conectaba a la bocina del automóvil y subía a un volumen considerado—. Si te gusta la canción me tendrás que besar.

—Y si no me gusta, andarás en toalla en un centro comercial durante una hora.

—Me parece decente.

—No creo que digas eso cuando estés frente a muchas chicas.

—No me importan muchas chicas, solo una.

—¿Me dejarás reírme de ti?

—Noup.

—Si es mala—

—¿Me vas a dejar ponerla o no?

Me interrumpió desvaneciendo su cara divertida por una seria, y segundos más tarde la devolvió cuando mis cejas se arrugaron viendo a la bocina, dejó que la música se reprodujera, rebotando en cada ventana cerrada como si no tuviéramos escapatoria. Creo que no me debía preocupar si le podía mostrar una expresión decidida para decirle que no me ha gustado, aunque creo que mi mirada me terminaría de delatar. Hice a un lado mis pensamientos y me concentré en la letra.

Open sasame (we've places to go)
We've people to see (let's put'em on hold)
There's all shorts of shapes
That i bet you can make
When you want to escape
Say the word.

Intenté seguir el ritmo con mis pies hasta que noté que ni siquiera era capaz de seguir la base y me detuve, entonces sus ojos llenos de intriga observaron mis movimientos mientras giraba el volante y cantaba la parte del coro: «Detén el mundo porque quiero salir contigo».

Well i know that getting you alone isn't easy to do
And I dont't wanna lie, but I don't wanna tell you the truth
And I know we got places to go, we got people t osee
Think we both oughta put'em on hold
And I know you agree.

—¿Y me debes un beso? —habló Xam luego de que el último coro se repitió y le bajó al volumen, dejando sonar lo que parecía ser otra música de ellos que no conocía—. ¿Vas a decir que no te te agradó nada? Eso no te va a funcionar conmigo.

—No es ninguna escusa.

—No te puse música clásica.

—Y aunque no lo creas, ahora la prefiero.

—¿Qué estás evitando? —Su voz le dió una sacudida a mi mente, estacionando el auto enfrente de la camioneta blanca. En las afueras de la casa de Víctoria estaba ella y Jimin subiendo las maletas en los asientos traseros—. ¿Tienes miedo de enamorarte de mí o de aceptar que te dediqué la letra de la canción?

—Eso creo.

—¿Por qué?

—Es una tontería.

—Para mí no lo es.

—Xam, no he tenido suerte para conocer a alguien que me ame como yo quisiera, ¿me entiendes? De mala forma entendí que hay amores que no se olvidan, ni escribiendo el recuerdo más maravilloso de esa persona te vuelves a sentir completo, quizás porque ha sido eso únicamente para ti.

—Me imagino que tuviste mu—

—No.

—¿Ninguno solo?

—Hubieron dos, pero me quisieron por ser su romance infantil mientras que los demás me insinúan como un objeto desechable.

—Pero eres la niña más dulce que conozco, ¿cómo alguien como tú no ha tenido novio?

—Eso también me lo pregunto.

—Tú di que eres bastante selectiva, eso te va a salvar de preguntas incómodas.

—Eso espero.

Dejó escapar su aire por la pequeña fisura de los labios y puso la cabeza en el volante, después de sacar la llave.

—Tenemos el mismo deseo.

—¿Cuál?

—Que también me encantaría vivir muchas cosas, pero la diferencia es que yo no me lo permito.

—Por tus sueños —reafirmé—. Xam.

—El tiempo seguirá pasando y no lo podrás detener ni teniendo oportunidad, nada va a regresar y menos si te quedas esperando a que tus objetivos se realicen por sí mismos.

—¿Y tú no vas a dejar el futuro el paz?

—¿A caso debería de hacerlo?

—Siento que somos como un automóvil. Tú acelerador está atascado y no te deja ver los caminos. No te dejas disfrutar lo que tienes.

—No puedo.

—Creo que ahora tengo que besarte.

—¿Disculpa?

—Es que creo que necesitamos detenernos, ya sabes, para permitirnos sentir.

—¿Hablas por mí?

—Te enseñaré a disfrutar, aunque sea mala besando te vas a reír conmigo y vamos a tal vez olvidar lo malo, ¿no crees?

—Si.

Desabroché mi cinturón y me impulsé con las manos en el asiento hacia Xam, giró la mitad de su torso colocando su mano entre mi cabello, los dos cortamos la distancia.

La calidez en su respiración, el rico aroma de su perfume, el roce de nuestras narices y las barbillas que se empezaban a buscar. Le daba risa cuando nuestros labios a penas y se tocaban, en lo que jugaba con sus dedos en mi piel y sus pestañas largas chocan en mis mejillas.

Estaba a gusto hasta que el frío viento entró corriendo por mi puerta, haciéndome girar de inmediato tras uno de mis gritos. Xam se quedó en su lugar y susurró algo que no le pude entender. Era Sophie, Camila, Valeria, Santiago, Jared y el cantante del que no me sabía su nombre.

—¿Interrumpimos?

—Creo que aquí estaba pasando algo, hmm, ¿cómo lo llamaría Jimin? Algo asqueroso —terminó por decir la muy amiga de Victoria.

—¿Qué podía estar pasando? —Santiago le golpeó los hombros a sus amigos y soltó una carcajada, antes de referirse al chico que se quedó en silencio desde que la puerta se ha abierto—. La estás pasando bien, ¿eh? Sin recordar que días atrás no querías venir.

—¿Qué están haciendo afuera? Los pueden ver —Apagó el Tesla por completo al cerrar la puerta y agarrar su celular, rodeó el auto metiéndose entre todos y me extendió una mano, ayudándome a bajar cuando se colgó mi mochila de un lado.

—Mejor preocúpate por lo que hacías con Isabella, Víctoria le llamó a Camí y le dijo que estaban en los cuartos agarrando cosas.

Camila empujó a Xam y con su equilibrio se dirigió hacia la camioneta, llevando al resto por atrás como si fuera una marcha

—¿No nos van a contar nada?

—Que no pasó nada.

Santiago le hizo burla a Xam repitiendo lo que dijo, mientras Jared no se aguantaba la risa y empujaba de vez en cuando al rubio que intentaba no hacerles caso.

Por otro lado, las muchachas caminaban a pasos lentos en lo que se esforzaban en no llegar con el involucrado, y preguntarme lo qué pasó.

—¿Se estaban besando?

—Nop.

—¡Estaban muy cerquitas! Eran como una historia de amor.

—Sophie —nombré y la castaña se detuvo desapareciendo su sonrisa—. No pasó nada, solo platicamos y eso es todo, de verdad.

—Yo los vi muy nerviosos —Camila jaló las manos de Valeria, Sophie y yo, acercándonos  con los chicos como si no me quisiera escuchar—. ¿Están listos? Victoria me acaba de enviar mensaje, dijo que ya están por salir y que nos escondamos porque Jimin está saliendo con sus maletas. ¿Creen que sea urgente?

—Nah, ¿por qué nos avisaría con tanto apuro? —Santiago apuntó con la cabeza hacia la entrada de donde el profesor arrastraba sus maletas con la cara enrojecida—. ¿Y vamos con pasos lentos o rápidos?

—¡Rápidos!

Tras la pequeña exclamación Sophie se aferró a la mano de Valeria, corriendo hacia la cajuela en la que Jared se balanceó, después de que ellas entraron para cerrarla antes de ubicarse en la fila segunda, todo mientras que Xam agarraba mi mano y me llevaba a los asientos últimos, dándole la señal a Santiago de arrancar rodeando la casa.

Según nosotros nos encontrábamos en un lugar seguro, hasta que el camper de ellos se empezó a mover en dirección contraria a la que venimos, avanzamos sin perderlos y mezclándonos entre los demás automóviles. De ahí en adelante el camino fue callado como si nos fuera a escuchar el profesor Jimin o los padres de Victoria. Agradecía que el silencio no nos permitiera decir nada ya que esta vez no quería escuchar a Xam y que los chicos se dieran cuenta, me bastaba con tenerlo a mi derecha viendo la ventana con los dedos golpeando el cristal sin voltearme a ver.

Llegamos al bosque, a decir por los frondosos arboles que adornaban el sendero al igual que los montones de hojas anaranjadas y marrones. Intentamos mantener una distancia larga porque la única forma de que no quedemos escondidos sería sí un tronco se cayera enfrente de nosotros.

—Esperemos un poco antes de seguirlos —dijo Santiago viendo que ellos doblaron a la derecha y se aparcaron en un estacionamiento apropiado para una choza.

—No creo que estemos seguros aquí —Giré a mi derecha, la voz de Xam junto a su mirada estaba sobre Santiago—, no hay muchos árboles que nos escondan.

—Igual y cuando dejen de subir las maletas podemos buscar un lugar más escondido.

—Nah —Santiago contradijo a Jared—. Aquí estamos bien.

—Si nos encuentran meteré tu cabeza en un escusado.

—Relájate, calvo.

—Relájate, calvo —lo arremedó meneando su cabeza y las chicas compartieron risas, golpeando el hombro de Camila, que tomaba el asiento del copiloto—. Cuando sea militar me acordaré de venir por ti, Santiago, y te meteré en la tortura.

—Para ese momento ya te habrá explotado una mina.

—Prefiero morir con orgullo.

—Más bien con fracaso de—

—¿Se pueden quedar callados? —Xam los cortó con un tono enfadado—. Vean, allá van.

—¿Por qué se fueron hacia atrás?

—De seguro tienen una fogata —opiné sacando mi cabeza entre los asientos para ver por las otras ventanas, me rehusaba a usar la del lado del rubio.

—Hay que bajar —volvió a contestar Santiago—, ¡ahora!

Jared abrió su lado y después bajó uno de los asientos, Xam admiró la vista ofreciéndome una mano que tomé antes de pegar un brinquito y bajar. Santiago abrió la cajuela y Sophie y Valeria bajaron seguido de Camila que, se había quedado espulgando lo que estaba en la guantera. Di pasos caminando, las chicas me siguieron después de los chicos, llevando bolsas de comida.

—No quiero pasar la noche aquí —balbuceé abrazando mis brazos—, nos puede salir un animal, no parece que este bosque tenga el pase permitido a cualquiera.

—Tú querías venir, no te puedes echar para atrás —Santiago forcejeó y Xam le mostró una mala mirada.

A penas tuve tiempo de arrugar mi cara cuando un ruido agresivo sonó entre las hojas y nos agachamos en la tierra, buscando, con los ojos dilatados por la oscuridad, de qué se trataba. Eran los crujidos con las hojas secas y gruñidos. No, no podía ser un oso. Santiago se levantó dándonos una señal para que lo esperemos y se perdió entre los árboles, aunque intentábamos buscarlo ya ni sus pasos sonaban cerca, todo hasta que un grito y un golpe nos apantallaron.

—¡Corran! ¡Corran! ¡Corran! —su exaltada voz intentaba alcanzar sus zancadas largas, cada quien se preocupó por su propia vida con la excepción de Xam que, me tomó dándome impulso para subirme entre sus brazos, mientras corría a la camioneta, ya lejana—. ¡Rápido! ¡Viene atrás!

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