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Parte única

ヽ(^◇^*)/ Hola personitas beias de Wattpad. Aquí vuelvo con una historia de mi amado KaiHun. El cual se lo dedicó a HunerLu . Espero que te guste beia y lo siento por abandonar a nuestros bebes :'v.

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El rugido de un hermoso corcel negro se hizo escuchar a las afueras de una gran mansión. A él, lo siguió el silbido firmes de unas cadenas, cuales fueron ondeadas por un experto jinete. Aquello avisó al pasajero del carruaje, que habían llegado a su destinó.

Él pasajero, era un hombre elegante, atractivo, rostro perfilado y con una sugerente piel canela. Esté observo por la ventanilla del carruaje a su izquierda. La enorme mansión que se alzaba ante el, era blanca y brillaba majestuosa a la tenue luz del día nublado.

El pasajero estaba agobiado. Sabia a ciencia cierta lo que le esperaba al entrar a aquella mansión. Mansión que llevaba su apellido. Mansión donde convivió una vida creyendo ser feliz, con una esposa que mentía de la misma forma en la cual respiraba. Le fue infiel la mayor parte de su matrimonio.

La agobiada mirada de Kim JongIn se clavó en un trazo de papel que se mantenía firme en su diestra. Sus labios formaron una fina linea y sus ojos brillaron dubitativos.

— Si lo que dices en esta carta es mentira, no te lo perdonare. Pero si es verdad...

Su mirada volvió a clavarse en la mansión con una extraña determinación. Su cuerpo finalmente se desplazó fuera del carruaje y sus ojos se clavaron en la gran puerta de madera que se hallaba en la entrada.

Kim tomó impulso y camino a pasos firmes hacia ella. Los recuerdos llegaban a su mente como una cinta de vídeo y el resentimiento se apoderaba de su pecho a la misma velocidad. Pero su firmeza no sería derribada por algo así. Saco sus llaves del bolsillo, pero antes de usarlas. La puerta se abrió, descubriendo el jovial rostro de Leonard (su mayordomo) ante él. Esté se apresuró a tomar su abrigo y su galera con cortesía.

— Bienvenido, mi señor. No quiero ser descortés, pero debe apresurarse.

— ¿Cómo es su estado?. — Preguntó Kim con voz fría como el invierno y sus ojos se clavaron en los del mayordomo. La mueca que esté formó con sus labios, lo puso ansioso.

— Lamentable, mi señor.

Su gesto se hablando por unos segundos, pero volvió en si rápidamente y se apresuró a subir las escaleras. Sus pasos resonaron en la mansión casi vacía. Tenía que verla con sus propios ojos. Todo había pasado tan rápido, qué sentía que fue solo ayer cuando se fue de la mansión. Cuando en realidad fue hace más de seis meses.

Al llegar al segundo piso, JongIn doblo hacia su derecha con prisa. Podía oír a su esposa gritando y a otras dos mujeres intentando calmarla. Por primera vez al estar allí se sintió nervioso. Debía ver a su esposa.

Kim apresuró sus pasos, pero cuando faltaba tan solo un metro de la habitación principal. Sus pies se detuvieron abruptamente. Su mandíbula se tensó y apretó sus puños.

La rabia fue más fuerte en ese instante y su pecho se llenó de rencor. ¿Cómo podía pisar sus aposentos?, ¿qué le daba el derecho de estar allí? ¡¿cómo tenia el descaro?!. ¡Era inaceptable!. Pero él no podía alterarse, él era un hombre de la realeza. Un hombre muy respetable y se obligo a mantener la compostura.

Con su espalda recta, sus hombros firmes, y ninguna desprolijidad en su costoso atuendo. Kim tomó valor y avanzó con gesto firmé. Él hombre que se hallaba en la pequeña sala de descanso fuera de la habitación principal. Se alzó en toda su altura como un rayo al notarlo (era centímetros mas alto que él). El ceño de Kim se fruncio automáticamente y clavo su mirada fría en los almendrados ojos adversos. Analizándolo despectivamente.

Desastroso, esa era la palabra correcta para describir al hombre ante él.

El joven vestía un costoso traje dignó de un coronel, pero el estado de esté era desastroso. Se encontraba mal abotonado, la camisa blanca se salia por debajo de la chaqueta y se hallaba abierta los primeros botones. Kim fijo su mirada en el rostro del más joven. Esté tenia sus cabellos oscuros apuntando hacia todas direcciones. Tenía bolsas oscuras de bajo de sus ojos, y se notaba a leguas que aquel joven llevaba tiempo sin moverse de ese ese sillón.

Kim no encontraba rastro del hombre seguro de si mismo que le robo a su esposa. Ahogó en su garganta las cosas fuera de lugar que deseaba decirle, y con su cabeza en alto, lo enfrento con su mirada. Al tiempo en que sus pasos volvieron a resonar, en dirección hacia el coronel. Esté le sostuvo la mirada con firmeza, pero cuando lo tuvo ante él. Sus ojos se clavaron en el piso. Más frustrado que avergonzado. Después de todo era la mansión Kim y esté podía echarlo si así lo deseará.

— El doctor dijo que no le queda mucho tiempo.— La voz del coronel flaqueó.— ... Por favor permiteme quedarme aquí. — Suplicó el joven con voz grave y apagada. No era de hombres suplicar, pero no estaba en una buena posición en ese momento. El coronel levanto su mirada. Hallando un poco más de valor y volvió a enfrentar a Kim.— Por favor.

Su voz grave azotó al fiscal como una bofetada. De alguna manera se sintió ofendido e iba a enfrentar al más joven. Pero la voz débil y moribunda de su esposa lo desconcertó.

— JongIn.

Ambos hombres giraron sus rostros hacia la habitación preocupados. Kim clavó nuevamente su mirada en el coronel. Recibiendo un gestó titubeante de esté. Era allí donde la juventud del hombre hacia acto de presencia. Esté estaba tan asustado de perder a la mujer que ama; que su rostro expresaba la tristeza como un cachorro abandonado lo haría.

Kim chasqueo su lengua y se alejo sin decir una palabra. La respuesta fue clara para el coronel. Quien asintió agradecido, aun sabiendo que el mayor no lo miraba.

JongIn apresuró sus pasos, y al abrir la puerta de la habitación principal se detuvo. No sabia como enfrentar la escena ante sus ojos. Una enfermera ayudaba a su ama de llaves a inmovilizar a su esposa en la cama. Mientras que esta intentaba levantarse, a la vez que decías cosas fuera de si.

Kim camino hacia ellas preocupado y vacilante. Se mantuvo en silencio observando a su esposa. Ver su estado débil y moribundo despertó en él un inevitable sentimiento de compasión.

— JongIn, mi esposo ¿dónde está?... Él no vendrá ¿cierto?. Moriré sin su perdón. Esté es mi castigo. — Su esposa deliraba en su lecho y las otras dos mujeres intentaban calmarla con paños fríos y palabras dulces.

Al escucharla. Los ojos de Kim decayeron y su fría coraza se rompió; como si solo hubiera estado hecha de cristal. JongIn miro a su ama de llaves y con un gesto de cabeza le ordenó salir de la habitación. Está asintió y abandonó el lugar junto a la enfermera.

— Hyorin.— Susurró suavemente. La calma en cada letra.

La mujer giró su mirada hacia él. Como si recién reparara en su presencia y sus labios se curvaron en una débil sonrisa. Lucia tranquila al verlo y su cuerpo se desplomó en la cama como si fuera plomo. Paso de tener las energías para gritar su nombre con desesperación a lucir como si estuviera a un hilo de la muerte. Como si solo hubiera estado esperando por él, para poder rendirse a la muerte.

En ese momento, Kim sintió la presencia del coronel en la habitación. No se molesto en mirarlo, pero los pasos de esté se acercaron lentamente hasta detenerse en la mesa de noche junto a ellos. La tensión fue inevitable.

— JongIn... — Murmuró Hyorin y estiro una de sus manos hacia él. Kim la tomó y se sentó con ella en la cama. Mirándola con tristeza. — Esposo mío, quiero que sepas que soy la misma mujer con quien te has casado...— Balbuceo tosiendo al final.— Solo que hay otra mujer dentro de mi, y esa mujer se enamoro de otro hombre. — Kim no sabía que pensar en ese momento. La mujer que paso siete años a su lado. Esa misma mujer que lo amo, lo odio y lo traicionó. Estaba aceptando su infidelidad en su lecho de muerte. — Esposó mío, sólo quiero pedirte una cosa antes de dejar esté mundo. — Susurró Hyorin mirándolo directamente a los ojos, y a pesar de su estado moribundo, había determinación en ellos. — Perdonadme. No podría marcharme sin tú perdón. — Suplicó tomando su mano con fuerza. Y como si esto hubiera sido suficiente para él. Kim dejo que las lágrimas fluyeran y abrazo a su esposa con fuerza.

Hacia bastante que había dejado de amarla, pero la quería demasiado y pensar que ya no la vería nunca más. Fue demasiado. JongIn sintió los fríos dedos de su esposa acariciar sus cabellos y la escucho sollozar en su pecho.

— Lo sabia, me case con un buen hombre. Un buen hombre. — Ella se aparto y tomo su rostro entre sus frías manos. Sonriendo dulcemente. — Gracias. — Susurró y luego su mirada se clavo en el otro hombre. — SeHun, ven por favor. — Lo llamó con un gesto amable. El coronel la obedeció y se sentó con ellos en la cama.

JongIn no pudo evitar ver la gran intimidad que unía a ambos amantes. Ni siquiera usaban honoríficos entre ellos. Se sintió nuevamente traicionado... Y en ese instante descubrió que miraba fijamente a uno ojos almendras que le devolvían la mirada con intensidad. JongIn desvío la suya rápidamente con recelo y fue cuando el joven clavo su mirada en la mujer.

— Hyorin... — Susurro Oh SeHun con dolor y tomó el rostro de la mujer entre una de sus manos. Se notaba que estaba apuntó de quebrarse.

Hyorin tomo una de sus manos sonriendo débilmente y luego miro a su esposo.

— Esposo mío, dame tú mano, por favor. — Pidió. Confundido y dolido Kim dejo que tomará su mano y observó como Hyorin, acercaba la de Oh SeHun a ella. Eso lo desconcertó. — Estrechen sus manos... Por favor.— Dijo Hyorin con voz ida, como si estuviera hablando desde otro lugar.— Y nunca olviden esté momento.

JongIn sentía la frialdad de la pálida mano de Hyorin sobre la suya. Pero está rompió el contacto y lo guió hasta la mano del coronel. Sus dedos eran finos y largos. Muy similares a los de Hyorin, solo que más cálidos. Él pensamiento de que ese tal vez era el momento más estúpido de su vida. Cruzó fugazmente en la cabeza de Kim. Pero no más, que el momento en que Oh SeHun entrelazó sus dedos con los suyos.

JongIn clavó su mirada en esté con asombro. Pero el más joven sólo observaba sus dedos entrelazados con una extraña mirada. Kim miró a Hyorin perplejo. Está le sonrió dulcemente y coloco sus manos enzima de las suyas.

— Con esta imagen podre morir en paz. — Murmuró Hyorin con una débil sonrisa. Pero en ese momento comenzó a toser sangre, sobresaltando a ambos hombres.

— ¡Hyorin!. ¡Llama al doctor!. — Gritó JongIn, mirando a Oh SeHun desesperado. Esté miro a la mujer con tristeza, pero luego asintió a su pedido. Saliendo disparado hacia fuera de la habitación. — Hyorin, no te duermas ¿entendido?. No te duermas.— Suplicó en llanto.

— JongIn...

— ¿Hyorin?

— Cuida de SeHun.

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JongIn abre sus ojos y deja escapar un pesado suspiró. Había tenido nuevamente aquel sueño. Su difunta esposa realmente lo dejo con una gran carga sentimental. No sabe que es lo que quiso decir con aquello. Queda claro que el coronel Oh SeHun era un hombre muy capaz e independiente. Desdé la muerte de su esposa comenzó a notar esto mucho más.

Él hombre de piel pálida, semblante neutro y cabellos azabache, era un coronel muy activo y rectó. No había una pizca de aquel hombre deplorable que vio por primera vez en su mansión.

Oh SeHun era un hombre joven, atractivo y soltero. A cada fiesta que iba, no había dama soltera que no lo cotizará. Cuándo su esposa falleció, Kim descubrió con asombro que su amante apenas y estaba en sus veintidós. Su esposa se había dejado seducir por un hombre muy joven. Ella estaba en sus treinta cuando aquello sucedió, (al igual que él).

— Señor, su baño esta listó.

La voz de Leonard se hizo presenté, luego de que sus nudillos golpearan la puerta de su habitación con cautela.

— Voy. — Su voz grave resonó en la soledad y él mismo pudo apreciar el cansancio en ella.

JongIn se sentó en la orilla de la cama con pereza y apreció su lecho en silenció. Frío y solitario. Su lecho lo describía a la perfección. Nunca fue un hombre apasionado, extrovertido y simpático. Tal vez es por ello que Hyorin buscó a otro hombre. Él coronel (ahora nombrado Conde gracias a sus valientes servicios) Oh SeHun era todo aquello que él no.

Kim lo ha visto coqueteando discretamente con bellas mujeres, pero nunca a oído algún rumor sobre ello. Ya a pasado cuatro años de la muerte de su esposa, pero su amante aun no se ha casado.

JongIn se obliga a levantarse y camina hacia un gran espejo de cuerpo completó que yace en una esquina. Se describe a si mismo como a un hombre sabio, recto y sin una pizca de juventud. Se sentía oxidado y sus ganas de buscar una nueva esposa son nulas.

Hyorin había sido obligada a casarse con él. Su familia no estaba bien económicamente y él había accedido a casarse con ella como un favor. Estaba en sus veintitrés cuando se caso con Hyorin y no había sido de su interés el querer casarse. Pero la presión social había sido mucha.

En esa época; su carrera como fiscal estaba bien encaminada, su familia era de la alta sociedad y solo faltaba la esposa perfecta. Esposa que no buscó, pero que si encontró. Luego de la boda, Hyorin se había comportado como una esposa ejemplar y fiel. Ambos se entendieron muy bien desde el inicio y se completaban en la cama. Después de dos años de estar juntos y de no haber noticias de un embarazo, Hyorin consultó a un médico y esté les dio la cruel noticia de que ella no podía conceder aquel hijo que ambos anhelaban.

La noticia desbastó a ambos, pero parecieron haberlo superado con los años. Aun así ella fue la mas afectada. Nunca discutieron sobre eso u otro asunto, pero tampoco se volvieron a amar. Él se centro en su trabajo y ella en el suyo. Hyorin era una excelente enfermera.

JongIn se quejo al estirar sus músculos y comenzó a deshacerse de sus ropas. Quedando desnudo ante aquel espejo. Su piel brillaba con la luz del sol, pero el podía ver falta de color en ella. Cuando era joven su piel era almendrada, suave y emanaba vitalidad. Su rostro se volvió mas pálido con los años y se podían apreciar leves arrugas de expresión a los lados de sus ojos. Tiró sus castaños cabellos hacia atrás y de sus labios escapó otro pesado suspiró. Se sentía desgastado, frío y poco atractivo.

Finalmente tomo su bata y se encaminó hacia el baño.

El agua tibia de la tina, sumergió su oxidado cuerpo en sus pulcras aguas. Se estiró en ella y dejo su cabeza reposando en el frío mármol de la tina. Sus cabellos ya se encontraban mojados y clavó su mirada en el cielo raso. Los minutos pasaron lentos y él ya terminaba de pasar la esponja por su cuerpo.

— Señor, tiene visitas. — La voz de su ama de llaves, retumbo a través de la puerta de madera.

— ¿Visitas?. — Cuestionó con extrañeza.

— El Conde Oh SeHun, lo espera en la sala.

Hizo una mueca de desagradó.

— Dile, que en unos minutos lo atiendo y ofrecele algo de beber .— Ordenó tomando fuerzas para enfrentar esa situación.

— Si, señor.

JongIn terminó de quitar el jabón de su cuerpo y se levantó en la tina. Su mente estaba en blanco, era la cuarta vez que Oh SeHun le hacia una visita. Lo ha rechazado las primeras tres e ignoraba su presencia en las reuniones o fiestas donde desgraciadamente concordaban. Eso si, nunca pudo ignorar la persistencia de su mirada.

Al principio se había dicho que estaba siendo paranoico, pero cuando descubrió que realmente lo observaba, lo comenzó a enfrentar con rencor. Fue demasiado incomodo descubrir que Oh SeHun nunca apartaba la mirada. Siempre lo enfrento insistente y vivas. Fue un golpe en su ego. En una fiesta no lo soporto y lo enfrento con orgullo, pero el joven le dejo bien en claro que su objetivo no era ofenderlo o molestarlo. Sino algo más, que lo dejo perplejo.

JongIn secó su cuerpo con pesadez, peino sus cabellos hacia atrás y se vistió de manera cómoda. Unos simples pantalones oscuros, junto a una camisa blanca y un chaleco negro. Era lo mas casual que podía permitirse.

Al salir de su habitación, sus pasos hacían eco en las viejas escaleras de madera, pero eran amortiguados por una elegante alfombra roja. Al pie de las escaleras Kim visualizó a su visita, sentada un sillón, con sus piernas elegantemente cruzadas, su espalda recta y con su penetrante mirada fija en algún punto vacío del lugar. Estaba solo y claramente había rechazado la bebida.

El fiscal volvió a avanzar, haciendo retumbar sus pasos. El conde giró su rostro hacia el y sus ojos lo analizaron con un sutil movimiento. Kim lo ignoró y siguió sus pasos hasta que se posiciono frente al menor. Oh SeHun se puso de pie y sus comisuras se curvaron en una leve sonrisa.

— Estuve esperándote. Te vez muy bien.— Dijo con un coqueteó sutil que no paso desapercibido ante sus expertos oídos.

— ¿Cuando permití que me tuteé?.— Cuestionó Kim con una frialdad digna de él.

JongIn rodeó la pequeña mesa ratona que había en medio de la sala y se sentó en el sillón que estaba frente al del más joven. La mirada del coronel demostró la desilusión, que su rostro no.

— Disculpé, señor Kim. Nunca quise ofenderlo — Murmuró Oh SeHun y volvió a tomar asiento.

— ¿Qué te trae por aquí?.— Instigó JongIn ignorando su disculpa y se cruzo de piernas.

La mirada del Conde analizo cada uno de sus movimientos con sutileza, poniéndolo un poco incómodo.

— Usted, señor Kim. Creí haberle dejado en claro mis intenciones.— Respondió Oh SeHun. Tan sincero que daba pudor.

JongIn le sostuvo la mirada por unos segundos. Sus risueños ojos no demostraban nada, al igual que su rostro. Eso frustraba al mas joven. Ya que los oscuros orbes de Kim eran un universo de misterios, para él. En cambio, sabia que sus ojos eran un libro abierto, para el mayor.

— Y yo mi respuesta. — Dijo finalmente JongIn con tranquilidad. Se podría decir que no le importaba en lo más mínimo.

Fue un gran golpe. Oh SeHun humedeció sus finos labios con una disimulada frustración. Luego solo se puso de pié con seguridad. Los curiosos ojos de Kim lo observaron, hasta que lo tuvieron ante él.

JongIn arqueó una de sus perfiladas cejas con incredulidad y asombro. Oh SeHun se inclinó a su altura y apoyó sus manos en el respaldo de su sillón. Literalmente lo había acorralado en el. Pero Kim no vacilo en ningún momento, ni siquiera parpadeo cuando la punta de su nariz roso la del Conde.

— No me rendiré, señor Kim. — El aliento mentolado del Conde, chocó contra sus labios, como una fría ráfaga.— Recuerde eso.

Oh SeHun ladeó su cabeza ligeramente y se acercó peligrosamente a su rostro (a sus labios). Solo faltaban milímetros para que sus labiales se chocaran. JongIn le lanzo una mirada de advertencia, mientras que sentía la calidez de los labios adversos provocar a los suyos. Oh SeHun tenia sus cojones bien puestos y sonrió ladino al detenerse.

— ¿A caso usted no conoce el espacio personal?.— Había rabia contenida en su voz. Pero su tono ronco y su aliento fresco, azotaron los sentidos del menor como un huracán.

Aunque no era todo. Kim JongIn al hablar, había tocado y rosado sus labios. Oh SeHun No sabe si fue intencional o no, pero eso provocó un calvario en su interior. Las mariposas en su estómago se volvieron avispas y su cuerpo tembló como una hoja en invierno.

Oh SeHun oprimió sus labios y se enderezó frente al mayor. Su lengua no tardó en humedecer sus labios, imaginando el sabor de JongIn en ellos. Debía agradecer al orgullo de Kim por no permitirle retroceder y provocar ese accidente.

— Juega con fuego, señor Kim. — Su voz era mas grave que lo normal, y sus almendrados ojos se dilataron al mirarlo. Kim JongIn sintió un extraño cosquilleo en su estómago. — Con su permiso. — Alegó, y haciendo una venia. Oh SeHun se encaminó hacia la puerta principal.

Cuándo la gran puerta de madera se cerro anunciando su partida. JongIn se desplomó en su lugar, sus hombros se relajaron y cerró sus ojos cansado. Oh SeHun estaba jugando un juego peligroso. No sabia si lo hacia por pena, al verlo oxidado y soló. Pero detestaba esa situación. Un hombre vivas y atractivo como Oh, no podía estar cortejando a un hombre como él.

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Era sábado 20 de junio y Kim JongIn vestía uno de sus elegantes trajes de gala. Esa noche había sido invitado a una fiesta. Normalmente rechazaba las invitaciones, pero esta vez la princesa Yoora (su prima) había sido muy insistente en presentarle a una dama para que fuera su nueva esposa. Si era sincero, las ganas de volver a casarse eran las misma que tenia de volver a ser engañado.

— Señor, el reloj marca las ocho. — Dijo Leonard colocándole su gabardina color azabache.

— Lo sé, Leonard. Lo sé. — Respondió JongIn ido y tomó la galera que le entregaba el mayordomo con desgana.

— Buena suerte, mi señor.— Le deseó Leonard con una sonrisa paternal al verlo marcharse.

— Gracias, Leonard. — Respondió JongIn sin poder apreciar la sonrisa de su mayordomo.

Una ráfaga helada lo azotó sin ninguna piedad, cuando salio de la mansión. JongIn acomodo su abrigó y se encamino rápidamente hacia el carruaje que lo esperaba en frente. Una vez que estuvo dentro del carruaje, clavo su mirada en la ventanilla con monotonía.

De solo pensar en la dama que le presentaría la princesa Yoora y todo lo demás, le daba jaqueca. Debía buscar una manera muy amable de rechazar a la dama y después huir de la fiesta.

Sin saber como el tiempo avanzo tan rápido. JongIn salio de sus pensamientos cuando el carruaje se detuvo abruptamente. Algo aturdido Kim tomo su galera y abrió la puerta del carruaje.

Un hombre vestido de rojo y dorado le ofreció su mano, para ayudarlo a bajar las escalerillas. Kim la tomo y fijo su mirada en el castillo frente a él. Se frustró de solo ver a las personas que entraban allí.

— ¿Lo ayudo en algo más, mi señor?.— La voz del cadete volvió a sacarlo de sus pensamientos.

JongIn clavo sus oscuros orbes en el hombre que aun sostenía su mano con curiosidad. Le pareció haber oído un tinte de galantería en su voz, pero le parecía absurdo. El hombre curvo sus labios en una sonrisa y sus ojos brillaron bajo su mirada. JongIn no fue consiente de que sus manos seguían unidas, hasta que una tercera mano rompió el contacto de estas.

— Él está bien. Con su permiso. — La grave voz, detonaba advertencia por todos lados.

El cadete hizo una gran reverencia en silencio y se marcho a atender otro carruaje que llegaba. JongIn parpadeó aun sin caer en lo sucedido y miro fijo al pálido y elegante hombre frente a él.

— ¿Qué ha sido todo eso?.— Le parecía absurdo toda esa situación. Nunca antes un hombre (que no fuera el Conde Oh) se le había insinuado.

— Eso, señor Kim. Fue un cadete intentando seducirlo, y no hacías mucho por rechazarlo.— Respondió Oh, con un reproche evidente.

Un bufido irónico escapó de los labios de JongIn, y sus pies comenzaron a dirigirlo hacia el castillo. ¡Eso era el colmó! ¿quien demonios se creía para hacerle tal escena?.

Tratando de ignorar ese acontecimiento. JongIn subió unas cortas escaleras que daban paso a la puerta principal. Saludo amablemente a unas damas que entraban al castillo y se hizo paso después de ellas. Al atravesar la puerta otro cadete lo recibió para tomar su abrigó y su galera.

JongIn le agradeció con un gesto de cabeza y le dio un recorrido visual a la fiesta. La sinfonía, Balada para adelina (de richard clayderman) endulzó sus oídos. Kim se hizo paso entre las personas. Saludando educadamente, hasta que escucho una inconfundible voz llamarlo.

— ¡JongIn!. — La voz de la princesa Yoora se alzo por enzima de la música.

JongIn giro hacia ella y la encontró agitando su mano hacia él. Sus ojos rápidamente captaron a una hermosa y elegante mujer junto a Yoora. Finalmente se encamino hacia las mujeres y obligó a sus comisuras a curvarse en una sonrisa. Varias miradas se posaron en ellos.

— Buenas noches, señoritas. — Las saludo al estar a su lado.

— Muy buenas noches, primó.— Respondió Yoora y luego sonrió de manera pícaramente obvia para JongIn.— Te presentó a la princesa Jessica.— Dijo mirando a esta sonriente. Luego volvió a mirarlo. — Ella ah estado muy pendiente de ti últimamente. — Alego.

El rostro de la princesa Jessica se sonrojó y bajo su mirada avergonzada. (Era muy tierna). Yoora la codeó levemente con "disimuló" y Jessica pareció volver en si. Fue cuando por primera vez la pureza de su mirada se conectó con la suya, y extendió su diestra hacia él tímidamente.

JongIn la tomo con delicadeza, y se inclinó, para posar sus labios en el dorso de su mano.

— Mucho gusto, princesa.— Dijo caballeroso.

— El gusto es mío, señor Kim. — Respondió Jessica. Su voz era suave y dulce. Como su hermoso vestido blanco, que indicaba su pureza y juventud.

JongIn clavó sus oscuros orbes en Yoora, preguntándole en silencio, si la dama era quien ella quería presentarle. El guiño cómplice que le dedicó su prima, respondió a su pregunta. Kim iba a decir algo sutil referido a la evidente diferencia de edad. Cuando un cadete se acerco a ellos, para susurrarle algo a Yoora. Esta asintió y volteo a verlo sonriente.

— Ya volvemos, primó. — Dijo, y arrastro a Jessica junto a ella escaleras arriba.

JongIn las observó hasta que desaparecieron en una curva y simplemente, se encaminó hacia un rincón de la gran sala. Sus risueños ojos observaban a la gente, pasar, bailar y coquetear discretamente entre si. Había damas que relucían hermosos anillos de oro en sus dedos anulares. Pero que ejercían el coqueteó adultero con hombres que no eran sus esposos. JongIn apartó la mirada de aquellas escenas, ya que estás creaban historias de como seguramente su difunta esposa y cierto hombre se pudieron haber conocido.

Un mozo paso con una bandeja llena de copas de vino tinto y tomó una de ellas. Antes de beberla, la meneo levemente en su diestra y llevo el cristal a sus labios. El vino era dulce y delicioso, como era de esperarse en su familia.

JongIn bebía cómodamente, cuando de repente sus ojos divisaron a Yoora y Jessica volver a bajar por las escaleras. Término su tercera copa de vino de un solo trago y se escabulló entre las personas. Sus pies lo llevaron hacia una habitación vacía. Reconoció esta como la oficina de su primo. Camino hacia un juego de sillones aun lado y se desplomo en uno de ellos.

Dios, ¿qué estaba haciendo con su vida?. No es de caballeros escapar, pero no se sentía de ánimos para recibir coquetería de una hermosa mujer joven. Sonaba hasta estúpido.

Una risa amarga escapo de sus labios. JongIn se maldijo. Una dama como Jessica era lo que todo hombre viudo necesitaría. Pero hay estaba él, huyendo de ella. Era patético. JongIn suspiró con agobio y tiro su cabeza hacia atrás. Reposandola en el respaldo y clavando su mirada en el techo agobiado.

El chirrido de la puerta al abrirse lo sobresalto y obligo a sus oscuros ojos clavarse en ella. La silueta de la ultima persona que quería ver apareció ante él. Un leve gruñido de disgustó resonó en su garganta, volviendo a clavar su mirada al techo.

— No es de caballeros huir de una hermosa dama, Señor Kim. — JongIn cerró sus ojos y buscó paciencia dentro de su alma. Con ese hombre siempre la necesitaba. — JongIn...

Esté se estremeció, cuando los largos dedos de Oh SeHun se deslizaron por su cuello. Remarcando su nuez de Adán con parsimonia. Provocándole escalofríos estremecedores que no recuerda sentir en mucho tiempo.

— Realmente no estoy de ánimos.— Dijo.

Su voz se escuchó profunda y molesta. Pero los dedos del hombre parecían no temerle, cuando esta vez se atrevieron a tomar su rostro con firmeza. JongIn obligo a sus párpados abrirse y sus profundos ojos se clavaron en el rostro adverso.

— Posee la belleza de adonis, ¿lo sabia?.— Elogió Oh admirándolo.

— Adonis era un hombre joven.— Replico frunciendo el ceño.

Los finos y rosados labios de Oh SeHun se curvaron en una media sonrisa y se inclinó mas hacia el. (Se le estaba volviendo costumbre).

— ¿Acaso no se considera un hombre joven?. Aunque realmente no importa, ante mis ojos sigue siendo un hombre muy atractivo.

JongIn dejó escapar otro gruñido y sus perfiladas cejas se fruncieron aun más.

— Deja de decir estupideces. Deja de tutearme. Deja de aparecer en mi vida. Ni siquiera se de donde saca tal descaro. — Espetó de manera fría y erigiéndose en su lugar. Realmente se estaba hartando de toda esa situación.

El Conde no pareció afectado. Era como si ya estuviera acostumbrado a sus palabras frías. Oh solo lo miro con una ternura inexplicable para JongIn. Lo desconcertó.

— Tan hermoso y testarudo. — Murmuró Oh SeHun, acariciando suavemente su mejilla con su dedo pulgar.

JongIn cerró sus ojos y dejó que el cálido toqué y el perfume de aquel hombre invadieran sus sentidos al respirar profundo para poder calmarse. Sólo dios sabe que es lo que ese hombre esta pensando. Ya la relación entre dos hombres era extraña, pero él lo llevaba a otro nivel.

La respiración calma de Oh SeHun no tardo en mezclarse con la suya, y un cosquilleo inaudito se apoderó de su estómago.

— ¿Por qué aun no se ha casado, joven Oh?.— Tenia tiempo de querer preguntarle aquello. Y sintió en la piel la incomodidad del menor.

— Tuteame.

— ¿Diaculpa?.— Volvió a verlo fijo.

Oh SeHun lo miro con seriedad.

— Tuteame.— Repitió.

— ¿Por qué debo hacerlo?.— JongIn arqueó una de sus cejas.

Oh SeHun respiro profundo y se tomo unos segundos antes de volver a hablar. Para JongIn lo incomodó de esa situación, sin lugar a dudas era la falta de espacio personal entre ellos. Algo que Oh no parecía compartir con él.

— No puedo casarme. No con la persona que yo quiero.— Respondió finalmente.

JongIn bufo.

— ¿Qué persona es esa?. Tiene a todas las damas solteras detrás de usted.

Esta vez fue el turno del Conde, para soltar un bífido.

— No me interesan esas mujeres. ¿Puede dejar de fingir que no lo sabe?. Le eh dejado muy en claro mis intenciones con usted.— Claramente Oh SeHun había tocado fondo. Se oía molesto. No, estaba frustrado.

JongIn se sintió muy incómodo y se alejó un poco. El menor nunca había sido tan directo.

— Lo siento. No puedo corresponder a sus...

— No, no lo sientes. — La grave voz de SeHun lo estremeció. — Se que no lo siente. Se que también le gustó.— Afirmó con una seguridad envidiable.

JongIn arqueo una de sus cejas incrédulo y lo miró como si se hubiera vuelto loco.

— ¿De dónde ha sacado tanta seguridad, joven Oh?.— Cuestionó con cautela. Nunca sabia como reaccionaria este.

Los almendrados ojos de Oh SeHun brillaron como nunca antes lo habían hecho.

— Me acepta tan inconscientemente que es adorable, señor Kim.— Sentenció. Rosando de manera muy directa sus labios.

Fue un leve rose, simplemente para saborear su contextura y suavidad. El ceño de JongIn se frunció automáticamente y se alejo lo mejor que pudo del menor. ¿Adorable?. Ese terminó nunca podía ir dirigido hacia él. Era absurdo.

JongIn humedeció sus labios y se incorporo de su asiento. Provocando que Oh SeHun se erguiera a su vez. Sin romper la casi ofensiva cercanía de sus rostros. Si solo Kim tuviera un carácter más fuerte. Ya le hubiera dado un buen golpe a aquel descarado hombre. Pero como pasaba de la violencia y claramente ya se había acostumbrado a la cercanía de Oh SeHun. Lo dejaba pasar (aveces).

JongIn sonrió de medio lado... Entre incrédulo y divertido. Luego miro al mas joven directamente a los ojos con fiereza. Oh SeHun lució desconcertado y encantado a su vez.

— Lo más estúpido de todo este asunto. Es que no debo recordarle que usted ha sido amante de mi esposa.— El rencor era abrumador en su voz. Oh SeHun iba a replicar, pero lo cayo con un leve levantamiento de su dedo índice.— Ni siquiera se, como es que tiene el descaro de insinuar que yo le gustó. — Kim negó con su cabeza sin dejar de sonreír. Pero en un parpadeó su ceño se fruncio. — ¿Acaso ha conspirado para joderme la vida? ¿le he hecho algo malo?. Le seré sinceró. ¡Me gustaría acabar con esto de una vez por todas!.— Kim estaba oficialmente furioso. Pero aun así era muy notable su capacidad de contener su ira. Cualquier otra persona ya hubiera gritado más alto y golpeado.

Oh SeHun gruño frustrado. Su ceño se fruncio verdaderamente amenazante. Kim se puso en alerta, pero el menor fue más rápido y astuto. Lo lanzo al suelo. Colocando una rodilla entre sus piernas e inmovilizó sus manos por encima de su cabeza. Kim estaba atónito.

Los labios de Oh SeHun rápidamente lo besaron. JongIn abrió sus ojos incrédulo por semejante acto y se comenzó a remover para alejarlo de su cuerpo. Pero el Conde ejerció mas fuerza en su agarré. Haciéndolo gemir sorprendido. Aquello no podía estar ocurriendo. Pero era tan real la sensación de la lengua y los dientes de Oh SeHun marcando sus labios.

JongIn no sabía que pensar de todo aquello. Era vergonzoso decir que estaba siendo ultrajado. Oh SeHun dejo de besarlo, simplemente para apreciarlo desde esa postura. Había un obvio arrepentimiento en sus ojos. Kim ya no sintió ningún peligro.

— Perdón. No quería... Yo.— El conde cerro sus ojos frustrado consigo mismo.— Lo siento.— Alegó entre dientes y sin poder mirarlo a los ojos, se incorporó rápidamente del suelo. Como si este de repente le quemará. — Esta bien, lo dejaré en paz.— Aseguró como un cambio drástico al panorama. — Disculpe las molestias, señor Kim.— Y dicho esto, acomodo su atuendo y salio de la oficina.

JongIn quedó tendido en el piso y sin comprender lo que acabo de vivir realmente.

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Kim JongIn sonrió. Por primera vez en mucho tiempo lograban sacarle una sonrisa verdadera. Una sonrisa que atrajo muchas mirada en la fiesta e iluminó su rostro. Parecía diez años más joven.

El hombre frente a él, lo acompaño en la risa. Dejando en evidencia unos perfectos labios en forma de corazón. JongIn no vio el pasar del tiempo en compañía del prometido de su prima Yoora. Ni siquiera recuerda que alguien le haya caído tan bien a primera vista.

— Primó, te busca Yoora. Esta en su habitación.— La voz de su primo BaekHyun intervino en la grata conversación que estaba compartiendo con DO KyungSoo.

JongIn sintió una ligera tensión en ese momento. Pero no le dio más importancia.

— De acuerdo. — Respondió sonriente. Realmente parecía otra persona.— Con su permiso.— Alego haciendo una venia hacia DO KyungSoo y se alejó.

JongIn no podía cambiar su rostro sonriente, mientras se hacia paso entre las personas. Muchas miradas interesadas no se apartaron de él, pero eso realmente no le interesaba.

Kim finalmente perdió a la multitud al subir al segundo piso. Ese lugar parecía un mundo alternó. Ya que lucia muy solitario y tétrico, comparado con el de abajo. El cual estaba abarrotado de personas y muy animado.

JongIn caminó por un largo pasillo con luces tenue. Esté estaba lleno de puertas a sus lados. Él conocía de memoria cual de esas puertas pertenecía a su prima Yoora (El ultimo de la izquierda) Y fue por el único motivó que no se sintió perdido. El castillo estaba lleno de habitaciones y pasadizos secretos. Por los cuales, puedes perderte fácilmente.

La sinfonía del piano apenas y llegaba a sus oídos a esas alturas. Sus pasos eran más fuerte que esta. JongIn realmente no podía imaginar el porque su prima lo citaría en ese lugar. Pero no encontraba algo negativo en ello. Así que simplemente camino hacia la habitación y golpeó con sus nudillos la puerta.

— Prima, soy JongIn.— Anunció, pero luego de varios segundos nadie respondió. Se extraño y volvió a golpear.— ¿Yoora?.— Cuestionó, pero nuevamente nadie respondió.

JongIn se extraño. No podía ser posible que BaekHyun se haya equivocado en eso... Unas risitas se escucharon en una de las tantas habitaciones. No supo de cual, hasta que una puerta se abrió, dándole la sorpresiva imagen de Yoora que reía juguetonamente. (Y no parecía estar sola).

— Vamos, solo un momento más.

JongIn sintió los pelos de punta al oír esa voz. Pero nada lo preparo para ver lo siguiente. Unos delgados brazos rodearon el cuello de Yoora (fue un gesto muy intimó) pero no más que aquel beso en los labios.

Kim ahogó un gemido de sorpresa y quedo inmóvil en su sitió. Se sintió como si acabara de hacer algo malo y lo último que deseaba era que lo descubrieran allí. Kim se pegó mas a la pared intentando pasar desapercibido o simplemente volverse uno con la pared (Cualquiera que ocurriera primero).

— No puedo, es mi fiesta de compromiso.— Dijo Yoora.

— ¿Y qué? Todos saben que fue arreglado.

— Jessica, por favor.

JongIn cerro sus ojos y contuvo el aliento.

— Unos minutos más. — Suplicó Jessica con voz tierna.

Yoora flaqueó.

— Esta bien. Solo unos minutos mas.— Y ambas sonrieron.

JongIn logró respirar cuando escuchó la puerta cerrarse. Ni siquiera espero un segundo, para escapar de allí. Trato de ser rápido pero silencioso. Su corazón latía con frenesí y sentía su cuerpo alterado. Como si hubiera sido él quien cometió el error.

Bajo las escaleras esquivando e ignorando todo a su alrededor. Solo quería respirar aire fresco. Se dirigió a la puerta principal con su mente en caos.

— Tenga un buen viaje, Señor Kim.— Le dijo un cadete al entregarle su abrigó.

JongIn asintió al tomarlo y salio del castillo, que repentinamente se volvió sofocante. Cuando el viento helado azoto su rostro, respiro hasta llenar sus pulmones. Descubriendo que jadeaba al expulsarlo.

Su carruaje llego ante el y subió sin siquiera pensarlo. Fue cuando cerraba la puerta que noto que estaba temblando. JongIn quedo observando su mano de forma distante, pero se sobresaltó, cuando la puerta del carruaje se abrió abruptamente y alguien más se subió a él indicándole al jinete que avanzará.

— ¿Éstas bien?.— Kim por fin pudo ver el rostro de su acompañante. Tampoco era difícil confundirlo. Oh SeHun poseía una postura tan elegante y pulcra que le daba una inevitable envidia. Fruncio el ceño. El conde hizo una mueca con sus labios. Estaba claro que malinterpretó su gesto.— Perdón por tutearlo. Pero ¿Se encuentra usted bien, señor Kim?.— Volvió a preguntar, pero con un ritintin de disgusto en su voz.

JongIn se puso recto en su lugar y arqueó una de sus cejas. Muchas preguntas cruzaron por su cabeza, pero no estaba de ánimos para discutir con aquel hombre.

— Si, eso creó...— Respondió finalmente.

Oh SeHun no cambio su gesto intimidante. Parecía en desacuerdo con su respuesta, pero tampoco quería contradecirlo.

En ese momento, JongIn se tomo el tiempo en analizarlo. Era la primera vez en meses que lo volvía a tener tan de cerca. JongIn sintió una especie de euforia que no supo explicar.

Oh SeHun había cambiado su corte de cabello. Esta vez lo traía mas corto y  no bestia su típico traje llenos de medallas. Sino un elegante atuendo de gala. Envidiaba un poco la manera en que su cuerpo alto y de hombros anchos, lucían en un traje. Eso de seguro atraía la atención de las mujeres. Kim sintió un poco de celos (aunque no sabe de que realmente).

— ¿Sucedio algo malo?. — Se atrevió a preguntar finalmente JongIn. Ya que el más joven no cambio su semblante de disgustó.

Oh SeHun giro a verlo con una sonrisa mofa.

— ¿Es enserio?. Usted es quien estaba temblando como una hoja hace unos momentos ¿y me lo pregunta a mi?.— Cuestionó elevando una de sus cejas.

Y como si fuera una cinta; los recuerdos de las dos mujeres besándose llego a su mente. JongIn se estremeció culpable. Pensó en KyungSoo y en lo feliz que se veía.

SeHun suavizó su semblante al verlo tan afectado. Y como si fuera un impulso se inclinó para besar la mejilla del mayor suavemente. Kim se sobresalto y giro a verlo sorprendido. Sus mejillas tomaron un poco de color y se estómago se oprimió. Eso solo logro desconcertarlo.

— No se que lo tiene tan perturbado.— Oh deslizo su mano hasta sujetar la del mayor suavemente.— Pero no se preocupé. Usted puede confiar en mi.

Por la mente de Kim pasaron muchas cosas (en su mayoría dañinas) ya que ciertamente Oh SeHun no le dio motivos para confiar en el, sino todo lo contrarió. Pero no sentía que estuviese mintiendo o tal vez, ese era un método para enredarlo en su juego.

JongIn humedeció sus labios y aparto con sutileza su mano del agarré adverso.

— Estoy bien. Gracias.— Respondió sentándose recto y entrelazando sus dedos pensativo.

El conde se sintió rechazado. Le dolía la indiferencia que Kim JongIn poseía para con él. Dejando en claro su mensaje. Pero el no se rendiría tan fácilmente.

— Se que e dicho que me alejaría de usted.— Dijo Oh SeHun y bajo la mirada a sus manos.— Creeme que lo e intentado. Pero no puedo hacerlo. No cuando lo tengo en mi circulo social. Hablando y riendo con otras personas.— Hubo un tinte de reproche en su voz.— Se que no le e dado motivos por el cual confiar en mi. Reconozco mis errores, pero... Hablo muy en serio cuando digo que quiero ser su amante.— Oh SeHun levanto su mirada y apreció el perfil del mayor.— Por favor, se mi amante.

Kim cerro sus ojos y respiro profundo y pausado. ¿Qué clase de osadía era esa? Pedirle ser su amante cuando en el pasado... Se estremeció al recordarlo y abrió sus ojos. La mirada de Oh se clavo en el como una intensa daga. Y a pesar de tal descaro JongIn no podía odiar a aquel hombre. No cuando su mirada aun le recordaba a un cachorro abandonado y el amaba a los cachorros.

— La palabra amante, se ah convertido en tabú en mi vida.— Dijo finalmente. Recordando su mala experiencia con ella.

Oh SeHun parpadeó sorprendido.

— ¿No me ha rechazado? ¿acaso puede considerarlo?.— La emoción en su voz, conmovió al mayor.

JongIn no sabia que decir. Realmente no quiso darle esperanzas, pero no se atrevía a decírselo. Ser una persona amable, le estaba trayendo muchas dificultades.

— Joven Oh, creo que a...— JongIn titubeó cuando vio los ojos de esté brillar esperanzados y se sintió culpable.—... Está bien.— Farfulló finalmente, sintiendo que acababa de cometer una locura.

El conde gimió al oírlo. Con la incredulidad marcada en su rostro, pero una gran y hermosa sonrisa en sus labios. Era la primera vez que JongIn lo veía sonreír de esa manera.

— ¿Puedo besarlo?.— La pregunta fue tan inesperada que dejo perplejo al mayor.— ¿No?.— Oh SeHun titubeó al ver su rostro.

JongIn cerro sus ojos frustrado consigo mismo. Debía enfrentar las consecuencias de sus palabras. Así que se impulso hacia él más joven. Obligándolo a recostarse levemente en el asiento.

Los ojos de Oh lo miraban dudosos y sorprendidos. Eso le quito una sonrisa. Seguramente no estaba acostumbrado a que lo acorralaran. JongIn acomodo sus manos a los lados del joven y acortó la distancia de sus labios. No era la primera vez que saboreaba los labiales de Oh SeHun, pero si era la primera vez que él lo provocaba intencionalmente (¿verdad?)

JongIn sonrió ante aquel razonamiento e inclinó su cabeza para rozar sus labios. Fue un roce suave y sutil. Provocando un dulce cosquilleo en ambos labiales. JongIn no contuvo el impulso de relamer su labio inferior encantado por el sentimiento de dominancia que parecía tener sobre el más joven. Miro a Oh SeHun a los ojos y le encanto el brillo que vio en ellos.

Esta vez, Kim cerro los ojos y ladeó su cabeza, volviendo a chocar sus labios. Pero no fue un simple rose. Ahora movió sus labios sobre los del más joven. Oh no tardo en seguir su ritmo y abrió su boca para cederle el paso a su lengua. Aunque no estaba en sus planes ir tan lejos, JongIn acepto la invitación y deslizo su lengua dentro de aquella pecaminosa boca.

Comenzó con roces sutiles de su lengua, pero cuando Oh SeHun lo sujeto del rostro con su diestra y rodeo su cintura con su siniestra. Ejerciendo más fricción en sus cuerpos (en sus caderas). Algo en JongIn se incendió, provocando que su lengua fuera más atrevida, más osada y apasionada. Fue una sensación que revolucionó todo su cuerpo. Hacia mucho no sentía aquel fuego. Aquel deseó...

JongIn tuvo que abrir las piernas de Oh SeHun con su rodilla derecha y apoyarse en ella, para no caer sobre el mas joven. Cuándo el carruaje dio un giro inesperado. (Sus cuerpos rozaron entre si).

Oh SeHun jadeo con deseo. Se sentó más recto en su asiento y tomó de las caderas de Kim con firmeza dispuesto a más (Mucho más). Se pego más a su cuerpo y no dejo de besarlo. Sus respiraciones se volvieron irregulares. Jadeaban para recuperar un poco el aliento. La temperatura no dejaba de ascender por sus cuerpos. Un beso estaba volviéndolos locos... JongIn ya no estaba en todos sus cabales.

Oh SeHun gruño cuando un bache hizo que lastimaran sus labios entre el agitado besó.. Obligándolos a separarse.

JongIn no pudo evitar reír al ver al más joven tan frustrado de verlo sentarse nuevamente en su lugar. Una leve tensión se formo entre ellos por unos segundos. Hasta que Oh SeHun finalmente se acerco a él y deslizó una de sus manos por su muslo. Luego rodeo con la otra mano su cintura y lo atrajo más hacia si. Kim se sintió un poco extraño por ese tipo de dominancia.

— Me volverá loco, señor Kim.— Susurro Oh en su oído. Con voz grave y deslizando su lengua por el filo de su oreja.

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Kim y su estomago se oprimió, negándose a emitir un sonido por el deseo que lo embriagó súbitamente. Suspiró y enfrento la mirada de más joven intentando mantener su postura.

— Nunca creí que existiera alguien tan descarado como usted, joven Oh.— Acusó peinando sus cabellos hacia atrás.

Oh SeHun sonrió de medio lado.

— Gracias a ello, ahora lo tengo entre mis brazos, ¿no es así?.— Replicó cerrando los ojos y respirando profundo para llenar sus pulmones con el perfume de Kim.— Lo deseaba tanto... Por un demonio que si.— Murmuró acariciando con la punta de su nariz la mejilla del mayor. Embriagándose con su aroma. Kim parecía emanar un tipo de afrodisiaco que lo enloquecía.— Desde el primer momento.— Susurró mirándolo con ojos vidriosos en felicidad y deseó.

JongIn suspiró incrédulo de esa situación, pero una sonrisa surcaba en sus labios. Podía acostumbrarse a todo ese afectó. Aunque viniese de un hombre tan descarado como lo era Oh SeHun.

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(/^o^)/ ¿Qué os pareció?. Esta fue una historia que tuve archivada por mucho tiempo. Hasta tengo un final sad para el XD pero casi me matan por eso, así que lo modifique nuevamente.
Muchas gracias por pasar a leer, mis amores ( ˘ ³˘)♥ Que tengan un hermoso día, noche, mañana.

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