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8. GET WELL SOON


Narra Ana

En cuanto nos terminamos de separar, no tardamos en recibir una avalancha de preguntas. Todos los periodistas y muchos de los fans, reclaman nuestros nombres para que nos acerquemos, aunque Alexander no parece prestarles atención ya que aún me sigue mirando.

—¿Tú también quieres una foto mía? —No puedo evitar decirle, me está poniendo nerviosa el que le tenga tan cerca de mí.

Alexander termina quitando la mano y me ignora, haciendo como que no ha escuchado nada. En cambio, se inclina de nuevo hacia mí.

—Siento decirte que vamos a tener que acercarnos los dos juntos hacia alguno de los periodistas que nos esperan. —Intento que mi sonrisa no flaquee, pero creo que Alexander se da cuenta.

Antes de que pueda rechazarlo, su mano envuelve con facilidad mi muñeca y me hace comenzar a caminar hacia todos ellos.

Suelto un pequeño suspiro disimulado.

En dónde diablos me he metido.

«Venga, Ana, esto no es nada. Muestra al mundo lo buena actriz que eres. » Me animo mentalmente antes de quedar frente a varias cámaras.

Miro un segundo a Alexander, se nota que esto forma parte de su vida por la forma en la que tanto él, como su cuerpo, se expresa conforme empieza a responder a las preguntas.

Me obligo a mirar al frente cuando colocan un micrófono a centímetros de mi rostro.

—¿Cómo es que todo este tiempo habían mantenido su relación tan en secreto? —pregunta una mujer, atenta a mis reacciones y palabras.

—Creíamos conveniente hacerlo de esa manera. No parecía correcto que lo anunciáramos cuando empezamos por si luego la relación no iba a flote. Queríamos ver cómo se desenvolvía lo nuestro para luego hacerlo público —cuando termino de hablar, formo una pequeña sonrisa sin mostrar los dientes.

Al instante, siento como la mano de Alexander rodea mi cintura y me atrae hacia él.

—Por lo que, ahora, es oficial. Ella es Ana Gómez, mi pareja —anuncia él en voz alta para que nos puedan escuchar, debido a todo el ruido que hay a nuestro alrededor.

Al segundo, muchos de ellos comienzan a sacarnos fotos sin parar. Intento fingir y hacer que todo está bien, pero siento que, ahora mismo, necesito estar en un lugar tranquilo y sin nadie que quiera interrogarme o hacerme fotos.

Por lo que, de manera disimulada, le hago un suave apretón a Alexander en el brazo que rodea mi cuerpo. Cuando alzo los ojos para mirarle, él hace lo mismo. Creo que se da cuenta de mi petición silenciosa. Tranquilo y sin mostrar nada más que seriedad, me hace un breve asentimiento, lo que hace que me sorprenda. No tenía muy claro si iba a aceptar mi petición, ya que parece muy cómodo aquí.

—Me alegra que me hayáis venido, de nuevo, a nuestro partido y agradezco vuestro interés en mí o en ella. —Me señala—. Pero tenemos que irnos. —Le miro, sorprendida, por la manera en la que trata a todos los periodistas, muy diferente a cómo me trata a mí.

Es como si a mí no me soportara o no le cayera muy bien, cosa que con su actitud tengo el mismo sentimiento hacia él, y no le importe demostrármelo.

Hace un breve asentimiento y, en un segundo, nos hace girar a ambos para dirigirnos, de nuevo, hacia la entrada. La primera opción que se me ha pasado por la cabeza es que iba a decirme que ya estaba libre para que me fuera con Jane o al interior. No que finalizara las entrevistas de golpe y se fuera conmigo.

—Puedes estar allí fuera, no hace falta que me acompañes. Puedo buscar a Jane para estar con ella. —Alexander niega brevemente.

—Te llevo ya a casa —asiento, confusa.

No pensaba que se quería ir ya.

O, más bien, parece que se quiere librar de mí lo antes posible. Lo que es una opción más acertada.

Por lo que me ha demostrado, no le caigo bien, entonces sería lógico que quisiera perderme de vista lo antes posible.

—Bien.

Antes de que entremos a la zona del estadio, Alexander se desvía un momento hacia la derecha. Al instante veo que allí se encuentran Levi y Jane dándose la vuelta, tras hablar con los periodistas y posar para las fotos, hasta quedar cara a cara con nosotros. No tardan en dedicarnos una sonrisa mientras que se acercan.

—Nos vamos —anuncia Alexander cuando ya están a nuestro lado.

Levi asiente y comienza a caminar al lado de su mejor amigo. Jane aprovecha se coloca a mi lado.

—¿Cómo lo has llevado? Todos hemos visto vuestro gran beso —dice ella, divertida, cuando gira brevemente su cabeza para mirarme.

Evito pensar en lo último que ha mencionado.

—Al principio, cuando nos hemos acercado a los periodistas, lo he llevado medianamente bien. Pero, después, he comenzado a agobiarme mucho —comento en voz baja.

Los chicos están un par de pasos por delante nuestra, es por eso que no quiero que escuchen lo que digo. No quiero que vean y piensen que esto puede llegar a superarme.

—Es comprensible. No te preocupes, Ana, a todas nos ha pasado al principio. Luego te terminas acostumbrando a esto.

Miro a ambos lados, procurando de que nadie más que ella pueda escucharme, antes de hablar:

—¿De que me va a servir que me acostumbre si, en unos meses, ya pondremos fin a este trato? —cuestiono.

Jane mira un segundo hacia los chicos. Ellos no se han percatado de nuestra conversación.

—Mi consejo es que deberías hacerlo, aunque sea en estos meses. Para que así puedas llevar esto lo mejor posible. Ana, esta no va a ser la última vez que te enfrentes a los periodistas, ya sea sola o con Alexander, al igual que vas a tener que ir a eventos, acompañándolo. Hazme caso, contra antes busques la manera de sobrellevar esto, todo esto será mucho más tranquilo para ti —me aconseja con una pequeña sonrisa.

Suspiro y asiento.

Jane tiene razón.

No quiero estar, todo el tiempo que dure este acuerdo, llevándolo mal. Tengo que hacerme a la idea que este va a ser parte de mi vida en el tiempo que Alexander y yo alarguemos esto.

Los chicos nos llevan hacia la zona de los vestuarios, donde se suponía que debíamos de habernos reunido con ellos. Hay varias voces por detrás nuestra, que se aproximan hacia donde nosotros estamos. Reconozco algunas de ellas.

Parece que los demás integrantes del equipo también han decidido volver, en dirección hacia el autobús privado que tienen habilitado para todos ellos.

—Vamos. —Alexander se gira para mirarnos o, bueno, para mirarme. Nos hace un gesto con la cabeza para ir hacia la puerta que da al exterior, justo donde está su coche y el autobús.

Me giro mirar a Jane cuando llega el momento de despedirnos.

—Me ha encantado pasar la tarde acompañada de ti. —Le dedico una sonrisa.

—Lo mismo digo, me lo he pasado mucho mejor que cuando voy sola. Me gusta tener a alguien con la que poder hablar y comentar en los partidos —afirma.

—Pues ya lo tendrás más a menudo —sonríe ampliamente.

—Espero que cumplas tu palabra —me amenaza, de broma.

Miro a Levi, quién se acerca hasta quedar frente a mí.

—Esperaré mi artículo. —Me guiña el ojo, consiguiendo que suelte una pequeña carcajada.

—Te lo mandaré —bromeo.

—Estaré ansioso de leerlo. —Su brazo me rodea el hombro y me da un suave apretón, a modo cariñoso, como si me conociera desde siempre.

Levi me cae muy bien.

—Nos vemos, Ana —se despide él cuando se termina separando de mí.

Jane me dedica una sonrisa antes de darse la vuelta y caminar hacia el autobús. Levi no tarda en llevar su mano a la de ella hasta que se terminan por enlazar.

—Vamos —dice Alexander, de manera autoritaria.

Pongo los ojos en blanco.

Vuelve a ser el mismo que me ha estado mostrándome en todos estos días.

—Qué mandón —murmuro para mí misma pero, por la forma en la que me mira de forma amenazante, sé que me ha escuchado.

Espero que me devuelva la contestación. Aunque, segundos después, me percato de que no llega. Creo que va a aplicar una nueva técnica: la de ignorarme. Lo que resulta tentador para que yo haga lo mismo.

Pero, para ello, tendría que estar en silencio.

Y odio estar callada.

Llevo odiándolo desde que era una adolescente.

Desde aquello.

Antes de que intente decir algo, Alexander se me adelanta:

—¿Te dejo en tu casa? —pregunta, mirándome brevemente antes de dirigir los ojos hacia el frente para arrancar el coche.

—A ser posible, sí —afirmo.

—Bien.

Apoyo mi brazo en la puerta y le miro.

—¿Cuándo quieres que te haga la entrevista? —menciono.

Llevo días pensando en decírselo, pero siempre se me termina olvidando. Hasta que, el viernes, mi jefe se acercó a mi mesa para preguntarme sobre cómo iba todo.

Alexander se encoge de hombros.

—Puede ser en estos días. Tengo algunos compromisos entre semana, pero el sábado y domingo los tengo libres.

Asiento.

—El sábado estaría bien.

—Me lo apuntaré —dice.

Con esto, me doy por satisfecha. Pensaba que me iba a poner alguna queja por ello, pero, al parecer, no ha sido así.

—¿Dónde has pensado en hacerla? —cuestiona, poco después.

Me quedo en silencio.

No había pensado en ello.

—¿En mi casa? —tanteo. Él me mira, mientras alza ambas cejas, antes de volver los ojos a la carretera. Por su expresión, parece que no se lo esperaba—. Así, si algún periodista te ve, podemos seguir con la farsa y, además, tendremos privacidad para que nadie nos pueda interrumpir porque grabaré la entrevista.

Alexander se queda callado, pensando en mi propuesta.

—Bien. Luego mándame tu piso y la hora que quieres que esté allí —hace una pausa antes de añadir—: ¿Algo más que deba saber? —cuestiona.

Intento hacer memoria.

—Quizás. Este miércoles tengo que ir con un compañero de mi trabajo a hacer algunas entrevistas a varios influyentes de las redes sociales. Como dijo tu representante... Bueno, tu padre, que teníamos que informarnos de si íbamos a algún evento público, me parece conveniente que lo sepas.

Asiente.

—Bien. Iré a recogerte.

Me giro de golpe para mirarle.

—No hace falta que lo hagas, solo te informaba.

—Bueno, ahora yo te informo que iré a buscarte, así que añade eso también al mensaje que me tienes que mandar —resuelve.

Suspiro.

—¿Tienes tantas ganas de verme durante toda la semana? —cuestiono.

Me mira de reojo. Ha pillado la burla en mi pregunta al momento.

—No. Pequeños sacrificios para buenos beneficios —me muerdo la mejilla para evitar responderle.

Idiota.

Me dedica una pequeña e imperceptible sonrisa ladeada cuando ve que ha sabido devolvérmela a la perfección.

Ahora tengo ganas de quitarle la sonrisa de la cara.

No tardamos mucho tiempo en adentrarnos en la calle que se encuentra mi piso. Poco a poco va reduciendo la velocidad hasta que para frente a mi puerta.

—Gracias por traerme —le digo cuando me giro para mirarle.

Él solo me hace un breve asentimiento.

—Acuérdate de mandarme lo del miércoles y el sábado —me avisa antes de que cierre la puerta de su coche.

—Claro.

Le miro brevemente y me doy media vuelta. Dejo atrás a Alexander cuando me adentro en el edificio.

──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────

Golpeo un par de veces a la puerta y doy un par de pasos hacia atrás, esperando a que abra. Observo brevemente mi atuendo, comprobando que todo esté en su lugar.

Segundos después, mi madre abre la puerta y me dedica una amplia sonrisa que no tardo en corresponder. Como cada semana, vengo a su casa a comer y pasar el rato juntas.

Desde que dejé de vivir con ella, esto ha sido una especie de tradición para nosotras y nunca lo hemos saltado.

Mamá me rodea con un cálido abrazo. Mis brazos rodean sus hombros y la termino de acercar a mí. Siempre estoy encantada de verla.

—¿Cómo estás? —pregunta ella tras haber entrado en casa.

—He tenido semanas menos... intensas.

Creo que si tuviera que definir todos estos días con una palabra, creo que quedaría mejor con la palabra: caótica.

Ella me dedica una sonrisa pícara .

—Algo he visto —afirma—. Espero que ese tema sea una de las cosas que me vas a actualizar hoy. —Me señala a modo de amenaza, de broma.

Me muerdo el labio, evitando decir que, en verdad no es nada porque todo es falso, pero me abstengo. Prefiero guardarme ese pequeño detalle para mí.

Cuando llegamos al salón, doy un rápido repaso a la casa con la mirada. Buscando algo o, más bien, a alguien. Me giro para mirar a mi madre.

—¿Está él aquí? —pregunto en voz baja.

Su sonrisa flaquea.

—No. No llegará hasta esta noche —asiento, sin estar del todo convencida.

Evito venir a la hora en la que él suele estar aquí. No quiero cruzármelo, ni mucho menos estar en la misma sala que él.

—¿Todo bien? —cuestiono.

Recorro el rostro de mi madre, buscando que me diga la verdad.

Ella asiente.

—Tranquila. —Intenta formar otra sonrisa pero, esta vez, no es tan real como la de hace unos minutos.

Suspiro y hago un pequeño movimiento con la cabeza a modo de que no sacaré el tema.

Ella, poco después, desaparece del salón. Aprovecho para dejar mi bolso a un lado y sentarme en el sillón. Mamá no tarda en aparecer, acompañada de una pequeña bandeja con dulces.

Sonrío ampliamente.

Son mis favoritos.

—Gracias —le agradezco antes de tomar uno de ellos.

No tardamos en ponernos al día. A pesar de estar hablando casi todos los días, siempre hay algo que contarnos, siempre hay tema de conversación que mencionar.

Tal y como el que, ahora mismo, ella quiere sacar.

—Entonces... ¿Es cierto lo que dicen las noticias? —cuestiona, a la vez que se gira un poco hasta quedar cara a cara en el sillón.

Hago que no sé de lo que me habla. Me gusta molestarla y, si cuela, pues mucho mejor.

—Deberías ser más específica. Dicen muchas cosas los medios —cuestiono.

Entrecierra los ojos en mi dirección.

—No evites el tema, señorita Gómez. —No puedo evitar sonreír por cómo me llama—. ¿Cómo no me contaste que estabas saliendo con un famoso? —cuetiona, con sorpresa.

Me muerdo el labio, con nervios.

Cuando la miro, siento que no debo decirle la verdad. Presiento que, de alguna forma, ella puede llegar a juzgar todo lo que he hecho. Y su opinión es muy importante para mí.

—No estaba muy segura de si la relación iba a salir a flote.

Asiente, como si estuviera de acuerdo conmigo.

—Lo entiendo. Además, siempre has sido muy callada en cuanto a tu vida amorosa —responde, comprensiva.

Me siento culpable al instante, pero no me retracto.

—Siento no haberlo contado antes, solo quería asegurarme de que todo iba a salir bien. —Ella apoya una mano sobre la mía.

—Lo sé, tranquila —responde con la misma dulzura que la caracteriza.

Le dedico una pequeña sonrisa sin enseñar los dientes.

—¿Y cómo es él? En cuanto a su personalidad, claro. Su físico salta a la vista —bromea.

Niego con la cabeza, divertida.

—Él es... él es un poco, bastante, gruñón, pero he descubierto que me gusta desafiarle, aunque siempre me las termina devolviendo. Y es caballeroso. —Y no miento.

Sigue sin caerme bien por la forma en la que me trató en la gala. Pero, aún así, he descubierto que mi nueva pasión es incordiarle de la misma manera que su simple presencia lo hace conmigo.

—Me gustan sus tatuajes. También se le ve buen hombre, aunque intimida mucho.

Asiento, de acuerdo a lo último que ha dicho.

Cuando tuve que acercarme, por primera vez, a él en la gala para conseguir la entrevista, me intimidó. Alexander es alto y corpulento y, de alguna manera, su energía resulta... intrigante de la misma manera que intimidante.

—Sí, lo es. —Me limito a decir, sin concretar nada en específico de lo que acaba de decir.

—Ya me lo presentarás, me gustaría conocerle. —Me dedica una cálida sonrisa.

Le dedico una breve asentimiento y una pequeña sonrisa.

Evito decirle que, en realidad, no llegará a conocerlo en persona porque nuestra relación es una farsa y que tiene fecha de caducidad.




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Holaasss!!!!! ¿Qué tal el capítulo? ;)

Instagram: TeenagerWriter_

Nos vemos el sábado que viene con otro nuevo!!!!

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