4. THE WAY
Narra Ana
Hoy es el día en el que me voy a reunir con Alexander y su representante. Sinceramente, no sé qué va a pasar. No tengo ni idea de cómo quieren arreglar esto. Yo solo quiero que acabe y pueda volver todo a la normalidad.
Camino por el aparcamiento para llegar al ascensor y llegar a la planta donde trabajo. Me miro en el espejo que hay, comprobando que el pelo y la ropa estén en su sitio. Vuelvo a detallar, de nuevo, la ropa que llevo. He tenido que elegir una en la que pueda usar para el trabajo, como para la reunión con ellos. Aunque, en el coche, he dejado otro conjunto por si decido cambiar de ropa en el último momento.
Porque hemos quedado en un restaurante para cenar los tres juntos.
El lugar es lo que me tiene confundida.
¿Por qué no elegir, mejor, un sitio donde no estemos cara a que puedan vernos las personas y los periodistas?
No lo entiendo.
Camino con calma cuando llego. Visualizo a Rike junto a mi mesa.
Él se da cuenta de mi presencia conforme me voy acercando hacia donde se encuentra. Me dedica una cálida sonrisa.
—Hola, guapa. ¿Qué tal? —Se hace a un lado para dejar que coloque las cosas en la mesa.
—Inquieta. —Es lo único que le digo—. ¿Y tú?
—De buen humor.
—Me alegro.
Comienzo a encender el ordenador para empezar a hacer la serie de artículos de hoy, pero me doy cuenta que Rike no se ha ido aún.
Me giro para mirarle.
—¿Ocurre algo? —cuestiono, confundida.
Él pasa la mano por su pelo, con evidente nerviosismo. Intenta ocultarlo, pero se le da muy mal.
—Me preguntaba si, después del trabajo, estarías libre para ir a tomar algo. Ya sabes, como amigos.
—Oh. —Es lo único que me sale decir—. Estaría genial, pero es que ya he quedado con... —me callo antes de pronunciar los dos nombres.
Rike abre los ojos y se sonroja.
—Ah, si, claro. Con Alexander. No pasa nada, otro día será.
Le sonrío.
—Claro.
Asiente antes de ir hasta su mesa de trabajo, la cual queda frente a mí.
Siento una leve presión en el pecho al ver que, por culpa de la noticia falsa, hasta que no se arregle todo este lío, no voy a poder quedar con chicos. Como ahora, Rike es un buen chico, pero no quiero que se lleve una mala impresión de mí.
Inspiro hondo y abro un documento para quitarme todo el trabajo que tengo pendiente por hacer hoy. No me doy cuenta de la hora que es hasta que Rike intenta llamar mi atención para decirme que ya van a cerrar.
Miro el reloj.
Las nueve.
Y he quedado en media hora con Alexander y su representante.
Menos mal que no tengo que pasar por casa, sino llegaría tarde.
Rike espera a que recoja todo para bajar juntos hacia el aparcamiento.
—¿Te ha dado tiempo a terminar los artículos?
Asiento.
—Por suerte, sí. Así que mañana será algo más tranquilo.
—Yo siento como si no avanzara con ellos. Cada vez que escribo algo, lo vuelvo a borrar.
Le miro con comprensión, porque yo he pasado por eso más veces de lo que me gustaría.
—Si necesitas ayuda o una segunda opinión, puedes contar conmigo. No me importa ayudarte.
—Gracias, Ana —responde, agradecido.
Nos paramos ambos frente a mi coche.
—Nos vemos mañana. Tomaré tu palabra si veo que no consigo avanzar.
—Genial. Hasta mañana, Rike. —Le sonrío.
Este se da media vuelta para dirigirse al suyo.
Antes de arrancar el coche, reviso el restaurante por si hay que ir vestido de una manera en específico. Me doy cuenta que, en las fotos que aparecen, todos van muy arreglados.
Me doy un aplauso mentalmente a mí misma por haber sido previsora y haber guardado un vestido blanco, largo, ajustado y sin mangas, y unos tacones. Qué haría yo sin mi obsesión por pensar en cada uno de los posibles problemas que me puedan surgir.
Miro la ropa que llevo puesta.
Podría ir con un pantalón negro y la camisa blanca, pero termino agarrando la ropa que he dejado en los asientos traseros, para cambiarme.
Me aseguro de que nadie hay por el aparcamiento. Cuando lo hago, me deshago con rapidez de los pantalones y la camiseta. Poco después, paso el vestido por mi cabeza, para ir bajándolo por completo. Dejo los tacones y el pequeño estuche de maquillaje en el asiento de copiloto.
No me demoro más y arranco el coche, dirección al restaurante.
Intento relajar mi cuerpo y mi mente, escuchando y cantando las canciones que van saliendo por la radio.
Evito pensar en lo que está por venir.
Lo único que sé y que tengo claro es que entraré con la cabeza en alto, fingiendo que la situación no me intimida. Puedo hacerlo. Y más delante de ellos.
Busco un sitio conforme me voy acercando al restaurante. Cuando consigo dar con uno y aparco, coloco la bolsa de maquillaje en mi regazo. Me miro a través del espejo y, primero me arreglo las pestañas, para luego pintarme los labios con rojo. Sonrío al ver lo bien que me queda. Siempre que necesito aparentar confianza y seguridad, uso ese color.
Me deshago de las deportivas, que he llevado durante toda la tarda, para colocarme los tacones y abrocharlos.
Me miro una última vez a través del espejo y salgo del coche. Inspiro hondo antes de dirigirme hacia la entrada del restaurante. Antes de entrar, recibo varios mensajes por el grupo que tengo con mis mejores amigos.
Lilia: Suerte con la cena, ya nos contarás como ha ido todo.
Jake: Y si necesitas que vayamos a tu auxilio, solo tienes que poner un mensaje. Con eso sabré que tengo que sacar al monstruito.
Lilia: Espero que eso último no sea por mí, sino habrá graves consecuencias.
Jake: Para nada, cariño.
Sonrío al leer la conversación y niego con la cabeza.
Les escribo brevemente para decirles que ya voy a entrar.
Recorro con la mirada el lugar, nunca había estado aquí hasta ahora. Todo es demasiado elegante. Y me gusta. Es muy de mi estilo. Camino hacia el anfitrión, quién espera pacientemente a que llegue hasta él con una sonrisa cordial en el rostro.
—Buenas noches, señorita.
—Buenas noches.
—¿Tiene reserva? —no aparta sus ojos de los míos.
Asiento.
—Sí, en nombre de Alexander Jones.
El chico abre los ojos levemente, con sorpresa. Creo que no tarda en reconocerme, me doy cuenta cuando vuelve a alzar la mirada, después de haber comprobado el nombre y apellido.
—Te llevo a la mesa, ya te están esperando.
Vuelvo a asentir.
Siento como se comienza a formar un nudo en mi estómago.
Camino con elegancia y con la cabeza en alto, tal y como dije que iba a hacer. Intento buscarles con la mirada, sin éxito, hasta que el anfitrión me señala la mesa y puedo verlos.
El primero en el que mis ojos recaen es en el que se supone que es el representante de Alexander, pero no se ha percatado de mi presencia. Tiene un parecido impresionante a su hijo. Es corpulento y va vestido de traje.
Desvío la mirada hacia el segundo hombre, a quién ya he tenido el desafortunado encuentro de hablar con él.
Alexander si se ha percatado que me estoy acercando a ellos.
Me permito detallarle conforme voy llegando. Que me caiga mal no significa que vaya a verlo, tengo unos bonitos ojos que me traicionan de vez en cuando.
Alexander, en comparación a su padre, lleva una camisa blanca ajustado y unos pantalones negros. Y le queda como un guante, ya que se le adhiere a la perfección con sus músculos. Conforme me voy acercando, puedo ver cómo se transparentan los tatuajes con la camisa blanca.
Me percato que él también me ha detallado con disimulo, lo que consigue que sonría internamente. No ha sabido esconderlo muy bien porque su mirada lo ha delatado.
Parece que su padre se da cuenta de que algo ocurre ya que él también se gira para mirarme.
Cuando termino de llegar, ambos hombres se incorporan hasta quedar de pie, haciendo resaltar la diferencia de altura que tienen conmigo. El hombro es el primero en saludarme con un suave estrechamiento de manos.
Alexander es el siguiente. Le miro, confundida, cuando se termina de acercar a mí y posa su mano en mi cintura para poco después acercar su rostro a mi oído.
—Por si no te has dado cuenta, tenemos muchos ojos puestos en nosotros, cariño —susurra. Hace un especial énfasis en el apodo.
Después de pronunciar esas palabras me da un casto beso en la mejilla. No tarda en romper el contacto físico entre ambos para sentarse y dedicarme una mirada dura.
Evito poner los ojos en blanco.
Miro con disimulo mi alrededor mientras que escojo sentarme entre ambos hombres. Es cierto que varias personas se nos han quedado mirando.
Inspiro hondo y termino de sentarme.
Alterno la mirada entre Alexander y su padre.
—Creo que no nos hemos presentado oficialmente. Me llamo Tom Jones, el representante de Alexander —se presenta.
Me percato que ha descartado el pequeño detalle de que también es su padre. También veo como su hijo endurece su mirada. Mucho más de lo que ya estaba, si es que eso es posible.
—Ana Gómez —respondo.
—¿Periodista?
Tom desvía la mirada para ver la hoja donde aparecen los platos para decidir lo que va a pedir. Veo cómo, de reojo, Alexander se acomoda en el asiento, apoyando sus manos en la mesa y con una de ellas empieza a mover de forma distraída, pero atento a mis palabras, su vaso.
—No, exactamente. Estudié esa carrera, pero me he especializado más como redactora de artículos. No estoy tan centrada en el ámbito de entrevistas y acceder a eventos —admito.
Alexander suelta una corta risa sarcástica.
—Bueno, es normal. Si cada vez que vas a ir a un evento, lo vas a convertir en noticias falsas con otros famosos, es normal que no suelas ir.
Me giro de golpe para mirarle, consiguiendo que aumente mi enfado.
—¿Perdón?
—Creo que me has escuchado a la perfección —alzo las cejas.
—¿Me estás acusando de algo? —me inclino hacia delante para acortar la distancia con él.
—¿No te ha quedado lo suficientemente claro? —repite el mismo movimiento que hago, sin achantarme.
—Lo último que me hubiera gustado es que me relacionaran contigo. Y, antes de acusar a alguien, intenta buscar las pruebas necesarias para poder hacerlo con sentido. ¿O no eres lo suficiente inteligente para saber que no eres un niño para ir acusando de tus problemas a la primera que pasa por tu camino? —escupo con enfado.
Alexander se queda callado, mirándome.
No me responde, lo que consigue que empiece a tranquilizarme.
Creo que es el primer hombre, en mucho tiempo, que consigue alterarme. Y no del buen sentido.
Nadie dice nada más porque llega un camarero a preguntarnos por lo que vamos a pedir. Este termina por posar su mirada en mí.
Yo me limito a sonreír.
Le arrebato a Alexander el papel para poder ver los platos que sirven, y así poder decidirme. Sé que él me está mirando, y sé que no es en el buen sentido, pero no le doy el gusto de corresponderle.
Cuando el camarero se va, dirijo la mirada hacia Tom, quien nos mira a ambos alternativamente, diciendo que hacer o decir. Comienzo a ponerme nerviosa, como si lo que va a decir no me fuera a gustar.
—Nos hemos reunido contigo para hacerte una propuesta —comienza Tom, sin preámbulos.
—Bien. ¿Sabéis cómo arreglar todo este lío? —cuestiono, esperanzada.
Alexander suelta una risa sarcástica.
—Algo así —dice.
—Alexander ya está al día de lo que voy a decirte y ha aceptado. —Miro brevemente al aludido. Este me devuelve la mirada, serio—. Queremos proponerte seguir la farsa que han comenzado los medios de comunicación.
Me quedo paralizada, sorprendida. No digo nada, solo alterno la mirada entre los dos hombres que me observan.
—¿Qué? —Es lo único que se me ocurre decir.
Veo, a mi lado, como Alexander se exaspera, pero le ignoro. En cambio, dirijo toda mi atención a Tom.
—¿Por qué no se hace un pequeño comunicado para decir que es todo mentira? —cuestiono.
Ambos se miran brevemente, como si estuvieran manteniendo una conversación, en silencio, entre ellos.
—Porque, si se sigue, este asunto, en nuestro caso, nos beneficiaría. ¿Qué hay de ti? —termina respondiendo su representante.
Pienso bien en la pregunta que me acaba de hacer. ¿Me beneficiaría a mí seguir con la farsa? Quizás a lo que concierne con mi trabajo. Cabe la posibilidad de que, si sale a la luz de que la noticia es falsa, me puedan recriminar en el trabajo sobre la mentira en referencia a la entrevista que tenía que conseguir con Alexander.
Siento un pequeño nudo en el estómago que hay una posibilidad de que no pueda ascender si todo sale a la luz. Ya que mi ascenso dependía de que yo consiguiera esa entrevista.
Hay una gran posibilidad de que salga perdiendo si rechazo lo que ellos me están ofreciendo.
Trago saliva.
Esto puede salir muy bien o muy mal.
Y prefiero aferrarme a la idea de que pueda conseguir mi ansiado ascenso en el trabajo.
—¿Qué me dices? —vuelve a hablar Tom, tras haberme dejado unos segundos para que piense en la propuesta.
—¿En qué le beneficia a Alexander que tengamos una relación falsa? —pregunto, a cambio.
—No es de tu interés —responde Alexander, tajante.
—No sabía que estaba hablando contigo.
—Técnicamente, sí. Estás hablando con mi representante. Así que sí, también lo haces conmigo.
Nos quedamos en silencio, mirándonos a los ojos con enfado.
—¿En qué te beneficia a tí el seguir con esta farsa? Y no me digas que no has aceptado, porque no he visto en ningún momento tu rechazo —vuelve a hablar con desafío. Al ver que no respondo, vuelve a hablar—: Crees que tienes todo el derecho a meterte en los asuntos de los demás, pero cuando otras personas lo hacen contigo, eres tú la que lo rechaza.
Tom inspira hondo. Cuando le miro, para cortar el contacto visual con Alexander, veo que lleva a sus manos al rostro para darse un leve masaje.
—Si Ana acepta, no podéis comportaros así delante de los demás. Porque, sino, vuestra mentira se iría al traste —avisa.
Alexander se inclina hacia delante para apoyar sus fuertes brazos en la mesa. Me mira con una mezcla de intensidad y enfado.
—¿Qué dices, Ana? ¿Aceptarás el trato? —dice, con burla.
Alzo una ceja, con desafío.
—Bien, pero necesito que Alexandar haga algo a cambio —le miro al aludido, pero me dirijo a su padre.
—No estás en condiciones de pedir, princesa —responde. Su rostro se vuelve duro.
Me doy cuenta, al instante, que el apodo lo dice de forma despectiva.
Le ignoro.
—¿Qué necesitas? —pregunta Tom.
—Que acepte hacer la entrevista para mi periódico.
Alexander resopla y vuelve a echarse hacia atrás. Es evidente que no le hace gracia mi petición, pero no dice nada.
—¿Por qué le pones tanto empeño en conseguirlo? —Alza una de las cejas, a cambio de dar su total rechazo a mi propuesta.
—Es importante para mí. Para que reconozcan, por fin, mi trabajo y me asciendan. Así que sí, le pongo mucho empeño en conseguirlo.
Me mira fijamente, sin decir nada más.
En cambio, su representante asiente, conforme.
—Me parece bien.
Le dedico una pequeña sonrisa. La primera que formo frente a ellos.
Aún noto la mirada de Alexander sobre mí.
—Me pondré en contacto con tu jefe para concretar la fecha y hora.
—Genial —respondo, mirando a Alexander a los ojos.
Me imita.
Cortamos la conversación cuando dos camareros se acercan a nuestra mesa para traernos la comida que hemos pedido. Le doy las gracias con una sonrisa cuando se van.
—Bien, tenéis que tener en cuenta que no podéis mostrar esa rivalidad que hay entre los dos, delante de los demás —asiento con desgana—. Va a haber muchos ojos en vosotros a partir de ahora, por lo que vais a tener que empezar a pasar tiempo juntos.
—Haciendo cosas de pareja —digo con obviedad.
—Exactamente. Tenéis que saber hacer bien vuestro papel. Eso incluye que, de vez en cuando, se os vea en la casa del otro.
Me tenso involuntariamente. A Alexander tampoco le hace mucha gracia.
—¿En serio? —dice este.
Su padre le mira.
—¿Una pareja que nunca se les ha visto ir a la casa del otro? —responde.
Alexander entiende lo que quiere decir, por lo que se mantiene en silencio y toma el primer trozo de comida de su plato.
—Actuar como una pareja que se gusta, bien —remarco.
Tom asiente.
—Manteneros informados el uno al otro para que, de vez en cuando, vayáis a por el otro después de los entrenamientos, del trabajo, o lo que sea —apunta.
—Bien. —Nos limitamos a decir.
—Esas son algunas de las ideas. No hace falta que diga más, creo que ambos sabéis cómo actuar si fuerais una pareja real. —Evito mirar a Alexander—. Tenéis que darle realismo. La prensa se van a creer lo que ellos vean, quizás algunos se lo crean más o menos. Por lo que tendréis que ser muy buenos actores y mostrar que de verdad estáis interesados el uno del otro.
Asentimos.
—Se supone que no se ha confirmado nada aún de nuestra supuesta relación. ¿Cuándo hay que hacerlo? —pregunto.
—Este sábado es el partido de Alexander. Allí es donde confirméis vuestra relación. Vosotros sois los que tenéis que decidir cómo hacerlo. Mientras sea creíble, todo irá bien.
—Genial. —Me limito a decir.
El resto de la velada se pasa rápido. Tom nos va comentando sobre este trato, según lo que se le van ocurriendo algunos puntos que tenemos que tener en cuenta.
En cuanto a mí, no sé qué pensar.
No tengo la menor idea de si he hecho bien en aceptar esto, o no. Tengo muy presente que, con esto, podré conseguir el ascenso en mi trabajo. Pero, a cambio, también estoy renunciando a una parte de mi vida privada al estar expuesta a los periodistas. Al igual que, también, a conocer a otros chicos.
En todo lo que dure esta relación, que es otro punto que tenemos que tratar, tendré que estar de luto por mi sexualidad.
Suspiro.
Cuando la cena termina, los tres nos ponemos de pie a la vez. Alexander, como buen actor que es, se coloca a mi lado antes de colocar su mano en la parte baja de mi espalda para hacerme andar.
Evito poner mala cara.
Miro a Alexander, con sorpresa, cuando veo que, conforme nos vamos acercando a la salida, hay muchos periodistas esperándonos. Tom es el primero en salir.
Alexander se adelanta un paso para abrirme la puerta. No me queda más remedio que volver a caminar, quedando frente a todos los periodistas.
Siento como una mano se apoya en mi cintura y tira de mí con suavidad, pero con firmeza. Noto al instante como Alexander está a unos centímetros de mi rostro, al igual que nuestros cuerpos están pegados. Un escalofrío recorre mi cuerpo cuando este se termina de acercar hasta mi oído.
—Sonríe, princesa. Es hora de que me demuestres lo bien que sabes fingir —susurra y yo contengo la respiración.
Hago lo que me dice.
Alexander mantiene, en todo momento, su mano rodeando mi cintura. Por lo que estamos en contacto todo el rato.
Pongo una sonrisa, tal y como ha dicho que haga, y camino por la zona en la que Tom nos ha dejado vía libre. Este se para a hablar con varios de los periodistas para entretenerlos, algo que agradezco.
—¿Has venido en coche? —Alexander vuelve a acercarse más a mí para hablarme al oído.
Asiento.
—Bien, iré contigo. Será raro que los periodistas nos vean ir en dos lugares distintos. Dime tu dirección para que se lo pueda mandar a mi chófer.
No digo nada, solo vuelvo a mover la cabeza.
Poco a poco nos vamos alejando del montón de personas, aunque varios de ellos nos siguen para intentar hacernos preguntas. Ninguno de los dos les contesta, pero evito ponerles mala cara y dedicarles una pequeña sonrisa. Tampoco quiero parecer una borde.
Me dirijo hacia la puerta del conductor para entrar y sentarme. Alexander no tarda en repetirme, abriendo la de copiloto.
En ese momento, los periodistas nos dejan tranquilos.
Cierro los ojos un segundo e inspiro hondo, apoyando las manos en el volante.
—Qué mierda —susurro para mí. Pero, la forma en la que Alexander se gira para mirarme, sé que me ha escuchado.
—Bienvenida a mi mundo. Así ves cómo se siente que te estén persiguiendo todo el rato para conseguir sonsacar preguntas de tu vida privada —contesta, con sequedad.
No digo nada.
Le miro brevemente antes de arrancar el coche y salir del pequeño aparcamiento donde había conseguido un hueco.
—¿En qué parte vives? —pregunta, segundos después.
—¿Para qué quieres saberlo? —respondo, a cambio.
—Para poder decírselo a Tom y que vaya a recogerme allí. —Me doy cuenta la forma en la que menciona a su padre solo con su nombre.
Termino dándole la dirección.
Es la última conversación que tenemos durante todo el trayecto. Me concentro en la música en vez del acompañante que tengo al lado.
Quién le diría a la Ana de hace unos días que estaría en el mismo coche con uno de los jugadores del equipo que tanto le gusta. Y que, además, es el hombre con el que no se lleva bien.
Increíble.
Suelto un suspiro de alivio cuando me adentro en la calle donde vivo. Poco a poco voy reduciendo la velocidad hasta parar en uno de los huecos libres que hay. Esperaré a que él baje para luego dejarlo en el aparcamiento subterráneo de mi edificio.
—Es aquí. —Le hago saber.
Alexander asiente y se gira para mirarme. No hace ningún indicio de salir. Le miro con confusión.
—Dame tu teléfono —pide.
—¿Para qué? —cuestiono, a la defensiva.
Alexander resopla.
—Para que tengas mi número. ¿Cómo quieres, sino, que estemos en contacto? —alza una ceja.
—¿Con una paloma mensajera? —me burlo.
Por la forma en la que me mira, sé que está pensando en qué momento ha aceptado en hacer esto.
Le termino cediendo el teléfono. Tarda varios segundos en teclear su número antes de tendérmelo.
—Escríbeme cuando puedas para que así yo también pueda agregarte. —Es lo último que dice antes de abrir la puerta de mi coche y salir.
Bajo la mirada hacia el móvil para ver cómo se ha agregado. Pongo los ojos en blanco. No tardo en mandarle un mensaje.
Yo: "¿El mejor novio?". Qué engreído.
Cuando mando el mensaje, le cambio el nombre a: Capullo Engreído.
Ese le queda mucho mejor.
Inspiro hondo.
No sé en qué lío me he metido. Pero estoy segura que no es para nada bueno.
........................
¿Qué tal el capítulo?
Actualización 2/2
No se vosotrxs, pero yo estoy MURIENDO con las interacciones de los protagonistas jiji
También quería mencionar que ambos capítulos no están corregidos porque no me ha dado tiempo, por si veis alguna errata o algo <3
Nos vemos la semana que viene con nuevo capítulo <3
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