34. GOD IS A WOMAN
Narra Ana
Me miro a través del espejo mientras que mi madre termina de arreglarme el pelo. No ha parado de ofrecerse hasta que lo ha conseguido. Sabe que ahora voy a quedar con Alexander y ella ha estado repitiendo en todo el rato que es una cita, aunque yo sé que no. Pero una parte no puede evitar ponerse nerviosa al pensar que no es una quedada cualquiera. Es una que ya lleva planeada desde hace varios días, aunque Alexander no me ha dicho aún a donde me lleva. Lo único que sí que me ha comentado es que me arregle y que vendrá a por mí.
No sé qué pensar.
Alexander no para de sorprenderme.
No tardo en recibir un mensaje al teléfono.
Capullo engreído: Ya estoy en tu portal.
Y con tan solo leerlo, me vuelvo a poner nerviosa. No hay quién me entienda.
—Me voy ya —aviso a mi madre en cuanto salgo del baño tras haberme dado un último retoque de mi maquillaje.
Ella se gira al instante para observarme. Me dedica una amplia sonrisa.
—Estás preciosa. Pásatelo bien.
Sonrío.
—Gracias, mamá.
Mientras que el ascensor me lleva a la planta baja, compruebo por décima vez mi atuendo, el pelo y mi rostro. Quiero que todo esté en orden.
Tal y como Alexander me ha dicho por mensaje, se encuentra fuera del portal, apoyado en la pared y revisando el teléfono, aunque no tarda en guardarlo cuando nota mi presencia acercándome a él hasta abrir la puerta.
Formo una pequeña sonrisa cuando quedo cara a cara con él.
—Hola.
Alexander no responde al instante. Primero se limita a recorrerme con la mirada con lentitud cada esquina de mi cuerpo sin ningún tipo de prisa. Su atención puesta en mí consigue que un escalofrío recorra todo mi cuerpo hasta formarse ese pequeño nudo característico en el estómago, uniéndose a mis crecientes nervios.
—Estás muy guapa —me alaba sin dejar de detallarme.
Sonrío.
—Gracias. Tú tampoco estás nada mal —me muerdo el labio para evitar reírme cuando alza ambas cejas y conecta sus ojos con los míos.
—¿Nada mal?
—Algo así —bromeo.
—Bueno, iré subiendo esas expectativas conforme vaya pasando la noche. —Y sé al instante que sus palabras son una promesa.
Me paso la lengua por el labio inferior, pensativa.
—Estaré deseando ver que haces para conseguirlo.
Alexander forma lentamente una sonrisa ladeada antes de hacerme otro recorrido de arriba abajo la mirada.
—Seguro que sí.
Caminamos calle abajo hasta donde Alexander ha aparcado su coche, puesto que esta vez no había sitio en frente de mi portal. Cuando llegamos, Alexander abre para mí la puerta del copiloto para que pueda sentarme. Le dedico una sonrisa de agradecimiento por su gesto. Sigo sin acostumbrarme a esos pequeños gestos de caballero. Siempre te parece raro algo que nunca has recibido hasta que alguien lo empieza a hacer contigo. Y hablo en el buen sentido. Alexander siempre ha sido bastante caballero conmigo, a pesar de que en un principio no nos lleváramos tan bien.
—Gracias.
—Todo por mi dama —bromea.
Sonrío y niego con la cabeza, divertida.
—Y bien, ¿adónde me llevas? —le pregunto cuando, segundos después, se acomoda en el asiento del conductor.
—A cenar a un buen restaurante. ¿Te parece bien?
Asiento.
—Por supuesto. Vas ganando puntos porque adoro comer.
Me mira brevemente con una pequeña sonrisa a la vez que arranca el motor del coche.
—Es por eso por lo que lo elegí.
—¿Y tú serás el postre? —pregunto en broma para ver su reacción.
Él no tarda en reaccionar.
Se gira de nuevo para mirarme a los ojos con las cejas alzadas y una sonrisa pícara.
—Eso tendrás que ganártelo.
Le miro con desafío.
—Ya veremos —le provoco colocando mi mano en su muslo y subiéndola más hacia arriba antes de romper el contacto.
—No juegues si no quieres que hagamos ahora una paradita por mi casa antes de ir a cenar —comenta con la voz grave, ya sin mirarme.
Suelto una risita.
—Mejor vámonos a cenar. —le guiño un ojo.
Suspira dramáticamente.
—Está bien.
Me incorporo un poco en el asiento para poner música a un volumen bajito, pero que ambos lo podamos escuchar bien. Es lo mejor para calmar mis nervios.
—Por cierto, hablé con mi abogado por el tema de tu ex padrastro.
Me tenso levemente ante la mención de él.
—¿Y qué te dijo?
—Qué si se puede llevar a cabo una orden donde os pueda dejar tranquilas tanto a tu madre como a ti.
Suspiro, aliviada.
—Eso es genial.
—Entonces, ¿quieres seguir con eso?
Asiento.
—Sí. Mejor prevenir. No quiero verle cerca de mi madre.
Mueve la cabeza en modo de afirmación.
—Bien, pues te iré diciendo según me vaya informando.
—Genial, gracias.
Me dedica una pequeña sonrisa.
—No tienes por qué dármelas.
El restaurante a donde Alexander quiere llevarme está más lejos de lo que pensaba. Sin duda está en la otra punta de la ciudad de donde vivo.
—Ya estamos llegando —me hace saber, a lo que no tardo en asentir.
Alexander se adentra hacia una de las zonas que llega a un aparcamiento subterráneo debajo de unos de los grandes edificios de Nueva York. Después, cuando salimos del coche es él quién me dirige hasta llegar a unos ascensores.
—¿En qué planta tenemos que bajar? —cuestiono, curiosa.
Alexander forma una pequeña sonrisa.
—En la última.
Le miro al instante con sorpresa. He de decir que no me lo esperaba. Nunca he venido a cenar a este tipo de restaurantes, así que Alexander me dará esta primera vez.
Cuando llegamos a la planta, allí nos recibe uno de los trabajadores que, tras decir Alexander su nombre, nos lleva hasta la mesa que él ha reservado para nosotros. Nos tiende dos cartas para poder ver que vamos a pedir antes de desaparecer de nuevo.
—Bueno, Ana. Hay una razón de peso que esta noche estemos aquí —comienza a Alexander cuando, minutos después, ya hemos elegido y pedido la cena.
—¿Sí? —cuestiono, aunque es verdad que algo intuía, pero no sé aún el qué.
Asiente.
—Sobre nosotros —concreta.
Mi corazón da un vuelco al escucharle.
—Sobre nosotros —repito.
Vuelve a asentir.
Me doy cuenta al instante que no sé cuál de los dos está más nervioso. Si él por decirlo o yo por saber qué es lo que me quiere decir.
—Esto lleva apareciendo mucho en mi cabeza y es que yo... te juzgué mal en un principio —comienza. Le miro con curiosidad—. Cuando te vi en la gala entrevistando a Levi me llamaste la atención. Pero cuando te acercaste a mí después y te presentaste junto con el periódico con el que trabajas, me enfadé. No he tenido muy buenas experiencias con él, la verdad. Y ya llevaban un tiempo persiguiéndome hasta que lo han conseguido. La tomé contigo solo porque formabas parte de eso. Pero en realidad no había ningún problema fuera de eso.
—Yo también te juzgué mal en un principio. Me pareciste un capullo muy engreído. —Forma una sonrisa, divertido al escucharme.
—¿En serio?
—Sí, de hecho así se ha quedado, como tu apodo.
Alexander suelta una carcajada.
—Y yo que pensaba que no me habías puesto ninguno.
—Pues lo llevas teniendo desde que cruzamos palabras.
Él niega con la cabeza, aún divertido, antes de mirarme de nuevo a los ojos. Nos quedamos en silencio sin apartar la mirada del otro.
—Hace tiempo que esto dejó de ser una mentira para mí, Ana —murmura.
Abro la boca suavemente ante su declaración. No esperaba que dijera eso. Esperaba cualquier otra cosa, menos aquello.
—El haber pasado tiempo contigo, con la excusa de ser una pareja falsa, ha hecho que consiguiera escapar por un rato de toda esa vida de famoso. Poco a poco he podido ser yo mismo gracias al haber estado pasando tiempo contigo. El fingir que me caías mal, nuestras provocaciones y darme cuenta poco a poco lo que realmente estaba sintiendo.
Una pequeña sonrisa se comienza a formar en mi rostro.
—Hace tiempo que para mí también dejó de ser una mentira, pero no estaba segura de que fuera recíproco al cien por ciento. Ahora sí sé que es correspondido.
Asiente al instante.
—Sinceramente, puedo decir con certeza que, la primera vez que me fijé en ti, fue cuando me plantaste cara. Porque nadie lo hacía, solo tú. Quizás si caí en ese momento y me enfadaba la idea de que fuera así.
Sonrío.
—¿Quién diría que te gustaría que te molestara y que te plantara cara? —bromeo.
—Me gusta que te enfrentes a mí.
—No entiendo cómo puede gustarte.
—Porque nadie se atreve a hacerlo. Solo tú. Y por eso me gusta.
Alexander se inclina hacia mí para acortar un poco más la distancia entre ambos.
—¿Puedo besarte? —susurra.
Mis ojos se desvían un segundo a su boca antes de asentir. Poco después, su mano se coloca en mi nuca y me acerca hacia él para posar sus labios contra los míos con suavidad.
Es un simple beso de tan solo unos segundos, pero ha conseguido revolucionar mi corazón y cada esquina de mi cuerpo. Cuando nos volvemos a mirar a los ojos, veo que hay una clara promesa en los suyos.
—Quiero intentarlo contigo, Ana. Quiero que lo nuestro deje de ser una farsa.
Me muerdo el labio inferior. Ahora estoy más sonriente que nunca, sin duda.
—Yo también quiero seguir esto fuera de nuestro trato, Alexander —afirmo.
—Entonces será honor hacer lo nuestro algo real.
—Intentémoslo —asiento.
Parece que, al escuchar mis palabras, vuelve a respirar de nuevo. Como si estuviese conteniendo la respiración. Suelto una pequeña risita antes de acercarme de nuevo a él y besarle.
Por el resto de la velada se pasa a tal rapidez que, cuando me quiero dar cuenta, ya hemos terminado de cenar y estamos a punto de pagar.
—Tranquila, pago yo. —Me hace un gesto con la mano para que guarde el monedero de nuevo.
—¿Vas a estar invitándome cada vez que salgamos? —cuestiono, confundida.
—Sí. Tengo demasiado dinero acumulado y no lo gastaría con otra persona que no seas tú.
Sonrío ampliamente.
—Qué caballero.
—Solo para ti. —Me guiña un ojo.
Niego con la cabeza, divertida.
Alexander me agarra de la mano, tras habernos levantado de nuestros asientos, y me dirige hacia el ascensor. Formo una pequeña sonrisa por su gesto.
Rodeo su cuello con los brazos y él no tarda en posar sus manos en mi cintura.
—Me gusta esto —comenta.
—Quizás tendrás que acostumbrarte a ello —bromeo.
Alexander me acerca más a él y me besa de nuevo con más tranquilidad, puesto que estamos solos en el ascensor sin que podamos incomodar a nadie.
Me muerdo el labio cuando tenemos que cortar el beso al llegar ya al aparcamiento. No tardo en seguirle hacia su coche.
—Teníamos que hacer una parada en tu casa, ¿verdad? —cuestiono con coqueteo cuando ambos ya estamos en el interior de su coche.
Alexander se gira para dedicarme una sonrisa pícara.
—A mi casa, entonces.
......................
Maratón 1/2
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro