33. TATTOOED HEART
¡¡CAPÍTULO SIN CORREGIR!!
Narra Ana
Alexander no incumple su palabra de venir a vernos al día siguiente. Puesto que, cuando llega, yo estoy terminando de ducharme, es mi madre quién le recibe al instante.
—Ana saldrá en unos minutos. Está terminando de bañarse —escucho que le dice mi madre a él.
—Sin problema —responde este.
No me hago mucho de rogar y, tras haberme terminado de cepillar el pelo y comprobar que mi ropa está en orden, salgo del baño. Camino hacia el pasillo hasta el salón donde me encuentro cara a cara con Alexander y mi madre. Este primero no tarda en girarse para fijar sus ojos en los míos.
—Hola, guapa. Benditos los ojos.
Sonrío.
—Alexander, querido mío.
Me devuelve la sonrisa.
—Voy a mi habitación un momento —canturrea antes de desaparecer por el pasillo.
—¿No me vas a saludar bien? —pregunta con coqueteo cuando nos quedamos a solar.
—¿Y cómo se supone que es eso? —me hago la loca mientras que camino por su lado, dándole la espalda.
Al instante siento como su mano rodea mi muñeca y tira de mí para hacerme girar de nuevo y chocarme con su pecho. Mi respiración se entrecorta y levanto la cabeza para devolverle la mirada.
—No me evites. —Me dedica una sonrisa ladeada que consigue alterar aún más mi corazón.
Me pongo de puntillas hasta que nuestras narices se rozan antes de acercarme hacia su oído.
—Tendrás que esperar al viernes para que te salude bien —le susurro, provocándole.
Al momento, rompo la cercanía entre ambos y doy un paso hacia atrás hasta que hay un poco de distancia entre los dos.
Forma una sonrisa ladeada.
—Muy lista.
—Solo sigo tus pautas. —le guiño el ojo.
—Bien, pues así lo haremos —me advierte.
—¿No es de esta manera como jugamos siempre? No es un juego nuevo —sonrío.
—Oh, bien. Entonces me lo tomaré muy en serio.
Me muerdo el labio inferior con suavidad, aguantándome la risa.
—Eso es exactamente lo que yo estoy haciendo.
Alexander asiente y me señala el dedo con una clara promesa de que será leal al jueguecito que siempre participamos. Al fin y al cabo, provocarnos siempre ha sido nuestra partida favorita.
Cuando mi madre piensa que ya es el momento adecuado de salir, hace acto de presencia en el salón con una pequeña sonrisita.
—Bueno, yo me iré a dar una vuelta para no molestaros —comenta.
—En realidad vine a verte a ti para ayudarte a buscar pisos. Me dijo Ana que estabas un poco estresada y a mí me gusta ver los apartamentos.
A mi madre se le ilumina la mirada cuando escucha a Alexander.
—¿En serio? —Le dedica una sonrisa agradecida.
—Claro, no me importa.
—¡Maravilloso, entonces!
—Utilizad mi ordenador, si queréis —agrego.
Mi madre me mira y me sonríe.
—Genial, gracias.
—Voy a por él en un momento —comento antes de darme media vuelta para dirigirme hacia mi habitación. Creo recordar que lo dejé en el escritorio.
Cuando ya lo llevo en mis manos y me dirijo de nuevo al salón, me percato que Alexander y mi madre están charlando como si se conocieran desde siempre. Sonrío. Parece que han hecho buenas migas.
—Ay, querido, me caes bien.
Para mi sorpresa, Alexander le dedica una sonrisa.
—Que ven mis ojos —bromeo.
Al momento, Alexander gira su cabeza para mirarme y alzar una de sus cejas.
—El encanto en persona —su comentario consigue que mi sonrisa aparezca de nuevo.
—Está claro que sí.
—Bueno, venga, vamos a ello —nos interrumpe mi madre a los dos.
No tardo en acercarle el ordenador para que se puedan poner a ello.
—No os molesto más. Me voy a acercar un momento al supermercado para comprar algo de picoteo. ¿Queréis algo? —Ambos no tardan en negar a la vez con la cabeza—. Bien, pues ahora vuelvo.
Les dejo tranquilos buscando apartamentos mientras que yo salgo de casa con bolso en mano.
Decirles que necesitaba ir a comprar no era de mis ideas principales para excusarme, pero ha sido la primera que ha salido de mi boca. Bueno, sí que es verdad que me apetecía algo de picotear mientras les hago compañía con la misión de buscarle un nuevo hogar a mi madre, pero es otra razón mucho más de peso que ha hecho que necesite un momento a solas para reflexionar.
Y eso ha sido ver a Alexander y a mi madre llevarse bien. Como ella ya le adora y como Alexander se ofrece a ayudarla solo porque yo soy su hija. No sé qué pensar.
Hace tiempo que mis intenciones con él cambiaron.
Que mis sentimientos cambiaron.
Y es que a causa de fingir ser pareja y por ende pasar tiempo juntos, ha hecho que me replantee todo aquello que creía. Hace tiempo dejó de ser ese "capullo engreído". O, bueno, ahora lo sigo diciendo, pero no con las mismas intenciones que lo hacía en un principio. Ahora es solo una simple broma, antes lo creía de verdad.
He comprobado que la fachada que nuestro Alexander Jones muestra al mundo es solo eso: pura fachada. Todo ese rostro de seriedad y de "me importa todo una mierda" no es real, sino lo único que quiere hacerles ver a los demás. Como si pensara que no fuera a ser aceptado tal y como se muestra conmigo.
Como si pensar que, al hacerlo, todo el mundo pudiera decirle que es débil y así tener la oportunidad de hacerle daño. O, al menos, eso es lo que he estado leyendo a través de su lenguaje que muestra tanto en público como en privado.
Como si creyera que de esa manera, el mostrarse tal y como es, pensara que podría ser difícil de querer. Que no gustaría a los demás.
Y si yo fuera capaz y algo más atrevida de lo que hago creer a los demás, le diría que no es así. Que no es difícil de querer porque... porque lo ha conseguido conmigo con una impresionante facilidad.
Trago saliva.
Con ese pensamiento y a la conclusión que he llegado, pago lo que he comprado y no tardo en salir del supermercado de vuelta a casa. Saco del bolso mis cascos para escuchar música por el camino.
Observando a mi alrededor me percato de cómo se nota que estamos a mediados de agosto: muchos turistas más turistas que residentes en la ciudad y demasiado ambiente veraniego. Aunque el verano no es mi estación del año favorita, sí que la disfruto mucho cuando esta llega.
Al tener la música entreteniéndome todo el trayecto, no me doy cuenta, hasta que miro al frente, de que ya estoy llegando a mi edificio. Me distraigo dejando la bolsa colgada en mi brazo izquierdo para poder guardar los cascos en el bolso y sacar las llaves.
Ahogo un grito cuando, de repente y sin que yo me lo espere, siento que una mano rodea mi muñeca y tira un poco de mí, quedando encerrada cuando aparezco dentro del callejón que está justo al lado de mi edificio.
Con el corazón latiendo a toda velocidad, miro a mi alrededor, nadie pasa por aquí, y segundos después a la persona que me acaba de acorralar. Abro la boca levemente al identificarlo al instante.
—¿Qué haces aquí? ¡Suéltame! —Me sacudo como puedo, aunque su fuerza me supera con facilidad.
Mi ex padrastro me dedica una breve sonrisa siniestra y niega.
—¿Dónde está tú madre?
Él no me deja moverme a ningún lado puesto que me ha dejado en medio de entre la calle principal y yo. Mis ojos recorren cada recodo sin saber qué hacer. Quiero salir de aquí. Que pase alguien y me pueda ayudar. Pero parece que nadie está conspirando a mi favor porque, a pesar de que es una zona muy transitada, ahora nadie pasa por ahí.
—No te interesa donde pueda estar o dejar de estar. Ella rompió contigo.
Su dedo vuela hacia la zona de la clavícula para dar varios golpecitos.
—Y todo por tu culpa, niñita —responde con asco.
—Atrévete a ponerme una mano encima de nuevo y te denuncio. Y no me va a temblar la mano en hacerlo —alzo la voz.
No quiero hacerle ver lo muy aterrada que me tiene y estar pensando que ahora mismo puede hacer algo sin que se entere nadie. Él siempre ha sido así, es por eso por lo que me tiene asustada.
—Mucha valentía estás teniendo conmigo, niña. Con el que te tenía como su hija. Tu padre.
Niego repetidamente con la cabeza.
—Que mi madre se haya separado de mi padre biológico cuando era pequeña no significa que tu adquirieras ese poder en mí. Jamás ha sido ni serás mi padre. —Doy un paso hacia atrás.
Él no tarda en dar otro en mi dirección. Quiere acorralarme más de lo que ya me tiene. Tengo que actuar, hacer algo. No puedo quedarme aquí más tiempo con él.
—No eres nadie, Ana, nadie. Todo lo que has conseguido es gracias a mis contactos. Me lo debes todo —me amenaza de nuevo con el dedo.
—Te equivocas. Todos mis méritos son gracias a todo mi trabajo y esfuerzo, no gracias a ti. Y soy mucho más de lo que tú podrás ser nunca —escupo las palabras con odio, con atrevimiento.
No pienso hacerme pequeña por él. Nunca.
—Niñita insolente. ¿Dónde está tu madre? —repite.
—No tienes ningún derecho a saber nada de ella. No quiero verte ni te quiero cerca de mi madre, de mi círculo y de mi entorno. Porque, por el contrario, si no me haces caso, pediré una orden de alejamiento por acoso. Así que más te vale que no te vuelva a ver en ningún lado. Y mucho menos cerca de mi madre.
Me muevo hacia mi derecha para pasar por su lado, pero vuelve a agarrarme del brazo.
—Tus amenazas no sirven de nada conmigo, cielo. Espero verte pronto de nuevo como a tu madre —pronuncia con una calma lentitud.
Intento controlar lo máximo posible que el temblor de la mano que no está sujetando, no se vea. Tomo aire con suavidad cuando, tras intercambiar una larga mirada, se termina separando de mí y saliendo del callejón y continua la calle principal como si nada.
Cuando compruebo que su figura ha desaparecido por completo, me acerco con rapidez a mi portal y me adentro con tal velocidad que llego a mi piso en dos minutos.
Abro la puerta con el temblor intensificándose en mis manos, por lo que me cuesta un par de intentos en abrir. Apoyo mi cuerpo en esta cuando la cierro y me mantengo en silencio, cerrando los ojos en el proceso y tratando de regular mi respiración y eliminar cómo mi cuerpo aún está sufriendo el susto de hace apenas unos minutos.
—¿Ana? —pregunta mi madre. Es obvio que se han dado cuenta que he llegado a casa, puesto que soy la única, a parte de ella, que puedo abrir. Les debe de haber parecido raro que no esté ya en el salón.
No contesto.
No me salen las palabras.
Mi mente solo procesa y mantiene en bucle la escena con mi ex padrastro.
No puedo pensar en otra cosa.
Cuando me quiero dar cuenta, estoy en el suelo, rodeando las piernas con mis brazos. Necesito tranquilizarme.
—¿Princesa? —La voz de Alexander suena mucho más cercana. Cuando abro los ojos, veo que se ha arrodillado a mi lado. Su rostro denota preocupación—. ¿Qué ocurre?
Poco después, mi madre se coloca en el otro lado.
—¿Cariño? —pregunta, preocupada.
—Tú... él ha aparecido de repente y me ha acorralado en el callejón de al lado y no me dejaba irme. Y preguntaba por ti. No me dejaba. Quería irme. Él me agarraba de la muñeca para mantenerme allí —hablo atropelladamente, deprisa, mientras que mi voz se va entrecortando más y más conforme iba soltando las palabras.
Sin hacer falta decir quién es, ambos lo identifican al instante.
—Hijo de puta —Alexander es el primero en hablar.
—Cariño... Yo... Lo siento mucho. Todo esto es por mi culpa. —Su rostro se muestra triste, como si creyera ella que de verdad son ciertas sus palabras.
—No, no lo es —contradigo.
—Ponedle una orden de alejamiento —habla Alexander con enfado.
Lo sé por la forma en la que sus dedos tamborilean en mi pierna, su entrecejo está arrugado y por cómo se toca el pelo con tal brusquedad.
—No creo que haga falta. No hará nada. Siempre es de palabra. Solo ha sido un susto —niego su recomendación.
—Me importa una mierda que solo haya sido esto. Voy a poner una orden de alejamiento a su nombre. No pienso esperar ni comprobar si sus palabras van en serio o no. Prefiero tomar precauciones con vosotras por si acaso, que esperar sentado hasta que os pueda llegar a pasar algo. Me niego.
Observo a Alexander en silencio, sorprendida por la manera que se ha alterado por lo que me ha pasado.
—Alexander... —susurro.
—No. No pienso dejar en mis manos que os pueda hacer daño —se niega en rotundo.
Suspiro, derrotada.
—Bien, vale.
Apoyo mi cabeza en su hombro y me permito intentar controlar que mi cuerpo vuelva a estar tranquilo. En paz. No quiero volver a pensar en lo ocurrido hace un rato.
Me percato en cómo mamá, a pesar de su rostro triste porque sé que sigue pensando que es su culpa, mira a Alexander con cierto brillo en los ojos a modo de reconocimiento por sus intenciones en querer ayudarnos.
Alexander se termina quedando un rato más con nosotras. En todo momento no se separa de mi lado, y con su mano en mi muslo dándome suaves y cariñosas caricias.
—¿Sigue la quedada del viernes en pie? —cuestiona. Su rostro aún se muestra preocupado por lo que me ha ocurrido antes.
—Sí, tranquilo. No lo cambiaría por nada. Es lo que más necesito ahora mismo.
Dos horas después, tras haberse ido mi madre a descansar a su habitación, acompaño a Alexander a la puerta porque ya se va a su casa.
—Gracias por haber estado por aquí —le agradezco de corazón.
Me dedica una pequeña sonrisa.
—No hace falta que las des. Puedes contar conmigo en todo momento.
Le correspondo a la sonrisa y me acerco a él para darle un suave beso en la mejilla.
—Acuérdate de nuestra quedada del viernes, princesa —me susurra al oído antes de irse.
Créeme que lo haré.
Suspiro. Es imposible que no me acuerde de eso si lleva en mi cabeza desde que me lo dijo.
.......................
Holaaa!! ¿Qué tal el capítulo?
Demasiadas cosas en tan poco tiempo, ¿no creéis? ;)
Como dije, esta semana es maratón de EDA, así que mañana tendréis otra actualización (más intensita aún, ¿quizás?)
mi instagram: teenagerwriter_
Nos vemos mañana <3
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro