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30. SIDE TO SIDE


¡¡¡CAPÍTULO SIN CORREGIR!!!

Narra Ana

Observo a mi madre en silencio y con clara sorpresa. Era lo último que me esperaba que me dijese.

—¿Cómo? —es lo único que digo.

Me hago a un lado para dejarla pasar al interior de mi apartamento. Ella se gira para mirarme cuando cierro la puerta tras de mí.

—Siento haber aparecido a estas horas, pero no sabía dónde ir ahora.

—No te preocupes, mamá. Ya sabes que tú nunca me molestas.

Me dedica una pequeña sonrisa.

Sigo a mi madre hasta el interior del salón hasta que me percato de que Alexander está aquí.

—Oh, hola, Alexander. —Mi madre le dedica una cálida sonrisa.

—Hola, Aurora.

—Siento molestaros, chicos, no sabía que estarías por aquí —se avergüenza.

—Tranquila, Aurora, no lo haces —le asegura Alexander a la vez que se levanta del sillón—. Creo que es mejor que me vaya y así os dejo tranquilas para que habléis.

—No hace falta, de verdad. Puedo esperar —le rebate mi madre.

—No te preocupes, yo a tu hija la veo casi todos los días. Además, vuestra charle parece mucho más importante. —Alexander se gira para mirarme y me guiña un ojo—. Nos vemos mañana, si te apetece.

Sonrío.

—Claro. Te acompaño a la entrada.

Dejo que mi madre se acomode en el salón cuando sigo a Alexander.

—Puedes elegir lo que quieras para beber —comento en voz alta en dirección a mi madre. Ella no tarda en asentir y dirigirse hacia la cocina.

Alexander abre la puerta antes de girarse para mirarme.

—Ha estado bien el día —soy la primera en hablar.

—Muy bien —afirma—. Te he enseñado los primeros pasos para que seas toda una profesional en el vóleibol.

—Y que profesional soy —bromeo.

Alexander me dedica una sonrisa ladeada.

—Casi puedo decir que ya puedes competir contra mí y ganarme.

—Por supuesto —río.

Me percato de como Alexander da un par de pasos en mi dirección para acortar la distancia que nos separa. Mi mano serpentea por su pecho cuando la suya se apoya en mi cintura.

—Nos vemos mañana. —Termina de acercar su rostro al mío para darme un rápido beso.

Más rápido de lo que yo realmente quería.

—Nos vemos mañana.

Cuando compruebo que las puertas del ascensor se cierran tras de él, me adentro en el apartamento para ir al encuentro de mi madre.

—¿Necesitas quedarte aquí un tiempo? —es lo primero que se me ocurre decirla. Es lo más importante.

Ella duda, pero termina asintiendo.

—Sí, hasta que encuentre algún sitio. No quiero volver a esa casa.

—¿Qué pasó? —cuestiono.

Hago un pequeño parón para ir a por algo de beber antes de ponerme a su lado en el sillón.

—Todo fue a peor el día que viniste y coincidisteis ambos —empieza a la vez que fija sus ojos en los míos.

—¿Por qué? —frunzo el ceño, sin comprenderle.

—Dijo que... dijo que quería pasar más tiempo contigo. —Mi corazón se para por unos segundos por el tono en la que lo ha dicho mi madre.

—¿Para qué?

Mamá se queda callada, haciendo una pequeña pausa.

—No lo sé, pero no me dio buena espina.

—¿Qué pasó con él?

—Cuando vinisteis Alexander y tú a comer, esa misma noche se fue y no apareció hasta las tantas de la madrugada.

—¿Suele hacer eso? —asiente.

—A menudo. Pero esa noche fue distinta.

—¿Por qué? —cuestiono a la vez que me acomodo en el sillón sin dejar de mirarla y doy un sorbo a mi bebida.

—Llegó borracho y me empezó a echar la culpa de cosas que no tenían que ver conmigo, solo de él. Entonces me levantó la mano —hace una breve pausa donde a la vez siento como mi mandíbula se va a desencajar de la sorpresa—. No me pegó, pero veía sus intenciones aunque se contuviera.

Siento cómo un pequeño escalofrío recorre cada esquina de mi cuerpo y observo a mi madre con cierta culpabilidad.

—Oh, no me mires así —me señala con el dedo.

—¿Y qué hizo después para que ahora estés aquí?

—Nada grava, pero estuve reflexionando y poco a poco me empecé a dar cuenta de que él no me estaba haciendo bien y sus acciones conmigo no eran con buenas intenciones. A pesar de que desde esa noche estuviera más cariñoso conmigo. Aunque también todo explotó ayer cuando descubrí lo de Alexander.

Me quedo paralizada.

¿Con Alexander?

—¿Cómo?

Mamá me mira y se queda quieta, como si se acabara de dar cuenta que yo no sé nada.

—¿Qué pasa con Alexander? —vuelvo a hablar.

Ella me observa y casi puedo ver cómo detalla las opciones que tiene. Termina por suspirar antes de hablar:

—Tu ahora ex padrastro estuvo hablando con Alexander cuando vinisteis a casa.

—¿Cómo lo sabes? —cuestiono—. Ese día estuvimos juntas en todo momento.

—Descubrí lo que pasó y le pedí explicaciones con las pruebas que dejó tu ex padrastro.

—¿El qué? ¿Qué sabes? —la presiono.

Suspira.

—Al parecer tu novio habló con él para ingresarle cierta cantidad de dinero. Lo que no sé realmente los motivos que le dio para hacer eso. No me lo dijo. Solo se burló y dijo aquello con orgullo.

Me quedo paralizada sin dejar de mirarla.

¿Cómo es que yo no sabía nada de esto?

¿Por qué Alexander me lo ha ocultado?

Mi sorpresa evoluciona al enfado en tan solo unos segundos ante el descubrimiento.

¿Pretendía mantenerlo ocultado y no decirme nada?

—No entiendo por qué no me lo ha contado Alexander?

—¿No lo hizo? —cuestiona.

Niego.

—Tendré que hablar con él —murmuro, pensativa y tratando de calmar mi enfado.

Me mira con culpabilidad.

—No quiero que discutáis por eso. Por mi culpa.

Le dedico una pequeña sonrisa.

—Tranquila, mamá.

Ella duda, pero termina asintiendo.

—Venga, voy a enseñarte la habitación de invitados donde vas a estar quedándote los días que necesites —cambio el tema radicalmente. No quiero hablar ahora de Alexander.

Por la forma en la que me mira sabe que no voy a dejar el tema pasar y sabe que estoy enfadada, pero opta por no decir nada más. En cambio, me dedica una pequeña sonrisa y asiente.

—Claro, vamos.

Tras haberla hecho un pequeño tour por el cuarto y su baño, dejo que se acomode y organice lo que ha traído mientras que yo me cambio de ropa a algo más cómodo. Mientras lo hago, mi cabeza sigue pensando en lo que mi madre me ha revelado. No puedo sacármelo de la cabeza.

Tengo que hablar con Alexander de esto cuando mi enfado disminuya.

Ana: Alexander, ¿estás libre mañana por la noche, después de tu entrenamiento?

Alexander tarda apenas un par de minutos en contestarme. Parece que esperaba mi mensaje.

Capullo engreído: No, ¿quieres quedar?

Ana: Sí.

Capullo engreído: ¿Voy a recogerte?

Ana: No. Quedamos en tu casa.

Capullo engreído: Vale. ¿Ocurre algo?

Cierro los ojos y apago el teléfono tras enviarle una escueta negación. Preveo que mañana va a ser un día algo movidito. No quiero dejar pasar lo ocurrido. Necesito saber en qué diablos estaba pensando.

──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────

—Volveré en unas horas. Siéntete la libertad de hacer lo que quieras —le comento a mamá mientras camino de un lado a otro del apartamento.

—Tranquila. Tenía pensado quedarme aquí viendo películas.

Asiento, conforme.

—Está bien.

—¿Vas a ir con Alexander? —pregunta cuando gira su cabeza para mirarme.

Muevo la cabeza a modo de afirmación mientras termino de guardar las llaves en el bolso.

—Por favor, no seas muy impulsiva —me aconseja.

Sonrío.

—Eso intentaré.

—Luego me cuentas.

—Claro.

No tardo en salir de la casa en dirección a la de Alexander. Se supone que hemos quedado allí en quince minutos, así que no pierdo mucho más el tiempo.

No sé aún como preguntarle y cómo abordar el tema. La verdad es que estoy muy sorprendida de que esto haya conseguido enfadarme bastante. No sé si es por el gesto de Alexander, el motivo que no sé aún o el hecho que haya habido una conversación entre mi ex padrastro y Alexander y como este último ha querido darle dinero.

No lo entiendo.

Sí que es verdad que lo que más me ha molestado ha sido el hecho que no ha confiado en mí y no me lo ha querido contar. ¿Quería guardar esto hasta el fin de las existencias? ¿Por qué querrá ocultarlo?

Cuando me quiero dar cuenta ya me estoy adentrando al barrio donde Alexander vive. Busco un hueco para aparcar el coche antes de ir a su encuentro. No tardo en caminar por la calle hasta ver la figura imponente de Alexander esperándome.

Este me dedica una amplia sonrisa que me cuesta corresponder, para mi desgracia. Me cuesta mucho ocultar lo que siento.

Me da un beso en la mejilla y me agarra de la cintura antes de adentrarnos en el edificio.

—¿Cómo está tu madre?

—Mejor. Ahora está descansando en el salón mientras ve películas. —Camino hacia el interior del ascensor y me miro a través del espejo para comprobar y retocar mi pintalabios marrón.

—Eso está bien —afirma.

Nos quedamos en silencio. Él no tiene nada que decir y yo tampoco. O, al menos, no tengo que decir nada por el momento. Sigo de muy cerca a Alexander cuando llegamos a la planta donde queda su apartamento y me mantengo en silencio.

Cierro la puerta tras de mí, dándome la espalda.

—Estás muy callada, ¿todo bien? —comenta cuando me doy la vuelta para quedar cara a cara.

Le miro directamente a los ojos, seria. Paso por su lado para adentrarme en su salón. Alexander no tarda en seguirme.

—¿Por qué coño le mandas dinero a mi ex padrastro? —directa y sin tapujos.

Alexander se queda muy quieto cuando se coloca frente a mí y quedamos cara a cara.

—Ana...

—No quiero excusas de mierda, Alexander. ¿Qué coño hablasteis cuando te llevé a casa de mi madre?

—¿Qué ha ocurrido?

—¿Así que es cierto? —alzo una de mis cejas.

—Vamos a hablar bien.

—¿No lo estamos haciendo ahora? —comento.

Alexander suspira.

—Sí, pero...

—Alexander —le reclamo—. Sé sincero. Quiero que lo seas. Por favor.

Asiente sin dudarlo.

—Me pidió dinero cuando vosotras fuisteis a por el postre.

—¿Por qué?

—No me dijo las razones.

—¿Entonces...? —Alzo ambas cejas.

—Me amenazó, Ana.

Me quedo paralizada y le miro a los ojos.

—¿Por qué? ¿Con qué?

—Lo hizo para que le diera dinero.

—¿Conmigo? —cuestiono, aturdida.

—No dijo cómo específicamente, pero no parecía que fuera con buenas intenciones.

Me muerdo el interior de la mejilla.

—¿Y no fuiste capaz de contármelo al momento de que pasara?

—No quería que cumpliera esa amenaza —se defiende.

—No tienes ningún derecho a decidir sobre eso. Tenías que contármelo, Alexander.

—Lo sé, pero...

Doy un par de pasos en su dirección, aún con el enfado hablando por mí.

—¿Cuánto?

—¿Qué?

—¿Cuánto te pidió?

—Veinte mil.

—¡Veinte mil! —chillo por la sorpresa—. Eso va a ser imposible de pagarte.

Alexander frunce el ceño.

—¿Pagarme?

—¿Creías que no lo iba a hacer? Esto es mi responsabilidad.

—No, no lo es —me contradice.

—Claro que sí.

—Ni loco voy a dejar que me devuelvas ese dinero. Lo puedo recuperar con facilidad con el trabajo.

—Pero esto es una responsabilidad mía —remarco la última palabra a la vez que clavo con suavidad el dedo en su pecho.

—Ya te he dicho que no.

—¿Por qué lo hiciste? —murmuro.

—No quería comprobar si su amenaza era real.

—¿Por qué lo hiciste? —repito. Sé que su respuesta es acertada, pero no su verdadera razón de haber hecho eso. De haber aceptado el chantaje y no haberle discutido.

Alexander suspira y pasa su mano por el pelo para revolverlo.

—Porque me importas, Ana, ¿no lo entiendes? No quiero ver que su amenaza era real. No quiero que vaya a por ti o que se acerque a donde estés si quiera.

Relamo mis labios y me cruzo de brazos a la vez que rompo nuestro contacto visual.

—Lo que me ha molestado no ha sido que le hayas dado dinero, si no que ni siquiera has sido capaz de contármelo y has preferido ocultármelo, ¿entiendes el punto? —le discuto con el enfado algo más disipado.

—Lo siento, Ana. Debí hacerlo.

—Sí, deberías de haberlo hecho —afirmo aún con los brazos cruzados contra mi pecho.

Alexander suspira y me mira.

—Lo siento.

—Odio los secretos, Alexander —este asiente con cierta culpa.

—No era mi propósito ocultarlo con alguna mala intención.

Me mantengo en silencio y pensativa sin dejar de mirarlo.

—Lo sé. No quiero que lo vuelvas a hacer. Simplemente... no lo hagas. Por favor.

—Te lo prometo —me asegura.

—Bien. No más secretos —afirmo.

Alexander mantiene sus ojos puestos en los míos antes de responder:

—No más secretos.

Asiento, aliviada. Él termina de acercarse a mí y apoya las manos en mi cintura.

—¿Me perdonarías, Ana? —murmura sin dejar de mirarme.

Me hago la pensativa.

—Sólo si cumples con la promesa —le advierto.

Sonríe.

—Oído.

Me termino contagiando de su sonrisa y alzo ambas comisuras de los labios. Alexander termina optando por pedir algo para comer y secuestrarme por unas horas para poder pasar un poco de tiempo conmigo, puesto que ayer finalizó tan rápido nuestra quedada.

Apoyo la cabeza en su hombro e intento relajarme. Pero ¿por qué aún tenía la sensación de que me faltaba algo importante por saber?


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Hola, mis niñass, ¿qué tal el capítulo? 

¿Qué está pasando por aquí? ;)

Solo quiero decir que oficialmente ya nos estamos acercando más y más a la recta final (pero aún queda un rato, tranquilas)

Nos vemos prontito con nuevos capítulos <3

insta: teenagerwriter_

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