22. TOUCH IT
CAPÍTULO SIN CORREGIR
Narra Ana
Miro el reloj de la oficina, algo impaciente. Hoy he quedado con Alexander y me tiene algo nerviosa. No es que vaya a quedar con él lo que me tiene así, sino que va a ser a solas y en mi casa.
¿El porqué de esto? Bien, me han dicho que sería muy buena idea tener un repertorio de imágenes en su casa para darle credibilidad. No lo entiendo, ¿por qué allí? Está claro que puede ser en otra parte. O a lo mejor es que quieren hacer ver que hacemos planes más privados que no tenga que ser en la calle. No sé.
Admito que desde la noche en la que me llamó y fuimos a Central Park ha conseguido alterar todos mis esquemas y lo que yo creía, aunque evito pensar en ello la mayor parte del tiempo.
La verdad es que no sé qué pensar. Prefiero no darle la importancia que en realidad tiene.
Los dos hemos hablado en que vendrá a recogerme después de trabajar, puesto que hoy tienen día libre, a petición de su entrenador que hoy no está en Nueva York.
Quedan apenas diez minutos para terminar por hoy. Cuando desvío la mirada al reloj por décima vez, me encuentro con que Diana me observa con cierta atención. Cuando se percata de que me he dado cuenta, aparta la mirada para seguir con lo suyo.
Termino de recoger las cosas para meterlas en el bolso cuando envío mi último artículo a mi jefe. Soy de las primeras en salir, junto con Rike y Diana, puesto que no quiero hacer esperar de más a Alexander, quién ya me ha enviado un mensaje haciéndome saber de que ya está abajo. Ninguno de los tres comenta nada en el pequeño trayecto que hacemos juntos en el ascensor. Diana y yo somos las primeras en salir, puesto que al parecer ambas vamos a la calle. No tardo en despedirme de Rike antes de que se cierren las puertas del ascensor. Diana va unos pasos por detrás de mí, pero decido ignorarlo.
No tardo en visualizar a Alexander, quién ha aparcado a unos metros de donde ambas nos encontramos. Para mi sorpresa, Diana sigue por el mismo camino e incluso me adelanta para seguir su camino. Alexander la observa brevemente antes de centrar toda su atención en mí.
Para mi sorpresa, él envuelve mi cintura con su mano y tira de mí hacia él para, poco después, besarme de manera cálida, haciendo que mi corazón dé un pequeño revuelco puesto que no me lo esperaba.
—Somos el centro de atención, princesa —me hace saber antes de que yo le pregunte.
Asiento imperceptiblemente antes de apoyar mi mano en su pecho. No tardo en recibir toda su atención por completo.
—¿Vamos? —pregunta sin apartar sus ojos de los míos.
No digo nada porque no soy capaz. Por lo que me limito a mover la cabeza de nuevo para afirmar.
Alexander no tarda en separarse de mí para abrirme la puerta y que así yo pueda pasar y sentarme. Le doy las gracias junto con una pequeña sonrisa antes de que cierre y rodee el coche y entre.
—¿Qué tal hoy? —me pregunta tras habernos adentrado en la carretera en dirección a mi casa.
Le miro con sorpresa. Parece que alguien quiere empezar a ser comunicativo conmigo.
—Bien. He esta muy productiva. Me ha dado tiempo a hacer varios artículos. —Sonrío.
Me mira brevemente antes de volver los ojos al frente.
—Eso está bien. —Y con sus palabras le acompaña un asentimiento.
—¿Aprovechaste para estar todo el día descansando? —pregunto con curiosidad.
—Sí. A veces da mucho gusto no tener que hacer nada en todo el día.
—Excepto quedar conmigo —agrego, divertida.
Me mira.
—Excepto quedar contigo —confirma. Y, por la forma en la que lo dice, hace que me ponga algo nerviosa.
No entiendo a mis hormonas.
No tardamos en llegar a la calle donde vivo. Buscamos un sitio para que Alexander pueda aparcar. Cuando lo encontramos, por suerte no está muy lejos del edificio. Tras comprobar que ha cerrado bien, Alexander se coloca a mi lado y comenzamos a caminar hacia este. A cada paso que doy, siento que me estoy metiendo en algo que no sé si estoy segura de como poder salir.
Abro la puerta del apartamento, enciendo las luces y dejo que Alexander sea el primero en entrar. Cierro tras de mí y le sigo.
—¿Quieres algo de beber? —cuestiono cuando me dirijo directamente hacia la cocina.
—¿Tienes cerveza? —pregunta.
—Sí. Iba a tomar yo una. Te llevo otra —alzo la voz para que pueda escucharme, puesto que se ha quedado en el salón.
Le tiendo la lata en cuanto voy a su encuentro. Alexander ya se ha acomodado en el sillón y me observa con detenimiento conforme me voy acercando.
—Gracias.
Me acomodo a su lado y me giro para quedar cara a cara con él.
—Eres de España, ¿Verdad? —pregunta, curioso.
Asiento.
—¿Por qué viniste aquí? —cuestiona a la vez que abre la lata y le da un sorbo.
—¿Por qué? —cuestiono.
—Porque me interesa tu historia.
Abro la boca levemente por la sorpresa. ¿Alexander me acaba de decir eso?
—Para estudiar aquí. Siempre quise trabajar en el periódico en el que estoy ahora y me llegó la oportunidad de estudiar aquí con una beca.
Asiente, interesado.
—¿Tus padres también vinieron contigo?
—Mi madre. Necesitaba un cambio —me limito a decir. Tampoco quiero contarle la historia de mi madre.
—¿Y tu padre?
Desvío la mirada y carraspeo antes de levantarme del sillón.
—Voy a por algo para picar.
No le doy tiempo a decir nada ya que me incorporo con rapidez y voy hacia la cocina. Me adentro segundos después para buscar algo para comer. No quiero admitir que ha tocado una parte que no suelo hablar con nadie. Apenas lo hablo con Lilia y Jake.
No sé cómo, pero noto que me ha seguido.
—¿Te ha molestado la pregunta? —escucho que me dice.
Me pongo de puntillas para sacar algo de comer que tengo guardado en el cajón de arriba.
—No, tranquilo —termino por decir.
Y es cierto, solo que no me lo esperaba. Nos quedamos ambos en silencio. No soy capaz de girarme, puesto que mi cuerpo me traiciona.
—Te noto muy pensativa, ¿qué ocurre? —cuestiona, detrás de mí.
¿Cómo es posible que pueda leerme con tanta facilidad sin ni siquiera mirarle a la cara?
—¿Por qué cedes a hacer este tipo de cosas conmigo si me odias, si no me... soportas? No te obligo a hacer esto porque no es algo que nos pueda perjudicar si no lo hacemos —me sincero.
Me apoyo en la encimera tras dejar la comida en esta y le miro. Se queda quieto en la entrada de la cocina, observándome.
—No te odio, Ana. Al menos, no desde hace tiempo. Aunque, sinceramente, nunca he llegado a sentirlo en realidad.
Mi corazón se acelera al instante por sus palabras. Inspiro hondo disimuladamente.
—Entonces, ¿por qué me has tratado desde que nos conocimos como si fuera así? —cuestiono, incrédula.
Alexander se remueve incómodo en el sillón y me vuelve a mirar.
—Es... yo... nada —termina por decir.
Decido no agobiarle. Sé que no me lo va a decir. Al menos, no ahora. Me vuelvo a girar para darle la espalda y abrir las bolsas. Necesito tranquilizar lo que sea que me está pasando.
Escucho como Alexander camina por la cocina y noto como se queda detrás de mí, con apenas unos centímetros de distancia.
Sus dedos me acarician el cabello hasta llegar a los hombros y cierro los ojos al instante antes de inclinar la cabeza levemente hacia un lado. Su mano hace una breve presión sobre el hombro para que me gire.
Termino cediendo y quedamos cara a cara. Al instante alzo los ojos para devolverle la mirada.
—¿Qué pasa? —susurro, nerviosa al ver que sus manos me atrapan cuando apoya ambas en la encimera.
—Esto es lo que pasa.
Al instante, su mano desaparece de mi lado para agarrar mi nuca y terminar de acercarme a él para besarme con fuerza.
Suelto un suspiro por la sorpresa y me quedo paralizada unos segundos hasta que su mano libre me agarra de la cintura y aprieta levemente.
Cierro los ojos y mis manos recorren su cuerpo como si fueran serpientes hasta llegar al comienzo de su pelo y acercarle más a mí.
Alexander baja su mano y, en tan solo unos segundos, me levanta y me sienta en la encimera. Sus dedos recorren mis muslos hasta llegar de nuevo a mi cintura y apretar.
Sin que yo mande la orden, mis piernas rodean su cadera y la distancia que nos separaba, ahora se ha eliminado por completo. Su lengua lame mis labios antes de adentrarse en mi boca, algo que recibo con mucho gusto.
Mis brazos rodean su cuello y le devuelvo el beso con energía. Sus dedos aprietan mi cintura con más fuerza, con desesperación. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo y me doy cuenta de lo mucho que deseaba esto. De lo mucho que quería que Alexander me volviera a besar.
Ambos nos separamos para recuperar el aliento. Al momento me percato de cómo sus labios están hinchados y enrojecidos.
—¿Qué estamos haciendo Alexander? —cuestiono en un susurro.
—Lo que llevo deseando volver a hacer desde que te besé en la gala.
Nuestras lenguas chocan de nuevo, con ansias de volverse a encontrar.
Sus manos se adentran en el interior de mi camiseta hasta colocarse debajo de mis pechos. Con sus pulgares, comienza a hacer círculos a la vez que se concentra en darme el mejor beso que he tenido en demasiado tiempo.
—Alexander... —gimo cuando su lengua recorre mi cuello con ansias.
—Joder... —maldice antes de llevar sus manos a la parte trasera de mis muslos y volver a levantarme y comenzar a caminar fuera de la cocina.
Cuando me quiero dar cuenta, me quedo tumbada boca arriba en el sillón con Alexander encerrándome de nuevo cuando se coloca encima de mí. Su boca atrapa de nuevo mi cuello y pasa la lengua por este con tal lentitud que consigue que mande un escalofrío a mis pechos.
Mis manos se adentran en su camiseta para tocar de su estómago a su pecho con descaro a la vez que mis piernas rodean sus caderas hasta quedar completamente pegados. Al instante puedo sentir cómo Alexander está excitado. Una de sus manos acaricia mi muslo con suavidad sin dejar de besarme y, poco después, se incorpora y me deja en su regazo.
Sin que podamos hacer nada más, el sonido de un teléfono comienza a sonar. Ninguno de los dos hace ningún amago de descubrir cual de los dos es. En cambio, Alexander alza la mano para colocarme el mechón para que así no me tape el rostro. Cierro los ojos cuando siento que el corazón se acelera por su caricia.
—Joder —gime cuando, segundos después, vuelve a escuchar el teléfono.
No tardamos en comprobar que es el suyo.
—Atiende la llamada —termino por decir cuando recupero el aliento.
Me aparto para levantarme e ir a la cocina para darle un poco de privacidad. Minutos después siento como su mano se apoya en mi cintura y me hace girarme.
—Yo... tengo que irme. Mi madre ha querido darme una sorpresa presentándose en mi apartamento y debo ir —me da explicaciones con rapidez.
Le dedico una pequeña sonrisa.
—Tranquilo, no pasa nada.
Asiente lentamente, pensativo.
Antes de que pueda decir nada de lo que acaba de ocurrir entre nosotros, ambos salimos de la cocina para recoger todo con rapidez. Alexander es el primero en dirigirse hacia la entrada cuando comprueba de que todo está en orden. Cuando abro la puerta, tras adelantarme, él sale y se gira para mirarme.
—Tenemos una conversación pendiente —me señala con el dedo para reforzar sus palabras.
Me muerdo el labio inferior y asiento, dubitativa.
—Bien.
—Mañana hablamos —dice a modo de despedida.
Asiento y termino cerrando la puerta cuando se da media vuelta para dirigirse hacia el ascensor. Me apoyo levemente y cierro los ojos, rememorando todo lo que ha pasado.
No sé en qué momento me ha empezado a gustar Alexander.
Pero ahora lo sé con certeza.
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Holaaa!! ¿Qué tal el capítulo?
Nos vemos pronto ;)
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