21. SAVE YOU TEARS
Narra Alexander
Me adentro en los vestuarios en cuanto el entrenamiento finaliza. No tardo en quitarme la camiseta y dejarla a un lado de mi taquilla para ir, poco después, hacia los baños.
El agua comienza a caer encima de mi cabeza y me permito cerrar los ojos unos segundos para relajarme. Estoy un poco alterado. Poco antes de empezar el entrenamiento, mi padre me ha escrito para citarme en su case cuando salga del pabellón.
Sé que no es nada bueno lo que me quiere decir para haberme dicho que fuera a su casa para hablar de ello.
Me paso la toalla por el cuerpo para rodearla alrededor de mi cintura y camino de nuevo hacia la zona de las taquillas, justo donde están algunos chicos del equipo.
—Nos vamos a ir a cenar fuera, ¿te vienes? —me pregunta Levi en cuanto me siento a su lado.
Niego con la cabeza.
—Tengo que ir a casa de mi padre. Creo que quiere hablar de eso —remarco lo último, evitando decirlo para que los demás no se enteren.
Levi abre los ojos con sorpresa antes de asentir.
—Ya me contarás qué te dice.
Muevo la cabeza a modo de afirmación.
Diez minutos después ya estoy saliendo del pabellón en dirección a mi coche. Por suerte, no se tarda mucho en llegar a su casa, apenas unos minutos.
Subo el volumen de la música y me permito perderme un poco por mi mente. Llevo unos días sin hablar con Ana, aunque es normal si se tiene en cuenta de que no solemos mensajearnos a no ser que sea para informarnos sobre algún evento o cumplir nuestro trato.
Aun así, lleva apareciendo en mi cabeza desde nuestro inesperado momento en el baño. Sinceramente, no tenía pensado que eso ocurriera en la gala. Era lo último que esperaba.
También fui un capullo con ella por culpa del correo que recibí en ese momento de mi padre por todo lo que tengo que arreglar. Es por eso por lo que no dudé en seguirla cuando me plantó cara. Tenía pensado disculparme, no besarla.
Todo se me ha salido un poco de las manos.
Y ahora no sé qué hacer.
Pongo el seguro del coche en cuanto salgo de este y me adentro en el edificio. Minutos después, mi padre me abre la puerta.
—Hola, hijo.
Hago un breve asentimiento a modo de saludo antes de adentrarme a su casa.
—No pretendo alargar esto para ambos —comienza.
—¿Qué ha ocurrido ahora? —cuestiono a la vez que me giro para mirarlo.
—Él no está de acuerdo con firmarlo. No pretende acabar con esto.
Me remuevo el pelo, tratando de no enfadarme más de lo que ya estoy.
—Eso lo lleva diciendo un tiempo.
—Solo que ahora nos amenaza con contarlo —agrega.
Me quedo paralizado.
¿Contárselo a los medios? Eso no es nada bueno. No quiero imaginarme como la prensa no me dejaría tranquilo y el efecto que tendría en Ana si eso pasara.
—Y tampoco se cree lo que os traéis en manos Ana y tú. Tiene el ojo puesto en ella.
Resoplo, enfadado.
—¿No me puede dejar tranquilo de una vez y firmar los putos papeles para que cada uno siga con lo suyo? —alzo la voz, algo alterado.
—Parece que pretende alargar todo esto solo para ir a por ti.
—Ya me he dado cuenta de ello, pero no podemos estar jugando todo el rato al ratón y el gato —digo a la vez que camino de un lugar a otro en el salón.
—Pretende ir a por ti, no hay más que verle.
—Hay encontrar una forma de que firme todo el papeleo. ¿Estás en ello? —Mi padre apoya las manos encima de la mesa, justo la que utiliza para trabajar.
—Te recuerdo que todo esto es por tu culpa, Alexander. Y yo ahora tengo que estar arreglando todos tus problemas. Hago lo que puedo —me señala con el dedo.
Me muerdo el interior de la mejilla y me remuevo el pelo con enfado.
—Bueno, para eso te has autoproclamado mi representante sin consultar mi opinión, ¿no?
Nos miramos fijamente en silencio. No hay más que ver lo tensa que está nuestra relación. Lleva años pendiendo de un hilo que ahora no para de tensarse más y más.
—Haré lo que pueda. Te guste o no —termina diciendo.
—Haz lo que quieras. Total, siempre tienes que controlar cada puta parte de mi vida.
Me doy la vuelta y camino hacia la puerta con rapidez para desaparecer de su casa. No quiero verle. Me encierro en el coche en cuanto llego a este y me intento relajar. Cada ver que tengo que venir, siempre me termino enfadando. Ese es el efecto que tiene mi padre conmigo.
No quiero volver a casa. Al menos, no ahora.
Tampoco es que tenga que hacer algo fuera. Solo necesito un poco de compañía.
Mis manos comienzan a moverse sin mi permiso para agarrar el teléfono y marcar un contacto en correcto.
No tardo en llamar.
──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────
Narra Ana
Son las doce de la noche cuando escucho que mi teléfono empieza a vibrar a causa de que alguien me está llamando. Pauso la película que estoy viendo y me inclino para agarrarlo.
El corazón me da un pequeño vuelco sin mi permiso cuando veo el apodo en la pantalla de como tengo agregado a Alexander. No tardo en descolgar.
—¿Alexander? —cuestiono, confundida.
—Hola, ¿estás ocupada? —cuestiona.
Su pregunta me deja mucho más descolocada.
—No, ¿qué ocurre?
—¿Quieres dar una vuelta? Te recojo yo.
Me quedo en silencio por varios segundos. Su propuesta me ha dejado sorprendida. ¿Alexander quiere que de una vuelta con él? Algo le debe de haber ocurrido para que él me pregunte eso.
—Claro.
—Bien, nos vemos en diez minutos.
No tardo en aceptar y él se despide antes de colocar. Al instante, me levanto del sillón para cambiarme de ropa, puesto que no voy a salir en camisón con él, claramente.
Cuando termino de arreglarme la camiseta de tirantes y el pantalón corto, agarro una chaqueta fina, las llaves, el teléfono y salgo de casa. Aún sigo descolocada por la propuesta de Alexander. Es la primera vez, desde que empezó todo esto, que me hace ese tipo de plan. Y sé que no está relacionado con seguir fingiendo ser pareja. No sé cómo, pero lo sé.
Cumpliendo lo que ha dicho, Alexander está fuera del coche, esperándome. Alza la mirada en cuanto escucha como la puerta del edificio se abre. Nuestros ojos se conectan al instante a la vez que camino hacia él.
¿Cómo se supone que debo saludarle después de nuestro momento... íntimo?
Por suerte, Alexander se adelanta a mis movimientos y se acerca a mí para apoyar su mano en mi cintura y darme un beso en la mejilla. A pesar de que su gesto es delicado, le noto muy tenso.
—Hola —pronuncio.
—Hola, ¿vamos? —asiento antes de rodear el coche y colocarme en el de copiloto.
Cuando ambos estamos dentro, me giro para mirarle.
—¿Todo bien? —cuestiono.
—¿Por qué? —me responde con otra pregunta para evitar contestarla.
Entrecierro mis ojos en su dirección.
—Me has escrito a las doce de la noche para quedar. No creo que sea para algo de nuestro trato, ¿o me equivoco?
Alexander aprieta suavemente sus labios y poco después los lame antes de asentir.
—No estoy teniendo una buena noche —se confiesa, lo que me deja sorprendida.
—¿Y yo he sido una buena opción para que sea tu compañía? —cuestiono con sorpresa.
Se encoje de hombros antes de arrancar, pero no responde. Poco después ya estamos recorriendo la ciudad. No sé muy bien a dónde quiere ir, pero no le pregunto porque parece concentrado y pensando en lo que sea que ha hecho que esté de esta manera.
Debe ser importante si ha recurrido a mí.
La música es el único ruido que suena en el interior del coche, así que me concentro en mirar al exterior. Creo que ya me hago una idea de a dónde me está llevando.
Minutos después, comienza a reducir la velocidad hasta llegar a un aparcamiento. Cuando salimos, miro al frente para dar con Central Park.
—¿Central Park? —cuestiono para confirmarlo.
Giro la cabeza en su dirección a la vez que se coloca a mi derecha y asiente.
—El mejor lugar para despejarte de noche de todo Nueva York —afirma.
Sonrío y hago un gesto con la mano.
—Después de ti.
Me dedica una sonrisa ladeada antes de iniciar la marcha. Le sigo al instante. Conforme nos vamos a adentrarnos, lo único que nos rodea es el silencio. Ninguno de los nos hemos decidido a hablar. O a lo mejor él no quiere hablar. O ya se ha arrepentido de haberme llamado.
—¿A dónde vamos? —cuestiono cuando me percato que tiene una ruta fija.
Alexander me mira de reojo.
—A mi zona favorita de Central Park. —Le observo con curiosidad.
—¿Cuál es?
—Ahora lo descubrirás. —Alza una ceja sin dejar de mirarme.
Él apoya la mano en mi espalda para guiarme hacia el lugar en concreto. Sin poder evitarlo, el corazón se me acelera por el gesto y, al instante, la conversación que tuve el otro día con Lilia viene a mi cabeza. Suspiro y aparto sus palabras de mi mente al instante.
Conforme seguimos caminando, me doy cuenta de que ahora estamos solos, por sorprendente que parezca. Alexander empieza a reducir la velocidad de sus pasos hasta tener un paso lento a la vez que observa su alrededor.
—Te presento mi lugar favorito de Central Park y que, por suerte, no está tan concurrido.
Cuando observo el lugar abro los ojos por la sorpresa. El lugar es precioso. Estamos al inicio de un puente de piedra que pasa por encima de un lago. Sin duda, las vistas, aun siendo de noche, son maravillosas.
—Este es el puente Bow Bridge.
Asiento, ensimismada.
—Es precioso —admito y veo de reojo como él asiente.
Terminamos caminando hasta adentrarnos a este.
Sigo teniendo en mente qué es lo que le ocurre. Sería conveniente que le preguntara, ¿no? Al fin y al cabo, es a mí a quién ha llamado.
—¿Alexander? —cuestiono a la vez que soy yo de los dos quién se frena y me apoyo en el muro de mi derecha, dándole la espalda a una parte del lago.
Al instante, él se queda quieto y se coloca frente a mí para quedar cara a cara.
—¿Sí?
—¿Qué te ha ocurrido? —pregunto con curiosidad.
Él desvía la mirada hacia el lago y lo observa pensativo.
—Tuve una... discusión con mi padre —termina diciendo.
No sé si es del todo verídico sus palabras porque parece que, en realidad, hay algo más en sus palabras. Decido no preguntarle por eso.
—¿No te llevas bien con él? —pregunto a cambio.
Alexander se encoje de hombros. Emprende el camino con distracción para colocarse a mi izquierda y apoyar sus manos en el muro a la vez que observa con fijeza el paisaje.
—Digamos que no ha ejercido de padre tanto como me hubiera gustado de pequeño. Él siempre ha tenido planificado mi futuro cuando ha visto que el voleibol se me daba bien —se sincera.
Su confianza en mí para contármelo me sorprende, puesto que es la primera vez que estamos hablando sin discutir o molestarnos. Me doy media vuelta para imitar su postura, pero yo me cruzo de brazos y le miro de reojo.
—¿Nunca lo ha hecho? —pregunto con cautela.
Alexander se queda en silencio por unos segundos antes de negar brevemente con la cabeza.
—Siempre estuvo algo ausente. Si no trabajaba y estaba en casa, se dedicaba a hacer otras cosas que hacer a cambio —responde con un tono de voz bajo.
—¿Y tu madre? —No sé si estoy demasiado entrometida, pero por la forma en la que me mira ahora Alexander, creo que no le molesta en absoluto.
Creo.
Al escuchar mi pregunta, me percato de como forma una pequeña sonrisa.
—La veo de vez en cuando, cuando no está viajando. Pero siempre ha sido esa madre que todo niño deseaba tener. —Y no hay rencor en su voz, solo orgullo.
Formo una pequeña sonrisa porque eso mismo me ocurre a mí con mi madre. A pesar de que ambas tengamos vidas distintas, hemos vivido mucho juntas. No sé qué haría sin ella.
—Qué suerte, a mí me gustaría viajar también, ¿dónde está ahora? —me intereso. También trato de dejar atrás el nombrar a su padre, parece que es lo último de lo que quiere hablar. Él parece agradecérmelo.
Me mira brevemente.
—Según me ha dicho, ahora está en Europa. En Francia.
Sonrío.
—Francia es muy bonita.
—¿Has estado alguna vez? —Se da media vuelta para apoyarse en el muro y mantener su mirada en mí.
—Un par de veces, cuando vivía en España —comento—. ¿Y tú? ¿Qué lugares visitaste en Europa?
Alexander se queda en silencio varios segundos, pensativo.
—Una vez en España hace años.
—El país más bonito de Europa —comento con añoranza.
A veces se me viene a la cabeza todos mis familiares, aquellos que llevo sin ver por años. Me gustaría volver para visitarlos en algún momento, pero no sé aun cuando.
Alexander asiente, afirmando mi respuesta. Al momento, ambos nos quedamos en silencio, sin saber qué decir. Tampoco hace falta. Por primera vez no me molesta que todo esté en silencio.
—Siento si te he llamado cuando estabas ocupada o ya descansando. —comenta después de un rato.
Niego levemente y me pongo de lado para verle por completo. Él hace lo mismo.
—No lo estaba, tranquilo. Solo veía una película.
Forma una sonrisa ladeada.
—Bueno, ahora tienes una muy buena compañía —comenta con arrogancia.
Pongo los ojos en blanco, pero sonrío.
—Ya, seguro que sí.
Alzo la mirada para fijarla en sus ojos. Él ya me observa. El silencio se vuelve a instalar entre ambos y ninguno de los dos aparta la mirada del otro. Nos quedamos así, callados y mi corazón se acelera levemente. Alexander analiza mi rostro sin demora y tomándose su tiempo.
Relamo mis labios cuando siento la extraña necesidad de acercarme un poco más a él. Cuando tomo consciencia de ese pensamiento, carraspeo y termino apartando la mirada para dirigirla hacia el lago.
El mero hecho de haber pensado en eso ha conseguido que se altere más mi corazón.
Inspiro disimuladamente para recuperar la compostura.
—Ya es muy tarde, te llevo a casa —dice, rompiendo el silencio.
Asiento sin decir nada.
Cuando miro el reloj me doy cuenta de que es pasada la una de la madrugada. Mis ojos se abren por la sorpresa. ¿Tanto tiempo ha pasado? El tiempo ha continuado de manera veloz cuando estaba con Alexander.
Terminamos saliendo de Central Park sin prisa.
No hablamos, pero mi mente está rememorando sin parar lo que ha pasado hace unos minutos en el puente. En la forma en la que Alexander me miraba y cómo mi corazón reaccionó a él con suavidad. No sé qué pensar de ello.
Lo único que sé con certeza es que esta noche algo ha cambiado entre los dos. Y no sé cómo de aterrada me tiene.
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Holaa!! ¿Qué tal el capítulo? Hoy os traigo uno tranquilito ;)
Es increíble que EDA ya tenga 21 capítulos y casi 30k lecturas, gracias <3
Nos vemos el sábado con nuevos capítulos :)
instagram: teenagerwriter_
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