20. OFF THE TABLE
Narra Ana
Me remuevo en la cama con pereza. Sé que tengo que levantarme ya porque si no llegaré tarde a la quedada con Lilia. El problema es que no paro de rememorar todo lo ocurrido anoche. Desde que me adentré en el pasillo enfadada hasta que me dejaron en casa.
No puedo pensar en otra cosa y eso es lo que hace que me esté comiendo la cabeza. ¿Cómo es que ha podido pasar todo esto? ¿En qué momento hemos pasado de molestarnos y enfadarnos a follar en uno de los baños de donde se celebró la gala?
Genial, Ana, te has lucido de maravilla.
Termino incorporándome de la cama y agarro el teléfono para revisar los mensajes pendientes. Como ya suponía, ninguno de ellos es de Alexander. Tampoco es que nos intercambiemos mensajes. No si no es necesario. Sé que esto no va a cambiar nada, simplemente ha sido una noche en el que los dos nos hemos dejado llevar por culpa de las emociones que había anoche. Nada más.
Camino hacia la cocina, tras hacerle saber a Lilia que en media hora estoy lista para salir e ir a recogerla, y me hago algo para desayunar. Tal y como le he dicho a mi mejor amiga, treinta minutos después ya estoy saliendo del apartamento.
Ayer hablamos de que hoy íbamos a quedar para tomar algo en el centro comercial para ponernos al día ya que llevamos varias semanas sin apenas vernos. Y eso hay que remediarlo. Porque entre el trabajo, los partidos y cumplir el trato con Alexander, las horas se me han pasado volando y apenas la he visto.
Cierro el apartamento y me dirijo hacia el coche para ir a recogerla. En cuanto llego a su portal, Lilia me recibe una amplia sonrisa cuando abre la puerta y se sienta en el asiento de copiloto.
—¿Qué tal? —me pregunta cuando ya se ha puesto el cinturón y se gira para analizarme—. A ti te pasa algo —afirma antes de que pueda responderle a la pregunta.
Carraspeo.
—Todo bien, aunque movidito —ignoro el último comentario.
—Ya vas soltando qué ha pasado —me amenaza con la mano.
—Necesitamos un café de por medio —termino diciendo, rindiéndome.
No hay nada que a Lilia se le escape. Siempre averigua todo sin que se le diga nada.
—Hecho, pero me cuentas todo al detalle —suspiro.
—Bien, vale.
Lilia me observa con curiosidad.
—Debe ser importante lo que me vas a decir si has aceptado tan rápido.
Me encojo de hombros sin apartar la mirada de la carretera. Lilia rodea mi brazo con el suyo en cuanto llegamos al centro comercial y nos disponemos a entrar.
—Primero necesitamos una buena sesión de ponernos al día y luego podemos ir de compras —propone y no tardo en asentir.
Lilia es la que me dirige hacia una de las cafeterías que hay. Nuestra favorita y a la que venimos siempre que podemos. Mientras que ella va a pedir por las dos, yo busco un hueco libre donde nos podamos sentar y hablar con tranquilidad sin que nadie nos pueda escuchar o molestar. Ya que, teniendo en cuenta que muchas personas me tienen ubicada por ser la "pareja" de Alexander, ahora tengo muchos más ojos encima que antes.
Mi mejor amiga no tarda en acercarse y colocarse en la silla que hay frente a mí y tenderme lo que yo he pedido. Ella apoya los brazos sin dejar de mirarme.
—Bien, desembucha.
Miro a nuestro alrededor y le doy un sorbo a mi bebida antes de inclinarme hacia ella.
—Anoche me acosté con Alexander en uno de los baños de donde se celebraba la gala.
Lilia, que está bebiendo su café, casi me lo escupe en la cara por la sorpresa de mi confesión.
—¿Cómo? Necesito que me cuentes todo desde el principio.
Y lo termino haciendo.
Lilia escucha lo que le digo con mucha atención para no perderse ningún detalle. Le hablo desde que llegamos, a cuando Alexander se empezó a comportar raro y su contestación. Y, por último, cuando yo me fui hacia el pasillo y él me siguió y me besó. Todo al detalle como ella me ha pedido. La veo realmente entretenida.
—¿Y estuvo bien? —pregunta después de haber terminado toda la narración.
¿Esa es la única pregunta que me tiene que hacer después de todo lo que le he dicho? Lilia sube y bajas las cejas para molestarme.
—Demasiado bien —me lamento.
Lilia comienza a formar una amplia sonrisa.
—Parece que aquí hay algo más que sexo —canturrea.
La miro al instante.
—¿Qué? No. No, no, no. Solo fue un momento de debilidad —me defiendo.
—Ya, claro. Y ahora también me dirás que no quieres volver a repetirlo.
Me quedo en silencio, lo que hace que su sonrisa se amplíe más.
—Lo sabía. ¿Te has enganchado a él?
Le pongo mala cara.
—No, ni de broma. —Me inclino un poco más hacia ella—. Además, recuerda que tengo un trato con él. En cuanto acabe esto, ya no lo volveré a ver más que en pantallas —susurro.
—Bueno, pues teniendo en cuenta que para eso queda tiempo, yo disfrutaría de semejante hombre que se te ha puesto en tu camino. —Me dedica una mirada pícara.
—Si Jake te escuchara... —bromeo.
Lilia alza ambas cejas.
—Si mi querido novio me escuchara, me daría la razón. ¿Tan malo sería que te lo pases bien con Alexander? No creo que él te vaya a poner ninguna pega —comenta.
Me quedo callada de nuevo y me muerdo el labio, pensativa.
—No creo que sea buena idea. Las cosas podrían ponerse tensas.
—¿Por qué debería ser así? Los dos sois adultos y lo bastante mayorcitos como para saber cómo comportaros.
Sé que Lilia tiene razón. Pero, entonces, ¿cuál es el problema? ¿Qué me enganche? ¿Qué pueda llegar a más por mi parte?
—No sé si es buena idea —termino diciendo.
Lilia se encoge de hombros sin dejar de mirarme y, poco después, le vuelve a dar otro sorbo a su bebida.
—Bueno, está claro que a él le gustas. O, como mínimo, que le atraes demasiado. No hay más que verlo —comenta con fingido desinterés.
—Sé lo que intentas hacer —le advierto.
—¿El qué? ¿Que disfrutes y aproveches la oportunidad que te ha llegado? No creo que Alexander sea el tipo de hombre que hace esto con cualquier chica. No creo que sea como lo pinta Internet —argumenta.
—Los medios suelen exagerar o buscar chismes inventados o habladurías para forjar la imagen de una persona. —Y sé de lo que hablo. No es la primera vez que veo esto.
—Sí, es cierto. Ya lo hemos comprobado cuando os emparejaron a los dos habiendo intercambiado en esa noche vuestras primeras palabras —rememora con diversión.
—No me lo recuerdes. —Apoyo el codo en la mesa y mi cabeza en la palma de la mano.
La mirada se me desvía hacia el exterior de la cafetería. Al instante, me encuentro con que varias personas me observan o toman fotos sin ningún disimulo. Giro la cabeza con rapidez para mirar a Lilia y hago una cortina con mi pelo para tapar mi rostro.
—¿Qué pasa? —cuestiona.
—Me están haciendo fotos, otra vez —comento en un suspiro.
Lilia me mira con comprensión y me da un suave apretón en la mano.
—¿Quieres que vayamos a mirar ropa o prefieres quedarte aquí un rato más?
—Esperamos un poco —asiente.
Miro con disimulo de nuevo al exterior. Aquellas personas me observan a la vez que murmuran algunos entre ellos. Suspiro. Esto no es de mi estilo.
Este no es el estilo de vida que quiero para mi futuro. Aunque este trato ya lo ha condicionado todo. Me pregunto si esto realmente es una buena idea que la farsa siga continuando. ¿Va a pasar el tiempo y esto va a continuar de la misma manera?
──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────
Cuando salgo del coche, me percato que mamá ya está en la entrada, esperándome. Hoy es uno de los días en el que la vengo a visitar para comer juntas. Formo una pequeña sonrisa cuando camino hacia ella, que poco a poco se empieza a disminuir el gesto cuando veo su rostro. Se la ve preocupada.
—¿Qué ocurre? —Ella señala con la cabeza hacia el interior.
No me da tiempo a decir nada más ya que el hombre que vi en el bar cuando fui a cenar con el equipo de Alexander, aparece al lado de mi madre.
Inspiro hondo con disimulo.
Él me dedica una falsa sonrisa antes de rodear a mi madre sus hombros con el brazo.
—Hola, Ana, ya era hora que vinieras a visitarme —comenta con cierto desdén.
Me muerdo la punta de la lengua para evitar contestarle. No quiero que luego mamá tenga problemas con él.
—He estado ocupada en todo este tiempo —termino por decir.
Él me mira fijamente antes de asentir.
—Pero entra, mujer, no te quedes ahí fuera. —Se hace a un lado para dejarme pasar.
Miro de reojo a mi madre, quién me dedica un leve apretamiento de labios, antes de hacerle caso y caminar hacia el salón. En todo momento siento sus ojos fijos en mí, lo que hace que me sienta un poco más pequeña.
Creo que no ha sido buena idea venir hoy. Me he arriesgado al no estar completamente segura de si él iba a estar o no.
—Te vi la semana pasada en un bar —comenta él cuando se acomoda en su sillón individual, apartado del principal, donde estamos mamá y yo—. Y no viniste a saludarme.
Aprieto los labios levemente.
—Ambos estábamos acompañados. Además, no quería molestar —me excuso.
El novio de mi madre me mira fijamente.
—Tonterías. Así aprovechaba y te presentaba a mis amigos. Ellos quieren conocerte.
Pero yo a ellos no. Los quiero a todos a kilómetros de mí.
Formo una falsa sonrisa.
—Una pena.
—Para la siguiente vez será —afirma con certeza.
Espero que no. Pero por su mirada, parece que no tengo mucha escapatoria. Tarde o temprano va a conseguir lo que quiere.
Mi madre, a mi derecha, carraspea un poco para llamar nuestra atención.
—¿Queréis comer ya? —cuestiona con voz suave.
Su novio no tarda en asentir antes de encender la televisión y poner los deportes. El corazón me da un rápido vuelco cuando veo que es el partido del equipo de Alexander. Le avisé con tiempo de antelación de que a este partido no iba a poder ir por compromiso de comer con mi madre. Y aquí estoy.
Termino yendo a la cocina para ayudarla a traer las cosas a la mesa, puesto que su novio no nos va a ayudar. Ordeno y reparto los cubiertos y platos antes de que este se levante del sillón para sentarse en una de las sillas.
Cinco minutos después, mamá y yo nos sentamos a comer. Por unos segundos pienso que no vamos a hablar y, por lo tanto, no va a haber ningún problema.
O eso pensaba.
—¿Él es tu novio, cierto? —comenta con fingido desinterés cuando enfocan a Alexander—. Lo leí en los periódicos y vi que también estaba a tu lado ese día en el bar.
Me quedo unos segundos quieta y callada antes de asentir.
—Sí, lo es.
Ni de broma pienso decirle de nuestro trato.
—¿En serio? —Sonríe ampliamente mi madre.
Sé que finge al instante. Sé que, si él averigua que ella ya lo sabía, luego discutirán por eso. Y no quiero que se acerque a mi madre más de lo necesario.
—Sí.
—Eso es genial —afirma.
—¿Y por qué no le has traído aún aquí? —me pregunta en cuanto mi madre se levanta para traer más bebida, a petición de su novio.
Desvío la mirada hacia él y me quedo en silencio.
—¿Traerle? —cuestiono con confusión.
—Sí. Quiero conocerlo. La próxima vez que vengas a comer, tiene que venir contigo. —Da varios toquecitos a la mesa con el cuchillo, lo que hace que me dé un poco de mala espina su gesto.
—No llevamos mucho tiempo... —empiezo, pero él me corta.
Alza la mano y me señala con el dedo.
—Tráelo la próxima vez —repite—. No te gustaría que me sintiera ofendido por rechazar mi propuesta.
Me quedo en silencio, nerviosa por sus palabras.
—¿Entendido o no? —pregunta cuando ve que me quedo en silencio.
Dudo, pero termino asintiendo.
—Bien, así me gusta.
Mamá no tarda en volver a entrar a la cocina con bebida y el postre para él, ya que ha terminado de comer.
—¿Todo bien? —pregunta cuando se percata de que ambos estamos en silencio.
Él no tarda en forma una sonrisa falsa sin dejar de mirarme.
—Tendremos otro acompañante la próxima vez que tu hija venga a vernos. Se ha ofrecido a traer a Alexander a comer —comenta con altanería, como si él no fuese el que me lo ha dicho.
Mamá se gira brevemente para mirarme para comprobar si eso es cierto. Analiza mi rostro antes de apretar de manera leve los labios y, al instante, forma una sonrisa.
—¡Eso es maravilloso! Él es bien recibido. Tengo ganas de conocerlo.
Tardo unos segundos en contestar, procesando todo esto.
—Claro, se lo diré.
—Maravilloso —responde él.
No sé por qué quiere que lo traiga aquí, aparte de que es un deportista conocido. Aunque, teniendo en cuenta de que a él no le gusta el voleibol, tiene que haber algo mucha razón de peso como para que quiera que venga aquí. Y no termina de gustarme esto.
La hora de la comida por fin finaliza, para mi suerte. Esta visita ha sido, sin duda, muy agridulce. De verdad creía que hoy no me lo iba a cruzar, pero me equivocaba.
Ayudo con rapidez a mi madre para dejar todo ordenado y limpio antes de irme. Le abrazo con fuerza en la entrada para despedirme de ella.
—Te avisaré con tiempo cuando vuelva a visitarme —le aseguro.
—Yo también lo haré —susurra a la vez que señala el interior de la casa.
Aprieto los labios, pero asiento. Me dedica una pequeña sonrisa.
—¿Seguro que todo va bien con él? —cuestiono con indecisión.
Al momento, su sonrisa tambalea para convertirse en una mueca triste que intenta ocultar sin éxito porque yo lo he visto. Yo me he percatado de ello.
—Sí, todo bien, tranquila. —Acaricia mi brazo con la mano con suavidad.
Dudo y segundos después vuelvo a asentir.
—Bien. Nos vemos pronto, mamá.
—Cuídate mucho, hija.
Suspiro antes de girarme y caminar el coche.
No sé en qué momento mi relación con ella se basó de pasar en España casi todo el tiempo posible juntas a que ahora sea una rápida visita cada una o dos semanas cuando nos mudamos aquí, a Nueva York.
Arranco el coche tras percatarme de que su novio nos observa a través de la ventana. Segundos después desaparezco de allí con una mala sensación.
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Actualización sorpresa <3
Holaaa!!! ¿Qué tal el capítulo?
Poco a poco vais viendo todo el trasfondo que tienen ambos protagonistas con su vida personal ;)
Nos vemos en la próxima actualización <3
instagram: teenagerwriter_
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