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12. 7 RINGS


Narra Ana

Dejo el bolso de golpe en el escritorio de la oficina y trato de recuperar el aire perdido. Casi llego tarde si no hubiera sido porque me he dado cuenta a tiempo y he venido corriendo.

Es por eso la mal apariencia que llevo ahora. No quiero ni verme al espejo. Me arreglo el pelo con los dedos como puedo y aliso la ropa antes de acomodarme en el asiento. Tengo trabajo que hacer y debo enviarlo antes de que acabe la jornada de hoy.

Me levanto del asiento cuando, dos horas después, siento como necesito caminar un poco. Aprovecho para ir al baño y así también descanso la vista de mi portátil. Llevo todo el rato los ojos fijos en la pantalla para poder terminar los artículos y ahora los tengo cansados. Por suerte, solo me queda por escribir uno y revisar los otros antes de entregárselo a mi superior. Además, es viernes. Necesito un pequeño descanso de toda esta semana y estoy deseando llegar a casa para poder hacerlo.

Me acerco al espejo, tras haberme lavado las manos, y compruebo que el maquillaje siga en su sitio. Arreglo un poco el pelo ya que está un poco revuelto debido a que, cuando estoy un poco estresada, lo empiezo a mover inconscientemente.

Muevo la cabeza para mirar hacia la puerta, la cual ha empezado a abrirse hasta mostrar a Diana, la periodista a la que sustituí en la gala. El recuerdo de la reunión en el que estaba mi jefe, Alexander y ella viene a mi mente. Si no fuera por Alexander, ella habría sido quién le hubiera entrevistado. No para de venirme a mi mente que le quité esta oportunidad.

Aparto la mirada cuando ella posa sus ojos en mí y me hace un rápido recorrido.

—Buenas tardes —termino diciendo a modo de educación.

—Buenas tardes. —Camina hasta colocarse a mi lado para mirarse en el espejo y retocarse el pelo.

Decido no alargar mucho este momento y camino hacia la salida. Me siento un poco incómoda sabiendo que, a pesar de que me lo merecía, le quité el trabajo de la entrevista con Alexander. Vi su cara y no parecía para nada contenta y más con la expresión que me dedicó. Aunque no doy más de dos pasos hasta que su voz consiga que me pare para mirarla.

—¿Cómo fue tú entrevista con tu parej... Alexander? —rectifica mientras que se gira para mirarme y forma una sonrisa tensa.

Evito no poner ninguna mueca cuando corrige la última palabra.

—Muy bien —me limito a decir.

Asiente, pensativa, antes de volverse a mirar en el espejo y retocarse el pintalabios.

—Qué suerte que tuvieras esa oportunidad, ya sabes... que finalmente te eligieran a ti para que le hicieras la entrevista —dice.

La miro, intentando analizar por donde quiere llevar esta conversación. Ambas sabemos que no me eligieron a mí y que conseguí mantener ese puesto por la amenaza no-amenaza que hizo Alexander delante de ella y de mi jefe.

—Sí, una suerte —decido seguirle la corriente.

Tampoco me apetece llevarla la contraria. Ambos sabemos lo que ocurrió en realidad. Y si se pensaba que iba a contestarla otra cosa, se equivoca.

Diana me mira a través del espejo y vuelve a detallarme de arriba abajo, como si buscara algo en específico. Cuando no lo encuentra, vuelve a fijarla en mis ojos y aprieta los labios a modo de sonrisa.

—Me alegro de que te fuera bien con Alexander, entonces. Tiene la fama de que no suele ser muy agradable —termina por decir a la vez que se coloca a mi altura para posar la mano en la manilla de la puerta. Las dos estamos muy cerca de la otra—. Aunque ambas sabemos que cuando estás a solas con él es todo lo contrario. —Forma una falsa sonrisa antes de abrir la puerta y desaparecer.

Me quedo quieta y arrugo el entrecejo, confundida.

¿Qué diablos ha sido eso?

Lo primero que se me viene a la mente es que está celosa porque ella no ha conseguido pasar tiempo con él, pero si fuera eso, su comportamiento sería muy infantil. Está claro que está molesta conmigo por ello, pero lo que más me ha descolocado ha sido el último comentario que ha hecho. ¿Cómo puede decirle eso a la que supuestamente es la pareja de él?

Decido ignorarlo y volver a mi puesto para terminar contra antes el trabajo. Reviso un momento el teléfono y me percato que tengo un mensaje de Alexander para confirmarme que irá a recogerme luego a casa.

Ayer por la noche me escribió para decirme que si quería ir a su entrenamiento y no dudé en decir que sí. ¿Tener la oportunidad de ver como tu equipo favorito entrena? La respuesta está clara.

Con mi nueva inspiración para el resto de mi jornada laboral, me pongo a terminar el artículo que me queda.

──── ∗ ⋅◈⋅ ∗ ────

Me adentro en el ascensor en cuanto recibo el mensaje de Alexander diciéndome que ya me está esperando abajo.

Como todas las veces anteriores le encuentro en la entrada del edificio. Por suerte, no hay periodistas cerca, por lo que me acerco a su coche con tranquilidad.

—Hola —saludo en cuanto me acomodo en el asiento del copiloto.

Cuando le miro, veo que hace un breve asentimiento de la cabeza a modo de respuesta.

—¿Lista? —cuestiona.

—Claro. Aprovecharé allí a tomar algunas notas —comento.

—¿Vas a hacer otro artículo? —Me mira brevemente.

—Quizás. —Sube la comisura de su boca al escuchar mi respuesta.

Aparto la mirada de él para mirar al exterior. Ya ha empezado a oscurecer, dando entrada a la noche. No sé cómo son capaces de entrenar tan tarde. Yo no tendría ninguna energía a estas horas como para practicar el deporte.

Alexander pone música en la radio para que no esté el coche en completo silencio. A pesar de que ninguno de los dos tiene intención de sacar tema de conversación al otro, no es para nada incómodo. Creo que es una de las maneras en las que mejor nos comuniquemos sin que haya enfrentamientos entre ambos. Lo he descubierto desde el principio de esta farsa.

No me doy cuenta de lo rápido que ha pasado el trayecto hasta que Alexander se adentra en la próxima calle y veo que a nuestra derecha está el pabellón donde entrenan.

Tardamos alrededor de cinco minutos hasta que encontramos un sitio libre para aparcar. Cierro la puerta y reviso mi atuendo para comprobar que todo está en su sitio. Como siempre, dejo el bolso en mi hombro derecho y mi libreta de confianza en la mano izquierda.

—¿Has venido a algún entrenamiento alguna vez? —cuestiona en cuanto nos adentramos al interior del pabellón.

Niego con la cabeza al instante.

—Es la primera vez —afirmo.

—Después del entreno van a venir varios periodistas del ámbito deportivo para hacernos una pequeña entrevista, ya que el siguiente partido está a la vuelta de la esquina —comenta.

Mientras que habla, intento en todo momento mantenerme a su lado y no quedarme atrás. Aunque es algo difícil ya que Alexander camina muy rápido y tiene más ventaja al saberse el camino.

—El próximo partido es fuera, ¿verdad? —Asiente.

—En Atlanta —confirma.

Miro brevemente a Alexander, pensativa. Ante el mundo, yo soy su pareja. ¿Eso significaría que también tengo que asistir a los partidos en los que se haga fuera de casa? ¿Jane también lo hará?

—¿Tengo que ir yo también a los partidos en los que juguéis fuera de casa? —decido preguntarle para quitarme la duda.

—No es obligatorio, pero estoy seguro de que mi representante querrá que vayas para que sea creíble todo esto lo máximo posible —contesta con brevedad.

Parece que hoy no está con ganas de hablar. Aunque, en realidad, nunca lo está. Me ha tocado fingir que estoy saliendo con un jugador famoso y que es un gruñón.

Qué suerte la mía.

—Genial.

Me mira de reojo ante mi respuesta.

—Te avisaré cuando se acerque la fecha por si te interesa ir.

—Está bien.

Detengo mis pasos en cuanto me percato que Alexander lo ha hecho. Se ha parado frente a una de las puertas, por lo que supongo que ahí estarán los vestuarios.

—Saldré en cuanto me cambie y te enseño donde estarás. —Asiento como respuestas y apoyo mi espalda en la pared cuando desaparece.

Aprovecho para mandarles un par de mensajes a mis amigos para contarles donde me encuentro. Aunque ninguno de los dos lo quiera admitir, sé que les gusta, aunque sea un poco, el equipo. Nunca se pierden ningún partido de ellos y utilizan la excusa para acompañarme y que no lo vea solo.

Me separo de la pared en cuanto escucho que la puerta se abre, pensando que es Alexander. Todo lo contrario. Cuando alzo la mirada para observar a la persona que acaba de salir, me percato que es todo lo contrario a mi querido novio falso.

Wyatt, el líbero del equipo, me dedica una amplia sonrisa cuando se percata de mi presencia.

—Hola, preciosa. Tú debes de ser la novia de Alexander, ¿verdad? —Asiento al instante ya que no soy capaz de decir más de dos palabras de seguido.

Sigo sin acostumbrarme a que, gracias a este trato, tenga tan cerca a todos los jugadores y que, además, sepan de mi existencia, aunque solo porque sea la novia de uno de sus compañeros. No importa, el caso es que sabe de mi existencia.

—Soy Wyatt, aunque estoy seguro de que sabes de sobra quién soy. —Amplía su sonrisa.

—Es un placer poder hablar contigo —respondo con total sinceridad.

Wyatt no tarda en rodearme mis hombros con su brazo, aunque manteniendo un poco la distancia a modo de respeto, algo que me parece muy caballeroso de su parte.

—Alexander nos ha dicho que eres fan del equipo —comenta.

Voy a asesinarle en cuanto le vea.

¿Cómo se le ocurre? Ya se lo devolveré.

—Sí. Llevo años siendo seguidora de vuestro equipo —termino diciendo. Sería raro contradecir sus palabras cuando son completamente ciertas.

—Me alegro de que disfrutes los partidos. Ven, voy a enseñarte el pabellón donde siempre entrenamos —me hace comenzar a caminar y yo no me niego.

¿Quién soy yo para contradecir a Wyatt? Alexander puede esperar.

—¿Voy a recibir un tour por el famosísimo Wyatt? —exagero con confianza, lo que consigo hacerle reír.

—Exactamente —confirma, siguiéndome el juego—. No hay mucho que enseñar, pero en esta puerta solemos guardar todos los materiales de voleibol ya que el pabellón lo solemos compartir con otros equipos. Este es conocido por el lugar donde se entrenan los jugadores más famosos, es por eso por lo que está bien protegido el lugar, al igual que es confidencial el horario y días de entrenamiento. Ya sabes, para evitar que entren todos los fanáticos o los periodistas fuera de los horarios permitidos.

Conforme va hablando, yo asiento para hacerle ver que le estoy prestando atención. Voy guardando notas mentales para luego apuntarme. Aunque esta información no la voy a relevar, sí me gusta tener guardadas todas las cosas que voy descubriendo o aprendiendo en una libreta o en el móvil.

—Y aquí tienes la pista. Como debes intuir, colocamos la red y entrenamos durante dos horas.

Cuando fijo la vista al frente, ya hay un par de jugadores con una de las pelotas mientras que corren de un lado a otro para evitar que ésta toque el suelo.

—¡Chicos! Tenemos visitas —vocifera Wyatt para llamar la atención de los dos.

Ambos se giran a la vez y dejan de lado la pelota, que ha comenzado a rebotar en el suelo, para acercarse. No tardo en reconocerlos. Son Matthew y James, los dos receptores del equipo. Ambos me dedican una sonrisa cordial en cuanto se percatan de mi presencia.

—La famosísima Ana Gómez. Alexander y tú estáis inundando las redes sociales por vuestra confirmación —habla James antes de tenderme la mano. No tardo en correspondérsela. Matthew termina imitándole.

—¿Qué tal llevas todo esto? —me pregunta Matthew antes de colocarse a mi derecha. James se mantiene frente a mí y Wyatt a mi izquierda.

Al instante tengo la atención de los tres hombres que me observan con curiosidad.

—Es... raro. Nunca había tenido tantos ojos puestos en mí y en lo que hago hasta ahora. —Y es cierto. Da igual a qué parte vaya de la ciudad, siempre va a haber alguien que me mire o murmure algo cada vez que paso. Es extraño y no consigo acostumbrarme.

Los tres no tardan en darme la razón.

—Con el tiempo se termina haciendo más llevadero, pero nunca va a dejar de pasar. Una vez que la gente y los medios saben de ti, no tardaran en opinar y hablar todo lo que hagas o digas. Siempre terminas acostumbrándote —habla Wyatt.

—Pues espero pasar desapercibida lo antes posible —bromeo con una sonrisa.

—Va a ser un poco difícil si estás saliendo con una persona conocida —agrega Matthew a la vez que me da un par de palmadas en el hombro con suavidad y con total confianza.

¿Premio o castigo?

Creo que me decanto por la segunda opción si, además, también se tiene en cuenta que, en realidad, no estoy saliendo con Alexander.

—Vaya, parece que algunos están chismeando sin mí. —La voz de Levi no tarda en hacerse presente.

Cuando me giro, veo que se encuentra junto a Ethan, el colocador, y Alexander. Este último no tarda en clavar sus ojos en mí. Los desvío para observar a Levi, quién ahora me está dedicando una amplia sonrisa.

—¿Lista para ver el mejor entrenamiento que vas a presenciar en la vida? —comenta él con orgullo.

—Estoy lista. —Amplío la sonrisa.

—¿Ya estáis todos? —El entrenador hace acto de presencia junto a varios jugadores del grupo y se colocan a nuestro lado.

Todos responden a la vez de manera afirmativa.

Los chicos me dedican una breve mirada, para poco después observar a Alexander y empezar a dirigirse hacia el centro de la pista. No tardo en quedarme a solas con él. Este se gira para mirarme, eliminando el contacto visual con sus compañeros y amigos.

—Hay unos bancos allí. —Señala con la cabeza detrás de mí. Miro por encima del hombro para comprobarlo—. Es el mejor lugar para que no ocurra ningún incidente y te dé alguna pelota.

Hago un breve asentimiento con la cabeza antes de caminar hacia donde me ha indicado. Cuando ya me he acomodado, no tardo en dejar a mano el teléfono y comienzo a apuntar varias cosas en la libreta. Observo cada movimiento de los jugadores. Primero empiezan con pases entre ellos antes de dividirse y hacer dos grupos para hacer un pequeño partido improvisado. Por la forma en la que bromean y se ríen, se nota que utilizan este tiempo para pasárselo bien y no tomárselo como un trabajo, que es lo que en realidad es.

Desvío la mirada a Alexander cuando este se acerca hacia mí para poder darle a la pelota y devolverla al campo contrario. Inevitablemente, mis ojos se desvían hacia su estómago cuando la camiseta se le sube al realizar ese movimiento.

¿Qué más puedo hacer? Tengo ojos y, aunque nunca vaya a admitirlo, Alexander es tan atractivo como serio.

De vez en cuando me percato que este mira en dirección a donde me encuentro, como si quisiera comprobar que de verdad estaba ahí. No sé si eso es bueno o malo viniendo de él. Pero por lo que he visto, quizás es la segunda opción.

Me pregunto si Alexander habrá invitado a alguien más a ver los entrenamientos desde que empezó a jugar. Aunque es imposible descubrirlo ya que es un libro cerrado y, a veces me muestra que le caigo mal, pero en cambio, en otras parece agradarle mi compañía. No le entiendo.

Las dos horas pasan con rapidez y, cuando me quiero dar cuenta, me percato como los chicos se acercan a donde me encuentro mientras que bromean y ríen.

Levi no tarda en colocarse a mi derecha y Wyatt a mi izquierda, rodeándome ambos por los hombros como si me conocieran desde hace años. Sonrío porque no me incomoda. Y, además, ¿cómo voy a rechazarlos cuando soy muy fan de su equipo?

—A ver donde ponéis las manos. —Alexander les señala con el dedo a ambos, lo que consigue hacerlos reír.

Yo solo me quedo mirándole. ¿Solo sabe Levi de nuestro trato? Al parecer sí si acaba de hacer ese comentario.

—Tranquilo, tranquilo. —Wyatt alza ambas manos a modo de paz, lo que consigue que el equipo se ría.

—Entonces, ¿vamos a cenar algo? —interviene Matthew.

Veo como todos asienten al instante.

—¿Te vienes, Ana? —Se gira Levi para mirarme, esperando mi respuesta.

Al instante, me giro para observar a Alexander. Al fin y al cabo, son sus compañeros y amigos. Este me devuelve la mirada casi a la vez. Parece tener una conversación consigo mismo antes de que termine asintiendo.

—Luego te llevaría a tu casa —agrega.

—Entonces ya tenemos a una nueva incorporación en el equipo —bromea Levi a lo que termino sonriendo.

—Me quedaré mejor mirándoos desde el asiento —respondo.

—¿Nunca has jugado? —Niego con la cabeza ante la pregunta de Alexander—. ¿Ni siquiera en la playa? —Vuelvo a negar.

Todos me observan con la boca abierta.

—Ya tendremos que poner un remedio para eso —asegura Levi.

—No importa. —Hago un pequeño gesto con la mano para reforzar mi respuesta.

—Claro que sí, ¿verdad, Alexander? —Levi le mira con una sonrisa divertida.

—Exacto. —Sube de manera imperceptible una de sus comisuras.

—No puedes no haber jugado a voleibol cuando ahora estás saliendo con uno que practica el deporte. Eso habrá que remediarlo —comenta Wyatt.

—Seguro que Alexander estará encantado de enseñárselo todo —responde Levi.

Los dos nos giramos para mirarle porque sabemos la broma que hay detrás de ese comentario. Levi sabe la verdad y los choques que solemos tener.

—Por supuesto. —La respuesta de Alexander consigue que me gire para observarlo, aunque descubro que él ya me está mirando a mí.

Mi cuerpo no tarda en reaccionar y, para mi sorpresa, me pongo nerviosa. Me imagino si él lo llegara a hacer.

¿Que Alexander me enseñe a jugar voleibol? Sería todo un desastre.

Aunque no puedo evitar que esa idea se me quede grabada en la cabeza.


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Holaaa!! ¿Qué tal el capítulo? Ya volvieron las actualizaciones de nuevo <3

La verdad es que yo también tendría curiosidad por ver como Alexander entrena a Ana, ¿o soy la única? :)

Nos vemos la semana que viene <3

instagram: teenagerwriter_

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