♠ Epílogo
Ocho meses más tarde…
—Y eso fue lo que sucedió.
Mi padre alza una ceja mientras bebe un trago de su jugo de mango
¿Sabían que el hígado es un órgano que se regenera? Yo no, por lo tanto me sorprendí bastante cuando el médico de cabecera de mi padre me comentó que yo y él éramos compatibles y que podía donarle un trozo del mío para salvarle la vida. Por lo tanto, después de un montón de pinchazos, una dolorosa cirugía y varios días de reposo, salvé la vida de Héctor García. Antes no teníamos nada en común, ahora tenemos mi hígado en común y nada une más a un padre y una hija como un órgano vital ¿No?
Así que luego de pasar por aquello juntos decidimos limar asperezas y descubrí algo muy interesante, mi padre es alguien muy entretenido para conversar, algo así como una madre pero en versión masculina. Nunca lo creí posible pero es muy bueno escuchando y siempre tiene un consejo útil y acertado.
—¿Y tanta lágrima y tanto sufrimiento por algo tan tonto?
Hace seis meses, cuando todavía me dolían severamente las palabras de Gabriel, hubiera ardido Troya. No solo le hubiera sacado el recién trasplantado hígado a mi padre al puro estilo de Mortal Kombat, sino que también hubiese gritado, roto una par de mesas y prácticamente quemado el local donde ahora nos encontramos compartiendo algo de tiempo de calidad. Eso hace seis meses, ahora solo me limito a fruncir el ceño y gruñir.
—¿Tonto? Me trató como un objeto de trueque, me rebajé, me arrastré y él no tuvo ni siquiera la delicadeza de pedir disculpas ¿Cómo puedes llamar a eso tonto?
—Fácil, soy hombre. El chico se equivocó y lo comprendo, a todos nos pasa, además eres mi hija y te conozco, la única razón por la cual no lo has perdonado es porque tu enorme orgullo no te deja.
Resoplo molesta y meto un trozo de carne a mi boca solo para no soltarle un improperio.
—Sigue haciendo comentarios como ese García y tendré que pedirte que me devuelvas el hígado que te presté.
—No lo creo, me amas demasiado como para quitármelo.
—No tientes tu suerte.
Ríe mostrando todos los dientes y bebe otro sorbo de su jugo de mango.
Han pasado ocho meses ya desde que me fui del departamento. No fue la más elegante de las salidas pero por lo menos conservé algo de dignidad, la cual, después de regarla y abonarla, pude restaurar casi en su totalidad. De Gabriel no ha sabido nada la verdad, bueno, supe por la boca de Lena que quería contactarme hace algunos meses, pero estaba tan destruida en ese entonces que el solo pensar en su nombre se me hacían agua los ojos ¿Cómo fue que me enamoré tanto de él?
Al que veo más seguido es a Alex, y con más seguido me refiero a todos los días mientras desayunamos, algunas cenas y durante los fines de semana. Aparentemente no fui la única que tuvo que dejar el departamento aquella vez. Yo estaba muy equivocada, Gab sí se tomó bastante mal la relación entre su hermana y su mejor amigo, y en medio de un arranque de ira—que por cierto no me sorprende de semejante imbécil—lo sacó a patadas de su casa. Yo por mi parte lo acogí un par de días en mi casa ¿Todo por un amigo no? Alicia le habilitó el cuarto de visitas. Durante ese verano mi querida madrastra decidió re-decorar, ya saben, con todo eso de mi regreso y la unión familiar, etc., cuento corto Alex y sus dotes de diseñador hicieron de mi casa la más chick del barrio con la mitad del presupuesto. Como si fuera poco, Lorena comenzó a visitarlo seguido, algo así como día por medio, y cada vez que venía cocinaba algo para agradecerles a mi padre y a Alicia que aceptaran a Alex con ellos.
Al cabo de un mes Alex encontró donde mudarse, tanto papá y Alicia, como Enzo y Martín le rogaron que no se fuera, incluso le ofrecieron mi cuarto.
Y así fue como de no tener a quien acudir terminé con un familión insoportable. Mi papá se transformó en mi mejor amigo, Alicia tomó el papel de madre, Alex el de padre, mis hermanos no me sueltan nunca, Lena es como la hermana menor que nunca tuve—porque dicho sea de paso ahora nos llevamos de maravilla entre esa bruja y yo— y Miky—desde que se enteró quien es mi padre— nos visita una vez por semana mínimo. Eso sin mencionar a mi hermana quien llama todas las semanas desde Francia y nos visita por lo menos una vez cada tres meses.
—¿Y qué harás entonces?—dice mi padre con la vista pegada en la pantalla por donde transmiten el partido clasificatorio de la selección nacional.
—¿Qué haré de qué?
—Con el chico ese ¿Gabriel?
—Nada ¿Qué más voy a hacer? Hace meses que no se nada de él, no tiene lógica ponerme a buscarlo a estas alturas del partido.
—Puedes buscarte una excusa, seguramente Lenita podría ayudarte, es su hermano ¿No?—sí, mi padre trata a Lorena como “Lenita” la adorable pequeña que lamentablemente no es su hija. Si supiera lo zorra maldita que es aquella bruja…
—Papá supéralo.
—No creo que sea yo quien tiene que superarlo.
—¿A qué te refieres?
—A que has tenido tres novios en seis meses ¿Qué crees que significa eso?
—¿Qué soy una mujer con arrastre?
—Que eres una mujer inestable, y creo que el origen de todos tus problemas es ese muchacho.
Ruedo los ojos cansada. Hasta este momento no le había contado la historia completa a nadie. Ni a mi familia, ni a Alex, ni siquiera a Carmen. La guardé hasta que me sintiera lo suficientemente madura como para afrontarlo sin llorar y decidí contárselo a mi padre primero porque sentí que él podría darme un consejo inteligente, pero parece que él está del lado de Gabriel. Sería el único eso sí, hasta Lena—su propia hermana—cree que es un reverendo idiota.
—¿Qué propones papá?
—Enfréntalo, se ve a leguas que sigues enamorada del muchacho, además se nota que el muchacho estaba enamorado de ti.
—¡Ni siquiera lo conociste! ¿Cómo demonios sabes que estaba enamorado de mí?
—Porque llamó unas mil veces a casa después que te mudaras.
Se me desenchufa el cerebro por un momento y algo hace click unas seis veces antes de que mi pensamiento vuelva a trabajar.
—¿Qué él hizo qué? ¿Por qué no me lo dijiste?
—¿Hubieras querido saberlo en esa época?—me calló un momento para reflexionar. Siendo honesta luego de mudarme lo odiaba con tal intensidad que hasta me negaba a decir palabras que partieran con la silaba ga. Evitaba el Gatored, maldecía las gaviotas, y tenía más de un problema cuando intentaba pedir gas por teléfono, varias veces simplemente salí a comprarlo en auto luego pasar una hora tratando de explicar lo que quería a la telefonista sin utilizar la palabra gas, gaseoso o galón. Irónicamente mi apellido es García así que por un par de meses fui obligada usar el apellido de mi madre, desde ahí que mi correspondencia llega al nombre de Camila Toro.
No. Definitivamente en esa época no quería enterarme.
—Creo que no.
—Lo supuse, por eso simplemente contesté yo a sus llamados y preguntas.
—¿Qué preguntas?
—Lo normal, que como estabas, que hacías, si estabas mejor, si irías a buscar las cosas que dejaste es su casa, como estaba Alex, si seguía con Lena. Es un chico muy simpático la verdad, hablamos por un par de meses, incluso llegó a contarme la misma historia que tú me contaste, debo aceptar que me molestó un poco como te trató pero luego de un tiempo me di cuenta que cometió un error y que todos merecemos una segunda…
—¡¿Qué tu y él qué?!—siento mi cara roja de ira y aprieto las mandíbulas. Esto es completamente increíble.
—Tranquila—me dice con las manos en alto.
—¡¿Se puede saber cuánto tiempo tú y ese hijo de puta compartieron una relación a mis espaldas?!
—No lo sé ¿Unos tres meses?
—¡Tres meses! Dios santo esto es insólito…
—Tranquila chinita, él solo quería saber de ti—lo fulmino con la mirada. Papá cierra la boca y sopesa lo que va a decir luego. Me importa un rábano lo que vaya a decir, su hígado ahora mismo pende de un hilo.
Nos quedamos callados absortos en nuestros pensamientos mientras en mi mente solo hay una pregunta.
—¿Cuándo dejó de llamar?
—Cuando entendió que no había vuelta atrás supongo, él…—calla repentinamente y lo noto nervioso.
—¿Él que, papá?—pregunto con tono forzado. Por una parte no quiero enterarme de más sorpresas por otra no me gusta estar desinformada sobre mi propia vida.
—Alicia va a matarme… él te dejó un mensaje.
—¿Alicia? ¿Ella sabe? Espera… ¿Quién más sabe de tu amor clandestino con aquel energúmeno?
—Bueno, el único que no sabe es Martín, es muy niño y se le escapan los secretos.
—Mar… tín ¿Alex sabe? ¿Enzo sabe? Eso explica porque todos corrían a contestar cada vez que sonaba… ¡Agggg! Esto papá, es lo peor que podrías hacerme hecho ¿Javiera sabe?
—¿A quién crees que se le ocurrió la idea? Además ¿Qué querías que hiciera? El chico llamaba en cualquier momento y yo no estaba siempre para contestar, si no les contaba a los demás era muy posible que tú contestaras y no quería que lo enfrentaras con los sentimientos tan a flor de piel. Te quiero mucho y solo quería protegerte.
—¡No se nota Héctor García!¡No.se.nota!
Pido una orden de alitas de pollo con salsa picante y una jarra de cerveza negra. Estoy tan furiosa con todos en casa que soy capaz de casi cualquier cosa ahora mismo.
Papá termina su jugo de un solo sorbo y me observa por un largo rato mientras yo engullo todas las alitas sin detenerme alternando de vez en cuando con mi cerveza. Traición es la mejor palabra para describir el momento.
—¿Cuál es el mensaje?—mascullo después de comer todas las alitas y beber toda la cerveza.
—Estas segur…
—¿Cuál es el condenado mensaje Héctor?
—Dijo que realmente lo sentía, que no sabía qué hacer para que lo perdonaras y que se había dado cuenta que estaba perdidamente enamorado de ti, pero que eso no importaba porque el daño estaba hecho y era irreparable. Luego cortó…
—¿Y?—entrecierro los ojos, sé que me oculta algo.
—Y llamó nuevamente para decir que no podías culparlo, que nunca había estado enamorado antes y que no tenía idea de que lo estaba hasta que ya fue muy obvio. Que tú sabías que él era un idiota y que solo por eso debías perdonarlo. Dijo que era un idiota pero un idiota que apenas si pegaba un ojo de noche preguntándose qué estarías haciendo. Luego hizo un silencio y dijo: Solo dígale que la amo y que la estaré esperando. Luego cortó y no volvió a llamar.
—Eso sonó más como Gabriel…
De todas las cosas de las cuales aquel mensaje podía tratar esa era la más obvia. En el fondo siempre lo supe, siempre supe que Gabriel me quería. No es una sorpresa ni la noticia del momento. Yo aun le quiero, y le quiero tan dolorosamente que hay momentos en los cuales sin quererlo me veo a mi misma caminando por el patio de derecho solo para encontrarme con él “por accidente”.
Pero lo nuestro va más allá del amor. Gabriel me hizo daño, me hace daño y me hará daño, porque simplemente Gab es Gab.
Una parte de mi quiere matarlo, otra quiere correr a sus brazos y la última se quiere a sí misma y sabe que verle de nuevo es lo peor que podría hacer.
—¿Qué haces acá aun?—dice mi padre con un nuevo vaso de jugo en la mano—¡Ve! ¡Corre! Dile que lo amas y perdónalo, o golpéalo, o algo… hizo lo correcto.
—¡No porque haga lo correcto una vez significa que tengo perdonar todo lo que hizo antes!
—¡Santa virgen de los mangos! ¿Quién dijo que la sangre no pesa? Pero si eres igualita a tu madre ¡Y eso que ni la conociste! Definitivamente lo que se hereda no se hurta ¿Sabes lo que va a pasar? Vas a perder a un buen chico solo porque eres una tonta rencorosa…
—¡Un buen chico! ¿Qué tipo de padre eres? Me hizo daño papá, mucho ¿Qué pasa si me lo hace de nuevo?
—Pues te voy a revelar algo, la gente se muere, las mascotas se escapan, y los chicos te rompen el corazón. Es parte de la vida chinita. Ese muchacho no es un mal tipo, mal tipo es el que embarazo a tu hermana y se cambió de país. Este llamó todos los días, dos veces por día, durante tres meses solo para ver si por un milagro contestabas tú y no yo. Cometió un error, en eso estamos de acuerdo, no es el más brillante de los chicos con los que has salido pero te quiere, o te quería.
Lo fulmino nuevamente con la mirada y chasqueó la lengua sin saber de qué quejarme realmente. Tengo harto material como para blasfemar un año completo pero no se por donde comenzar.
—No creo que pueda perdonarlo nunca.
—Me perdonaste a mí, podrás hacerlo con él.
—A ti te estaba fallando un órgano.
—Pues no esperes hasta que le falle uno a él…
Tengo ganas de pararme y correr hacia Gabriel, quiero de todo corazón perdonarlo, no sé si pueda lograr que seamos como éramos antes de que me partiera el corazón pero deseo sinceramente intentarlo.
Pero no puedo ni siquiera mover las piernas. No puedo levantarme, no puedo correr, no puedo, simplemente no puedo.
—El tiempo dirá—susurro.
—El tiempo es un mal nacido—responde.
—El tiempo cura todas las heridas.
Sonríe cansado y tranquilo para luego acariciármela mejilla.
—Toda herida deja cicatriz y depende de uno que tan fea sea.
Terminamos de comer en silencio y nunca volvemos a tocar el tema.
Lo he decidido, no pienso mover un dedo por Gabriel, si el destino quiere que nos volvamos a encontrar nos juntará, si no, no.
Pero lo que yo no sabía en ese momento era que el tiempo, el más terrible de todos los mal nacidos—aun peor que Gabriel—, nos juntaría nuevamente, en las peores circunstancias. Yo pensé que todo terminaba pero créanme, esto está recién empezando…
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro