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♠ Capítulo 30: Nella Fantasía

Estiro con pereza los brazos por sobre mi cabeza soltando un poco los músculos contracturados de mis hombros y espalda.

Los exámenes siguen pero yo me doy una pausa a todo aquel ajetreo para dedicar un par de horas a la única cosa que me separa de un pasaje seguro al infierno: canto coral.

Aleluya.

El director del coro hace una señal para que nos reunamos en círculo y nos sentemos. Es sábado y llevamos buena parte de la mañana practicando para la misa de mañana, estrenaremos nuevo repertorio y no queremos desafinar.

—Bien chicos—dice con su tono dulzón—ya saben que navidad ser acerca y bueno he preparado una actuación especial para este año, algo chispeante pero emotivo.

Le brillan lo ojos y sonríe como una chica enamorada.  Estoy pensando seriamente en presentárselo a Miky.

—He elegido a algunos de ustedes para hacer solos, nada muy complicado no se asusten. Trozos cortos para que luzcan sus maravillosas voces—saca un montón de papeles de su mochila y comienza a repartir las partituras.

Cabe destacar que mi rol siempre es el mismo: noche de paz,  segunda estrofa, solo. Y conociendo al director como lo conozco se que por nada del mundo eliminaría noche de paz del repertorio, es simplemente demasiado sublime.

—Camilita esto es lo tuyo.

Tomo mi turro de hojas y leo con monotonía mi archi-recontra conocida parte.

—¿Nella Fantasía? ¿Que diablos es Nella Fantasía?—pregunto asustada al director—¿Que pasó con noche de paz?

—¡AY! Cariño. Que aburrido. Es tiempo de cambiar a nuevos aires.

Maldigo para mis adentros el repentino ataque de originalidad de aquel hombre y decido no hacerme problemas, bastante tengo con mis exámenes, Miky, la sobrina de Gab, Gab, Lorena (a quien aun no conozco) y mi hermana como para además sufrir porque me cambiaron la canción.

—¿Y con quien la interpreto?—suelto distraída para no demostrar mi creciente rabia.

—Con nadie, es un solo.

—Ja ja ja... ya, en serio ¿Con quien?

—Mi vida, como se ve tu poca autoestima. Tu solita vas a cantarla, ya veras, será precioso.

Se me desencaja la mandíbula y siento deseos asesinos apoderarse de mi. A ese hombre le conviene empezar a dormir con un ojo abierto.

Miro a Marta, una de las sopranos del coro, con mi mejor cara de terror. Se que hace dos párrafos dije que no haría una tragedia griega de esto pero ¡Navidad es en dos semanas! No puedo simplemente tener todo listo, no con todo lo que esta pasando en mi vida en este minuto.

Ella solo suspira con la vista puesta en mi partitura y mueve la cabeza lentamente en forma de negativa ¿Qué significa eso?

—Te la cambio ¿Qué tienes?

—Blanca navidad, pero no pienso cambiártela, tengo exámenes por dar, no tengo tiempo para practicar eso.

—Yo tengo un padre agonizante—alza una ceja y se va molesta. Bueno creo que lo del padre agonizante no resultó como lo esperaba.

Corro hasta otro de mis compañeros sopranos. No lo había comentado antes pero soy soprano, no la mejor pero me defiendo. Atrapo a Carlos y le miro con ojos de gato moribundo.

—Olvídalo, no pondré mis manos en Nella Fantasia ni aunque me pagaras.

—Pero… a ti te gusta ser el centro de atención y este es un solo.

—No, no, no, amiga—se va y con su huida la gente forma un circulo a mi alrededor ¿Qué pasa con esta canción?

Comienzo a pensar que tengo en mis manos el soundtrack del Apocalipsis o algo por el estilo. No es una canción con muchas estrofas y a pesar que esta escrita en tonos altos no creo que sea tan difícil.

Ángela me toma de un brazo con los ojos desorbitados y creo firmemente que va a pedir mi canción.

—Camila te cambio mi canción.

—¿Qué tienes?—pregunto. No quiero ser timada a estas alturas.

—Amazing Grace—hago memoria de cómo va esa canción y dudo, es realmente difícil pero probablemente no es un solo y por último la conozco, no será complicado ensayarla.

—De acuerdo, toma—estiro mi brazo con la partitura para que la vea. Ella hace una mueca de sorpresa y se aleja riendo con nervio sin siquiera tocar mis papeles.

¿En que me han metido?

Lo primero que hago luego de arribar a casa es abrir mi portátil y revisar la canción en cuestión, cabe la posibilidad de que la gente de coro haga drama por el simple hecho de que les gusta hacer drama, lo cual para mi sería grandioso. Ahora, si no es así, el concierto de navidad será un fiasco.

Escribo el nombre en youtube y el primer video que encuentro es una interpretación de Sarah Brightman, eso de por si es una mala señal, una muy mala señal.

Hago clic en el triangulito y escucho con atención. Primero me dejo llevar por las notas, luego su voz me hace viajar a un mundo hermoso donde todo es perfecto. Simplemente sublime. Todo es maravilloso hasta que recuerdo un pequeño detalle, yo tengo que cantar esto ¡Yo no tengo ese registro de voz! ¿Qué cree ese hombre? ¿Qué podré alcanzar un tono así de alto en dos semanas? Es halagador que lo crea, pero también muy estúpido.

Cambio de autor y me paseo entre Il Divo, Paul Pots, Jackie Evancho, el coro mormón de Utha y un coreano abandonado de pequeño en Corea’s got Talent. Ninguno me hace sentir mejor.

No se cantar opera, solo tengo un voz muy aguda, aunque no tan aguda, no para lo que se me esta pidiendo.

Lo veo claro, otra gran vergüenza se acerca.

Una figura pasa por enfrente de mi puerta y no puedo evitar preguntarme si es Gabriel. Deben saber que desde mi ultimátum—y posterior salida en silencio—, Gab casi no me habla. Quizás es idea mía y no es nada personal pero realmente se comporta parco y distante. Bueno, analizando la situación a fondo todos en esta casa andamos suspicaces.

¿Por donde parto?

Alex y Miky, a pesar de que siguen tan coordinados como dos bailarines de suecos, están algo tensos, como si hubiera algo que quisieran ocultar y no es por ser paranoica pero creo que el asunto conflictivo comienza con L y termina con orena. Miky por su parte no me quita un ojo de encima más cuando me acerco a más de un metro de Gab, ayer casi me muerde cuando Gabriel me pidió la esponja, ahora trato de mantener todas mis extremidades dentro de mi área segura.

Por su parte Alex—cuando cree que no lo estoy viendo—nos observa a Gab y a mí, lo que solo confirma la idea de que Gab anda raro conmigo. Y al mismo tiempo Gab me observa cuando cree que no le estoy poniendo atención.

Y yo, yo no le quito un ojo de encima a Emilia, en serio esa niña me pone la piel de gallina, hay momentos en los cuales simplemente se teletransporta, otros tantos dibuja cosas tétricas (esqueletos, gente flotante, escenas del exorcista) que mágicamente ya no están cuando Gabriel llega, y a veces hace comentarios sobre cosas que no tiene como saber. Lo peor de todo es esta chica Amanda. He llegado a pensar que hay una chiquilla durmiendo conmigo, una que vendrá a matarme en un futuro.

En resumidas cuentas, nos miramos suspicaces como si fuéramos personajes de una película de crimen  tratando de descubrir al asesino.

—¿Gabriel?—él regresa sobre sus pisadas y se asoma a través del marco aun sin puerta de mi cuarto.

—Sí ¿Pasa algo?

—Nada, solo quería saber si eras tú.

—Bueno, sí soy yo—nos quedamos callados como esperando que alguien rompa el silencio.

—¿Vas a estudiar?

—No ¿Por?

—Para estudiar contigo, me sirvió bastante la última vez—sonrío pero parece no empatizar.

—Mm… que bueno, tengo cosas que hacer así hablemos después.

Fue cortante conmigo ¿Cierto?

No se que hacer, prefiero ser su amiga a pasar los días que me queden en esta casa siendo “ignorada” por Gabriel. Duele y mucho.

—Camila—aparece nuevamente en mi marco—¿Cuándo te vas?

—No estoy segura, muy probablemente después de año nuevo—pasar las fiestas en casa sería una tortura—¿Por qué?

—Para poner en arriendo el cuarto nuevamente.

Es como si un viento helado me a travesara el pecho susurrando: realmente le importa un carajo que te vayas. Contengo las lágrimas por el bien de mi dignidad y lo encaro.

—¡Wow! No te importa que me vaya.

—¿Ah?

—Nada, solo vete ¿Quieres?

—¿Disculpa? ¿Tú eres la que decide irse de un día para otro y luego yo soy el malo de la película?

—Bueno, si interesara que me quedara harías algo ¿No?

—¿Hacer que? No he hecho nada malo ¡Mujeres! Todas ustedes son un problema.

Se va molesto y yo me quedo enrabiada y confundida ¿Cuándo todo se volvió tan complicado? Oh, cierto. Cuando decidí enamorarme de Gabriel. Al final de la historia la culpa de lo que me pasa siempre es mía.

A eso de las siete me voy a la cocina en busca de algo para comer, no almorcé y las tripas me suenan horrible. Me encuentro con Alex y Miky vestidos exactamente iguales. Los mismos lentes, camisa, pantalón, creo que hasta los calcetines les coinciden. Emilia se entretiene tratando de adivinar cual es cual y se molesta cada vez que se equivoca, lo cual es siempre.

Alex y Miky hasta se cortan el pelo de la misma manera, hacen los mismos gestos y ocupan casi el mismo vocabulario, realmente han de haber tenido un serio problema de identidad cuando mas pequeños ¡Oh, wait! Creo que Alex ya me habló de eso.

Caliento algo de comida y los observo jugar. Le acierto mentalmente una vez de siete y comienzo a pensar que hacen trampa. El microondas suena y retiro mi plato de lentejas. A su vez el teléfono suena sacando al trío de su juego, Miky corre a contestar y se sienta nuevamente a la mesa con el inalámbrico en la oreja.

—¿Alo?... No, soy Miky… para ti también mosca muerta—le pasa el auricular a Alex con cara de podrido—llévaselo a Gabriel, es Lorena.

Alex toma el teléfono como si se tratara de un jarrón de la dinastía Ming y se va de la cocina seguido por Emilia quien exige hablar con ella.

—Conozco esa mirada, estás celosa—me dice Miky sacándome de mi asombro—ríndete esa pelea ya la perdiste.

—¿De que hablas?

—Tú. Estás embobada con Gabriel y no te culpo, él es simplemente perfecto.

—Creo que no te estás refiriendo al mismo Gabriel que yo conozco.

—Oh, sí. Es el mismo, pero créeme cuando te digo que: entre tú y Lorena él la elijara a ella.

—¿Quién es ella?

Sonríe de lado y me observa detrás de sus lentes sin marco.

—¿Para que quieres saber? Es una batalla perdida niña, perdiste la guerra incluso antes de que esta comenzara. No puedes ganarle a Lorena. Confía en mí, ni siquiera lo intentes.

Se ríe como recordando un chiste y comienza a agrupar los objetos sobre la mesa como si construyera una muralla entre ambos. Frunzo el ceño molesta con deseos de lanzarle mis lentejas por la cabeza, pero me contengo solo para no empezar un lío.

—¿Por qué me dices esto?

—Porque me caes bien y sería una pena verte destruida por enfrentarte a algo a lo que no puedes ganarle.

—¿Lorena?—ríe bajito y me mira como contemplando a un inocente conejito.

—No, Gabriel cuando está Lorena cerca.

Se levanta ignorando el desastre que ha dejado con sus palabras y se va como si yo no tuviera sentimientos aflorando por mis poros en este mismo segundo, como si mis tripas no estuvieran tan revueltas y confundidas como yo. Dejo el plato con comida sobre la estufa y regreso a mi cuarto. Antes de entrar avisto a Gab riendo con el auricular en la oreja. Se le ve feliz.

Es definitivo soy un punto fuera del triangulo y aparentemente soy la culpable de todo en esta casa de locos. Soy la asesina ¿Quién dijo que el mayordomo era siempre el culpable?

Y así se pasan los días, yo y Gabriel no volvemos a hablar, incluso cuando Rebeca pasa a recoger a su hija no se detiene ni un segundo para dirigirme la palabra, en cambio Rebeca me habla por casi una hora sobre su trabajo, los colores fluorescentes, la mamá de Gab y su molesta costumbre de enseñarle actos crípticos a Emilia (supongo que eso lo explica todo), el clima, las tendencias fotográficas de Bielorusia y Sebastian—su “marido”—y su ineptitud para cuidar de cualquier cosa que respire. Noto una pequeña panza de embarazo. Tiene cuatro meses y se ve radiante, más de lo que la recordaba.

Por otro lado Miky se mantiene con nosotros, muy a mi pesar. Se que Alex lo ama pero es el ser más desagradable que puede pisar esta tierra. La verdad no interactuamos mucho, no quiero oír nada que salga de su boca, nada que pueda asustarme más de lo que ya estoy. Alejandro por su parte me persigue con comida por todas partes, como si supiera que estoy deprimida. Bueno no es que sea una gran actriz tampoco, la cara larga se me nota a cuadras de distancia.

El martes en la tarde—luego de mi examen de economía—Alex simplemente se tira sobre mi cama y se que da mirando el techo por largo rato. No me distraigo y mantengo mi atención en mi partitura y la canción que escucho salir del computador.

Pasamos la siguiente hora sin decirnos nada, disfrutando del silencio de cada uno, de la quietud y la calma que nos proporciona el hecho de no hablar de lo que nos complica, sino solo ser uno al lado del otro.

—¿Qué fue lo que hizo? ¿Por qué te vas?

—No ha hecho nada Alex, simplemente debo irme.

—¿Por que?—medito mi respuesta un momento, no puedo decirle la verdad, no toda por lo menos. Alex no sabe guardar secretos contarle la verdad sería firmar mi sentencia de muerte.

—Mi padre está muy enfermo, debo volver con él. Me necesita.

—Lo siento.

—No te preocupes.

—Gabriel también lo siente y no quiere que te vayas, es solo que esta es una mala fecha y se pone algo arisco, ya sabes, los exámenes, navidad.

—No creo que él necesite un vocero para hacer sus declaraciones.

Me sonríe y se levanta de un solo salto.

—Si tienes algo de tiempo puedes venir a ayudarme con las anillas, aun me faltan muchos metros de tela.

—Iré, solo dame un minuto.

Se dispone a salir pero se entretiene con algo sobre mi escritorio, el vaso que Gab me dio la última vez que amenace con irme. Lo revisa detenidamente con cara de desconcierto.

—Esta se parece a la letra de Gabriel.

—Es la letra de Gabriel, me lo dio luego de que tu me confundieras con otra chica ¿Te acuerdas?—le restriego solo para hacerlo sentir mal, pero él ni se inmuta, solo se queda parado mirando el vaso como si fuera un objeto raro e invaluable.

—Soy un idiota—susurra apenas audible—no deberías dejar cosas como esta tiradas por ahí. Si yo fuera tú mandaría esto a sellar al vacío—me dice luego de dejar el vaso en el lugar donde lo encontró.

—¿Por qué?

—Si te lo digo dejara de ser divertido para mí y creo que después de todo lo que me ha pasado este año merezco un poco de diversión.

Ladeo la cabeza sin entender que es lo que sucede y me quedo mirando el vasito con nuevas preguntas en la cabeza.

—¿Qué pasa con el vaso?—pregunto perdida en el espacio tiempo.

—Pregúntaselo a Gabriel. Pregúntale porque nunca se disculpa con nadie.

—Ya lo hice una vez, me dijo que no lo entendería.

Se encoge de brazos y sale de mi cuarto ¿Cuál es el maldito problema con el par de gemelos? ¿Es acaso algún tipo de juego macabro? ¿Se divierten cada vez que quedo completamente desconcertada?

Me levanto a buscar el famoso vaso y lo observo, releo una y otra vez el mensaje en su cubierta.

¿Te quedas por favor?

Y por fin es viernes. Me queda solo un examen para el lunes y seré libre, aprobaré todas mis materias este semestre, me convertiré en alumna de tercer año, dejare el departamento y volveré a casa. Se vienen cambios grandes pero creo que pudo superarlo, creo poder…

—¡Camila! ¿Se puede saber en que estás pensando? Vas casi una octava más abajo ¡Concéntrate!

—Lo siento—digo volviendo a la tierra después de ser reprendida por el maestro de canto por quinceava vez—realmente no logro alcanzar tonos tan agudos.

—¡Claro que puedes! Solo debes esforzarte de verdad.

Me ofendo un poco por su comentario y pienso en replicar pero de una u otra manera es verdad. No tengo mi cabeza aquí en la canción, sino a varios minutos de distancia con la oreja pegada a la puerta de mi vecino queriendo saber que es de él.

Sí, Gabriel aun no me habla. No dice ni una sola palabra, esta completamente mudo, me hace la ley del hielo como si tuviéramos ocho y yo no le hubiese prestado mis juguetes.

—Ve y tomate un descanso te necesito concentrada.

Pego un salto desde la tarima del coro y salgo con la cabeza agachada en busca de algún lugar pacifico en donde pueda aclarar mis pensamientos y una botella de agua donde ahogarlos si se desvían del camino por el cual deseo que se aclaren.

Atravieso el salón de ensayos por el pasillo de las butacas y justo antes de salir definitivamente una voz que extrañaba me detiene.

—Si hubiera sabido que cantabas así nunca hubiera pensado en molestarte.

Me giro para verle. Está sentado en la última fila mirando al escenario oculto entre las penumbras de un auditorio semi oscuro. Se me aprieta el estomago al verle y oírle, no se que decir, solo puedo quedarme parada esperando que continúe hablando.

—Suenas casi como un ángel ¿Sabes porque mi mamá me puso angelito?—agrega sin dejar de ver al escenario. Creo que me he acostumbrado a aquella molesta característica de Gabriel de no hablarle nunca a la cara a gente.

—Supongo que por el ángel Gabriel.

—Es una buena suposición pero no, es porque de pequeño tenía una voz preciosa y me hacían cantar en todos y cada uno de los actos escolares, los del jardín, los del preescolar, reuniones familiares, etc. Ella siempre decía que  me escuchaba como un ángel.

—¿Y que pasó?

—Pubertad.

Callamos y decido que a pesar de querer hablar con él desesperadamente estos últimos días ya no quiero. Es duro para mí quererlo, verlo cada día y noche, saber que duerme a solo tres metros. Quizás de una manera masoquista no hablar sea un alivio.

Se levanta y me sigue hasta la salida y luego hasta la cafetería. Paga mi botella sin decir palabra y me acompaña hasta el patio de la fuente de agua.

La observo por un rato, es una hermosa mujer de mármol empotrada en una pared que deja caer agua desde su vasija.

—No voy a pedirte que te quedes—dice luego de un par de minutos—esta es la tercera vez que amenazas con irte, las dos primeras traté de impedirlo pero…

—Pero la tercera el la vencida ¿No?—reprimo una lagrima y un sollozo.

—Pero es tiempo de admitir que debes irte. Veras, no soy muy bueno dejando ir las cosas pero creo que quizás debo dejarte ir y no poner más trabas.

Sonrío para no llorar y le muestro mi larga hilera de dientes, él me mira y sonríe de vuelta.

—Hasta que lo entendiste—digo.

—No soy muy rápido para este tipo de cosas tan simples… eso no significa que no te extrañe cuando ya no estés oso peludo.

Me toma por sorpresa y me abraza fuerte, yo le correspondo y me paro de puntillas para poder asir mejor su cuello. Y en ese momento nace, muy profundo en mis pensamientos, una pregunta ¿Y si no soy la única que siente algo?

Me aferro a esa pregunta tan fuerte como me aferro a su cuello, tomando la esperanza como mi nueva mejor amiga.

Lo que ignoro es que ha comenzado una cuenta regresiva, la que me llevara inevitablemente al fatídico día en el que deba salir del departamento llorando y con lo puesto. Porque aunque siempre lo dudé, sí conoceré a Lorena y tal cual como Miky predijo perderé la batalla antes de comenzarla. Descubriré inevitablemente que soy la culpable de lo que me sucede y aceptaré que la única manera de dejar de castigarme es queriéndome un poco, y lo más importante será que conoceré al verdadero Gabriel y en ese preciso momento desearé nunca jamás haberle conocido.

Pero hasta ese momento me quedaré pegada admirando el abrazo en el cual se me ocurrió que él podría quererme y lo disfrutaré todo el tiempo que me quede.

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