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♠ Capítulo 28: Vinagre y bicarbonato

—No puedes seguir negándolo Cami, hay algo intenso entre nosotros—me atraganto con un trozo de durazno y trato de toser para evitar una muerte trágica y dolorosa. Miro a Gabriel, con las manos en los bolsillos, apoyado en el umbral de la puerta.

—¿Y tú de donde saliste?—logro balbucear.

—Siempre estoy tras de ti sin que te des cuenta—sonríe con esa sonrisa destructora de países completos y se acerca tan elegante como un gato. Yo aun lucho con el trozo de durazno en mi traquea—dejémonos de juegos, sabes que no te puedes resistir por mucho tiempo más—me acorrala entre su cuerpo y el lavaplatos, acariciando mis labios con su aliento calido. No estoy segura si el durazno llego a mis pulmones o si retomó el camino correcto, de cualquier manera hay muchas otras cosas que podrían matarme en este minuto, una deshidratación fulminante por ejemplo.

—Ga…

—No, no digas nada.

Se acerca peligrosamente con claras intenciones de besarme. Debo estar soñando…

—Espera—digo separándolo repentinamente—esto es un sueño.

Alza la ceja con expresión de confundido y se aleja un par de pasos.

—¿De que hablas? 

—Tú nunca dirías algo como eso, esto es un sueño ¡Camila es momento de despertar!—grito mirando al techo. Gabriel me tapa la boca y trata de disuadirme en mi desesperado intento de volver a la realidad.

—¡No! Claro que no es un sueño. Yo tengo sentimientos por ti, Camila yo creo que estoy enamorándome de ti…

Abro los ojos de sopetón como cuando sueñas que caes por un barranco. Me siento en la cama a maldecir a mi subconsciente e intento no recordar cada detalle de la atropellada y escueta confesión del Gab de mis pesadillas.

—Maldito Gabriel

—¿Y yo que hice ahora?

Pego un grito del susto y me oculto tras las sabanas como un perrito asustado. Él me observa detenidamente detrás de su librito azul acostado junto a mí.

—¡¿Qué haces en mi cuarto?!— Gab solo alza una ceja y ríe malévolo. Un montón de cosas locas pasan por mi cabeza (entre ellas la confesión onírica de Gabriel) y me quedo ahí petrificada tratando de recordar que extrañas circunstancias llevaron a Gab a mis sabanas, hasta que los ojos se me cansan y tengo que pestañar ¡Esperen! ¿Los ojos se me cansan?

Miro a mí alrededor con detenimiento. Una televisión, un muro de corcho, paredes rosado eléctrico y en el techo un enorme… este no es mi cuarto.

—¡¿Qué hago yo en tu cuarto?!—mi cabeza esta algo confusa. Gabriel ríe nuevamente y regresa a su lectura ¡Lectura!— ¡Yo estaba estudiando! ¿Dónde están mis libros?— salgo volando de la cama en busca de mis libros pero antes de dar dos pasos me golpeo el dedo pequeño en un objeto contundente, mi libro de cálculo avanzado. Doblo el cuerpo para acariciar mi adolorido miembro y caigo a la cama con lágrimas en los ojos.

—Y con esa son tres veces que te golpeas el mismo dedo esta noche.

—¿Por qué no me avisaste antes que estaba ahí?

—Es demasiado divertido verte retorcerte… por tercera vez.

—¿Tercera vez? Demonios Gabriel… te dije que me despertaras en media hora— estira el brazo hasta su mesa de noche toma el despertador y me lo planta frente a la cara. Marca las tres y veinte minutos de la madrugada.

—No han pasado ni diez minutos desde que dijiste que dormirías un poco.

Se que hasta acá nada tiene lógica pero, así es la época de exámenes, una nebulosa construida por esperanzas rotas, pocas horas de sueño y café…principalmente café. Me encantaría hacer una detallada descripción de cómo ha sido la última semana pero no tengo tiempo para eso, tengo un examen de calculo en pocas horas, tengo un examen de economía y taller la próxima semana, tengo que adelantar un proyecto y tengo que juntarme con mi hermana… es decir no tengo tiempo para explicarles todos los pormenores de mi vida ¡Arréglenselas solos!

Perdón, estoy bajo mucha presión. Quizás pueda hacerles un resumen ejecutivo… ¿Resumen ejecutivo? ¿Hice el resumen ejecutivo para taller? Agggg… necesito un café.

Los últimos días han sido algo caóticos, luego de la pelea entre Gab y Alex las cosas se han puesto deprimentes. Alejandro deambula por la casa como un fantasma sin vida, pálido y delgado, la noticia de que su padre es un homofóbico violento lo ha convertido en un alma en pena que solo responde con monosílabos y ruidos guturales. Entre Gabriel y yo hemos tratado de animarlo pero está tan sumido en su miseria que me da hasta miedo que uno de estos días se cuelgue en el baño. Gabriel por su lado anda algo arisco, habla menos, escucha aun menos y se inserta tanto en el mundo del estudio que tengo que recordarle que debe comer o dormir o ir al baño, incluso se queda en la misma posición por horas leyendo sus apuntes.

Yo por mi parte soy un manojo de nervios, me molesta la luz, los ruidos fuertes y los cambios bruscos de temperatura, hay ocasiones es las cuales le pido a Alex que me saque algo de la nevera o cierre una ventana porque me siento incapaz de resistir la leve diferencia de grados.

También debo mencionar que hace tres días decidí estudiar con Gabriel para no desconcentrarme, es decir, cada vez que él abriese un libro me sentaría a su lado a leer también y créanlo o no Vernetti es una maquina, estudia como nueve horas al día, no duerme, no come, no va al baño… creo que ya les dije esto, creo que necesito otro café.

Así fue como termine acostada en su cama, él abrió su código tributario y yo me acurruque a su lado para estudiar al mismo tiempo. Pero como ahora Gab no es más un ser humano sino un androide no he podido seguirle el ritmo y he tenido que dormir por breves lapsos para que no me explote el cerebro.

—¿Y reconsideraste mi oferta?—dice Gab cerrando el código de golpe.

—¿Cuál oferta?

—Ya sabes. La de liberar tensiones a la antigua.

—¡Tengo un examen en cinco horas, lo último en lo que pienso es sexo!—suspira y rueda los ojos como si hablara disparates.

—No tienes idea lo bien que te haría, llegarías más contenta al examen, más relajada y con mejor disposición. Probablemente aprobarías con una nota sobresaliente.

—No Gabriel. No voy a acostarme contigo para liberar tensiones—de acuerdo no voy a negar que su invitación me parece muy interesante, pero el miedo a reprobar cálculo por segunda vez es más fuerte.

—Bueno, como quieras, por lo menos lo intente.

Me recuesto nuevamente en el lado derecho de la cama para dormir los minutos que quedan de descanso. Gabriel deja su libro en la mesita de noche, apaga la luz y se arropa junto a mí. Se desliza bajo las tapas hasta mi lado, me abraza por la cintura y hunde su nariz en mi cuello.

—¡¿Qué haces?!—grito saliendo de la cama a toda velocidad con los ojos desorbitados.

—¿También me vas a negar un regaloneo?—su tono se escucha lastimero, como si rogara.

—Buenas noches Gabriel—me volteo para arrancar de sus garras libidinosas pero antes de dar el segundo paso siento un intenso dolor en mi pie.  

—Cuidado con el libro…—dice él antes de voltearse, yo emito un gemido leve disimulando las lágrimas de dolor que se me escapan.

Cojeo hasta la cocina maldiciendo a todos y a todo, entro con cuidado de no darme otro golpe en la misma área y cierro tras de mí con suavidad.

Alex me mira por encima de sus lentes sin marco, sentado junto a la  mesa, con una taza de algo parecido al café en las manos. No pronuncia palabra ni hace el amague de saludar. Les presento a Alex el zombie.

—¿Llenando estanque?

—Mmm…

—¿Tienes examen?

—Mmm…

—¿Preparado?

—Mmm…

—Que bien—el silencio se hace presente nuevamente y él quita su atención de mí y la devuelve a la taza. Si esto fuese The walking dead alguien ya le hubiera disparado.

Reviso el termo, y vacío su contenido en una taza, le pongo seis cucharadas de café y nueve de azúcar, para luego revolver. Se que parece una exageración pero esto no es nada, hace tres días prepare uno tan potente que la cuchara quedo clavada en él.

Me siento frente a Alex con la esperanza de encontrar la cura al virus que Umbrella ha inoculado en él pero parece perdido en el espacio tiempo.

—¡Casi lo olvido! Hoy es tu cumpleaños—me mira perplejo y por un momento noto que le vuelve el color a la cara, de blanco postmortem pasa a rojo iracundo.

—Odio mis cumpleaños—toma su taza y deja la habitación rodeado de un aura sombría y ominosa.   

Eso no podría hacer salido mejor ¿Será prudente entregarle el regalo que le compré? Sí, le compré un regalo. No iba a hacerlo, por todo este asunto de Lorena, ya saben, pero lo he visto tan deprimido que no he podido evitarlo.

¿Sabrá Gabriel que Alex odia sus cumpleaños? Son amigos debe saberlo ¿O no? ¿Le habrá comprado él algo? ¿Seguirá en pie la apuesta que hicimos por el mejor regalo? ¿No es muy temprano para hacerme tantas preguntas seguidas? ¿Le eché azúcar al café?

No importa le echaré dos más de cualquier manera.

Bebo un sorbo.

¡Puaj! ¡Le falta!

A eso de las once de la mañana y luego de rendir mi examen final de cálculo III decido ir a charlar un rato con Gabriel sobre el asunto “Alex”, no me gustaría deprimirlo más de lo que ya está. Ahora que lo pienso no tendría porque importarme lo que le suceda a Alex, pero me importa. Soy un gusano arrastrado, lo se.

Doblo por la cafetería y cruzo por la fuente hasta el patio de derecho donde un montón de muchachos y muchachas bien vestidos sudan como caballos de carreras. Es temprano así que si mis cálculos no me fallan—y no pueden fallar ya que aprobé cálculo—deben faltar muchas personas para que le toque a Gabriel.

—¿Por qué estamos espiando a Gabriel?—pregunta Carmen a mis espaldas.

—¿Qué-qué ha-haces acá?—grito en susurro con el corazón en la garganta del susto.

—Vine a decirle algo a mi papá y te encuentro medio asomada detrás de una muralla.

—No estoy medio asomada, estaba cansada y me apoye, eso es todo.

—Andas muy rara ¿Te pasa algo?

Alzo la ceja completamente sorprendida ¿Yo? ¿Rara? Claro que no, quizás sigo algo molesta por lo de Lorena, me falta sueño también y he tenido que evadir el constante acoso de Gab, pero fuera de eso todo está bien. 

—He dormido poco.

—Mmm… he notado que últimamente cada vez que menciono a Gabriel te pones tartamuda.

—¿Tar-tartamuda?—mierda, lo hice otra vez.

—Sí, y pones esa sonrisa de tonta.

—¿Cuál?—hasta que no lo menciona no noto el dolor creciente en mis mejillas parecido a un calambre. Cierro la boca de inmediato.

—¿No será que…?

—¡No! No lo digas. Ya se lo que estás pensando, y no voy a negar que lo he pensado también, pero si ni tú ni yo lo decimos será como si no estuviese sucediendo. Si no lo hacemos, si no decimos lo que creemos que está pasando no será real—me mira con algo de pena, como mirarías a un cachorro mojado bajo la lluvia y suspira.

Para ser sincera hace varios días que la idea de…la idea de que… la idea de queeeee… esa idea, ronda por mi cabeza como un buitre sobre un animal moribundo, esperando un momento de debilidad para abalanzarse, sacarme los ojos, destriparme, ver como me retuerzo y… ¿De que estábamos hablando? Necesito otro café.   

—Parece que Daniela ganó la…

—¡Shh! Silencio, no digas más. Ahora acompáñame a hablar con él.

Acepta de mala gana y nos aventuramos entre los desesperados alumnos en busca del pelinegro molesto, alias Gabriel Vernetti. Damos la vuelta completa pero no lo encontramos entre la multitud, no es que sea especialmente llamativo pero su metro noventa lo distingue de los demás. Finalmente nos topamos con Jomy quien lee tembloroso un apunte, parece apunto de colapsar.

—Hola ¿Jomy? ¿Te acuerdas de mí? Vivo con…

—Gabriel, sí, lo recuerdo, porque recuerdo todo menos lo que hay en estos malditos apuntes…—la gente se pone muy, muy, MUY, rara en época de exámenes.

—Claro, se que sabes, tranquilo ¿Lo haz visto?

—¿A quien?

—A Gab…—piensa un segundo y señala hacia una puerta—¿Está dando el examen tan temprano?

—Sí, ahora le toca siempre temprano ¿No lo sabías?—mi cara de desconcierto responde a su pregunta y sonríe malévolamente, nunca creí que alguien pudiese hacer una mueca tan terrorífica—acompáñenme.

Seguimos a Jomy hasta la sala en la cual se toman los exámenes de derecho. Es un anfiteatro con forma de semicírculo con el escenario en la base y los asientos alrededor a mayor altura. Como si no fuera ya bastante estresante el final del semestre te ponen en un hoyo a responder preguntas mientras tus maestros te miran de manera intrigante un par de escalones más arriba junto con muchos de tus compañeros. Ahora entiendo el pánico que se genera en el patio de derecho.

—¿En quien van?—susurra Jomy bajito a uno de los chicos sentados en la última fila.

—En Jadue… la están haciendo llorar.

Carmen y yo miramos al centro del anfiteatro a la chica temblorosa y moquillenta que trata a duras penas superar el terror y contestar algo. Le salen un par de palabras pero no son lo que el profesor quería escuchar. La reprueban. De repente siento un extraño amor hacía cálculo y sus pruebas escritas.

—¿Jepsen?—anuncia un hombre canoso y regordete sentado en la primera fila—¡¿Jepsen?! ¿Está Jepsen si o no?

—Presente— la voz de Gab se escucha cansada y poco amena, se para de su puesto en la tercera fila y baja hasta el centro del anfiteatro.

—¿Está sordo Jepsen?

—No señor, es solo que Jepsen no es mi apellido— se ajusta la corbata negra al cuello y se peina un poco el cabello hacia un costado, se lo ha dejado crecer las ultimas semanas y ya casi le toca los hombros. Se le ve muy bien, más que nada porque se le rizan las puntas lo que le da un aspecto inocente y aniñado… dios santo ¡Que demonios estás pensando Camila!

—¿Por qué lo llama Jepsen?— pregunto en voz baja a Jomy.

—Todos le dicen así por que tenía de ringtone “Call me maybe”.

Trato de aguantarme la risa pero se me escapa un poco, todos se voltean a verme pero redirigen toda su atención a Gab nuevamente.

—De acuerdo señor Jepsen, ha tenido muy buenas notas este semestre. Lamentablemente y debido a su vistoso apellido no puedo aprobarlo. Muchos dirían que lo hago porque su padre influyo en ello y no queremos que la gente diga esas cosas. En fin, esta reprobado Jepsen, pero como no puedo reprobarlo sin tomarle el examen… recite el código tributario completo.

¿Es esto una broma? ¿Qué clase de examen es ese?

Miro a Jomy en busca de respuestas pero el tiene la mandíbula más desencajada que yo. Le hace un par de señas a Gab pero este lo ignora olímpicamente, tiene los ojos puestos sobre su profesor con cara de asesino serial.

Finalmente y luego de unos segundos muy tensos Gabriel habla.

—¿Quiere el de 1974 o el de 1998?—pregunta pedante mientras se mira el dorso de la mano.

—Dame el más actual—responde el hombre cano con tono burlón.

“Hay alguna posibilidad que se lo sepa” pregunto a Jomy, él me responde “imposible”.

—De acuerdo. Párrafo uno. Disposiciones generales. Articulo uno. Las disposiciones de este Código se aplicaran…

Aparte de Carmen y yo nadie se sorprende los primeros diez minutos de continuo relato por parte de Gabriel, al minuto quince un par de alumnos comienzan a cuchichiar nerviosos, al minuto veinte el bullicio es mayor, al minuto treinta el silencio reina, lo único que se escucha es la voz de Gabriel hablando con calma y desasosiego. Admito que un par de veces miré hacia el techo al igual que él para ver si no estaría el código escrito ahí, pero nada, aparentemente Vernetti conoce de memoria el código tributario actual.

—…instancia dictadas por las Cortes de Apelaciones, en los casos en que ellos sean procedentes de conformidad al Código de Procedimiento Civil y a las disposiciones del presente Código—Gabriel hace una pausa, toma un poco de agua y prosigue—Título dos. Del procedimiento general de las reclamaciones. Articulo ciento veintitrés…

—¡Estas aprobado Vernetti! ¡Ahora largo de mi salón!—el profesor se rasca la cabeza con rapidez y nerviosismo, Gab sonríe y suspira.

—Es Jepsen señor.

—Es que no le viste la cara… en serio, fue ¿Cómo describirlo? ¿Épico? ¿Magistral? Creo que no cabía en su cabeza razón alguna por la cual yo podría remotamente saberme el código tributario. Casi lo hago llorar— vuelve a reír al borde de las lágrimas soltándose la corbata para no ahogarse. Mientras Carmen. Jomy y yo lo miramos, estupefactos—pobre hombre, maté todas sus esperanzas.

—Sigo sin saber como te sabes el código tributario de memoria.

—No se, solo comencé a hablar y derepente me di cuenta de que me sabía el primer articulo y luego el segundo y así y así… no estoy seguro de sabérmelo completo—responde con los brazos sobre la cabeza en tono despreocupado—probablemente no me lo se por completo, lo bueno es que los primeros me los sabia de memoria.

—Los primeros ciento veintitrés…

—Exacto.

Cada uno toma rumbo a lo que debe hacer, Gab y yo nos vamos juntos hacia el departamento conversando de la vida y de su hazaña. No se porque pero lo miro distinto, Gabriel es bueno en lo que estudia, puede que sea un idiota, puede que no mida sus palabras, puede que se acueste con todo lo que haga sombra, pero ama derecho y algún día será un gran abogado. Podría hasta ser mi abogado o mi novi… ¡No! ¡Sal de ahí! ¡SAL-DE-AHÍ!

—Gab…Alex odia sus cumpleaños—digo justo antes de llegar a la entrada del edificio.

—¿Quién te dijo eso?

—Él, hoy en la mañana, casi me perfora un orificio con la mirada.

—Ignóralo… de cualquier manera ya le tengo regalo, y es tan bueno que te pateare el trasero. Hoy ando con suerte.

—Espera… ¿Aun esta en pie la apuesta?

—¡Claro que sí! Si no compraste algo es tu problema ganaré igual.

—Claro que compré algo

—No importa, el mío es tan bueno que lloraras… es más, es tan bueno que se que no hay nada que se le compare, técnicamente ya te gané. Quiero mí premio.

—¿Estas loco?

—No, solo se que ya gané así que tendrás que acompañarme a la gala de derecho de fin de año.

Subimos al ascensor y no puedo evitar sonreír como idiota. No se si no lo nota o no hice comentario alguno pero mi emoción es más que evidente. Me siento patética y feliz.

Entramos en completo silencio al departamento y yo corro a la cocina, tengo ganas de un gran plato de comida casera, pero en el último segundo recuerdo que Alex esta deprimido, por lo tanto no hay comida.

—Más vale que tu regalo sea maravilloso y le quite el mal humor a Alex, me estoy aburriendo de comer  comida instantánea.

—Yo creo que quieres ir conmigo a la gala… pero la escusa de la comida instantánea es igual de aceptable.

Luego de ponerme roja como un tomate dejamos de hablar.

A eso de las ocho y media saltamos de detrás del sillón de la entrada justo después de que Alejandro llega. Soplamos serpentinas y liberamos los globos con helio que teníamos guardados. Sacamos la torta de chocolate y almendras que mandamos a preparar hace dos días y cantamos las mañanitas solo para ser un poco más originales. A Alex no se le mueve ni un pelo. Está furioso.

—Les dije que no quería nada para mi cumpleaños.

—Déjate de molestar y sírvete un trozo de torta mientras te damos tus regalos—de malos modos se ancla en el sillón y nos mira a punto de gruñir.

—Las damas primero— dice Gab y yo saco un pequeño paquete para Alex y uno para Gab.

—Ábranlo.

 Ambos sacan un trozo de moneda ajustada para ser un llavero y la miran desconcertados. Yo saco mi trozo y los animo a juntar los tres trozos. Calzan a la perfección y cuando los juntamos se puede leer familia.

Alejandro me mira un momento eterno, los ojos se le ponen llorosos y sonríe como hace mucho tiempo no le veía hacerlo. Le devuelvo la sonrisa y le tomo la mano, no necesito que me agradezca, se perfectamente que esta más que agradecido y aunque suene superficial acabo de masacrar el regalo de Gabriel, no importa lo que haya comprado, no superara esto.

—Cami… te quiero—me abraza de improviso y me aprieta con fuerza. Yo le saco la lengua a Gab y modulo un “te gané”. Él solo asiente lentamente y con resignación.

Nos separamos cuando suena el timbre y Alex se levanta a abrir. Su humor mejoró considerablemente y ya no quiere colgarse en el baño.

—Creo que pateé tu trasero Gab Jepsen, pero si quieres aun te puedo acompañar, solo por pena.

—¿Eso crees?

Alex interrumpe la escena con una maleta en la mano y con ropa distinta ¿Cuándo se cambio? Tras el entra Alex…Ok ¿Qué esta pasando acá? ¿Demasiado café quizás?

—¿Y cual es mi cuarto?

—¿Tu que? ¿Qué haces acá Miky?

—Bueno… tuve “esa” conversación con papá y no se lo tomó muy bien. Así que hablé con Gabriel y acá estoy, soy su nuevo inquilino.

Alex mira a Miky, luego a Gab, de nuevo a Miky, y finalmente a Gab.

—Feliz cumpleaños Alex—Gabriel sonríe.

—Tranquilo hermano, solo serán unos días, tres como máxim…—Alejandro lo abraza y se ponen a llorar como Magdalenas, todo sería muy humillante si no fuera porque yo también lloro. No se porque exactamente pero esto es condenadamente emocionante. Quizás porque son un par de hermanos que se aman, quizás porque extraño a mi propia hermana. No estoy segura, pero siento mucha pena.

—Camila—Gab me pasa un brazo sobre el hombro y me alcanza un pañuelo—mi corbata es roja, asegúrate de conseguir un vestido del color.

Luego de un par de horas de lloriqueo, abrazos, peleas de quien dormirá con quien e insinuaciones de Miky hacía Gab—sí, como leyeron—, decidimos salir a celebrar en grande, sin importar la falta de sueño o la sobredosis de café. Nos cambiamos las ropas a unas más acordes con la ocasión y salimos en dirección al bar de un amigo de la hermana de Gabriel, Lena.

Según Miky la chiquilla es muy celosa y no lo deja salir de copas a otro lugar que no sea ese, ya que ahí lo mantienen vigilado. Gabriel no le hace mucho caso que digamos.

Arribamos al lugar y nos tomamos un par de cervezas por cuenta de la casa, Gabriel se da un par de vueltas buscando a su hermana pero no la encuentra. Miky y Alex beben más de lo que cualquier ser humano debería y yo me mantengo al margen. En la última semana he dormido con suerte diez horas y he bebido más café del que produce Colombia anualmente, beber más de una cerveza es firmar mi estancia en el mundo del “no tengo idea de lo que pasó ayer”, de nuevo.

Finalmente Gabriel me saca a bailar y repentinamente la temperatura me sube doscientos grados. Por fin, luego de mucho ajetreo, me relajo, y con el relajo llega la calentura. ¡Santa virgen de la papaya! ¿No puedo simplemente descansar de mi misma por un rato? ¿Dejar de ser yo y convertirme en una mujer tranquila y buena? La respuesta es no, un rotundo y seco no.

Nos pegamos demasiado para mi estabilidad mental y me aprisiona las caderas, sonríe con su sonrisa de… de… esa maldita sonrisa que me obliga a mimarlo, casarme con él y tener diez hijos con sus ojos ¡Mierda llegué a mi limite!

Me escuso para ir al baño y en cuanto llego sumerjo la cara en agua fría, maldiciendo a todos los Vernetti a través del tiempo y el espacio.  

—¿Te encuentras bien?—una muchacha rubia me acerca un pañuelo—¿Necesitas que  busque a alguien?

—¡No!

—¿Te paso algo? ¿Un hombre?

—¡No es de tu incumbencia! ¡No todos los problemas en el mundo son por un hombre!—le arrebato el pañuelo de las manos y salgo hecha una furia. Se que no se lo merecía pero estoy bajo mucha tensión.

Rápidamente me encuentro con Miky o Alex, la verdad son idénticos y me cuesta diferenciarlos. Me acerco para verificar su identidad pero está tan borracho que asegura ser Barbra Streisand. Asumo que es Miky.

Me siento junto a el para charlar un rato, pero en ese estado es difícil hasta emitir una palabra coherente.

—Y lo peor es Lorena—le pongo toda mi atención en el mismo segundo en que escucho el nombre de aquella desconocida mujer—esssssa perra, los quiere a ambos, a mi hermano y a Gabriel ¿Nadie le ensssssseñó a compartir acaso? Mala mujer, mala, mala, mala.

—¿Quién es Lorena?

—Lorena es… mala. La razón por la que no me gustan las mujeres, una pécora malvada, trepadora, arrastrada, mosca muerta, arpía… maaaaaaala. No se que le ve todo el mundo, todos la aman, todos la quieren. Bruuuuuja, zorrrra, mujerzuela.

—Lo entiendo, es una mala persona.

—Mala.

—Sí, mala ¿Pero QUIEN es?

—Lorena es la razón por la cual Gabriel nunca ha tenido novia…o novio—me río un momento hasta que descubro que Miky habla en serio.

—¿Gabriel nunca ha tenido novia?— el niega lentamente y fija la mirada a un punto desconocido.

—Ese chico es lindo, y gay. Adiós.

Desaparece entre la multitud dejándome con millones de preguntas. La más importante de todas ¿Quién demonios de Lorena?

Vago por el local en busca de alguna cara conocida y me encuentro con la mayor de mis pesadillas: Gabriel “Sonrisa que te hace querer darle muchos hijos” Vernetti. Suspiro cansada y me acerco a él. Habla animadamente con una morena alta en la barra. Decido no forzar más mi cerebro con tonterías y dejo de pensar y maquinar.

—Gabriel, me voy, tengo sueño y mucho café en el cuerpo, llamare un taxi—la morena me mira de pies a cabeza como si yo fuera menos que un piojo. No me importa.

—Claro que no, te iré a dejar.

Una luz se prende en el fondo de mi pecho. Sonrío muy para mis adentros y luego tomo todas esas agradables sensaciones y se las restriego—mentalmente—en la cara a la morena.

Este día ha sido más largo que lo que desearía.     

Conduce hasta el departamento en completo silencio mientras yo miro por la ventana las pocas personas que aun quedaban en las calles a las tres de la mañana. Bostezo adormilada justo antes de doblar por salvador tratando de asimilar las sensaciones que me produjo el que Gabriel prefiriera venir conmigo antes de quedarse con la morena voluptuosa de la barra ¿Es acaso que aquella muestra de interés provoca en mí lo mismo que cuando hace algún comentario agradable o quizás esta inquietud en mi pecho se debe a un sentimiento completamente nuevo y más profundo? Lo de desear el cuerpo de Gabriel ya lo logré aceptar, como dice Daniela somos vinagre y bicarbonato, si nos mezclamos brujearemos hasta salirnos de lo que nos contiene,  pero aceptar un sentimiento de mayor envergadura es un paso que no se si quiera dar. Conozco a Gabriel, él no es tipo de chico para algo más profundo que una revolcada casual, no es que no valga la pena entablar algo serio con él, es solo que no es lo que quiere y mientras no lo quiera no lo hará... Sentir algo más fuerte que deseo por Gabriel solo puede significar una cosa: dolor.

No me doy cuenta cuando llegamos pero lo último que se es que ya aparcamos y el motor está apagado.

Sigo mirando por la ventana, analizando los raspones en la puerta del auto de al lado con tanta meticulosidad que pareciera que de aquello depende mi vida.

—¿Que pasa?

—Nada—respondo por inercia medio afectada por el alcohol y atontada por el sueño. No he bebido más de dos copas pero es suficiente como para desinhibir mi lengua. En estos momentos calladita me veo más bonita.

—Nunca terminaré de entender el nada femenino—dice riendo como un niño. Muerdo mi labio tratando de reprimir la imagen de él sonriendo mientras bailamos, intento no recodar sus manos en mis caderas y su aliento en mi oído. Realmente lo intento pero es ese día del mes en donde hasta el roce de mi propia ropa me calienta ¿Por que no nací fría como el hielo? ¡¿Por que?!

Suelto un gemido camuflado como suspiro y aprieto las piernas. Hace un segundo pensaba en lo contraproducente que sería sentir algo real por Gab y ¿Que hace mi cerebro? Me manda imágenes a todo color de la noche en que nos acostamos más un par de vídeos en alta definición de como se me pegaba hace unas horas ¡Motín cerebral!

—Gabriel—logro articular entre tanta imaginería cachonda, es momento de salir de este auto y escapar antes de que haga algo estúpido—quiero que lo hagamos en el auto.

 ¡Salgamos del auto!  ¡No que lo hagamos en el auto, que salgamos del auto!

Mi cuello se vuelve rígido a manera de protección, no puedo volver a mirar a Gabriel a la cara nunca ¡Pero nunca!

Trato de corregirme pero la mitad de mis neuronas han cometido suicidio masivo y la otra mitad trata de averiguar que idioma hablan en Yemen, lugar al cual me iré en cuanto la vergüenza me deje levantar.

Mantengo los ojos en la pintura maltratada del auto vecino esperando la negativa de Gab, es decir mi puerta de salida y auto exilio a algún lugar perdido del medio oriente, pero no llega y espero, y espero, y espero.

Un segundo antes de que me voltee a ver si sigue aun dentro del auto siento el contacto de sus dedos con la piel de mi brazo. Se eriza hasta el más recóndito pelo en mi cuerpo y aprieto aun más las piernas.

Sus dedos descienden con suavidad por mi piel, casi sin tocarme pero al mismo tiempo dejando una marca de fuego. Dobla en mi codo y segundos después alcanza mi mano tensa por la excitación y el nerviosismo.

¡Acabo de decirle a Gabriel que me quiero acostar con él! ¿Que carajos tengo en la cabeza?

Su mano tibia se desliza hasta mi pierna desnuda y fría desencadenando con el roce  una agradable sensación en mi vientre. Sube lentamente para encontrarse con el inicio de mi falda. Sin molestarse en preguntar se escabulle debajo de ella para seguir su ascenso hasta mi cadera. Mi respiración se vuelve inquieta y empaña la ventana desapareciendo mi reflejo frente a mis ojos, el reflejo de mi propio deseo.
Su mano sigue la curvatura de mi pierna hasta mi intimidad. Sus dedos se aventuran a tocarme por encima de la ropa interior y suelto un suspiro al mismo tiempo que una sensación cálida cosquillea en mi entrepierna. Acaricia mi clítoris dibujado círculos pequeños, con un poco de fuerza abre mis piernas, mete su mano bajo mis calzones e introduce uno de sus dedos en mí. Gimo con ganas pero mantengo mi mirada hacia la ventana, no puedo encararlo, el único rostro que tengo esta rojo y agitado por la excitación y me avergüenza mostrar que realmente lo estoy disfrutando.

Me quita la ropa interior con asombrosa maestría sin necesidad de que me mueva y la deja resbalar por mis piernas hasta mis pies. Regresa a mi entrepierna, acaricia con energía mi intimidad e introduce dos dedos agónicamente lento. Vuelvo a gemir pero más intenso y mis piernas se abren solas.

Se le escapa un suspiro y quita su mano. Espero jadeante a que regrese pero nada sucede. Me giro para mirarlo pero él ya no está.

¿Se ha ido? ¿Gabriel se fue dejándome así de c...

Mi puerta se abre y la cara de él se acerca tanto a la mía que el aire se me escapa. Estoy roja, sudada e inquieta y él… él solo sonríe seductor. Se pega a mi oído y la sangre de mi cuerpo se detiene.

—En mi experiencia—susurra con voz ronca—los autos son incómodos. Para cuando puedas levantarte estaré arriba esperándote.

Señoras y señores, el bicarbonato y el vinagre acaban de mezclarse.

—¡Ah! Cuando salgas pon la alarma—agrega dejando las llaves del auto sobre mi regazo. Cierra la puerta y yo pestañeo tratando de enlazar las ideas, la puerta se abre nuevamente, Gabriel mete su cabeza dentro y me besa con ímpetu, devorando mis labios y jugueteando con mi lengua. Se separa y recién logro enfocar su rostro.

—Por si acaso no entendiste a lo que me refería con la expedición a tu entrepierna… No te olvides de cerrar.

El portazo que le sigue a su retirada me saca de mi ensimismamiento, tomo las llaves, salgo del auto, activo la alarma y corro hasta el ascensor. Entro justo antes que la puerta se cierre con la respiración entrecortada, le observo.

Parece tan sereno y despreocupado que me hace creer que no le provoco nada. Se ríe de lado disfrutando el espectacular desastre que soy en estos momentos.

—¿Te pusiste la ropa interior?—¡Demonios!

—No...

—Buena chica.

Las puertas se abren y salimos sin dejar de mirarnos, él moja sus labios con su lengua y camina hasta la puerta. Me detengo decidida a encararlo, ya estoy hecha un lío y no quiero que el me enrede aun más solo por diversión.

—No estoy jugando Gabriel, has despertado mis más básicos animales—nota mental: debo dejar de beber.
Me toma de la muñeca y lleva mi mano hasta su entrepierna. Palpo algo duro y caliente dentro de su pantalón.
—Y tú has despertado al mío.

Me invento un nuevo tono de rojo en el rostro mientras que  él quita el pestillo a la puerta. Ingresamos y en cuanto cierro me toma de la nuca y me besa con todo ese deseo animal que posee. Quedo acorralada entre su cuerpo y la puerta de entrada, se separa un segundo de mi boca para quitarme la polera mientras que yo maldigo todos y cada uno de los botones de su camisa. Me deshago de esa prenda más rápido de lo que esperaba y sigo mi camino hasta su pantalón, en donde suelto el cinturón, quito el botón y bajo el cierre sin pensarlo dos veces, para luego meter mi mano dentro de sus bóxers.

El contacto de mi piel con su miembro le hace temblar y suelta un gruñido gutural, muevo mis dedos con torpeza pero es suficiente para animarlo más. Se separa por un instante y me mira excitado.

—¿Estás segura de esto? Porque pasado este punto no  creo poder detenerme.

Estoy a punto de contestar su pregunta con una cochinada digna de la más fácil de las mujeres en esta tierra cuando una voz nos interrumpe.

—¿Esa es manera de tratar a una señorita angelito?

Miramos al mismo tiempo en dirección al pasillo. Ahí, parada frente a la puerta de mi cuarto una chica de unos treinta años nos mira con rostro insondable. Es extremadamente delgada, su piel es pálida y viste en tonos oscuros. El pelo, negro como el carbón, le cae hasta lo hombros y sus ojos oscuros y profundos se clavan en la mano que mantengo dentro del pantalón de Gabriel donde ya no queda nada duro.

Gab me toma la muñeca y saca mi mano con delicadeza, luego se agacha y recoge mi polera. Me la entrega y yo la recibo sin dejar de mirar la imagen fantasmagórica del pasillo. La chica se me hace terrorífica pero conocida, se que la he visto en algún lugar. Mis neuronas de emergencia hacen sinapsis y recuerdo aquella película donde una niña siniestra salía de un oscuro poso ¡Dios santo, es igual a Samara! Lo que me recuerda...

Miro a Gabriel, esta rojo hasta los hombros. Apenas si puede tragar y se le nota a leguas que preferiría estar frente a un pelotón de ejecución que aquí.

Saco en conclusión que aquella chica es Lena, la hermana celosa de Gab y que esta no es la mejor situación para conocernos. Básicamente tenía mi mano al rededor del... eso de su hermano, chocante hasta para las mentes más liberales.

Le sonrío tratando de alivianar el ambiente pero me ignora y mira a Gab. El trata de guardar la compostura, nunca antes le vi tan nervioso, parece que sufrirá un ataque de pánico en cualquier segundo.

La lengua desinhibida ataca de nuevo y siento ganas de lanzarme con un discurso sobre sexo, placer y libertad pero Gabriel se me adelanta.

—Hola mamá ¿Que haces aquí a las cuatro de la mañana?

La sola mención de la palabra mamá me desfigura la cara, mis hormonas son erradicadas y la polera que hace segundos tenía en mis manos aparece puesta en mi cuerpo.

La reacción bicarbonato vinagre se apaga, la espuma baja, se revienta hasta la última burbuja y solo queda una mezcla turbia y sin gracia que deja un mal sabor de boca.

Dios santo… necesito urgente un café.

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