♠ Capítulo 23: Copias no autorizadas y vestidos apretados
—Chinita—toma mi mano con suavidad y acaricia el dorso con sus delgados dedos—vuelve a casa, te extraño—la retiro como si fuera vidrio molido y no piel lo que me toca.
—¿Por qué?
—Solo quiero verte durante el tiempo que me quede.
—¡Por ningún motivo! Me tuviste muchos años en casa pero preferiste trabajar, salir a congresos, ir a conferencias, es muy tarde papá, es muy tarde para hacerlo bien.
—Se que me he equivocado, pero no puedo retroceder el tiempo, solo puedo regalarte el tiempo que me queda—responde con una sonrisa lastimera en el rostro—me recuerdas tanto a tu madre, tenía un carácter de perros y era muy terca.
—¿Por qué ahora papá?—agrego tomando mis cosas.
—Porque me estoy muriendo chinita—responde usando ese sobrenombre que tanto odio—¿Qué le diré a tu madre cuando nos encontremos? No podré contarle como eres ahora…se va a enojar.
—Ese no es mi problema—me volteo al borde de las lágrimas dispuesta a irme pero su voz entrecortada me detiene.
—Chini-ta… chi… —el estruendo que hacen las maquinas me obliga voltear, Héctor García yace en el suelo sin vida. Corro para ayudarlo pero desaparece, todo se vuelve negro de repente y el aire se vuelve pesado.
—¿Papá?—mi voz retumba en la nada y se devuelve como un sonido lejano y frío—papá ¡Papá! ¡PAPÁ!
Abro los ojos exaltada. Estoy sentada en mi cama y sudo profusamente. Está medio oscuro y siento miedo de lo que hay más allá de mi colchon, de mi cuarto o en el pasillo. Escucho pasos acercarse y me arropo como si las sabanas y frazadas fueran capaces de protegerme de un asesino serial o algo por el estilo.
—¿Qué sucede?—Gabriel asoma la cabeza y prende la luz cegándome por un par de segundos. Pestañeo rápidamente para acostumbrarme mientras me limpio la frente con el dorso de la mano—¿Estás bien? Te oí gritar.
—Sí… solo fue un mal sueño—le miro con los ojos apenas abiertos. Tiene la cara tan morada como ayer y el labio parece estar más hinchado. Se acerca a mi cama y se sienta en el borde, me peina el cabello hacia atrás y acaricia mi mejilla. Eso me recuerda que aun no hablamos sobre “aquello”.
—¿Quieres contarme que pasó?
—No—respondo rápida y nerviosa. Soy demasiado obvia algunas veces.
—¿Por qué?—sonríe de medio lado y enarca las cejas—¿Soñaste conmigo picarona?
—¡No!—grito alejándome de su caricia. Esconde la mano confundido, frunce el ceño y se retira sin decir más ¡Tonta!
—Voy a dejarte la luz prendida, a veces ayuda con las pesadillas—agrega antes de dejarme sola y arrepentida.
Me rasco la cabeza atontada ¿Qué fue eso? ¿Por qué reaccione tan mal? Al fin y al cabo nos acostamos, pasó y no hay nada que pueda hacer. Él no ha hecho nada malo, nada que yo no quisiera, no es su culpa.
Me levanto de la cama con lentitud, debo disculparme. Atravieso el pasillo dudosa pero al mismo tiempo culpable. Me paro frente a su puerta dispuesta a golpear pero me detengo.
¡Fue a ver como estaba! ¡Se preocupó de mi estado! ¡Se interesó por mí! ¡Golpea la maldita puerta!
Pero no. No puedo, no puedo verlo a la cara, no puedo conversar con él sin pensar inmediatamente sobre lo sucedido, no puedo mirarlo a los ojos sin recordar como me miraba aquella noche, como tocaba mi cintura, mis senos, mi cuello, no podría emitir una palabra sin sonrojarme inmediatamente.
—Caspitas, soy una cobarde…—giro sobre mis talones y regreso a mi cuarto, me enredo entre las sabanas, cierro los ojos con fuerza y cuento infinitas ovejas. Ovejas que se transforman en caras moradas, ojos misteriosos ocultos tras lentes sin marco y cuartos rosados.
Seis y media de la mañana y milagrosamente todos estamos despiertos tomando un delicioso y nutritivo desayuno. Alex mastica su tostada cual jirafa mientras escruta con atención a Gabriel, quien a su vez no se da por aludido.
—¿Fue Vicente?—pregunta luego de beber un poco de café.
—Nope ¿Me pasas el azúcar Cami por favor?—tomo el azucarero y se lo entrego pero en cuanto nuestros dedos se rozan lo suelto, él lo alcanza en el último momento evitando que suceda una dulce tragedia. Nuestras miradas se encuentran y desvío mis ojos al elemento más cercano y menos interesante, la mantequilla—andas algo torpe hoy—acota con tono divertido yo solo respondo con un escueto “mmm…” mientras analizo los distintos tonos de aquel importante derivado de la leche.
—¿Félix? No, Félix no te golpearía ¿Sebastián?
—Nop y nones—apoya la cabeza en su brazo y sonríe con algo de dolor.
—¿No habrán sido mis hermanos?—le veo rodar los ojos exasperado y cansado.
—Camila controla a tu novio por favor—me sonrojo de inmediato y Alex y yo intercambiamos miradas nerviosas, siento como si de la nada me hubieran echado un balde de agua fría.
—No es mi novio—digo finalmente. Abre la boca para replicar pero me levanto antes de que lo logre, recojo mi tasa, tomo mi bolso y salgo como alma que lleva el diablo del departamento hasta el ascensor. Espero un par de segundos pero nada.
—¡Camila!—exclama Alex saliendo también—espera. Saliste muy apurada.
—Sí, me incomoda un poco la situación—miento a medias. La verdad es que estoy incomoda pero no porque lo que hay entre yo y él, sino por lo que hubo entre yo y Gabriel. En este minuto me sería muy útil una maquina del tiempo.
Aguardamos en silencio mientras llega en ascensor. Es increíble como la magia maldita de Gabriel se extiende por todo lo que toca, no lleva ni veinticuatro horas en el edificio y ya todo parece hostil.
—Sobre lo que pasó ayer…—inicia Alejandro claramente complicado.
—No Alex, no es necesario. Dejémoslo en que fue un bonito beso y ya ¿De acuerdo?—se calla de inmediato—creo que tomare la escalera hoy, he subido algo de peso.
Evado cualquier intento de retenerme y desciendo sin parar escalón tras escalón. Cuenta la leyenda que yo solía ser alguien que enfrentaba los problemas, pero es solo una leyenda.
Doy el último paso hasta la salida y recuerdo que he olvidado mis llaves. Suspiro sonoramente y doy media vuelta, tengo la cabeza en la luna. Subo a toda prisa repitiendo una y otra vez “subir escaleras te hará bajar de peso”. Toco el timbre y recuerdo repentinamente que Alex salió justo después de mí, lo que se traduce en que solo Gabriel está en casa… ¡Diantres!
Arranco antes de que él abra pero no soy lo suficientemente intrépida.
—¿Buscas esto?—dice melodioso a mis espaldas batiendo mis llaves. Me giro en cámara lenta y extiendo una sonrisa más allá de mis orejas. El está apoyado en el marco meneando el llavero con burla.
—Sí. Que tonta, siempre las olvido—me acerco y extiendo mi mano para cogerlas pero el las retira y se las mete al bolsillo del pijama—¿Qué haces Gabriel? Dame mis llaves.
—Claro, pero primero ¿Qué te sucede?
—¿A mí? Nada ¿Podrías dármelas?—estiro el brazo hasta su bolsillo pero el me toma de la muñeca.
—No me engañas pirata de agua dulce, algo raro te sucede ¿Es por Alex?
—No me pasa nada ¡Dámelas!—trato de soltarme pero me sujeta más fuerte y me acerca hasta él.
—¿Es por lo que pasó antes que me fuera?
El corazón me da un vuelco, la cara se me enciende y automáticamente cambio la mirada desde su rostro a uno de los lunares que tiene en el brazo izquierdo. Me estoy haciendo muy buena en contemplar cosas extremadamente aburridas. Suelta mi mano con delicadeza y nos quedamos parados y callados en el umbral.
—¿Quieres que hablemos sobre ello?—pregunta con voz ronca y decidida, podría apostar que está en estado “un, dos, tres, madures”.
—No—respondo.
—Perfecto—Saca las llaves de su bolsillo y me las entrega—ten un buen día—agrega con una sonrisa y se mete al departamento cerrando tras de si.
Mi sentido común me avisa que esa es la perfecta salida, Gabriel me está entregando en bandeja la puerta para evadir los problemas, no hablar más del tema es la mejor manera de solucionar todo, pero una parte de mí llamada “las cosas no son tan fáciles” se niega rotundamente en creerlo.
Encajo la llave en la cerradura y entro medio furiosa, medio asombrada. Me lo encuentro al final del pasillo, se detiene a verme con la ceja arqueada.
—¿Así de simple?
—¿Así de simple que?
—¿No hablamos más del tema y ya? ¿Cómo si nunca hubiera pasado?
—No dije eso. Claro que pasó, pero no hay por que analizarlo a fondo. Cortemos por lo sano y dejémoslo como un lindo recuerdo ¿Vale?— entra a su cuarto mientras yo no logro pestañear por el asombro. Muevo la cabeza igual que un suricato en el desierto tratando que las dos neuronas que me quedan funcionales hagan sinapsis, pero nada, hay un pitido en mi cabeza muy parecido a cuando los canales dejan de transmitir.
En contra de toda lógica atravieso el pasillo en un par de zancadas hasta el cuarto de Gab abro la puerta y lo encaro. El se sube el pantalón con torpeza, trata de cubrirse cosas, con la polera de pijama que tenía sobre la cama, que ya he visto con anterioridad y bastante de cerca.
—¡No es tan fácil! Las cosas siempre son más complicadas.
—¿Permiso Gabriel puedo pasar?—dice en tono agudo—¡Oh! Claro Camila, deja que me visto y conversamos—agrega con su voz—Gracias Gabriel.
—¿Por qué? ¿Por qué me dejas escapar con tanta facilidad? Has hecho de todo lo que me ha sucedido desde que vivo acá una broma, te has burlado, me has torturado, me has chantajeado ¿Y ahora vas a dejarme ir?—siento la cara roja y el pecho apretado. Lo entiendo, pareciera que hago un tsunami de un vaso de agua pero realmente no logro asimilar que las cosas simplemente se olviden.
—¿No es eso lo que quieres?—responde volteándose para arreglarse el pantalón—si no quieres hablar de ello pues no hablemos, si quieres conversarlo lo conversamos ¡Somos adultos!
—Yo soy un adulto, tú eres un niño sádico que tortura a sus mascotas y le saca las alas a las polillas.
—Sí claro, un adulto… y para tú información yo rescataba los insectos que caían en el agua de pequeño— toma su muda de ropa y entra al baño ignorándome por completo. Corro tras él y pongo el pie en el marco antes de que cierre ¡Auch!
—No… hemos… terminado de hablar—pronuncio ahogando un quejido. Él abre con rostro molesto.
—¿Hablar de que? ¿De que soy un maldito manipulador o de eso que tú no quieres hablar?
—No te hagas la victima conmigo…
—No entiendo Camila ¿Qué es lo que quieres?—dice tomándome de los hombros.
—Quiero…—esa es una muy buena pregunta ¿Qué quiero?
—No tienes idea—sentencia—¿Quieres saber que es lo que creo? Creo que quieres dejar de sentirte culpable. Quieres dejar de pensar en ti misma como una mujerzuela barata que va por ahí acostándose con él primero que se le aparece. Lamentablemente no hay nada que yo pueda decirte para que dejes de pensar eso, es cosa tuya.
La mano se me mueve sola comandada por una fuerza invisible que me obliga a plantarle mi palma en la mejilla a Gabriel por el bien de mi orgullo. Él se queda quieto y pocos segundos después suelta un paupérrimo “ay”. La rabia me hizo olvidar que parece un mapa de lo golpeado que está.
—Hubiera bastado un: no Gabriel, te equivocas—se acaricia la cara morada de tanto maltrato y me siento solo un poco culpable—si quieres saber mi opinión no creo que seas una zorra fácil. Las cosas se dieron de esa forma y sucedió, a veces estas cosas solo suceden. Si son malas te la aguantas, si son buenas las disfrutas. Yo y tú disfrutamos, no creo que se repita pero me guardo un buen recuerdo. En resumen: ¡Nos acostamos! Fue rico, saludable e higiénico y es ahora parte de la historia. Punto. ¡Esa es la verdad de la milanesa y no puedes cambiarlo! Ahora ¿Podrías sacar tu pie para yo poder bañarme?—retiro mi maltrecha extremidad y él pega un portazo en mi cara.
¿Dijo que había estado rico? ¡Mish! Y eso que no sabe que fue mi primer intento.
Suelto el aire contenido con alivio. No se que tiene que ver una milanesa en todo esto pero estoy bastante más tranquila. Gabriel no va torturarme y no soy una zorra. ¡Genial!
—Eres una completa zorra—escupe Carmen sentada junto a mi en las sillas más alejadas del salón—te acuestas con uno y te besuqueas con el otro ¿No eras una señorita?
—Era… pretérito perfecto—respondo con la cara escondida entre mis manos. La profesora de taller esta entregando los trabajos revisados mientras el resto de nosotros vaguea esperando su turno.
—¿Perfecto? Deja que me ría.
—Carmen había logrado superarlo pero tú no me ayudas.
—¿Superar? ¿A quien? ¿Alex o Gab?—me hundo aun más en la vergüenza—lo que no entiendo es ¿Te gustan los dos?
—¡No! Me gusta Alex—contesto horrorizada.
—Entonces ¿Por qué te acostaste con Gabriel?
—Fue algo del momento, algo físico…
—¿Y Alex? ¿No fue él también algo físico?
—No… con el tengo química.
—¡Ja! Consíguete un biólogo y ya tienes la base de la ciencia moderna—gruño molesta por su comentario. Lo hace ver peor de lo que ya es—hablando de biología y hombres con los que te has besado ¿Vas a ir con Claudio a la fiesta del congreso de neurocirugía?
—Sí, tengo el vestido incluso.
—En ese caso ¿No tendrías que estar arreglándote?—se sube la manga y mira su reloj pulsera—van a ser las seis.
—No, es mañana, hoy trabajo—respondo segura.
—Estoy casi segura que es hoy.
—Es el sábado treinta.
—Treinta cae viernes, hoy es viernes treinta— trago saliva y saco el calendario de mi agenda para corroborar lo equivocada que Carmen está. Busco el día treinta en el calendario, está encerrado varias veces con lápiz rojo y con estrellitas. VIERNES 30 ¡Santa virgen de la papaya! Es hoy…
—Es hoy…—susurro justo antes de que la profesora clame nuestros nombres.
—Monsalve, García…—nos llama y caminamos hasta su mesa rápidamente. Trato de excusarme pero no me da tiempo ni de saludarla—chicas estoy sorprendida, este trabajo es muy bueno, lo que proponen es completamente innovador ¿Han pensado en llevarlo a cabo?
—No, profe…
—Deberían—me interrumpe—falta pulirlo un poco y hacer prototipos pero me parece increíble ¿Qué les parece presentarlo en la feria de innovación y emprendimiento que se hace en enero? Yo puedo ser su tutora.
—Nos encantaría—contesta Carmen, yo debería estar igual de emocionada pero dado que dejaré plantado a Claudio no me siento la mejor persona del mundo.
—De acuerdo, les hice algunas acotaciones sobre algunos fallos que encontré ¿Pueden arreglarlo para la próxima semana?—asentimos al mismo tiempo—nos juntaremos todos los jueves en la tarde para discutir dudas y entregar avances. Lo primero será arreglar lo que ya les dije y luego veremos cual es el formato para presentar el proyecto y desde ahí lo desarrollaremos.
—Claro ¿Algo más?
—No—no termina de decir no cuando ya estoy fuera del salón corriendo como alma que lleva el diablo hasta el departamento.
¡Claudio va a matarme! ¡Claudio va a matarme! ¡Claudio va a matarme! ¡Claudio va a matarme! ¡Claudio va a mat…
Abro la puerta tratando de convencer por teléfono a una compañera para que me cubra el turno, prometiendo el oro y el moro para no fallarle a Claudio. Gabriel y Alex conversan en el living, los saludo pero ni siquiera me notan, están muy enfrascados en su plática.
Entro al baño para darme la ducha más corta de mi vida, recuerdo colgar antes de entrar a la tina y limpio mi cuerpo, cabello y dientes más rápido de lo que puedo decir baño. Vuelo hasta mi cuarto, saco el vestido rojo del armario y me deslizo—a presión—dentro de él ¡Malditos siete kilos demás! Parezco chorizo español.
En el segundo que seco mi cabello me llama Claudio enojado.
—¿Dónde estás?
—Secándome el cabello ¿Dónde estás tú?
—Esperándote en la entrada de tu departamento. Apúrate—cuelga sin despedirse y o apuro mi trabajo. Aliso mi cabello con el secador, me coloco algo de rubor, encrespo mis pestañas, delineador, rimel, brillo de labios ¡Listo!
Tomo mi bolso y corro a la cocina para comer algo. Alex y Gab siguen conversando y me detengo al oír una extraña frase.
—Entonces ¿Admitiste que eras homosexual frente a mi padre?—dice Alex.
—Sep—respon... ¿Qué?
—¿Y te golpeó?
—Digamos que no le cayó muy bien la noticia.
—Dios santo, esto se está saliendo de todo límite.
—Tranquilo… aun hay esperanzas.
—No puedo creerlo… todo es culpa mía.
—Tú no elegiste tener un padre tan cerrado de mente, ni elegiste ser gay—doble ¡¿Qué?! Alex y Gabriel son… no puedo creerlo—lo bueno es que luego de mi declaración abierta de amor estarás seguro por un tiempo. Si tenemos hijos deberían llevar mi apellido en honor a ello.
Mi teléfono suena y ambos se callan al escucharlo. Corto nerviosa, era Claudio de nuevo. Cruzo desde la cocina hasta la puerta me despido con la mano y salgo antes de que ellos puedan decir cualquier cosa. Bajo hasta el primer piso y me subo al auto pasmada. Gab y Alex son pareja… ¡Santa virgen de la papaya! ¡Alejandro y Gabriel son Gay!
—Gracias por bajar, creí que moriría aquí—acota Claudio con sarcasmo.
—Sí…—respondo sin saber a ciencia cierta donde estoy parada o sentada o lo que sea.
—¿Estas bien?
—Sí, vamos—enciende el auto y partimos hacia el hotel Sheraton.
»Grrrrrrr«
Ruge mi estomago. Miro la mesa con canapés, dulces, tortas y otras delicias, lloro por dentro. Tengo tanta hambre que me cenaría un buey completo, pero el vestido es tan ajustado que si tomo un sorbo de agua es muy probable que explote. Claudio alza la ceja y pone su mano en mi espalda.
—¿Podrías ir a comer no crees?
—No puedo, una mascada a cualquiera de esas exquisiteces y rompo este vestido.
—¿Te he dicho que te ves bien?
—No, gracias—sonrío con ternura pero mi estomago y su canto de ballena asesina nos interrumpe.
—Te traeré algo de comer— trato de detenerlo tironeando de su camisa pero se me escapa. Soy un maldito manatí obeso en estos momentos.
El enorme salón del hotel está repleto de personas con títulos de médico, la gran mayoría son cirujanos, otra buena parte son becados y el resto estudiantes. Parece todo muy intelectual y recatado pero esperen, en menos de lo que canta un gallo habrán bebido tanto que no recordaran ni donde queda el cerebelo. Se de lo que hablo, he venido cientos de veces a estas cosas, mi padre me traía para convencerme de que estudiara medicina, como verán no lo logro.
—¿Camila?—me volteo al escuchar mi nombre para encontrarme cara a cara con Patricio Godenberg, uno de los mejores amigos de mi padre.
—¡Tío Pato!—Le saludo con un abrazo y él me corresponde.
—¿Qué haces por acá muchacha?
—Vine con un amigo—busco a Claudio por todas partes, mal que mal me trajo para que le hiciera gancho con los amigos de mi padre—es él—lo señalo y al verme el se acerca junto con un plato repleto de cosas ricas.
—Hola—dice mi tío Pato y le extiende la mano. Él me entrega la comida y saluda a mi tío.
—Tío él es Claudio, estudia medicina y esta muy interesado en la neurocirugía. Claudio, él es amigo de mi padre, Patricio Godenberg—los ojos de Claudio se salen de sus cuencas y se atraganta con su propia saliva.
—He leído todo sobre su técnica para drenar derrames en el área de Broca—dice mi acompañante reprimiendo un orgasmo.
—¿De verdad? Creí que solo me interesaba a mí ¿Qué opinas de ella?
—Bueno es simplemente maravillosa aunque creo que hay un problema respecto al abordaje parietal.
—¡Oh! Realmente estas interesado. Cuéntame que harías tú…
Ruedo los ojos, esto es amor a primera vista.
—Voy a desvestirme acá mismo y bailaré la macarena—digo pero parecen no escucharme. Suspiro y con el plato de cosas ricas me alejo, de cualquier forma no notarán mi ausencia en un buen rato. Lo siguiente que debo hacer es devolver todo a su lugar antes que gane la tentación y me lo coma.
Parto por las empanaditas y continúo con los pastelitos. Al llegar al final de la mesa me topo con alguien que me corta el paso pido permiso y él se gira.
—¿Alex?—me mira asustado, me quita el plato, me toma de la muñeca y me arrastra hasta un lugar solitario y oscuro. Lo sigo a tropezones recordando todo el embrollo de esta tarde. Alex es Gay, Gabriel es Gay, son pareja y yo no tenía ni idea.
—¿Qué haces acá?—pregunta en susurro Alex.
—Un amigo me invitó ¿Qué haces tú acá?
—Suplanto a mi hermano gemelo. Me pidió que viniera y fingiera que era él.
—¿Por qué?
—Él no podía y al parecer es importante que lo vean en este tipo de cosas—susurra apenas.
—¿Por qué susurras?
—Se supone que estoy afónico, la verdad es que no se nada sobre neurocirugía y si me hacen hablar le haré más daño a Miky de lo que lo ayudo.
Espía a todas partes buscando quizás que cosa, lo contemplo un par de segundos y me decido a decirle que se toda la verdad.
—Alex yo te escuche hablando con Gabriel hoy.
—¿De que hablas?
—Yo se la verdad…
—¿La verdad? ¿De que demonios hablas?—pregunta con cara de desconcierto.
—No es necesario que lo ocultes yo se que tu y Gabriel…
—¿Camila?—la segunda llamada extraña de la noche, esta vez es Carlos Ramírez otro de los amigotes de mi padre—que grande y que linda estás, cada día más parecida a tu mamá ¿Cómo está el vago de tu padre?
—Bien, gracias ¿Cómo está usted tío Carlos?
—De maravilla ¿Y quien es este muchacho?—el tío Carlos es un poco curioso y le encanta meterse donde nadie lo llama—¿Tu novio?
—No, él es un amigo… Miguel Alejandro, estudia medicina y esta muy interesado en la neurocirugía.
—Oh… ¿Algún área en especial?—Alex se toca el cuello y hace un par de señas dando a entender que no puede hablar. Mi tío se decepciona un poco y Alex entra en pánico.
—En estos momentos esta investigando sobre el drenaje de hemorragias en el área de Broca—suelto casi por reflejo.
—Interesante ¿Y de que va eso?
Alex mi mira medio enojado, medio furioso. Se acerca a mi oído para susurrarme.
—¿Qué haces? No tengo ni idea de cómo responderle, ni siquiera se lo que es el área de Broca—se aleja y yo sonrío.
—La hipótesis es el abordaje parietal tiene mayor morbi mortalidad que el em… temporal—hago uso de todas las palabras extrañas que le he escuchado a mi padre en los últimos veinte años.
—Arriesgada hipótesis, Godenberg ha trabajado en eso los últimos años creo que le interesaría saber de ti muchacho ¿Cuál me dijiste que era tu nombre?
Ambos sonreímos.
—Miguel Shomali—respondo Carlos Ramírez se despide y Alex me tironea casi al mismo tiempo.
—¿Cómo hiciste eso?
—Mi papá es neurocirujano conozco a todos aquí.
—Gracias, el único problema es que Miky probablemente no tiene idea de esa tal área de Boca, Roca o lo que sea.
—No te preocupes Carlos tiene memoria de pez, olvidara su nombre en tres pasos más, si se encuentran nuevamente solo recordará su cara—Alex suelta una risa de alivio y sonríe.
—Hay algo que debo decirte.
—¿Qué?
—Sobre el beso ¿Qué te parecería si tenemos una cita?—frunzo el ceño confundida ¿Alex no era Gay?
—Me halaga que me lo propongas pero yo ya se que tu eres…
—¡Miky!—grita alguien a mis espaldas, es Claudio ¡Oh, dios! Esto se pone color de hormiga—¿Camila? ¿Conoces a Miky?
—No, es decir, sí, yo… conozco a su hermano gemelo.
—¿Hermano gemelo? ¡Alex! Estaba con nosotros en primero, lo recuerdo, era insoportable, luego se cambio a diseño ¿Cómo está?—Alex hace nuevamente los gestos y se toca la garganta, se nota que los ha practicado—No es necesario que hables, solo has señas idiota ¿De donde conoces a Alex Cami?
—Vivo con él Claudio…
—¿En serio? Pobrecita, ese tipo es un plomo.
—Yo creo que es bastante agradable—respondo sonriente mirando de soslayo a Alex quien no se inmuta ante los ataques a su persona.
—Cómo tú digas… ¿Y que tal el congreso Miky?—Alex asiente con vehemencia tratando de canalizar su falsa emoción—que bien… Camila hay alguien que quiero que conozcas ¿Me acompañas?
—Eh… claro—lo acompaño pero Alex me toma del brazo con fuerza y entrecierra los ojos con dirección a Claudio.
—¿Qué te pasa ahora?—pregunta Claudio desagradado.
—Estábamos conversando algo Claudio ¿Por qué no vas tú y yo te alcanzo?—digo tratando de alivianar el tenso ambiente. Mi acompañante nos mira suspicaz pero se relaja.
—Eso es lo bueno de que seas gay, se que no vas a robarme a la chica. Nos vemos luego—se pierde entre la gente y yo me pregunto: ¿Hay alguien en todo este lío que no sea gay? ¿Está de moda ser homosexual acaso? Miro de reojo a Alex quien a su vez mira con rabia a Claudio.
—Como odio a ese tipo.
—¿Lo conoces?
—¿Conocerlo? Es el enemigo publico numero uno de Gabriel y mío.
—¿Por qué?—el mundo es un pañuelo.
—Por… no tiene importancia, no entiendo como es que Miky y él se llevan tan bien, en fin ¿En que estábamos? Creo que ibas a aceptar mi invitación.
—No yo…—me detengo un microsegundo a meditar ¿Podría ser que la persona que conversaba hoy con Gabriel fuese Miky? Claro, es imposible que Alex estuviera hablando con Gab y unos cuantos minutos después estuviera acá—¿Qué tan idénticos son tú y Miky?
—No se que tenga que ver eso pero somos prácticamente iguales, mi mamá nunca logro diferenciarnos.
—¿Y por qué no pudo venir?
—No lo se ¿Qué tiene que ver todo esto?
—Nada en realidad—algo me huele mal, apesta a artimañas de Gabriel por todas partes.
—¿Y?—le miro complicada, cabe la posibilidad de que todo sea un gran mal entendido, pero eso solo me lo puede solucionar Gab.
—De acuerdo tendremos una cita—respondo finalmente con el corazón en la mano y una sonrisa—Es mejor que me vaya, Claudio me espera.
—Sí, por mi parte no creo que llegue hoy a dormir, debo terminar un trabajo así que después de esto me iré donde un compañero, nos vemos mañana.
—Claro
—Adiós
—Adiós
Regreso junto a Claudio con la cabeza perdida en las nubes más que dispuesta a presentarle a todos los presentes en aquel lugar. No caigo en mi felicidad, de una u otra manera, y a pesar de auto sabotearme repetidamente, todo entre Alex y yo va viento en popa. Me invito a salir ¡Una cita! Las manos me tiemblan y pienso en que me pondré. Parezco una quinceañera en su primera cita, chillando por cosas que aun no suceden.
—¿Pasa algo?—me pregunta Claudio a eso de las doce.
—¿Por qué lo preguntas?
—No has dejado de sonreír ¿Te estas divirtiendo?
—Sí
—¿Gracias a mí?
—No te hagas ilusiones…—me regala una sonrisa y yo se la devuelvo. Todo sucedió mejor de lo esperado.
La cerradura suelta un aullido del infierno cuando giro la llave, me saco los zapatos en cuanto piso la alfombra de la entrada y me bajo el cierre del vestido. Los pulmones se me descomprimen, las tripas se me reorganizan y la constante urgencia urinaria cesa. Se acabo, desde este mismo segundo empiezo la dieta.
Entro en la cocina en busca de un vaso de agua. El reloj marca las dos y media de la mañana y el frío matinal y la niebla ocultan y ensombrecen santiago. Antes de irme a la cama una brisa helada me entume el cuerpo, proviene de la sala. Probablemente Gabriel dejo alguna ventana abierta.
Regreso sobre mis pasos hasta la entrada, asomo la cabeza y verifico que todo esté en orden.
El ventanal que da al balcón está abierto de par en par y la cortina se mece tranquila y delicada con las corrientes de aire.
Me acerco para cerrarla pero diviso a Gabriel sentado en una de las sillas de la terraza con los pies sobre la hamaca. Sí, tenemos una hamaca. Salgo para saludarlo. Se le ve pensativo. En una mano tiene una taza de café y en la otra un cigarro. Hace aros de humo con la boca tan perfectos que me maravillan por un segundo.
—No sabía que fumabas.
—Solo cuando hace frío—responde sin mirarme. Se lleva el cigarro nuevamente a los labios magullados e hinchados, encendiéndose la punta con cada aspirada.
—Hoy sin querer escuche tu conversación con Alex—suelto cual bomba sobre Hiroshima.
—No era Alex—¡Lo sabía!—era Miky ¿Quieres que te explique lo que esta sucediendo?
—Si fueras tan amable…
—Ve a la cocina, trae un café para ti y galletas… esto da para largo.
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