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♠ Capítulo 22: No hay que llorar sobre la leche derramada

El clima ha regresado a la normalidad, el sol vuelve a abrazar el día, la brisa corre tibia por entre las hojas y como nuevo detalle los árboles comienzan a florecer trayendo consigo esas malditas pelusas que hacen que mi nariz goteé y me obligan a desplazarme con un rollo de papel higiénico en el bolso para todas partes, pareciera que ando con problemas estomacales pero la verdad es que me deshidrato lentamente por las fosas nasales y no hay pañuelos suficientes en el mundo para detenerlo. Mi ventana ya no puede permanecer abierta durante la mañana, no si quiero poder acostarme sin estornudar hasta los cornetes, pero al atardecer la abro solo un poco—generalmente mientras estudio—para que el aire entre y ventile mi cuarto.

Observo a través de ella la gente pasear por el parque, los niños correteando palomas, los perros olisqueando todos y cada uno de los basureros, un par de parejas besuqueándose y uno que otro oficinista caminar a paso rápido. Regresó la mirada a mis apuntes sin lograr concentrarme, tengo la mente en cualquier parte menos en lo que me compete, estudiar. Se acercan los finales y a pesar de que mis notas son casi todas regulares no debo confiarme, pero la verdad en este segundo no puedo, simplemente lo último en mi lista de pendientes es ponerme al día con las materias.

Se supone que Gabriel volvería en un par de días, hablaríamos sobre lo sucedido durante la borrachera y aclararíamos cualquier punto flojo, pero han pasado ya seis días y de él nada, no contesta el teléfono, no llama, a Gabriel Vernetti se lo tragó la tierra.

No es que esté desesperada por que vuelva, todo lo contrario entre más tiempo pasa más deseo que no regrese ¿La principal razón? Arrepentimiento. Con cada minuto que transcurre me siento más incomoda respecto a Gabriel y yo. Se que él no tiene la culpa, ni siquiera el alcohol es culpable, borracha o sobria hubiese tomado las mismas decisiones si se me presentaba la oportunidad, el problema es otro, yo.

No lo negaré, para ser la primera vez, fue grandioso, digno del Louvre. No me sentí incomoda, no me quedó un trauma para toda la vida, incluso podría convertirse en una buena historia para contarle a mis nietos—solo si no me ataca al alzheimer antes—parecida a las que me cuenta mi abuela, pero eso no le quita que Gabriel vive conmigo, que tendré que verle la cara por todo el tiempo que me quede acá y que—como todas la películas gringas te enseñan—el sexo solo complica las cosas.

Por más que le doy vueltas al asunto no se como voy a enfrentarlo, hace seis días la adrenalina era dueña de mis acciones y me sentía capaz de conversar hasta de mi periodo, pero ahora, con todo el asunto decantando en mi cabeza tener que verle la cara a Gab de nuevo es solo comparable con una tortura china.

A todo eso súmenle, que entre Alex y yo está pasando algo raro, seis días sin las incesantes peleas con Gabriel han sido suficientes para darme cuenta de lo mucho que me atrae Alejandro. Es perfecto, muy perfecto. Su físico, sus ojos, la forma en que enfrenta todo con madurez, esas frases que dice sin tratar de ser cool pero que irremediablemente lo convierten en el hombre más sexy que ha pisado esta tierra. No lo noté antes porque mi mente estaba constantemente en otro lado pero, la paz que trajo consigo la ausencia de Gab me ha llevado a dilucidar una sola y gran verdad, me encanta Alex, y eso, por sobre todas las cosas, está mal.

No puede gustarme por dos simples razones, la primera—y que más lamento en este segundo—, me acosté con su mejor amigo, y la segunda, no está dentro de mis metas a corto y mediano plazo enamorarme de nadie.

 Mi vida es lo suficientemente complicada sin todo el ajetreo de las maripositas y las sonrisas tontas, por un lado esta mi familia, por el otro la universidad, agregarle a todo eso el desgaste que significa un hombre es rayar en el masoquismo.

Aun así y con todo en contra, no puedo evitar sentirme atraída a él, como una polilla a una ampolleta.

Mi teléfono suena sacándome de mis cavilaciones más lento de lo que se podría esperar. Contesto sin siquiera mirar la pantalla, no estoy de ánimos para nada.

—Tu padre quiere verte—suelta Alicia sin siquiera darme un «Buenas tardes ¿Cómo estás?»

—¿Ah?

—Tu papá quiere que lo visites, está en el cuarto 706.

—Ya… ¿Qué sucede? ¿Va morir y quiere reivindicarse?

—Eso creo—no se que me sorprende más si la forma amable en que me responde o el contenido de su respuesta.

—¿Puede ser pasado mañana? Tengo una agenda ocupada—es mentira, la verdad es que no quiero verlo.

—Sí, no lo darán de alta hasta el viernes.

—De acuerdo.

Cuelgo completamente anonadada, Alicia acaba de ser dócil, amable y conciliadora. O mi padre está muy grave, o le vino un derrame o la cambiaron por un Cyborg.

Increíble, es cosa de que me ponga a pensar que mi vida es complicada para que se vuelva aun más complicada ¿Acaso los planetas se alinean en mi contra? ¿Hay una maldición de por medio? ¿Fui Hitler en mi vida pasada? ¿Qué demonios? ¡Exijo respuestas celestiales ahora!

—¡Hice panqueques!—grita Alex desde la cocina y sus palabras me llegan junto con el agradable aroma al vainilla, manjar y masa. Me levanto sin pensar en mi dieta, en las calorías o en los números que marcaba la báscula hoy en la mañana. Vivir con un cocinero en potencia ha agregado un par de kilos demás a mi nunca balanceado organismo.

—¿Hay con mermelada?—pregunto de entrada al llegar a la cocina, independiente a la respuesta comeré igual, solo quiero asegurarme de empezar por el tipo correcto.

—Sí, arándano y naranja—adiós dieta, hola sobrepeso—¿Quieres té?

—Sí, pero ponle endulzante esta vez.

—¿Dieta?

—Por lo menos eso era antes que tú y tus panqueques aparecieran—sonríe sin ganas perdido en otro lugar del universo—¿Estás preocupado por Gabriel?

—Sí, no coge el móvil.

—No te preocupes, nada le ha pasado, solo se hace el interesante—mi comentario no lo tranquiliza, toma el móvil y marca el numero de Gabriel, espera en línea hasta que salta el buzón de voz y deja otro mensaje.

—Este es el mensaje número diez que te dejo idiota, no quiero parecer novia paranoica pero ya van seis días y no he sabido nada de ti, si tienes otro es momento que me lo comuniques. Llámame en cuanto escuches esto. Y por favor no me ignores, estoy preocupado—cuelga maldiciendo por lo bajo el aparato que en realidad no tiene ninguna culpa, y suspira.

—Aun no entiendo como es que ustedes dos son amigos, él es un inconciente, inmaduro y problemático idiota y tú—un exquisito y perfecto bombón—un buen tipo—me mira sin verme realmente, sigue perdido en la conversación con el contestador.

—Ya no me pregunto cosas como esa, darle más vueltas al asunto es darme cuenta lo arrastrado que soy y lo idiota que es.

—Deberíamos hacerle alguna broma terrible, quemar su cama, untar su cepillo de dientes en salsa ultra picante o…

—O pintar su cuarto de algún color chillón y desagradable—dejo de masticar justo después de que escucho aquella idea revolucionaria. Nunca se me hubiera ocurrido algo tan maléfico. Alex es perfecto y además posee un lado oscuro oculto ¡Cuantas ganas tengo de cubrirlo en mermelada y comérmelo! Le miro con una sonrisa maligna, él se desconcierta y me esquiva nervioso.

—¿Alex?

—No, no, no y no. No me hagas esto.

—Pero si tú quieres…

—No Camila, tú quieres hacerlo y arrastrarme para no sentirte mal después—abro los ojos ofendida y enarco las cejas.

—Tú diste la idea Alex—cambio mi expresión a una de complicidad y me acerco un par de centímetros—se que lo deseas—susurro tan cerca de él que su olor me embriaga. Nos quedamos callados, mirándonos minuciosamente, sin saber que decir ¡A esto me refería! Algo raro se da en el ambiente tan pronto como iniciamos una conversación. Mi teoría es que cuando Gabriel estaba era él quien interrumpía estos momentos con algún comentario sin importancia, pero como ahora no está, el silencio nos regala instantes de magia en los cuales nos miramos como bobos hasta que Alex mata el momento con frases como…

—No y punto. Es tarde y debo acabar con el trabajo pendiente… si no termino esos diseños hoy no me pagan así que ¡A trabajar!—despeja la mesa dejando todo en el fregadero.

—Y yo debo ir a…estudiar.

Nos damos las buenas noches nerviosos e incómodos, ambos nos hemos dado cuenta de la atmosfera distinta que se crea de vez en cuando, y sabemos que si las cosas siguen desarrollándose por esa línea sucederá lo inevitable.

—Alex—lo llamo y el se voltea, quedamos mirándonos un instante atentos de los movimientos de otro.

—¿Qué?—musita claramente nervioso.

—Nada… olvídalo—regreso a mi cuarto maldiciendo por lo bajo. Suspiro. Ahora me arrepiento aun más de todo lo sucedido. Cuando vuelva Gab—si es que vuelve—todo se convertirá en un infierno para mí, me restregará en la cara que nos acostamos y Alex se enterará, pero Alex no se puede enterar porque… porque no quiero que piense que soy una zorra. Soy una zorra pero no tanto como Gabriel hará que parezca. Soy un desastre, un completo desastre.

Siete, el número de la suerte. Siete días sin ver a Gabriel. Siete kilos demás. Siete días faltan para mi primer examen.

Guardo la secreta esperanza de que nada cambiara de aquí a mañana, Gabriel no volverá, no bajaré de peso… bueno, faltarán seis días para mi examen pero no importa, lo más relevante es que Alex y yo seguiremos dentro de esa agradable atmosfera tibia y aterciopelada que nos envuelve, sonriendo como bobos, mirándonos callados y atentos.

Me coloco la misma ropa que usé el día en que Gab dejo caer la lámpara sobre mí, recojo mi cabello en un moño alto y me siento en el sofá del living a esperar a que Alejandro llegue mientras leo un libro sobre emprendimiento y negocios.

Paso las páginas lentamente intercalando mi lectura con breves vistazos a la puerta de entrada. No se a que hora piensa llegar, pero espero que sea antes de que me de estrabismo por mirar mi libro y la puerta al mismo tiempo.

Treinta minutos después la puerta se abre. Alex entra cansado con una bolsa grande llena de anillas de latas en sus manos. Debería sorprenderme pero lo he visto llegar con tanto elemento extraño al departamento que ya ni siquiera pregunto. Deja las anillas junto a la puerta y me mira. Hace el amague de decir algo pero se detiene, frunce el ceño casi de inmediato y bufa.

—Ni lo sueñes.

—¿De que hablas?

—Hablo de los tarros de pintura que tienes a tu lado.

—¿Cuáles? ¿Estos?—pregunto señalando los tarros a mi lado.

—Camila…

—Alejandro… piensa en todas las veces que Gabriel te ha hecho algo malo ¿No deseas venganza? Yo lo conozco solo hace unas cuantas semanas y realmente quiero matarlo, no puedo siquiera imaginar todo lo que te ha hecho en veinte años—entrecierra los ojos. Está tentado, puedo verlo.

—¿Qué color es?

—Rosado fluorescente, y traje un tarro pequeño de morado y otro de blanco solo en caso de que quieras dibujar algo—debate mentalmente por un segundo con culpa en el rostro.

—¿Compraste brochas o rodillo?

—Ambos.

—No tenemos con que cubrir los mueble y el piso.

—Conseguí diarios de días anteriores con don Germán.

—¡Demonios!—maldice pateando la bolsa de anillas—lleva los tarros a su cuarto voy por mi ropa de trabajos manuales.

La ropa para trabajos manuales de Alex es sin lugar a dudas la peor prenda que se pudo inventar ¿Razones? Es ajustada y es poca. Sudadera blanca sin mangas y jeans viejos sin piernas con muchos hilos colgando un poco por debajo de sus rodillas. Veo más piel de la que puedo soportar sin que me sangre la nariz.

—Primero saquemos las cosas de las paredes y luego pondremos tela adhesiva en el guardapolvo ¿De acuerdo?

—Cla-claro—musito luego de reencajar mi mandíbula.

—Gab va a matarme…

Por suerte Gabriel no es una persona que cuelgue muchas cosas en las paredes, así que la tarea se nos hace fácil. Alex saca su pizarra—repleta de garabatos que ni él entiende—mientras que yo descuelgo el inmenso mural de corcho sobre su escritorio. Nunca le puse mucha atención, se veía demasiado atiborrado de papeles como para detenerme a analizarlo. Lo muevo un par de centímetros y las cosas en el amenazan con caerse por lo tanto decido quitar todo primero. Parto por los papeles de la derecha, que básicamente son notas de artículos de algún código que supongo no quiere olvidar, luego guardo su calendario de pruebas, recordatorios de cosas por hacer, cuentas de luz, agua y gas, una gruya de papel, un pequeño adorno de cartulina con la inscripción “El mejor tío del mundo”, una foto de Agatha cuando era pequeña, una larga lista con números telefónicos… ¿Cómo lo hace para tener tantas cosas? ¡Ni el mural de la universidad tiene tantas cosas!

Al rato Alejandro acude en mi auxilio porque definitivamente no puedo sacarlo todo sola. Guarda los alfileres en una pequeña cajita mientras yo ordeno los papeles dentro de una carpeta. Se detiene en la última foto que queda y la observa con nostalgia.

En ella hay tres muchachos parados en la arena con el mar de fondo. El de la izquierda es un poco apuesto Gabriel, el de la derecha es Alex y al centro un hombre de cabello dorado y sonrisa resplandeciente los abraza por el cuello. Que me parta un rayo si miento pero es el chico más guapo que he visto.

—¿Guapo?—pregunta mi compañero de travesura—Lorenzo Vernetti no era guapo, era hermoso, me hacia dudar de mi sexualidad a veces—alzo las cejas asustada—es broma… de cualquier forma era muy bien parecido.

—¿Era?

—Sí… falleció. Accidente automovilístico—se le ensombrece el rostro y retira la foto.

—Parece que lo estimabas mucho.

—Era imposible no quererlo, simplemente la persona más encantadora que puedas imaginarte, él y Gabriel se llevaban de maravilla. Fue terrible su muerte nadie lo esperaba, menos Gabriel.

—Debió ser duro para él, el funeral y esas cosas.

—Gabriel no fue al funeral… estaba hospitalizado.

—¿Hospitalizado?

—Iba de copiloto

Me abruma el silencio y unas extrañas ganas de llorar me embargan. No recuerdo a mi madre en absoluto, ni su voz, ni su olor, nada, solo queda en mí un trozo discontinuo de película en el cual veo a mi abuela a los ojos y le digo que quiero a mi mamá, ella me dice que no vendrá y yo lloro con tanta tristeza que siento como si se me partiera el corazón. Tenía dos años, por lo tanto no entendía la muerte ni sus consecuencias, aun así la ausencia de mamá fue más fuerte que mi ignorancia.

Por eso, solo de imaginarme lo que Gabriel debió sentir las lágrimas se me escapan, y no soy la única. Alex se limpia los ojos con el antebrazo y suspira, se le ve destrozado, realmente destrozado.

—Creo que no es un buen momento para pintar un cuarto de color chillón—digo poniendo mi mano sobre su hombro.

—Claro que lo es. Lorenzo era el amo y señor de las bromas pesadas, estaría orgulloso de mí.

—¿Ya?—saca el mural de corcho y lo deja sobre la cama. Sensualmente se ata el cabello en una media cola, destapa uno de los tarros, vierte pintura en un pote más largo y cuadrado para luego sumergir el rodillo en la rosada y brillante mezcla.

Tira la primera línea de pintura y quedamos maravillados, es más rosada y brillante de lo que pude haber imaginado.

—Guau…

—Es pintura para carretera—respondo a su exclamación.

—Tu maldad no tiene límites.

—¿No deberíamos poner tela adhesiva en el guardapolvo?

—Claro— responde sin quitarle los ojos de encima al trocito rosado de muralla. Esto va a ser épico.

Empapelamos hasta el más recóndito de los rincones, protegemos los muebles y el guardapolvo, cerramos el closet y comenzamos a trabajar lentos pero seguros. El color es tan potente que después de diez minutos de pintar me veo obligada a ir por lentes de sol, Alex hace lo mismo. Hay altas probabilidades de que Gabriel quede ciego en menos de una semana.

—No puedo esperar a ver su rostro cuando lo vea—rompe el silencio tratando de pintar una de las esquinas con una brocha.

—Va a matarnos.

—Deberíamos regalarle un par de lentes de sol.

—Sí…¿Alex puedo preguntarte algo?

—Claro

—¿Gabriel es como es por lo de su hermano?

—No, Gab siempre ha sido así. Su carácter es muy parecido al de su padre. Ya sabes, lo que se hereda no se hurta.

—Ya veo…Alex ¿Como es tú familia?

—¿La mía? Normal ¿Por qué preguntas?

—Bueno, en el tiempo que he vivido acá nunca te escuchado hablar de ellos, o visitarlos, o algo.

—Es complicado...—mantiene la atención en su pedazo de pared sin mover la brocha, analizando con mucha concentración las pequeñas burbujas de pintura reventar una a una—Gabriel es mi familia ahora, su familia es mi familia, tú eres mi familia.

Lo observo a través del tono azulado de mil lentes estilo Top gun, sigue perdido en la pintura como si un mundo nuevo y distinto se abriera ante él, como si se hubiera dado cuenta de una verdad poderosa y absoluta.

—¿Los extrañas?

—Todo el tiempo ¿Y los tuyos?

—Mi familia es… no es una familia. No quiero hablar de ellos.

—Tú comenzaste además no puede ser peor que la mía.

—¿Quieres apostar?

—Bueno, el que gana se lleva la culpa del cuarto pintado.

—Bien. Yo parto. Mi madre murió cuando tenia dos, mi padre quedo tan devastado que cayó en el alcohol, la asistente social declaró que el era incapaz de cuidarnos así que nos mando a mi y a mi hermana a vivir con mi abuela al Valle del Elqui, un año después mi abuela se fracturó la cadera y nos mandaron de vuelta con mi padre quien para mi sorpresa se había casado nuevamente con una maldita víbora que nos detestaba, mi padre nunca dijo nada al respecto, nunca nos defendió, nada. Mi madre fue mi hermana, pero la presión fue demasiada y cuando cumplió trece cayó en el alcohol, se embarazó a los diecisiete, mi madrastra la echó, se fue con mi abuela, luego se fue a Francia y no la veo nunca.

Cuando cumplí dieciocho lo primero que hice fue hacer mis maletas y largarme, los únicos que salieron a despedirme fueron mis hermanos— lo miro triunfante, él cambia la brocha por un rodillo y comienza a pintar la otra pared.

—¿Solo eso? Pff… Mi padre creció en una sociedad en donde las mujeres son objetos y los hijos el reflejo de uno mismo. Es piloto, tiene una mujer en cada aeropuerto y algunas otras en este mismo país, golpeaba a mi mamá, a mis hermanos y a mí hasta que supimos defendernos, bueno aun le pega a mi madre pero para ella eso está bien. Me enseñaron que ser el mejor no es una capacidad sino que una obligación, y me lo enseñaron a golpes. Hace un año y algo discutí tan fuerte con mi padre que me echó a patadas de la casa, a las tres de la mañana, en un día lluvioso, ni siquiera dejó que sacara mis cosas o por lo menos un paraguas. Mi vecino más cercano era Gabriel, que vivía a treinta minutos caminando. Caminé hasta su casa y me empapé, solo para descubrir que no había nadie. Tres horas más tarde la mamá de Gab llegó y me dejó pasar luego de una incomoda explicación sobre lo que estaba sucediendo. Por esas alturas Gab vivía en este departamento así que no lo vi esa noche. Una semana más tarde me hospitalizaron por una neumonía grave, la furia de mi padre se extendió hasta mi plan de salud por lo tanto no tenía como pagar. ¿Sabes quien pagó mi estancia en cuidados intensivos? El padre de Gab. El único que fue a visitarme fue Miky mi gemelo, de mis padres o mis hermanos nada. Finalmente me recuperé regresé a la universidad y dos días después me llamaron de rectoría para avisarme que mi apoderado no había pagado las últimas dos cuotas y que si quería seguir estudiando debía cancelarlas cuanto antes. Tuve que pedir un crédito en el banco para poder pagar ¿Sabes quien fue mi aval? ¡El padre de Gab! Trabajo casi todo mi tiempo libre para poder pagar mis estudios y el crédito. Sin mencionar la deuda con la familia Vernetti, ellos son piadosos e insisten en que no debo pagar nada, pero el banco no lo es y mes a mes puntuales me cobran. Como dice Gabriel, le debo a cada santo una vela ¿Crees que mi familia llamado siquiera para saber si estoy vivo?—silencio, incomodo silencio—No, ni para mi cumpleaños, el cual por cierto no pueden olvidar ya que tienen otro hijo nacido en la misma fecha… Lo bueno es que gracias a todas estas cosas que me han sucedido tú vas a cargar con la culpa de la pieza rosada y yo solo me dedicaré a disfrutarlo ¿Te lo dije o no? Nada es peor a mi familia— me acerco para acariciar su cabeza, trata de ser fuerte pero la verdad es que debe tener muchísima pena guardada. Me abraza y apretuja con fuerza—Siento lo de tu padre, deberías hablar las cosas con él, se ve que tiene más solución que las mías.

Me cuelo entre sus brazos y hundo mi nariz en su pecho embriagándome de su masculino aroma. La tibieza de sus brazos y el retumbar de su corazón me transportan a un lugar lejano, seguro y tranquilo. ¡Mierda, de verdad me gusta!

Nos separamos lentamente solo para que nuestras miradas se crucen en un momento que se me antoja infinito. Estamos tan cerca que su respiración roza mis labios, mi pecho late a mil por hora y una gota de sudor resbala por mi sien. No puedo verme pero se que estoy poniendo esa mirada de mujer desesperada, medio descerebrada, medio incomoda, medio culpable ¡Wait! Eso ya es uno y medio ¡Deja de divagar y concéntrate! Alex esta a punto de besarte, o eso creo, o sea, lo único que me falta es decirle: bésame ¿No?

Suelta su agarre y toma mi barbilla con una de sus manos, alza un poco mi rostro quedando a escasos centímetros. Cierro los ojos automáticamente esperando que nuestras bocas se encuentren, pero lo único que se encuentra es mi cara y el rodillo.

Espabilo asustada observando la cara roja de Alex un segundo antes de que regrese a sus labores de pintura. Paso los dedos sobre mis mejillas solo para cerciorarme que lo que hay en mi cara es pintura. Sip, es pintura.

Trabajamos en silencio el resto de la tarde concentrados en una tarea monótona y sin gracia mientras intercambiamos sobrios monosílabos ¿Qué aprendimos hoy? Las insinuaciones y los momentos sexualmente tensos arruinan las relaciones. No quiero saber lo que sucederá cuando Gabriel vuelva ¡Trágame tierra!  

Desciendo del taxi sin agradecer al chofer, no me detengo ni a recibir el vuelto, cierro sin fuerzas aguantándome las ganas de llorar nuevamente ¿Qué estaba pensando cuando decidí que ir a ver a mi padre era una buena idea? Estúpida, estúpida ¡Estúpida!

“Vuelve a casa, te extraño”

Sacudo mi cabeza tratando de disipar sus palabras, su rostro demacrado y sus brazos delgados y cansados.

“Se que me he equivocado, pero no puedo retroceder el tiempo, solo puedo regalarte el tiempo que me queda”

Me resbalan las lágrimas y las seco rasguñando mi piel con la manga de mi polera ¡Es injusto! Un par de palabras no pueden cambiar el pasado, no puedo perdonarlo solo porque esta muriendo, no puedo fingir que todo esta bien, no puedo hacer lo que me pide, simplemente no puedo.

Entro al edificio deprimida y sombría, tomo el ascensor hasta el quinto piso y toco el timbre. Para variar he olvidado las llaves, espero que Alex esté dentro, sino tendré que esperar hasta que alguien aparezca.

Él me recibe sorprendido por mi cara lastimera, no decimos ni una palabra, están demás. Me abraza con fuerza y acaricia mi cabello con ternura y besa mi coronilla.

Nos quedamos estáticos en el umbral por un par de maravillosos y reconfortantes minutos. Le miro para agradecerle pero no alcanzo a emitir ni media palabra.

Nuestros labios se juntan suaves y lentos, danzando en armonía. Me siento como si flotara en las nubes atrapada entre los brazos de Alex, hechizada por un conjuro inquebrantable.

El beso termina y al abrir los ojos me encuentro con que nunca me despegue del piso, aun estamos en el umbral y él aun me abraza. El deseo de volver a elevarme más allá de la estratosfera me atrae hasta sus labios nuevamente como si fueran un poderoso imán y yo un simple clavito y con más pasión que antes nos fundimos en aquel beso que me sabe a pecado y prohibido. Su lengua se aventura en mi boca sin oposición alguna sacándome de orbita con el más mínimo contacto.

—No es mi intención molestarlos pero, me gustaría entrar a MI departamento.

La voz de Gabriel nos despega como si un rayo hubiera caído entre nosotros, lo miramos aturdidos y asustados. Lleva el bolso azul al hombro y ropa que nunca antes le había visto puesta. Hay algo notoriamente diferente en él.

Entra cojeando y tira el bolso cerca de la bolsa con anillas. Agatha corre a saludarlo y el la toma para abrazarla.

—¿Cómo has estado bonita? ¿Te alimentaron este par de hormonales o solo se dedicaron a besuquearse?—ella ronronea contenta y mueve la cola de un lado para otro, acepta gustosa los mimos de su amo y se encarama en su hombro.

Alex sale del shock que representa verle la cara a Gab y habla preocupado.

—¿Qué te pasó?

—¿A que te refieres?—pregunta él tranquilo y confiado soltando a la gata.

—¡Tu cara!— Gabriel alza una ceja confundido, resopla y nos da la espalda para luego meterse en la cocina. Abre el cajón de los cubiertos y saca una cuchara. Al ver su reflejo se asombra como si fuera la primera vez que se ve.

—¡Demonios!—exclama. Tiene el ojo izquierdo morado, el labio partido a la mitad, moretones en la frente y en la mandíbula y tres puntos en la ceja—sí que maneja mal Vicente, debería comenzar a usar cinturón, en fin ¿Qué hay de cenar?

—Gabriel déjate de tonterías ¿Qué te hicieron?—digo luego de cerrar la puerta.

—Ni idea. Cambiando de tema ¿Vamos a comer o no? Tengo hambre—abre el refrigerador ignorándonos olímpicamente.

—¡No cambies el tema!—ruge Alex cerrándole el refrigerador de golpe. Gab sonríe pero se arrepiente inmediatamente con una mueca de dolor, suelta un lastimero “Ay” y sonríe levemente.

—De acuerdo volvamos al primer tópico—responde mientras saca un vaso y lo llena con agua—¿Qué son ustedes? ¿Pareja? ¿Amigos con raspe? ¿Amantes casuales?

Nos quedamos callados ¿Cómo se supone que responda esa pregunta? Hace cinco segundos nos estamos dando nuestro primer beso.

Gab bebe el agua y se va a su cuarto, lo que me recuerda…

 —¡Por todos los cielos! ¿Qué le hicieron a mis paredes?

Asomamos la cabeza con una coordinación digna de artistas de circo y observamos atentos a Gab parado frente a su puerta con los ojos casi fuera de sus cuencas.

—¿Pero que mier…coles?—nos dirige una mirada desconcertada. Alex me señala mas rápido de lo que el alcanza terminar su frase y repentinamente el peso de la culpa recae sobre mí—sí claro… me vas a decir ahora que fue ella la que dibujó un…—antes de que se asusten por lo que viene debo acotar que luego de pintar el cuarto de Gabriel decidimos que dibujaríamos algo en el techo para que nos recordara cada vez que estuviera recostado. Lo que acordamos fue que Alex dibujaría un…—¡PENE!

Alejandro me mira. Yo lo miro de vuelta y luego mira a Gab.

—Sí, fui yo, soy muy buena dibujando—la verdad es que no puedo ni pintar dentro de los márgenes—¡Sorpresa! Te extrañamos. No te vuelvas a ir por tanto tiempo—sonrío convencida de que perderé la puerta del baño dentro de los próximos días ¡Ya que! Besé a Alex, eso es lo único que importa.

Gabriel rompe en carcajadas, se agarra un costado con mueca lastimera pero no deja de reír, incluso pierde el equilibrio y debe buscar apoyo en el marco del la puerta para no caer.

Al final terminamos todos riendo, la risa de Gabriel es increíblemente contagiosa y alegre, nos olvidamos de todo y de todos por un par de minutos y solo somos nosotros carcajeando sin parar.

—No me enojaré por esta vez pero, a cambio, no podrán preguntarme lo que me pasó ¿De acuerdo? Perfecto, buenas noches— cierra su puerta y nos deja con un montón de preguntas.

Suspiramos al unísono. Siento la mirada de mi acompañante en mi cuello y me sonrojo.

—Creo que ya es tarde—comento eludiendo su mirada.

—Sí… Iré a ver mis anillas. Buenas noches—ni siquiera nos rozamos antes de tomar direcciones separadas.

¿Por qué tenías que volver Gabriel? ¿Por qué?

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