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Un desconocido viejo amor

Desiré ha sido una buena compañía para Gregory. Casarse con ella fue la mejor decisión que pudo tomar, era notorio el cambio en mi hermano. La alegría de su esposa e hijas inyectaron en él una buena dosis de diversión y ternura. Intercambiados miradas cómplices antes de posicionarse en su sitio mientras agradece a una mujer que le entrega una bebida.

—No somos causantes de la presencia de cianuro en las afluentes hídricas de la zona o cualquier otra.

En pie delante de los aldeanos, ropa informal y con la taza humeante en sus manos. Gregory inicia la reunión con aquellas primeras palabras. Estos tres años a su lado me hizo sentir orgullosa de decir, “Ese es mi hermano”. Admiro la capacidad de llegar a cualquier persona por humilde que sea y que esta se abra a él con confianza. Uno de sus trucos es la ropa que usa, que varía dependiendo el ambiente, sitio y estrato. El lenguaje que suele usar también se mimetiza de igual manera.

—¿Qué pasará con nosotros? —pregunta un campesino alzando la mano como si de una escuela se tratara. —vivimos de la pesca y nadie quiere comprar nuestros productos.

—Cuando no es cianuro es el crudo derramado.

—Nadie se hace responsable, solo se tiran la culpa unos con otros…

—No es nuestra intención desampararlos. Estamos dando la cara y no solo eso, también apoyo a superar esta calamidad —sigue diciendo, mirando a los presentes —Hemos traído al personal privado y estatal que estará a cargo de los estudios.

Casi un centenar de hombres han dado cita al llamado de la empresa, la gran mayoría pescadores de la zona. En ultimas los más afectados por el hallazgo de cianuro en un cuerpo de agua anexo al río principal. No es novedad señalar a Ind. Frederick de cualquier tipo de contaminación y no es que seamos inocentes de ello al 100%. Básicamente, es por ser los únicos que nos hacemos responsables. Sea o no nuestra culpa.

Mi mente y cuerpo se alejan de la reunión concentrando mi atención en la agenda en mis manos. Ha sido tres meses lejos de casa, tiempo en el que el miedo fue el mayor protagonista.

El estrés y temor por que algo le sucediera a mi hermano durante su visita a campo aumentada día tras día. Dos intentos de asalto, un posible secuestro y hasta un atentado. Son las estadísticas que leo en la agenda. Trabajar a su lado me hizo conocer una faceta distinta, los riesgos que tomaba a diario, esos que no me había detenido a pensar que existían.

Y que últimamente se habían triplicado.

—¿Bebé?

Aquel llamado me hace alejar la mirada de la agenda y alzar el rostro hacia él. Gregory está en pie sonriente y en espera que reciba sus manos para irnos.

—¿Nos vamos? —pregunta.

Mi mirada regresa a la agenda, aquella estadista que aumenta casi a diario, semana tras semana, mes tras mes. "—Es más normal de lo que se cree. Por eso hay tantos escoltas e insisto en que ustedes los tengan". Fue la respuesta de Jason mi hermano, la primera vez que llegué de viaje. En aquella ocasión fue una amenaza de explosivos en el edificio. Una llamada anónima a la recepción del hotel en el que estamos y que al final resultó siendo una broma pesada de ambientalistas.

—Son solo números tenemos a los mejores cuidándonos —me calma —mamá tiene razón y es hora de que ocupes tu lugar en la empresa.

Niego por qué ya no hay un cupo como tal. Alexis se llevó consigo la parte monetaria, mis sueños de formar un hogar, tener hijos y demás. Fue el primer hombre en mi vida, Ethan jamás quiso algo intimo conmigo y en su momento me sentí herida. Estar con Alexis me hizo entender que el destino había querido que fuera él y el único. Me quedé con lo más valioso.

Era una Frederick.

—Estoy cómoda a tu lado y me siento más útil.

Más segura, protegida y lejos de las miradas lastimeras. La agenda apretada de mi hermano hace imposible permanecer en casa. Eso no sólo ayuda a no pensar tonterías, también mantiene mi mente ocupada.

—Algún día debes hacerlo. —me aclara —Se que estas cómoda a mi lado, pero no es tu sitio nena. —dice esto tomando mis manos y ayudándome a incorporar. —tu lugar es a mi lado, pero como dueña y cuando eso suceda… todos estaremos a tu lado.

—No hay un lugar para mí en la junta directiva. —le recuerdo —Alexis es el accionista, por imposición de nuestro padre.

Sin explicación empieza a reír fuerte, tira de mí y me abraza sin dejar de hacerlo. Es tan contagiosa y fuera de lugar ese exabrupto de buen humor que acaba por contagiarse.

—Eso no es tan ...

—Será mejor irnos —nos ordena el jefe de seguridad.

La frialdad con la que habla y la premura de hacernos salir de allí, nos obliga a actuar sin hacer preguntas. Gregory dice al respecto de su hombre de confianza y escoltas, que son sus jefes. Refiriéndose a que no puede disponer de su tiempo para ir a algún sitio de manera espontánea, sin que su seguridad le confirme puede hacerlo. Los veinte hombres que nos rodean haciendo un muro humano y el auto blindado en donde nos hacen entrar confirman que es delicado.

—¿Qué mierdas pasa en estos días? —explota Gregory dirigiendo su furia a sus escoltas una vez estamos dentro y el vehículo sale de la zona sin despedirnos —cinco —les dice abriendo la palma de sus manos hacia ellos — y en menos de una semana ¿Qué cojones ocurre?

Suelen ser días complicados, pero nunca tan seguidos. Lo escucho impartir órdenes desde el teléfono, exigiendo respuesta. Solo cuando estamos en el aeropuerto dentro del Jet le llega la información completa.

—Un payaso ambientalista no puede cambiar mi agenda de esta manera ¡Maldita sea! —habla decidido cerrando la llamada.

En lo que sigue del viaje y hasta llegar a suelo americano se niega a hablar con sus empleados o a recibir algo que sus manos. Su mal humor tiene fundamento, no es posible que alguien tenga tanta información sobre nosotros y que sólo lo use para bromear.

—Toma esto.

Le pido extendiendo una copa que previamente he visto servir a la azafata. Mira el vaso luego a mí con la duda en sus ojos y sus cejas rubias fruncidas.

—Destaparon la botella delante de mí y me aseguré de ser yo quien la comprara en América. —le calmo y sonrió cuando sus hombros se relajan —no te alteres. —ruego.

Sonríe o lo intenta, sin mucho éxito, pero por lo menos el mal humor sede un poco. Es probable que sea sólo un ambientalista, con mucho tiempo libre y contactos suficientes para estresarle. La información llega de lugares no oficiales o algún comentario que alguien dijo.

—Tienes más tiempo que yo aquí —le recuerdo —debes saber cómo es. Hay corrillos en todos lados, algunos gozan gastando bromas pesadas.

No siempre eran ambientalista los encargados de esos rumores. En mi época de jefe de prensa lo descubrimos. Personas que sin recibir dinero hacían rodar por la web o cualquier red social, todo tipo de mentiras falsa. Lo hacían por el mero goce de causar pánico.

Lo viví de la época en que trabajé en Londres, cuando por acoso de la prensa debí alejarme de ellos. La hija menor de los Frederick era el motivo de titulares. Aumentó tras saberse que acudía a psicólogo y fue tan violento su acoso que me hizo sentir infeliz. No valía como ser humano, me odiaba a mi misma y deseaba morirme. La prensa, sus comentarios, ver mi vida en la palestra publica y a mi familia sufrir por eso, me hizo atentar contra mí la segunda vez.

—¿El amigo es un amigo de mi amigo, escuchó decir que...? — pregunta sacándome de mi letargo y lo veo negar serio dando un trago largo a su bebida —es más que eso.

Me ahorro los siguientes comentarios, al entender tiene más experiencia y sus sentidos más activos que los míos. Toma mi mano entrelazándola con la suya apoyándolas en su corazón. Ojos cerrados y mandíbula tensa, permanece así largos minutos antes de hablar.

—Alexis está en New York, llegó hace tres meses. Presentó  a su prometida y le disparó al de Alexandra.

Aprieta con fuerza la mano al sentirlas temblar. El divorcio nuestro hizo que los O'hurn y mis hermanos se alejaran. Solo nuestros padres seguían teniendo contacto entre ellos. Esa lejanía fue ocasionada por mí y todas las tonterías que hice. Solo los padres de Alexis siguieron hablándome. Hasta Mark y su esposa habían dejado de hacerlo al enterarse que intenté seducir al novio de mi hermana.

Va a casarse. Alexis contraerá matrimonio. Mi barbilla tiembla, los ojos me arden y me invade la necesidad de llorar. Mi hermano me pide mantener la compostura, no crear situaciones para verle y alejarme aun más de los O'hurn. Esto puede crear la imagen errónea que deseo dañar la felicidad de Alexis.

—Te hará ver patética —sigue y afirmo—odiaría verte o ser señalada de algo parecido.

Su preocupación me conmueve al punto de prometerme no defraudarle. Recuperar a mi familia me obligó a cambiar hábitos, me sentía bien con lo que he logrado. Existen una larga lista de personas a quien defraudé, la lista la encabezaban padres, le seguía Isabella. Sin embargo, Gregory resultó afectado por que algunas acciones fueron hechas en sus narices, siendo el jefe de la empresa.

—No voy a hacer nada de eso ... —abre los ojos y me ve antes de preguntar.

—¿Palabra de honor? —asiento y eso le satisface, aun así, decido sellar la promesa.

—No podría defraudarte una vez más, me ha costado mucho que volvieras a creer en mí.

Acerca su rostro al mío dejando un beso en mi mejilla y abrazándome contra él. Me dice que no debo sentirme mal, Alexis ha logrado superar el fracaso matrimonial, ha sanado.

—Tú herida es más dolorosa, pero tengo la esperanza que cuando lo hagas... Serás invencible. —finaliza.

Jamás podría olvidar del todo, sería olvidar que tuve un hijo al que desee y esperé con locura. Estaba haciendo un diario que le entregaría cuando el empezara a leer. Detallaba en ese sitio los avances de mi embarazo.

—Me alegra que sea feliz. —alcanzo a decir y me alivia saber que mis palabras salen sinceras.

Jamás podría desearle algún mal, el hizo tantas cosas maravillosas por mí desde que recuerdo. Antes de convertirme en su esposa, fue mi amigo y confidente.

Gregory le resultó difícil perdonarme, hice la estupidez mas grande de mi vida.  Ethan era conocedor de todo lo que amaba mi hermana las excursiones y la zona que le faltaba por descubrir. Alguien llegó a mi y me alertó de sus planes. Llevaría a Isabella a una de esas excursiones que seria televisadas.

Una persona normal, tras conocer eso daría la alarma, en aquella época yo no gozaba de ese título “Una persona normal”. Visité a los encargados de esa excursión y a los de la Tv, patrociné gran parte de ella y esperé.

Alexis estaría viendo en publico como el gran amor de su vida era conquistado por otro hombre. Volvería a mí y me pediría perdón; sin embargo, pagué un dinero extra para que cuidaran de mi hermana. No planee que Gadien la acompañaría, que eso crearía en Ethan odio o que Gregory se enterara de todo.

Hoy veo todas aquellas acciones tan estúpidas e infantiles que me avergüenzo de mí. Espero, confío y anhelo que ese demonio se mantenga oculto y jamás vuelva a la luz. La voz del capitán anunciando nuestra llegada me hace volver a tierra. Aterrizar trae consigo el alivio de que el peligro ha pasado. Mi hermano está más calmado y, por ende, yo igual.

De camino a casa le escucho hablar con su esposa sobre el cumpleaños de las niñas. Yo les he comprado dos collares elaborados por indígenas locales y según me dijeron protegidos. Me había hasta pedido el nombre de cada una.

No creía mucho en eso, pero el labrado y colorido llamaron mi atención. Ellas estaban en una etapa que amaban todo tipo de bisutería y colores fuertes. El auto se detiene en la mansión, Gregory abre la puerta sacando solo una pierna y viéndome antes de hacerlo del todo.

—¿Quieres quedarte un rato con nosotros?

—Tengo el regalo sin envolver —recuerdo abriendo mi bolsa y sacando las dos piezas de colores.

—Un trozo de papel que saldrá volando y al que no le prestarán atención —me calma. —es una fiesta infantil y estas agotada para ir a casa y volver.

Sonrió abriendo la puerta y saliendo del jardín. Me quedo relegada al estuchar las risas infantiles que empiezo a seguir. Mi hermano entra por la principal y yo sigo las voces de niños que corretean. Donde hay risas, estarán las mellizas.

Mi sonrisa va en aumento al cruzar parte del jardín. Un bulto llama mi atención, es lo que parece dos personas. Están apoyados en un árbol, pasan de la discusión a los besos fogosos. Busco por todos lados al personal que controle el desfogue pasional. Han buscado un lugar estratégico libre de cámaras y seguridad para hacer sus fechorías.

La mansión Frederick es enorme, ostentosa y desborda lujos por todos los frentes. He de admitir que algunas fiestas suelen haber comportamientos lascivos de uno que otro invitado. Estos suelen ser controlarlos la seguridad y lo normal es que sean en las noches.

De ninguna manera en el día y menos en una fiesta infantil. Varios pequeños correteando aquí y allá, indiferentes a la pareja que se besa a de manera apasionada. Solo cuando uno de ellos se aleja logro reconocer a uno.

—¿Kamil?

Ella nota mi presencia, su acompañante se cubre con el árbol y se pierde de mi vista. No me esmero en ver de quien se trata. Estoy más centrada en que me explique porque hace actos tan bochornosos a la vista de niños.

Sonríe al verme en mitad de los rosales blancos acercándose en mi dirección. Su vista se detiene en mi pierna lesionada viendo cómo se burla de ella. Existe una gran diferencia entre reír y burlarse, Kamil hace lo segundo contra mí. Uso pantalón largo y holgados, cubriendo mi prótesis de las preguntas incómodas. Sin embargo, se hace evidente cuando la brisa azota mis piernas (como en ese instante).

— Espero que con esa pierna se fuera tu lado demoníaco.

Es una simple broma, debería tomarla como tal. Es ese gesto de desprecio y burla hacia mí que me hace tensar. Se detiene a tres o cuatro metros, ajustando su escote rápidamente y su atuendo; ella parece estar cubriéndose con mi cuerpo aprovechando su corta estatura para ponerse de decente.

—No sabía que eras amiga de Des o Gregory.

—Soy socia de tu hermano, casi tu jefa. —mira a todos lados sonriendo antes de seguir —tengo todo el derecho de estar aquí, una parte de esta mansión dentro de algunos meses será mía.

Antes que pueda preguntar a qué se refiere. Su sonrisa aumenta mirando detrás de mí me rodea rápidamente llamando a alguien "amor". En lo único que pienso mientras voy dando la vuelta, es en el cuernudo. En otra época aquel pensamiento me habría divertido, la mujer que soy hoy día se molesta al saber aquello.

—… —guardo silencio al ver a quien tengo frente a mí.

Mi corazón late desbocado, mi piel se achina y un sudor frío empieza a correr por mi cuerpo. Cuatro años has pasado desde la última vez que lo vi, aquel fatídico día en que decidió poner punto final a lo nuestro.

—Ha pasado mucho tiempo. —saluda inclinando la cabeza.

Me esfuerzo en imitar su mismo tono frío y mi mente calcula la cifra correcta, mil cuatro cientos sesenta y cinco días, exactamente. Hay rastros de madurez en su rostro y cuerpo, atrás quedó el cuerpo de juventud. El hombre ante mí me observa frío y distante, un muro enorme e invisible nos divide.

Mas hermoso que nunca, empuño mis manos y me esfuerzo en no sonreír o salir corriendo a abrazarle. Decirle que perdí a nuestro hijo, que me esforcé en cuidar de él y hasta hice un diario de lo que sería mi embarazo.

—Los dejo solos... —habla Kamil dañando la magia e intenta alejarse y él la detiene.

¡La detiene! Y sonríe con ternura. Aquella sonrisa que solo solía tener para mí y su familia.

—Quédate —le pide viéndola con ternura. —no hay secretos entre los dos.

Un golpe bajo. Era una frase que siempre teníamos. Nuestro lema al hacernos novios. Lo dijo en nuestro primer beso…

“—Pase lo que pase, no habrá secretos. Sin importar lo doloroso que sea”.

Solo que si los tenía y la mujer que se pega a él como una segunda piel lo sabía. Noto la mano Alexis en su cintura, la actitud intima entre ellos. Frunzo las cejas sin disimular mi molestia miro detrás de mí, aquel árbol en que la he visto besar a alguien y luego a ella.

—Kamil y yo vamos a casarnos.

Recibo esas palabras como golpes en mi estómago. "—Soy socia de tu hermano". Repite mi mente aquellas palabras, yo acabo de verla besándose con otro, sin mencionar que el aseguró nunca la vería más que como una amiga.

—El hombre con quien te besabas hace unos minutos ¿Quién era? —le interrogo a ella tras reponerme de esa revelación —¿consejero matrimonial?

Las palabras salen de mi boca sin frenos. No pude por más que lo intente rodearlos y dejarlo que se estrellara solo. Puede que su rostro burlón o que hace unos minutos dijera que sería mi jefa había influido.

—¡Eres increíble! —se queja.

La protesta de Alexis duele tanto como su mirada de desprecio hacia mí, pero no me importa. El hombre que conozco y con quien me case, sabe que soy incapaz de mentirle. Es al único ser humano sobre la faz de la tierra al que fui leal y lo seria hasta la muerte.

Por guiar mis pasos de la oscuridad hacia la luz. ¡El no merecía este trato!

—Yo acabo de ver esa arrastrada traicionera besándome con otro.

No va a creerme y en ese punto lo entiendo, pero no deja por eso de doler. Mi pasado le hace imposible creer en algo que yo diga y ella hace su mayor actuación.

—¡No te atrevas a insultarla! —Alexis da un paso hacia mí amenazante, al tiempo que ella la detiene.

—Si estaba con alguien allí, pero era mi hermano. —se excusa conmigo sonriente —un error lo comete cualquiera.

Apoya su mano en el pecho varonil y yo estoy a nada de tomárselos para quebrar cada uno de sus huesos. Me cuesta calmarle, algo que logro trayendo a mi mente las palabras de mi hermano y la promesa de no defraudarle.

—Tienes razón, un error lo comete cualquiera —comento eliminando distancia hasta quedar a centímetros de su rostro y sin importarme que ella está a su lado —¿Asi que va a casarte? —interrogo con unas sonrisa —Y ... ¿La amas en verdad?

—Eres el peor error que he cometido en mi vida…

—Y yo ese manjar exquisito al que la vida no te dará otra oportunidad de probar. — le sonrío haciéndole un guiño y por un instante veo la duda en sus ojos. Acabo por hacer el acto mas inteligente que se me ocurre…alejarme. —no es necesario una invitación, resérvenla para alguien más importante.

Si ella cree que se va a ubicar en el puesto de accionista se llevara una sorpresa. Kamil no tiene ni puta idea de lo que soy capaz de hacer y de las armas que tengo en mi poder para patear su gordo trasero. De incendiarlo o destruirlo. El día de hoy me ha retado y no hay nada que me enojen mas que eso.

Dos figuras vestidas iguales corren en mi dirección, cada una con un bastón en sus manos. Ambos decorados por cada una de ellas y me divido en cual tomar.

—Lo hicimos para ti.

—Te extrañamos.

Las palabras dichas al tiempo y sus rostros felices calman la agonía de lo que acabo de pasar.

—Y yo a ustedes.

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