Parte 1: Capítulo 9
Los pasillos del castillo son bastante tenebrosos después de la medianoche. Ni siquiera las lámparas de metal con una vela en su interior ubicadas en las paredes ayudan de algo. Pero como buen soldado no puedo sentir miedo ante algo que ni siquiera puedo combatir.
Resguardo la habitación de Anna. Aunque ella se negó en un principio a dormir, de igual modo la convencí de que no estuviera despierta hasta tan tarde.
Necesito algo de tranquilidad para pensar mejor.
No dejo de mirar a la habitación de al lado: La habitación donde se encuentra Elsa.
— ¿Qué estará haciendo ahora? — Me pregunto en voz baja. Siento curiosidad por saber que habrá detrás de esas puertas, pero entrar sería involucrarme en algo que luego no podré salir.
Lentamente, mis ojos se cierran y se abren cada cierto tiempo. El sueño está llegando a mí, creo que será mejor ir a la cocina por algo de beber.
Todavía con algo de temor a la oscuridad, bajo al primer piso a la cocina.
Ya en el primer piso, tomo con mi mano izquierda una lámpara que están en las paredes, mientras que con la derecha tomo la ballesta como medida de precaución.
Con mi cuerpo, apoyo la puerta de la gran cocina y así entrar.
Antes de que pudiera poner un pie en esta habitación, oigo algunos ruidos venir desde el fondo de la cocina.
Mi corazón se acelera, ¿Qué podrá ser?, ¿Un ladrón?, o acaso, ¿Una rata?.
Considerar la idea de ver una sucia y asquerosa rata me produce escalofríos. Puedo combatir cualquier cosa, pero una rata me paraliza por completo, y más aún teniendo en cuenta que tengo el cuerpo de un niño.
Sostengo con firmeza la lámpara y mi ballesta, e ingreso a la cocina con algo de temor.
Al entrar, los ruidos se detienen. Obviamente esa cosa debió ver la lámpara y decidió esconderse.
A pesar de estar en un castillo, la cocina es bastante humilde, todo está hecho de madera. Lo más llamativo es su gran mesa fabricada con madera de pino en la mitad del cuarto.
Mis piernas tiemblan, mi cabeza da vueltas. Para el colmo la luz de la vela se apaga lentamente.
De manera tonta hago la peor pregunta posible:
—¿Hay alguien ahí?.
Como era de esperarse, nadie responde.
Camino por la cocina mientras ilumino cada rincón del lugar.
Inesperadamente, oigo algo moverse al otro lado del lugar.
— ¡¿Quién está ahí?! — Pregunto con la voz temblorosa.
— No me hagas daño, por favor — Distingo la voz de una niña.
Sostengo la lámpara para iluminar mejor.
Para mi sorpresa, veo salir entre la oscuridad a una pequeña de cabello platinado con una banda azul en su cabeza, su vestido es de color celeste largo que combina con sus ojos del mismo color. Mi corazón late al reconocer a Elsa, no puedo evitar sonreír al verla.
— Descuida, no te lastimaré, pero ¿Que estabas haciendo en este lugar a estas horas?.
— Tengo hambre — Mira avergonzada hacía el otro lado.
Una idea viene a mi cabeza.
— Ven, siéntate — Le indico gentilmente la mesa del lugar.
Tímidamente se sienta en el lugar que señalé
Dejo mi lámpara encima de la mesa, y voy directo a lo que parece ser un refrigerador. Saco del compartimiento un trozo de pan y un frasco de mermelada de frutas.
Camino hacía la mesa, sin antes sacar los cubiertos uno de los cuchillos disponibles en otro compartimiento.
Sin perder más tiempo, preparo un delicioso emparedado de mermelada.
— Pruébalo — Le ofrezco el bocadillo ya terminado a Elsa.
Con algo de temor, toma el emparedado con sus manos cubiertas por guantes de satín y se lo lleva a la boca.
Busco entre los muebles alguna vela de repuesto para mi lámpara.
Al encontrar, la prendo con unos fósforos que estaban junto a éstas, permitiendo iluminar con mejor luminosidad todo el lugar.
Intuitivamente veo sus guantes, fue difícil no recordar las historias que contaba Elsa sobre su niñez, verlo con mis propios ojos me dejan muy sorprendido.
Antes de que pudiera notarlo, Elsa ya se había acabado el emparedado.
— Gracias — Susurra — Me siento satisfecha.
— No tienes de que agradecer princesa Elsa — Hago una reverencia de manera algo torpe lo que me hace perder el equilibrio.
Elsa libera una carcajada antes de tapar su boca con ambas manos, para no despertar a las personas del castillo.
— Dime una cosa — Vuelvo a hablar ya con una mejor postura corporal — ¿Cómo saliste de tu habitación?, he estado en el pasillo por horas y no te vi salir.
— Yo…este…¿Prometes que no le dirás a nadie de esto? — Adopta una actitud muy nerviosa. Ella mira hacía todos lados.
— Te lo prometo — Sonrío.
— Hay un pasadizo secreto en las paredes de mi habitación, mis padres la construyeron para mí en caso de emergencias.
— Eso explica todo.
— ¿Quién eres tú? — Pregunta con desconfianza ante mi presencia. No es normal encontrar a un niño de su edad pasearse libremente por el castillo.
— ¡Lo siento!, he olvidado mis modales princesa, mi nombre es (Y/N), el Capitán Reidum me trajo a Arendelle. Soy el nuevo amigo de Anna.
— Anna… — Baja la cabeza al recordar a su hermana — ¿Ella está bien?.
— Sí, ella está bien, no te preocupes, yo la cuidaré por tí — Sostengo sus manos.
Es extraño no sentir sus frías manos como de costumbre. Sé lo difícil que es vivir con una fuerza que no puedes controlar.
— Gracias (Y/N). Disculpa, pero ¿Podrías llevarme a mi habitación?, no puedo volver a utilizar el pasadizo por que solo puedo usarla desde mi habitación, además tengo miedo de ir sola — Mira hacía la puerta de la cocina. Al parecer la pequeña Elsa le teme a la oscuridad.
— Claro, soy un soldado de Arendelle, ¿Recuerdas?, estoy para servirte — Le ofrezco mi mano.
Elsa suelta una risa infantil.
— Gracias — Recibe mi mano para que pueda llevarla y salir de aquí.
Sostengo la lámpara, mientras Elsa lleva mi ballesta.
Repentinamente Elsa toma mi mano, de seguro debe ser por el temor de caminar a éstas horas por los pasillos.
— Por suerte nadie nos vio — Comento al llegar al segundo piso. Sería difícil dar explicaciones de como la princesa Elsa, quien se supone debe estar encerrada en su cuarto, se encuentra merodeando por los pasillos a altas horas de la noche.
Sería un escándalo de grandes proporciones si alguien se entera, especialmente para Anna. No puedo imaginar que medidas de seguridad adoptarían los reyes esta vez si se llegara a saber.
— Gracias (Y/N) — Agradece la hermosa princesa, en tanto abre la puerta de su habitación con una llave que trae consigo en su cuello.
— ¿Llevas contigo una llave de tu habitación? — Pregunto.
Nerviosa, esconde la llave detrás de su ropa.
— Sí, pero no le digas a nadie, pero mi madre me la entregó en caso de emergencias, por lo que no suelo usarla muy seguido.
— Cuidate mucho, buenas noches — Le digo casi con frialdad. Al involucrarme, estoy cruzando el límite que me prometí no cruzar.
Volteo y sigo con la ronda nocturna.
— ¿Podré volver a verte? — Volteo para ver a la pequeña Elsa.
Mis mejillas se vuelven rojas. Su última pregunta me deja nervioso. Sus ojos azules me atrapan, no puedo ignorar su sufrimiento, no debería ser tan fría con ella. Si estoy aquí, tal vez de algún modo pueda ayudarla.
— Estaré aquí dos noches por semana, por si necesitas compañía.
— Gracias, eres muy considerado. Buenas noches.
Antes de cerrar su habitación, noté que sus ojos se iluminaron, algo me dice que dentro de ella está felíz con hacer un amigo por primera vez.
Tengo una idea, el principal problema de Elsa fue no controlar sus poderes a causa del miedo, pero si tan solo yo pudiera convencerla de que los usara y así ella perdería el temor a usarlos. No será sencillo, pero es la única forma en la que Elsa y Anna se reencuentren sin esperar tantos años para hacerlo.
Solo así podré alejarme de Elsa sabiendo que estará salva y sana en su hogar.
Una parte de mí tiene miedo. Es un plan difícil de cumplir, pero debo confiar en que nada malo pasará.
— ¡Rayos!, olvide beber algo — Me regaño a mi mismo — No podré terminar mi guardia como debería.
Nuevamente bajo hacía la cocina.
Esto me pasa por ser distraído
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