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Parte 1: Capítulo 8

Un nuevo día ha comenzado.

Al igual que el día de ayer, estoy sentado en la mesa junto a Anna y los reyes de Arendelle.

El desayuno luce más apetitoso que el de ayer.

No dejo de mirar mi uniforme como guardia real de Arendelle: Un abrigo de tono gris que cubre todo mi cuepro, botas negras y guantes blancos.

Me siento bastante cómodo no utilizar mi viejo atuendo.

— Te ves adorable (Y/N) — Ríe el Rey al verme así.

— Gra…gracias — Tartamudeo levemente.

Ayer fue un día inolvidable.
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Antes de el emotivo momento que viví con Anna en el jardín. Durante la mañana practicamos en el patio con la ballesta que encontré en la habitación de la joven princesa.

En ese momento, el Rey Agnarr nos observó a ambos practicar con el arma.

— Tienes un talento natural (Y/N), me sorprende que a tu corta edad puedas manejar tan bien la ballesta — Se me acercó a mí.

— Muchas gracias su Majestad — Respondí con modestia su halago.

— Me gustaría que entrenaras con el ejército de Arendelle, tienes futuro en esto, claro, si es que estás dispuesto.

Fue difícil decidirme en ese momento, pues francamente no tenía intenciones de estar aquí. Pero al ver la confianza que tenía el Rey depositada en mí, me fue difícil decirle que no.

— ¡Por supuesto que lo haré! — Dije en tono entusiasta.

— Entonces, ¿Eso signfica que ya no jugarás conmigo? — Anna nos interrumpió al oír la propuesta de su padre. Anna estaba un poco apenada, lucía muy tierna: Con su rostro cabizbajo y sus dedos índices chocando ligeramente entre sí.

— No, Anna — El Rey se acercó a ella — (Y/N), seguirá siendo tu amigo, yo me encargaré de que pueda pasar tiempo contigo. Lo prometo.

Inmediatamente, el Rey abrazó a su hija Anna  fuertemente.

En ese entonces decidí que debía abortar mi plan y pensar en una idea mejor. En cierto modo no es tan malo volver a Arendelle, pues vivir la infancia de Elsa y Anna me hace comprenderlas mucho mejor.

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— ¿Estás listo para tu primer día (Y/N)? — La Reina Iduna interrumpe mis pensamientos.

— Claro, lo…estoy — Comento un tanto nervioso.

— No debes tener miedo (Y/N) — La Reina, nota mis ansias — No te pasará nada, no estarás solo, el hijo de Reidum estará allí también.

— ¿Dyre? — Pregunté. Recordar su nombre, hace hervir mi sangre. Muchos recuerdos vienen a mi cabeza al saber de él.

— Exacto, él es un buen muchacho, algo introvertido, pero de seguro serán buenos amigos — Comenta nuevamente la Reina, como una madre preocupada por su hijo.

Me avergüenzo al estar en esa situación, pues nunca pude sentir el amor de mi madre.

— Ya es hora — El Rey se levanta de la mesa al terminar su desayuno — Te llevaré personalmente al campo de entrenamiento.

Me pongo de pie, para asistir a mi primer día tal como le prometí.

— ¡Espera! — Oigo decir a Anna que ha estado muy callada.

La Princesa se acerca a mí y me da un abrazo muy cálido, dejando a sus padres bastante asombrados con su actuar.

— No quiero que mueras — Comenta inocentemente.

Los Reyes liberan una carcajada al oír la genuina preocupación de su hija.

— Él no morirá Anna, (Y/N) solamente entrenará. Arendelle no ha enviado a sus soldados a pelear desde hace bastante tiempo. — La reina Iduna calma a su hija.

Una fuerte presión en mi pecho surge al oír sus palabras. Fue un balde de agua fría y un golpe a la realidad del verdadero motivo por el que estoy aqui.

Después de esto, el Rey toma de mi mano para guiarme al campo de entrenamiento.

— ¡Suerte (Y/N)! — La Reina y la Princesa se despiden de mí al unísono.

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— ¡Vamos chicos!, ¡Necesito 20 flexiones más! — Nos regaña Niels, nuestro instructor calvo y de actitud muy ruda. Por su aspecto veo que está a unos años de retirarse de las milicias— ¡No puedes parar Dyre!.

Ya es tarde, ignoro cuanto tiempo ha pasado desde que el Rey Agnarr me presentará ante Niels en el campo de entrenamiento. En mis tiempos como Rey, la leyenda de Niels era muy conocida entre los soldados más veteranos, él entrenó a casi toda una generación de soldados. Lo último que supe de Niels fue que estaba estaba dedicado a la agricultura en un Reino lejano.

Mientras hago mis flexiones con mucha complejidad debido a la exigente rutina que hemos tenido, miro de disimuladamente a Dyre, el hijo del Capitán Reidum, un chico delgado y de cabello negro ondulado entrenado personalmente por Niels.

La Reina tenía razón, no es el Dyre que alguna vez trató de arrebatarme a Elsa cuando ya me había convertido en el guardaespaldas personal de la Reina, ahora es un muchacho sumamente introvertido, y de pocos amigos.

— ¡Descansen! — Me desplomo al suelo junto a Dyre — ¡Han hecho un gran trabajo!, en especial tú (Y/N), tienes talento. En cuanto a ti Dyre, espero mucho más de tí.

Exhausto, con mi respiración agitada, me pongo de pie con el último de mis fuerzas.

— ¡Muchas gracias señor! — Exclamo con la disciplina de un buen soldado, algo que es inalienable a mi naturaleza.

Niels se acerca a mí.

— Me agrada tu actitud muchacho, si sigues a este ritmo podrías convertirte en un gran General, el Reino necesita de jóvenes valores como tú.

— Gracias señor — Respondo esta vez con la voz desgastada.

Niels, nos da la tarde libre y se marcha del campo de entrenamiento.

Pasan algunos minutos y veo a Dyre que todavía no puede recuperarse de la exigente rutina de ejercicios.

Sigue recostado como si estuviera en su cama.

— Te ves muy mal Dyre — Le digo al joven de cabello ondulado.

— Estoy bien…gracias (Y/N) — Sonríe desde el suelo.

— ¿Qué harás ahora? — Le pregunté con un interés genuino de mi parte, a decir verdad me causa curiosidad saber un poco sobre su vida.

— Debo ir a la oficina de papá a estudiar la Historia del Reino — Le oigo decir con bastante disgusto.

Lentamente, con sus extremidades temblorosas trata de levantarse desde el piso.

— ¿Por qué? — Le dije cuando finalmente pudo ponerse de pie.

— Papá quiere que sea un gran soldado como él, pero…yo…no quiero hacerlo — Su voz está a punto de quebrarse. Puedo sentir el aura de angustia que emana al mencionar a su padre. Siempre pensé que la influencia de Reidum sobre su hijo era excesivamente controladora.

— ¿Y que quieres ser hacer?

— Me gustaría ser sastre, hay gente que hace trajes de lindos colores… mamá solía hacerlos —  Dyre adopta una expresión de angustia y está vez su voz explota en llanto.

De hecho, no recuerdo haber oído de la madre de Dyre, en su momento fue un hombre tan detestable que nunca tuve la intención de acercarme a él. Creo que es un buen momento para hacerlo ahora.

— ¿Qué ocurrió con ella? — Sé que esta pregunta me puede traer muchos problemas.

— Ella falleció hace un año, tuvo mucha fiebre y se fue — Su respuesta es acorde a la de un niño pequeño.

— ¿La extrañas?

— Mucho — Intenta no llorar nuevamente.

— ¡Dyreeee! — Oigo al Capitán Reidum gritar a lo lejos — ¡¿Qué está pasando?!.

— ¡Voy Padre! — Su actitud cambia drásticamente y seca rápidamente sus lágrimas. Veo en sus ojos una especie de temor contra su figura paterna.

— ¡Estás perdiendo valioso tiempo Dyre!, nunca serás Capitán a este ritmo — Se acerca a paso firme donde nos encontramos

— Nobleza obliga — Me digo en voz baja cuando ya el Capitán está a unos metros de nosotros.

— ¡Fue culpa mía señor! — Presento mis respetos ante él — ¡Le pedí a Dyre que me enseñara la historia de Arendelle señor!.

— ¿Eso es cierto Dyre? — Pregunta el Capitán con cierta incredulidad desconfiando totalmente en su hijo.

Dyre me mira disimuladamente y entiende mejor la situación.

Es ahora o nunca.

— ¡Es cierto señor! — Posiciona su mano derecha de forma horizontal a su frente, tal como dicta el protocolo militar.

Desconcertado, Reidum no esperaba tal respuesta de su hijo.

— Está…bien…Dyre, recuerda que debes estudiar — Comenta de forma serena antes de retirarse. Eso no se lo esperaba.

Los ojos de Dyre es de total confianza, pero a la vez está sorprendido de lo ocurrido.

El viento resopla en el campo de entrenamiento. El frío ya se asoma junto al atardecer.

— Gracias (Y/N) — Agradece el pequeño Dyre — Papá no me regañó.

— No debes tener miedo a tu papá — Miro fijamente a sus ojos.

— Creo que sí. Me gustaría decirle que no quiero ser un soldado, quiero ser sastre como mamá.

— Puedes decírselo ahora — Es una apuesta arriesgada, pero no lo hago por perjudicarlo o por que en un futuro lejano anhele contraer matrimonio con Elsa, sino por que sé que está haciendo algo que no le apasiona y si puedo darle un empujón tal vez haya hecho mi buena acción.

— ¿Estás seguro? — Pregunta asustado.

— ¡Claro que sí Dyre!, el mejor momento es ahora — Le doy ánimos como si fuéramos amigos desde hace muchos años.

Sus ojos se iluminan, de seguro que le dirá todo al Capitán Reidum.

— ¡Lo haré!, ¡Gracias (Y/N)! — Sonríe.

Motivado, corre a toda prisa hacía el castillo.

Se siente bien ayudar a los demás. De todo corazón deseo que encuentre la felicidad.

Está haciendo mucho frío, creo que será mejor volver al castillo también.

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— ¡¿Qué hiciste hoy (Y/N)?!, ¡¿Qué hiciste hoy (Y/N)?! — Anna salta en su cama hasta alcanzar una altura considerable.

— Entrenamiento físico — Respondo recostado y exhausto en el piso mientras miro la llama de la lámpara que está en su mesita de noche.

— Que aburrido — Se recuesta — ¿Quieres jugar?

— Anna, debes dormir. Si no duermes no podré protegerte.

— ¿Por qué debes protegerme (Y/N)?

— Le pedí a tu padre que haría una ronda afuera de tú habitación así podré soportar horas sin dormir y me volveré más fuerte.

Fue la mentira que le dije, en realidad necesito de un momento a solas para pensar y conocer todos los movimientos que ocurre de noche en el castillo.

— ¿Eso significa que ya no volveremos a jugar? — Al igual que ayer junta sus yemas de sus dedos índices de forma bastante adorable.

Ea difícil resistirse a esos extraños encantos.

— No Anna — Me levanto y me acerco a  la chica de cabello rojizo — Te cuidaré dos noches a la semana, tendremos mucho tiempo para jugar juntos durante el día.

— ¿Lo dices en serio? — Se alegra al oír mis palabras.

— Por supuesto que sí Anna, es una promesa — Levanto mi dedo meñique para sellar el trato — Tengo la misión de ser tu compañero, es la principal misión que tengo ahora.

Emocionada, Anna eleva su meñique también y entrelaza su dedo con el mío

— ¿Me prometes que nunca me dejarás sola? — Me mira fijamente con sus ojos celestes y su rostro lleno de pecas.

— Es una promesa — Le digo fingiendo estar convencido.

— ¡Yupiii!

— Anna silencio, debes dormir, recuerda.

— ¡Oh!, ¡Es cierto! — Se mete a la cama y cubre su cuerpo con sus sábanas.

En tanto, apago la luz que emana de la lámpara y camino directamente a la puerta de la habitación.

— Buenas noches Anna.

Cierro la puerta y recogo la ballesta que me asignaron para hacer la ronda y proteger a la princesa Anna.

Es una bella ballesta con flechas reales. Me siento cómodo con esto.

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