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Parte 1: Capítulo 4

— Reina Elsa, ¿Tiene algo que decir? — Uno de los hombres se acerca a la guillotina.

Siento impotencia, no puedo moverme.

La multitud reunida observa las lágrimas cayendo de los ojos de Elsa. Su maquillaje se mueve con sus gotas de tristeza.

El filo de la guillotina cae rápidamente hacía mi amada esposa.

¿Por qué no puedo moverme?.

El pueblo celebra al ver a su reina decapitada. La cabeza de la reina del hielo rueda hacía mis pies.

Sus ojos están abiertos y me miran fijamente.

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— ¡AH! — Despierto abruptamente. Mi cuerpo suda y mi corazón late rápidamente — Gracias a los dioses que fue solo un sueño.

Muevo mis ojos para reconocer el lugar donde me encuentro. Luego de algunos segundos finalmente tomo conciencia de donde estoy.

Después de la "cálida" despedida de los aldeanos, junto al pelotón armamos las tiendas de campaña en las montañas para pasar la noche antes de llegar a Sandnes.

Durante el camino no dejé de reflexionar sobre el ataque que recibí de los aldeanos.

Desde que contraje matrimonio con Elsa he recibido muchas críticas por parte de los aldeanos, creí que era algo normal en el puesto de gobernante, pero el intento de asesinato ocurrido contra Elsa me hizo cuestionar todo.

El Rey Agnarr y la Reina Iduna fueron muy populares en su momento. La gente los recuerda con mucho cariño y respeto; De igual manera Elsa y Anna, ambas al ser hijas de los Reyes han sabido mantener su alta popularidad.

Pero desde mi coronación, fui informado sobre un rumor que decía acerca de mi fracaso como monarca del Reino: Tal vez por mi inexperiencia en el cargo o por no pertenecer a una familia real con una basta tradición en el arte de gobernar.

Desde aquel día, he creído que la gente tiene razon.

Elsa siempre ha tratado de calmar los sentimientos negativos que me han afectado como Príncipe Consorte. Suele decirme que todo no recae sobre mí, que ella y el Consejo también son responsables de las decisiones que se toman sobre Arendelle.

Pero solamente Elsa ha recibido ataques que han podido costarle la vida.

A partir de ese hecho, mi temor de que Elsa muera por mi culpa ha dominado mi cabeza desde entonces.

¿Qué pasaría si el amor de mi vida perdiera la vida?, ¿Cómo podría decirle a Iduna que su madre falleció?.

Estas interrogantes no me dejan ni un segundo tranquilo.

Salgo de mi tienda de campaña para tomar algo de aire.

Levemente se dejan ver los rayos del sol entre las montañas.

Con la claridad del alba puedo ver de mejor manera el terreno rocoso de las montañas.

— ¿Qué debo hacer? — Hablo en voz baja para no despertar a nadie — ¿Tendré la suficiente condición para ser Rey?. A veces creo que no debí llegar a Arendelle, si no lo hubiera hecho, tal vez nada de esto estaría pasando…

Volteo hacía las tiendas de campaña al oír algo moverse.

Observo por pocos segundos hasta que regreso a mi monólogo.

— Creo que me estoy volviendo paranoico — Respiro antes de continuar —  Desde que llegué he arriesgado las vidas de Elsa, Anna, Kristoff y Olaf, si tan solo pudiera volver el tiempo atrás.

Suspiro para olvidar tales deseos y ocultar la culpa que me invade.

El sol se deja ver entre las montañas, ya es hora de retomar nuestro largo viaje.

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La Luna nuevamente guía nuestro camino.

Según nuestros cálculos, estamos cerca de Sandnes y del ejército real de Agder.

— Veo algo a lo lejos — Kristoff trata de mantenerse arriba de su caballo. El empinado camino de la montaña dificulta el andar de nuestros caballos.

— Parece ser una fogata y hay muchas tiendas de campaña, además de caballos  — Aporta Sigrid.

— ¿Será un ejército? — Completa Kristoff.

— Iré a ver — Comento convencido.

—  No irás solo (Y/N), iremos todos — Sigrid toma la delantera con su caballo y dirige la palabra a las tropas — ¡Todos!, ¡saquen sus armas!.

Los hombres y mujeres del ejército siguen la orden de su General.

Bajamos la velocidad en posición defensiva al acercarnos hacía la fogata.

— Finalmente llegaron — Distingo una voz familiar cuando ya nos acercamos bastante hacía ellos.

Una sombra se deja ver entre la fogata y nosotros.

— ¿Hrolf? — Pregunto algo inquieto.

— Sigues siendo bastante listo (Y/N) — Ríe el monarca de Agder.

Detengo mi andar y bajo de la montura de mi caballo para acercarme a quien fuera hermano del Rey Ragnar y actual monarca de Agder.

— Jamás pensé que estarías también aquí Hrolf — Extiendo mis brazos para un caluroso abrazo.

— Debo hacerlo, es mi deber como monarca — Recibe mi abrazo con los brazos abiertos.

— Si estás aquí, significa que debe haber un grave problema que solucionar ¿No es así?.

— Así es, pero antes de explicarte todo, ordena a tu ejército que bajen sus armas y descansen. Nuestros hombres estarán dispuestos a recibirlos y forjar un gran ambiente de camadería.

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Alejados de ambos ejércitos. Hrolf, Sigrid, Kristoff y yo prendemos una fogata casi al llegar a una pendiente donde se puede ver a lo lejos una densa neblina cubriendo lo que parece ser el Reino de Sandnes.

A lo lejos, el Reino no parece ser extensa , podría decir que no mide más de 61 kilómetros cuadrados, siendo fácil de recorrer en dos jornadas completas.

— ¿Habían visto algo como esto? — Señala Hrolf el Reino.

— He visitado muchos lugares, pero jamás algo como esto — Responde Kristoff.

— Alguna vez visité un bosque cubierto por una neblina similar a éste — Recuerdo algunos hechos de mi adolescencia.

— ¿Cuál es el problema con este Reino, Rey Hrolf? — Pregunta Sigrid.

— Les contaré desde el principio: Meses atrás iniciamos luego de largas jornadas, finalmente pudimos establecer relaciones diplomáticas entre Agder y Sandnes. Para confirmar la confianza mutua entre ambos reinos, decidimos replicar una práctica bastante extendida en Europa, que es la de enviar embajadores.

— ¿Embajadores?, ¿Qué es eso? — Muestro una genuina curiosidad.

— En la práctica, ambos Reinos enviamos a una persona de confianza a recidir en territorio del otro, esto con el fín de atender intereses reales como política, economía y comercio  El problema surgió cuando recibimos una paloma mensajera de nuestro embajador alertando de la desaparición masiva de varias personas dentro del Reino, pidiendo su retorno de inmediato ya que temía por su vida. Naturalmente, enviamos un mensaje de vuelta para recabar más información, pero no recibimos nada.

— ¿Qué ocurrió después? — Pregunta atento Kristoff.

— Decidimos enviar a algunos emisarios para que visitaran personalmente a nuestro embajador y a los funcionarios de Agder que trabajaban allí, con la sospecha de que se tratase de un secuestro o algo peor. Esperamos algunas semanas pero no regresaron.

— Asumo que contrataron algunos mercenarios luego de lo ocurrido — Sigrid analiza los hechos.

— En efecto, contratamos los servicios de los mercenarios más poderosos de todos: Los Mercenarios de Hel. En ese entonces, sospechamos de un intento de provocación por parte de los Sandnesbu y enviamos a esos sujetos. Pero al igual que en los casos anteriores, no regresaron.

— Así que decidiste venir tú mismo, ¿Verdad? — Miro detenidamente el movimiento del fuego.

— Quería ver con mis propios ojos aquello que no me dejaba dormir tranquilo por las noches, y lo que he visto me ha dejado bastante inquieto. Esa neblina no se ha movido desde que llegamos hace 1 semana. Hemos vigilado día y noche y no hemos visto a nadie entrar ni salir de ese lugar.

Mis pelos se erizan al oír su testimonio.

— ¿A nadie?  — La mirada de Sigrid es de total pavor.

— A nadie, es como si no hubiera ni un alma viviendo allí.

— ¿Qué pretendes hacer? — Siento algo de temor ante las posibles soluciones que debe estar planeando.

— Primero, será una operación de rescate, buscaremos a posibles sobrevivientes.

— ¿Luego que haremos? — Sigrid parece estar convencida de su plan.

— Pretendo destruir el Reino de Sandnes y así deshacernos de esa densa neblina.

— ¡¿Estás demente?!, ¡¿Crees que así desaparecerá esa cosa?! — Me exalto al oír la segunda fase de su plan — ¡No permitiré que  se le acuse a Arendelle de destruir las edificaciones de otro Reino!, ¡Es una señal indirecta de que somos un Reino invasor!

— Rey Hrolf, por favor. Arendelle ya ha tenido suficientes problemas al enviar a nuestro ejército al exterior, esto tampoco beneficiaría a Agder — Kristoff trata de razonar con él.

— No podré retomar mi vida, sabiendo que esa cosa pueda estar devorando a las personas — Señala la neblina con horror.

— Hrolf, dudo que esa cosa pueda devorar algo. Debe ser producto de una magia bastante poderosa que está cubriendo al Reino.

— ¿Por qué estás tan seguro (Y/N)? — La mirada de Hrolf muestra desconfianza.

— La magia es impredecible y a la vez bastante poderosa. Recuerda que alguna vez tuve el control sobre el fuego y aún así sentí que no había desarrollado todo mi potencial, no es de extrañar que alguien haya creado esto con sus poderes.

— Admito que es difícil de imaginar, pero no suena tan descabellado — Hrolf parece haber recapacitado.

— Sugiero que mañana realicemos la operación de rescate. Luego llamaremos al abuelo Pabbie para encontrar una solución al respecto — Ofrezco otra alternativa al plan orignal de Hrolf.

— Suena convincente, me gusta — Sigrid está de acuerdo con mi idea.

— Estoy de acuerdo también — Se suma Kristoff.

— Confiaré en tí (Y/N) — Finaliza Hrolf.

El fuego de la fogata se consume lentamente, dejando solo las brasas que iluminan tímidamente el lugar.

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