Parte 1: Capítulo 3
— Vamos Elsa, ¡Tú puedes! — Apoyo a mi amada.
— Es difícil, no creo que pueda hacerlo — Veo como las gotas de sudor bajan por su frente.
— No puedes rendirte Elsa. Has pasado por momentos más difíciles que este, ¡Creo en tí!.
— No…puedo — Oigo como su voz decae. Está llegando a su límite.
— Vamos, un poco más.
Finalmente, Elsa logra abrir el frasco de espinacas congeladas de la cocina real de Arendelle.
— Repíteme de nuevo, ¿Por qué debo hacer esto? — Pregunta con un jadeo en su voz.
— Por qué eres la única de los dos que puede tomar ese frasco sin sufrir los efectos del frío.
— Me haces tanto reír (Y/N) — Se acerca Elsa para abrazarme.
Respiro profundamente al sentir su cuerpo contra el mío.
— Me alegra compartir este bello momento contigo. No recuerdo la última vez que preparé la cena
— Fue una verdadera sorpresa que Kai y Gerda se hayan tomado vacaciones. También tenía deseos de hacer algo diferente — Sonríe Elsa de manera coqueta.
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— ¡Esto está delicioso! — Exclama Anna disfrutando de los sabores retenidos en su paladar.
Ver la expresión de placer de Anna con nuestro platillo de carne de Res acompañado de espinacas, disminuye mis temores ser un mal chef.
Elsa tuvo la excelente idea de reunir a Anna, Kristoff y Olaf a una cena preparada por nosotros.
— Admiro sus habilidades culinarias (Y/N) y Elsa — Aporta Kristoff.
— Apoyo la dicho, esto está exquisito — Olaf no se queda atrás.
— Gracias, nos alegra saber que les haya gustado — Cierro mis puños en señal de triunfo.
— Olaf, ¿Estás seguro que Iduna está dormida en su cama? — Pregunta Elsa al recordar que nuestra hija estuvo al cuidado del muñeco de nieve
— No debes preocuparte Elsa, Iduna está durmiendo como un bebé, literalmente.
— ¿Crees que deba ir a verla? — Me dirige Elsa la palabra.
— Yo iré por ella de inmediato, déjame esto a mí.
Como por coincidencia al terminar mis palabras ingresa Sigrid abruptamente por la gran puerta del comedor notablemente agitada.
— Disculpe mi intromisión…pero ha llegado una paloma mensajera de…Agder — Trata de respirar.
— ¿Te encuentras bien Sigrid?, no te ves muy bien — Me acerco a la joven muchacha.
— Vine en cuanto leí el mensaje, el Rey Hrölf solicita la presencia de nuestros hombres a las cercanías del Reino de Sandnes — Saca de su bolsillo el mensaje.
Después de leerla, me dispongo a hablar.
— Hace años que no oía el nombre de ese Reino, tuvimos nuestras diferencias en el pasado. No sé por qué el Rey Hrolf solicita nuestra presencia allí.
— ¿Irás? — Oigo la voz de Anna.
— Debo ir, ya hemos abandonado la neutralidad de Arendelle. Además Agder es uno de nuestros aliados y si necesitan de nuestra presencia debe ser algo sumamente importante.
— ¡En ese caso iré contigo! — Kristoff se levanta de la mesa.
— ¡No! — Exclama Anna al ver a su esposo — ¿Por qué quieres ir?.
— Siempre me he quedado de brazos cruzados, quisiera vivir las mismas aventuras que (Y/N) — Noto el brillo en sus ojos.
— Te advierto que esto no es un juego Kristoff. Usualmente el Reino de Agder solicita la ayuda de mercenarios para labores de mayor complejidad, nunca antes había necesitado la colaboración de otros Reinos.
— No me interesa, iré de todas formas — Cierra sus puños con confianza.
— Al parecer no podremos detenerlo Anna — Se resigna la Reina.
— Ni modo, tan solo procuren llegar a Arendelle, ¿Está bien? — La princesa se resigna igualmente.
— Se los prometo, volveremos sanos y salvos a Arendelle — Comenta Kristoff, como si fuera el protagonista de esta historia.
— Confío en que cuidarás de (Y/N), Kristoff.
— Lo haré Elsa, pierde cuidado.
— Esperen, ¿Acaso creen que no puedo valerme por mi mismo? — Pregunto indignado ante la situación.
— Si la Reina lo dice, por algo será — Sigrid vuelve a hablar.
— Bien — Me resigno totalmente — ¡Manos a la obra!. Sigrid avísales a nuestros mejores soldados que saldremos en una hora, que se preparen.
— ¡Lo que usted diga su Majestad! — Se cuadra Sigrid ante mí.
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— ¿Está todo listo? — Pregunto a mi mano derecha.
Sostengo mi ballesta con firmeza.
— Sí señor, todo está listo — Responde Sigrid convencida.
El frío se deja caer sobre el castillo. Más de 100 hombres y mujeres de las tropas de Arendelle nos acompañarán en nuestra travesía.
Nuestros caballos ya se encuentran listos para partir. Será un largo viaje, por lo que las tropas se dividen en tres secciones: Primero la de combate directo. Segunda, la de artillería. Finalmente la de primeros auxilios.
Miro por última vez al castillo con la certeza de que Iduna se encuentra junto a su madre.
Me despedí de las mujeres que más amo con un beso en la frente. No puedo explicarlo, pero besar allí me transmite cierta tranquilidad.
Lentamente las compuertas del castillo se abren, permitiéndonos salir de ese lugar en dirección a Sandnes.
Como representante de Arendelle es mi deber guiarlos.
A mi derecha se encuentra Sigrid y a mi izquierda Kristoff. Viajar junto a ellos me hace sentir más seguro, pero a la vez me preocupa que no puedan regresar con vida.
Las tropas recorren tranquilamente las calles de Arendelle.
Para nuestra sorpresa, antes de salir del Reino, hay aproximadamente 15 aldeanos con antorchas y frutas en mano, esperando nuestra salida.
Esto no parece ser nada bueno.
— ¡Es increíble que ese imbécil envíe a nuestras tropas a un lugar que no nos incube! ¡Y con nuestros impuestos! — Oigo decir a un hombre entre aquella multitud.
— ¡La Reina Elsa jamás hubiera permitido todo esto, ese demonio debe estar manipulándola de algún modo! — Responde otro hombre.
— ¡Desde que él llego, Arendelle ha dejado de ser lo que alguna vez fue. Ahora, hemos sido invadidos por extranjeros gracias a sus políticas! — Aporte un tercer hombre.
— ¡Creo que es hora de darle la despedida que se merece!. ¡Todos a él! — Escucho decir a otra persona.
Sin que pudiera hacer nada, esos hombres se disponen a atacarme con sus frutas en pésimo estado.
— ¡No intervengan! — Ordeno a mis hombres.
Sigrid y el resto de la tropa retroceden algunos pasos y se detienen para ser espectadores de tal vergonzosa escena.
Cada fruta que impacta mi cuerpo, también es recibida en parte por mi caballo.
Los jugos de esas frutas manchan mi ropa por completo.
Si este es el precio que debo cumplir para que no lastimen a mi familia, lo haré las veces que sea necesario.
Ya cuando esos hombres dejaron de atacarme. Uno de los hombres se dispone a hablar:
— Espero que nunca vuelvas a pisar Arendelle maldito bastardo. Si osas a regresar tu recibimiento será mucho peor — Escupe a mi caballo.
Los 15 aldeanos se retiran victoriosos del lugar.
— Continuemos — Ordeno para no perder más tiempo, apurando más el paso.
Kristoff se acerca a mí lado galopando en su caballo.
— ¿Te encuentras bien amigo? — Pregunta preocupado.
— Estoy bien, me lo merezco.
— ¿Qué estás diciendo?, nadie merece ese trato, ni menos alguien como tú.
— Kristoff tiene razón — Sigrid se suma a la conversación.
— Sigrid, ¿Elsa está a salvo en el castillo? — Cambio drásticamente de tema.
— Sí, desde el pequeño incidente de ayer, se dispuso de un gran número de soldados en su custodia. El Capitán Lasse está a cargo de su protección.
— Bien, me alegra saberlo — Hago que mi caballo galope mucho más rápido.
No tengo intención de seguir hablando.
¿Podré seguir a este ritmo?, ¿Debería dar un paso al costado y abdicar?.
Temo por la vida de mi esposa y la de mi hija. Son todo para mí y no podría tolerar perderlas.
Tengo mucho en que pensar.
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