Parte 1: Capítulo 13
La nieve cubre todo Arendelle. Pequeños copos de nieve caen del cielo.
Los adornos navideños están sobre las casas.
Finalizo mi ronda por el pueblo como todos los años.
Hoy es Nochebuena.
Junto a mi caballo estamos listos para dirigirnos hacía el castillo y cumplir esta noche la tarea de custodiar el perímetro.
Llevo conmigo una bufanda, una capa y guantes que me abrigan en esta fría noche. El uniforme habitual de Arendelle tiene algunos copos de nieve encima.
Todo está tranquilo, las chimeneas están encendidas y la gente disfruta en familia de esta hermosa festividad.
Mientras mi caballo galopa, se me vienen a la cabeza algunos recuerdos de mi primera Navidad en Arendelle:
En mi infancia no tengo recuerdos de haberla celebrado, pues bien, nunca oí hablar de ella.
Por ello fue gran mi sorpresa cuando entrando al mes de Diciembre, Kai y Gerda adornaron todos los rincones del castillo con diseños de colores rojo y verde, además de un gran pino que estaba ubicado en el salón principal.
En mi primer año como monarca de Arendelle, aprendí de las tradiciones que se celebraban en el Reino, como por ejemplo la de reunir a todo el pueblo en el castillo y hacer sonar las campanas que marcarían el inicio de las festividades. A pesar de ser una bebé, los ojos de Iduna brillaron ese día, como si tuviera conciencia de todo lo que había a su alrededor.
Tampoco olvidaré a Kristoff y sus extrañas costumbres adoptadas por los trolls como la de llevar su lengua a una roca en forma de troll. Además su guiso sabía espantoso y jamás entendí como a Sven le gustaba tanto.
Con el andar de mi caballo, otro recuerdo viene a mi:
En la cena de Navidad, Elsa y Anna comentaron que después de que Elsa fuera encerrada, la tradición de hacer sonar las campanas dejó de celebrarse al igual que en su familia. Tan solo había un silencio tanto afuera como adentro del castillo. Aunque podría ser un recuerdo amargo, ambas recordaron con cierto cariño estas fechas, ya que Anna siempre le hacía llegar un obsequio a su hermana en la puerta de su habitación después que sus padres se fueran a la cama.
Al vivir en ésta época, Anna jamás me ha comentado de aquello, tal vez, siente que es el único momento donde puede estar más cerca de Elsa. Pero ella no sabe que la bella mujer de cabellos platinados ya me lo ha comentado todo, sus ojos azules cada vez que hablaba de el hermoso recuerdo de su hermana menor eran de total emoción.
En fín, debo continuar con mi turno. Desde que ese hechicero me trajo a ésta época, cada año me he ofrecido a custodiar la entrada del castillo debido a que la mayoría de los soldados están con sus familias en estas celebraciones.
No me molesta en lo absoluto, además, ¿Dónde se supone que iría?.
Llego a la entrada del castillo.
El viento azota levemente mi espalda.
Las puertas se abren, algunos soldados no pudieron evitar sus obligaciones y tendrán que pasar aquí la noche.
Luego de llevar a mi caballo al establo, estoy listo para vigilar los alrededores con una linterna de mano.
— Felíz Navidad — Susurro casi con ironía.
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La noche está tranquila, dudo mucho que alguien decida ingresar al castillo en esta fecha.
Han pasado casi 3 horas desde que empecé mi turno, en cuanto los primeros rayos de sol se vean por los cielos podré irme a dormir.
Doy algunas rondas alrededor del castillo hasta llegar a la pileta ubicada en la entrada.
Me siento un momento al borde de la estructura para descansar las piernas. Miro arriba hacía donde se encuentra la ventana de la habitación de Elsa.
— De seguro ya recibió el regalo de Anna — El vaho sale de mi boca. Las bajas temperaturas se dejan caer.
Muevo un poco las piernas como un niño pequeño cuando no puede tocar el suelo con sus pies.
Me río ante este acto tan infantil.
— Suelo hacer lo mismo cuando nadie me ve — Oigo la voz del Rey Agnarr a mi izquierda.
Me sorprendo al verlo de pie a éstas horas de la noche. Su rostro luce un poco somnoliento y su vestimenta no parece la de un Rey: lleva una pijama puesta de color celeste y un abrigo de piel que lo protege del frío.
Llama mi atención que tiene dos tazas de chocolate caliente consigo.
— ¡Su Majestad! — Me pongo de pie y me formo tal como dicta el protocolo.
— Lo siento mucho si te asusté (Y/N) , no debes formarte ante mí. Te estuve buscando por los alrededores del castillo hasta que te encontré aquí.
— ¿Qué hace usted despierto su Majestad? — Me relajo lentamente.
— No podía dormir, hoy es uno de los días en que tengo dificultades para conciliar el sueño.
— ¿Por qué su Majestad? — Es la primera vez que oigo acerca de esto.
— Ven — Me invita a sentarme junto a él — Se enfriará tu chocolate.
Sigo sus órdenes y pruebo la deliciosa bebida.
— ¿Alguna vez te hablé acerca de mi hija Elsa? — Me pregunta el Rey.
— No señor — Respondí con franqueza. Jamás me comento ni siquiera de la existencia de su hija mayor. El círculo que protege a Elsa es muy cerrado, tan solo los Reyes y Gerda pueden oficialmente visitarla. Si se enterara de que yo la he estado viendo probablemente sería decapitado.
— Seguramente Anna te habló sobre ella. Has pasado bastante tiempo con mi hija menor y de seguro ya debes conocer toda la historia — Bebe un sorbo de su chocolate.
— Sí…señor — Le digo con algo de temor.
— Hay días en que creo en que fue una mala decisión mantenerla encerrada en su habitación. En especial días como éstos, donde las familias deberían estar más reunida que nunca. Pero lamentablemente las circunstancias me obligan a hacerlo y eso me destruye por dentro. Además, hay algo que Anna no sabe y que quisiera decirte. Por favor, te lo pido no le cuentes a Anna de esto.
Hace una pausa antes de continuar:
— Mi hija Elsa puede controlar el hielo. Sé que suena descabellado, pero es así. Un día, Anna y Elsa se despertaron temprano para jugar cuando eran pequeñas, pero en un descuido, Elsa atacó sin intención a Anna en su cabeza, dejándola inconsciente. Cuando oímos el grito desgarrador de Elsa pidiendo auxilio, nos dirigimos más allá de las montañas hacía las tierras de los trolls. Ellos nos ayudaron, nos comentaton que por suerte no atacó a su corazón, pero el costo fue muy alto, Anna no recuerda los poderes de Elsa y tuvimos que buscar una forma en la que no fuera un peligro para todos.
Mis piernas tiemblan al escucharlo. Nunca pensé que su conciencia le recordaría este hecho. Muchas veces cuestioné su actuar, pero oírlo en primera persona es sumamente desgarrador.
Francamente no sé que decir.
— Estoy en deuda contigo (Y/N), has cuidado bastante de Anna, y lo siento si nunca tuve el valor de contarte sobre Elsa. Pero creo que nunca es tarde para hacerlo.
— No debe disculparse su Majestad, sigo sus órdenes junto a las de la Reina mi lealtad con ustedes es incuestionable.
— Eres un gran tipo, ¿Lo sabías?. El pueblo nunca supo la verdad del por qué cerramos las puertas del castillo. Siempre creí que dirías algo sobre Elsa a alguien, si fuera así, el rumor ya se habría esparcido y seríamos duramente cuestionados por todos. Mi esposa Iduna hizo una gran elección en nombrarte como amigo de mi hija menor.
— Sus halagos me llegan, agradezco mucho la confianza que han depositado sobre mí. Si decidí guardar silencio, fue para proteger a Anna y la honra de ustedes su excelencia. Ademas…no tengo muchos amigos aquí, así que no tuve la necesidad de decirle a nadie.
— Nos tienes a nosotros, no lo olvides — Su rostro denota calidez y gran amabilidad de su parte — Me alegra saber que sigues siendo el mismo niño disciplinado que llegó a Arendelle. Jamás te lo había dicho, pero tienes madera de Rey, aprendes rápido y tú lealtad es muy valorada. Hay días en que me gustaría que fueras mi yerno (Y/N).
A pesar del frío mis mejillas se sonrojan ante su comentario. Bebo mi chocolate para calmar mis ansias.
— Creo que sería un pésimo Rey — Recuerdo los últimos eventos ocurridos con Elsa bajo mi mandato.
— Nadie dijo que ser Rey es fácil, debes pensar en las próximas generaciones y tomar decisiones que la gente no entenderá. Gobernar es como el ajedrez, cualquier movimiento puede ser usado en tu contra.
— ¿Y si mis decisiones ponen en riesgo la vida de los que más quiero?
El Rey Agnarr bebe las últimas gotas de su bebida chocolatada antes de responder:
— Lamento decírtelo, pero no lo sé. Me hago esa pregunta todas las noches con respecto a Elsa, sé que algún día todo esto terminará y tendré que mirarla a los ojos y pedirle perdón por todo lo que la hice pasar.
Su respuesta no me deja más tranquilo, al contrario, me hace sentir más culpable de mis decisiones y a la vez más convencido de que viajar a ésta época fue la única salida.
— Lo siento por mi franqueza (Y/N) — Retoma el Rey — Jamás hablé esto con nadie.
— Descuide, es un honor recibir sus enseñanzas señor.
— Ya sabes — Se pone de pie — Te daré mi bendición si es que decides pedir la mano de mi hija Anna. Iduna también estará de acuerdo con que seas su Príncipe consorte.
Camina sin mirarme hacía la entrada del castillo, de seguro para retornar a su dormitorio.
— ¡Espere!… — Exclamo nervioso — ¿Por qué…por qué cree que quiero la mano de Anna?.
Voltea con una gran sonrisa en su rostro.
— Es obvio, han vivido mucho ustedes dos. Además, sé que la llevaste al bosque el otro día, mis hombres te vieron allí, es un lugar sumamente romántico, también llevé alguna vez allí a Iduna cuando éramos jóvenes.
Como si nada, voltea nuevamente para dirigirse al castillo.
Una pregunta viene a mi cabeza, es ahora o nunca:
— ¿Y si quisiera contraer matrimonio con Elsa?, ¿Usted daría su bendición? — Pregunto descaradamente y sumamente confiado.
— ¿Con Elsa? — Detiene su andar para mirarme — ¿Por qué ella?.
— Algún día será libre, ¿Verdad?. Nos conoceremos y posiblemente exista una conexión entre ambos. No quiero desmerecer a Anna en lo absoluto, pero ¿Si no fuimos hechos el uno para el otro?
El Rey Agnarr se toma su tiempo antes de responder. Admiro su temple, cualquier persona se hubiera sentido ofendido al prácticamente rechazar su hija por otra. No esperaba menos de un golpe por su parte.
— Si verdaderamente la amas y estás dispuesto a hacer todo por ella, no me molestaría en abosluto. Los aceptaría sin cuestionar — Deja ver una agradable sonrisa.
Retoma su camino hacía su habitación.
— Felíz Navidad (Y/N).
— ¡Felíz Navidad señor!
Finalmente estoy solo y a la vez sorprendido por sus palabras.
— Eso fue muy arriesgado de mi parte. Retomaré mi turno — Tomo la linterna para volver a mi rutina navideña.
Como una especie de regalo, me siento felíz al escuchar de su boca que el Rey habría aprobado mi relación con Elsa.
Es el mejor regalo que pude recibir.
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