Parte 1: Capítulo 1
Las luces del amanecer ingresan bruscamente por la ventana de la habitación. Sé que debería haberme acostumbrado a esta rutina, pero realmente es molesto.
Por suerte, tengo la certeza de que lo primero que veré por las mañanas, es a mi bella esposa, Reina de todo Arendelle y Reina del Hielo.
Luce tan jovial mientras duerme, pensar que hace dos años atrás fuimos padres por primera vez. Mi vida cambió inesperadamente de un segundo para otro, me convertí en padre sin haber vivido el proceso de aceptación, nuestra hija Iduna ha sido el mejor regalo que los dioses nos pudieron obsequiar.
Acaricio las suaves mejillas de mi amada, no dejo de repetirme lo afortunado que soy al tenerla a mi lado, mi vida siempre fue la de un soldado despiadado que mataba por placer; y ahora, puedo lucir con cierto orgullo el título de príncipe consorte. Estoy, y siempre estaré en deuda con ella.
— Buenos días mi amor — Le susurro cariñosamente
— Buenos días (Y/N) — Abre sus delicados ojos.
— ¿Dormiste bien? — Pregunto mientras subo mis manos por su cabello.
— Muy bien, gracias - Comenta con su angelical voz — ¿Puedes ver a Iduna a su cuarto?
— Por supuesto, no tengo problemas en ver a nuestra hija.
Me levanté sin apuro alguno, todavía es temprano y las actividades del castillo no han comenzado.
Me visto con mis atuendos reales: Trajes de color negro y botones dorados.
Camino a la habitación de al lado donde se encuentra mi hija.
Abro lentamente la puerta de la habitación, ansío verla, ha crecido mucho en éstos dos años, todos dicen que se asemeja mucho a Elsa de pequeña.
Ella yace recostada en su cama, custodiada por Gerda, que también yace recostada junto a ella.
Pedí que Iduna creciera desde temprana edad de manera independiente, pero sin negar el amor que tenemos por ella. A Elsa no le agradó mucho la idea al comienzo y no la juzgo, sus años encerrada prácticamente la obligaron a ser independiente, pero sin recibir una infancia normal como la mayoría de los niños.
— Gerda, despierta, despierta — Trato de reanimar a una de las personas mas serviciales del Reino.
— ¿Qué?...¿Dónde estoy? — Pregunta somnolienta.
— Gerda, agradezco mucho la compañía que haces a Iduna, pero ya hablamos de esto, ella puede dormir sola, el Castillo es un lugar seguro.
— ¿Qué...sucede?, ¡Dios!, ¡Volví a quedarme dormida — Se levanta de la cama de un exabrupto — Lo siento mucho su alteza, fue un error de mi parte.
— No te preocupes, siempre es bienvenida tu ayuda, pero tienes una vida, no puedes vivir para servirnos; debes vivir para servirte a ti misma.
— Tiene razón su Alteza. He trabajado para la familia real todos estos años que me es difícil no estar involucrada con los quehaceres domésticos del castillo.
— Creo que Elsa no le importaría que tomaras unas vacaciones junto a tu esposo Kai - Propongo
— Lo tendré en consideración su Majestad.
— Con respecto a eso, no me llames su Majestad o su Alteza, llámame (Y/N), no soy diferente a ti.
— ¡Por supuesto! Su Alte...¡(Y/N)! — Articula rápidamente sus palabras — Ahora si me permite, bajaré a la cocina a preparar todo.
Camina en dirección a la puerta de la habitación.
Por mi posición no puedo verla, mis ojos están fijos en Iduna.
Me acerco lentamente para admirarla mientras todavía duerme.
Siento un frío gélido en mi cuello.
— Me gusta como eres ahora — Oigo a Elsa detrás de mí.
— ¿Desde cuando me estás espiando? — Volteo sorprendido.
— Desde tu charla con Gerda — Realiza un gesto de triunfo en su rostro.
No puedo evitar verla de pies a cabeza: Su vestido burdeo me hace sonrojar como la primera vez que la vi. Sigo sin creer lo afortunado que soy.
— Te has vuelto muy sabio (Y/N) — Se acerca hacía mí — Agradezco todos los días de mi vida por haberte conocido. Si Kristoff no te hubiera traido al Reino en su trineo, jamás hubiera sabido de tu existencia.
— Olvidas que deserté de Agder para no matarte. Eras mi inspiración y ese imbécil de Hans me pidió eliminarte. Hubiera preferido morir a verte sufrir.
De improviso, toma mis mejillas y me besa suavemente con sus labios que me hacen despertar todo tipo de emociones.
— Eso quedó en el pasado (Y/N), agradezco haberte conocido. Cambiaste mi vida por completo, gracias a tí supe lo que era el amor, formé una familia y no puedo ser más felíz a tu lado.
Me inclino para besarla y tomarla de su cintura.
— Te amo
— Lo sé una risa coqueta — Tienes que bajar, recuerda que debemos ir al mercado, los comerciantes nos esperan. Yo veré a Iduna.
— Esta bien, te espero abajo.
Salgo sin hacer bullicio de la habitación.
Bajo por las escaleras hasta llegar al jardín del castillo. Ahí se encuentra un árbol de fresno que planté en memoria de mi buen amigo Vördr, aquel demonio que compartí la mayor parte de mi infancia, y me entregó la habilidad de controlar el fuego, pero por sobre todo, fue mi espíritu protector.
Hay una ventisca suave que remece las ramas del árbol.
— Te extraño mucho amigo, jamás creí que diría esto, pero te necesito a mi lado. Me dijiste que protegiera a Elsa y eso es lo que he hecho. Sin tan solo hubiera una forma de viajar al Inframundo para sacarte de allí, viajaría ahora mismo.
Respiro profundamente, no quiero llorar. Este dolor en mi pecho cada vez que lo recuerdo todavía no puedo superarlo.
Doy una vuelta por el castillo a la espera de Elsa.
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Camino junto a mi amada y con Iduna por el mercado de Arendelle.
Una comitiva liderada por el Capitán Lasse nos acompaña en este día.
El tiempo pasa bastante rápido, el Capitán Lasse, quien de apariencia se asemeja mucho a las descripciones del Dios Thor, fue designado por Sigrid, la bella chica de ojos avellana, como su mano derecha y hasta el momento ha realizado un trabajo espectacular, siendo uno de los hombres más fuertes dentro del Reino.
Un recuerdo viene a mí: Todavía está en mi memoria cuando asumí temporalmente como General del Ejército de Arendelle y Kristoff fue mi Capitán.
No puedo evitar soltar una risa al recordarlo.
— ¿Qué es tan gracioso? — Pregunta Elsa mientras sostiene a Iduna en sus brazos.
— Recuerdo la vez que fui General y Kristoff mi mano derecha.
— Es cierto, hasta el día de hoy, Kristoff no deja de alardear que fue Capitán de Arendelle.
Ya nos estamos acercando al mercado.
Los comerciantes están realizando uno de los actos más importantes para la economía local de Arendelle, sin ellos el reino no se sostiene, por ello venimos periódicamente a este lugar para detectar los problemas que los aquejan.
Como siempre, un grupo de niños le piden amablemente a Elsa que realice un truco con sus poderes de hielo.
Por mi parte, sostengo a Iduna para que pueda admirar a su madre en acción
Elsa con elegancia, levanta sus brazos y lanza un destello azul hacía el cielo. Pasaron los segundos y se puede ver como los niños sonríen al ver caer pequeños trozos de hielo desvanecerse ante sus ojos.
— ¡Eso fue increíble Reina Elsa! — exclaman los niños con entusiasmo.
El brillo en los ojos de los niños hacen sonreír a Elsa.
— ¿Viste eso Iduna? — Le pregunto a mi pequeña hija.
Sus ojos denotan gran admiración por su madre.
No me siento muy bien recibido en el mercado, las miradas desafiantes de los comerciantes así lo demuestran. Ha habido un gran recelo hacia mi persona desde que contraje matrimonio con Elsa, por lo que mi popularidad es muy baja entre los aldeanos.
Muchos me ven como una mala influencia para la familia real por mis antecedentes como el soldado más sanguinario de uno de los ejércitos más poderosos como lo fue el Reino de Agder.
En parte tienen razón, gracias a una impulsiva decisión de mi parte hace exactamente dos años atrás, Arendelle abandonó la neutralidad que gozó por muchos años, Arendelle ya no es un Reino pacífico como se le solía conocer, ahora debe adoptar una posición clara en torno a los conflictos que se le presentan y prepararse ante eventuales invasiones que puedan surgir.
Este último punto es el que más le molesta a las personas. Nuestro ejército ha aumentado, muchos jóvenes deben enlistarse y el temor de los padres de solo pensar en que sus hijos podrían morir en alguna batalla aumenta al enviar a nuestros soldados en misiones de paz, claro, nunca se sabe cuando una guerra pueda estallar.
Toda la presión recae sobre mis hombros.
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