Capítulo 10.
"Liate con los cuernos y tendrás al diablo."
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Arthur me llevó a casa y nos quedamos charlando un poco junto a la puerta. Quería hacerlo pasar, era lo que más necesitaba, el sentimiento era correspondido.
Dejé de pensar en ello y recordé la pequeña charla que le pedí a Arthur que debía tener en la cocina con Melody mientras bebían un café.
Si al menos no podía ser feliz conmigo que lo sea con alguien que le podía dar el amor que yo no podía. No la conocía pero algo dentro de mi me decía que ella era buena.
—¿Nos vemos mañana? —preguntó con una sonrisa acercando su rostro a mi con las manos en los bolsillos. Siempre que me lo preguntaba hacía eso.
—Solo si te acercas a Melody como te lo pedí.
—¿A qué se debe la insistencia? te lo pregunto otra vez —preguntó arrugando la frente—. ¿Será que ella te interesa a ti? —preguntó otra vez con una pequeña risa. Negué con la cabeza bajando la mirada—. ¿O me quieres hacer ligue con ella? —preguntó levantando mi rostro con su dedo índice. Auch, como quema su tacto...
—No, solo... conozco a las de mi especie —respondí con risa—. Ella se ve que necesita conversar con alguien.
—¿Y por qué tengo que ser yo?
—Porque pasa el sesenta por ciento de su tiempo en tu casa cuidando a tu hurón... ¿no te parece lógico?
—Tú y tus respuestas que tienen sentido... —dijo y quitó el dedo de mi mandíbula.
—No lo hagas si lo tomas como una obligación.
—Pero me estás chantajeando al decirme que nos veremos solo si me acerco a ella —respondió de inmediato—. Yo lo voy a hacer porque me nace, porque me hiciste ver algo que yo no veía antes pero no puedes repetírmelo o sino no nos veremos.
—Vale, tienes razón esta vez —cedí apretando los labios y encogiéndome de hombros.
—Sabes lo mucho que me gusta verte —confesó. Sonreí mirando hacia abajo, seguir con este coqueteo nos haría mal. No dije nada. —¿Te molesta si dejo la chaqueta acá? Puede que nos sirva en próximas pijamadas —dijo nuevamente cambiando de tema.
—¿Pijamadas? —pregunté con risa—. Claro, yo la guardo en el closet, me avisas con anticipación cuando te vengas a quedar.
Arthur me guiñó un ojo.
—Sabes que yo no hago así las cosas.
Reí.
—Por supuesto que no haces las cosas así.
—Buenas noches, Edith —se despidió.
—Buenas noches, Arthur —le devolví la despedida. Se acercó, besó mi mejilla sin tocarme demasiado y caminó lejos. Esperé a que diera unos pasos lejos y me metí a la casa.
Estando adentro colgué las llaves donde correspondía, suspiré y me tiré al sofá. Me quedé en esa posición con los ojos cerrados por un largo rato.
Al volver a la realidad me senté.
Tenía la boca seca, lo único que pensaba era en fruta.
Me levanté del sofá, fui directo a la cocina donde agarré todas las frutas posibles y las corté en cubos, las puse en una fuente. Ensalada de fruta.
Volví al comedor nuevamente y me senté en el sofá.
Mi cuerpo me pedía acción. Era medianoche y me sentía incontrolable, no entendía porque.
Pero estos sentimientos nuevos no me molestaban, los dejaba pasar.
Tiré los labios hacia adelante en una boquita de pescado y poniéndole atención a mi cuerpo fui a la habitación, dejé el plato en el sofá junto al celular.
Me despojé de mis prendas con desesperación evitando la ropa interior y las medias largas, busqué la camiseta más larga que tenía como pijama y me lo puse tapándome hasta los muslos. Eso quitó un poco el calor que sentía.
Volví al sofá y me senté.
Agarré el teléfono, Tinder no había funcionado muy bien para mi así que buscaría otras aplicaciones.
Me aparecieron varias sugerencias como Grindr, 3nder, Scissr. Al desconocerlas me acordé de Anna.
Le marqué al teléfono.
Éste sonó y sonó.
Me causó extrañeza, Anna jamás demoraba más del primer tono. La volví a llamar, dos, tres, cuatro veces pero no contestaba.
La llamé una última vez, esta vez esperé a que sonara el buzón de voz.
*Bip*
—Anna, soy yo... Edith, espero te encuentres bien, solo llamaba porque necesitaba a mi mejor amiga y sus consejos alocados que me ayudaban de alguna u otra manera. Te quiero mucho. Devuélveme la llamada cuando puedas, por favor.
Colgué.
Como no conocía ninguna de las aplicaciones decidí volver a Tinder, estaba aburrida así que lo arreglé: le puse las tres fotos que más me gustaban. En descripción simplemente puse el emoji de una lengua hacia afuera —la encontraba divertida— y una canción, «New person, same old mistakes».
Decidí darle un mejor uso a la aplicación y deslicé el dedo a la izquierda jugando.
Llevé un cubo de sandia a mi boca y seguí jugando con los perfiles de los hombres. La mayoría los rechazaba por los intereses que habían escrito o simplemente porque no me gustaban sus fotos.
Después de al menos una hora había aceptado a ocho y a ellos también les había gustado mi perfil.
Dos me escribieron al instante y otro me mandó un corazón.
Seguí jugando con el dedo de izquierda y derecha buscando con quien tener una noche loca. Quizás no hoy pero algún día. Hasta que la foto de un hombre llamado Ian Bohen me llamó la atención.
Leí su descripción y ésta decía:
Ian Bohen, 44.
"Liate con los cuernos y tendrás al diablo."
Ni más ni menos.
Me entró la curiosidad más grande que había sentido en toda mi vida o, al menos, eso era lo que sentía por todas las emociones intensificadas.
Sobretodo por su descripción, puesto que, la frase es al revés y sobretodo porque los perfiles que había visto antes tenían frases como: "60% sociable / 30% amoroso / 10% viajero extrovertido" y así, uno tras otro.
Mi dedo sin darse cuenta le dio hacia arriba en vez de la derecha y al instante apareció en la pantalla que habíamos hecho "Match!".
Hice un gesto con la boca expresando un "genial" y dejé el aparato sobre mis piernas para seguir comiendo mi ensalada de fruta. Sentía como si no hubiera bebido nada en todo el día.
Eso me había recordado a Anna. Reí. Ella siempre me decía cuando andaba sedienta: "¿Acaso vienes del desierto a pies pelados comiendo pescado o qué onda?". Ella y sus frases extrañas.
Tragué un trozo de pera.
Al poco tiempo me había llegado un mensaje.
«Ian te ha enviado un mensaje en Tinder» decía. Toqué la notificación y leí su mensaje mientras me echaba una uva a la boca.
—¿Qué? —pregunté y me ahogué con la piel de la uva que estaba masticando. Tosí sintiendo como me ponía roja. Dudaba si había sido porque me había ahogado.
"Como me gustaría poder sentir esos labios en mi miembro"
—¿De verdad dijo eso? —pregunté de nuevo parpadeando muchas veces. Le escribí de vuelta: "¿Perdón?" y sin tardar me escribió en respuesta.
"Te perdono por no estar aquí y poder hacerlo en estos momentos."
—Ah, de verdad lo había dicho —dije y alcé una ceja aún sin poder creerlo. Primera vez que conversaba por mensaje con un sujeto en esta aplicación y así era como actuaba. Vaya.
¡Madre mía, este hombre era muy directo!
Es que aún no podía asimilarlo.
No lo iba a negar.
Me había hecho sentir un calor interno, uno similar al que Arthur me había hecho sentir.
He leído tantos libros eroticos que me siento lista para jugar de esta manera a medianoche.
"Como me gustaría enrollar mi lengua por toda tu zona y hacer que te retuerzas por lo caliente que está mi boca."
Mandé.
Me salí de Tinder y me reí como una niña siguiendo con mi ensalada de fruta. Mis manos temblaban y mi corazón latía a prisa.
«Ian te ha enviado un mensaje en Tinder»
Mordí mi labio aún sabiendo que era demasiado bueno para ser real. Podia tratarse de un adolescente jugando con una foto de un desconocido para pasar el rato y yo enganchándome como estúpida.
Corrí el riesgo.
Abrí el mensaje y había mandado una foto inesperada con la descripción: "¿Por aquí? Mira como me tienes."
Me quedé mirando la foto largos segundos sin pestañear. ¿Esto iba en serio?
Era una cosa magnífica. Tenía unas ganas inmensas de contarle todo a Anna y mostrarle la foto, pero inmediatamente algo dentro de mi sentía la necesidad de esconderlo, de que fuese solo para mí porque ella me lo podría quitar.
¿Por qué estaba actuando así? Nunca antes había sido así. Algo dentro de mí estaba floreciendo aún más de lo que acostumbraba a sentir este último tiempo y se estaba expandiendo a toda prisa, como una pandemia en un país. A pasos acelerados.
Y lo peor de todo era que... no me molestaba.
¡Me gustaba!
«Ian te ha enviado un mensaje en Tinder»
Se encendió la pantalla del celular bloqueado. Había pasado mucho tiempo pensando y el tiempo de espera de la pantalla encendida había acabado.
No era una persona que en su vida había tenido muchas parejas, es más, las que había tenido las podía contar con los dedos: Josh, Adam y Derek. Relaciones de adolescente los dos primeros y el último en la madurez, claro que ninguno de ellos llegó tan lejos así que no sabía muy bien cómo se sentía disfrutar del placer carnal.
No soy virgen pero tampoco soy muy experimentada.
«Ian te ha enviado un mensaje en Tinder»
¿Cómo continuar después de esa foto?
No le iba a mandar una mía si eso esperaba.
«Ian te ha enviado un mensaje en Tinder»
Tres mensajes sin leer que me estaban matando de curiosidad. De ansiedad. De placer.
Toqué el último mensaje y se abrio el chat que estábamos manteniendo él y yo. Los tres mensajes no eran fotos pero si palabras que estaban ardiendo en mi parte íntima.
Me acomodé de estómago en el sofá y levanté las piernas moviendolas lentamente, no sabía que responderle. Podía ser cualquier cosa ya que no se encontraba presente y no sabía nada de mi más que las fotos que yo había permitido sacar a la luz.
Llevé mis dedos a las teclas y le escribí.
"Me gustaría que me hicieras todo lo que estás pensando en estos momentos..."
Al instante me arrepentí porque eso era sinónimo de "dame tu dirección y nos ponemos cachondos", algo que no estaba buscando. Toqué el mensaje y anulé su envío. Al momento Ian respondió:
"Aunque lo hayas borrado lo he visto igual y yo no voy a dejar que me pongas de ésta manera y te salgas con la tuya. Te liaste con los cuernos, ahora tendrás al diablo."
Me salí del chat y me cambié de aplicación, mucho por hoy.
Silbé alzando las cejas, que locura.
Dentro de mi me debatía si continuar o dejarlo pasar. Primera conversación sensual y casual que tenía con un extraño pero el calor de la medianoche me invitaba a seguir adelante...
"Toc, Toc, Toc" tres veces.
Mi puerta estaba siendo tocada.
Mi corazón se aceleró, solo podía pensar en Ian y que se encontraba afuera. Es más, sentía que estaba ahí físicamente. Mi estómago se retorció.
Me senté en el sofá y dejé el celular a un lado.
"Toc, Toc, Toc" volvió a insistir.
Me puse de pie, a pasos lentos me acerqué a la puerta y la abrí. Una sensación extraña me subió y me bajó, ¿cómo era posible?
Su sonrisa al final de la mirada me había hecho mojar mi ropa interior. ¿De verdad era él?
—Buenas noches, ¿en qué le puedo ayudar? —pregunté haciendome la que no tenía idea quién era—. ¿Anda perdido?
—Eres más sexy en persona —respondió él mirando mi cuerpo. Sabía muy bien lo que llevaba puesto así que no me miré y cerré los ojos en un suspiro nasal.
—¿Perdón? —pregunté volviendo a mirarlo, pestañeando un par de veces. Me sentía una actriz porno segundos antes de hacer una escena sexual, debí haberme puesto algo más. ¡Mierda!—. Creo que se equivocó de casa, lamento no ser de mucha ayuda.
—Edith deja de tentar a tu suerte, el estar yo aquí ya significa que estás en problemas, cierrame la puerta en la cara y te arrepentirás —advirtió.
—¿Quién o qué eres? —pregunté achicando los ojos—. No es normal que en tres tiempos hayas llegado aquí y con toda la confianza del mundo desees poseerme.
—Leiste mi descripción de Tinder tres veces, tú sabes lo que soy —caminó a mi. Mis pies daban pasos atrás a la misma vez que él los daba hacia adelante.
Sin esperarlo ya se encontraba dentro de la casa y el dueño de la puerta era él. Cerró detrás de su cuerpo y se acercó a mí, me tomó en brazos colocando mis piernas a cada lado de sus caderas y me sujetó del trasero. Su cara seductora no desaparecía.
Acercó su nariz a la mía y aspiró mi aroma a la vez que yo lo hacía con él, mis manos fueron a dar a su cuello y sin ser consciente de mis acciones ya lo estaba acariciando como si no nos hubiéramos visto durante años. Como si nos perteneciéramos, como los animales. Y era la primera vez que nos veíamos.
Acercó sus labios a los míos y me susurró un: "afirmate". Le hice caso. Me sacó la camiseta y la dejó en el piso. Ya solo me encontraba en ropa interior y medias largas frente a él. No me importaba.
—No sé qué estas haciendo con mis sentidos pero estoy demasiado mojada como para seguir resistiéndome... —corrí mi rostro hacia el lado derecho y cerré los ojos. Ian acercó su boca a mi cuello, pasó su lengua por mi piel y comenzó a dejar besos por toda la zona, gemí.
Subió sus besos a mi oído y susurró:
—¿Vas a enrollar tu lengua en mi miembro y hacer que me retuerza por lo caliente que está tu boca, eh?
—Lo he querido hacer desde el momento en que lo escribí —respondí sin pensar. Con mi cuerpo hizo suaves movimientos de arriba y abajo haciendo que sintiera su masculinidad en mi parte íntima, apretando de momentos mi cuerpo como si le perteneciera.
Levanté la cabeza y lo miré a los ojos. Agarré con fuerza su cabello, él mordió su labio por unos segundos e inmediatamente los unió con los míos en un beso necesitado. Desesperado. Su respiración era agitada, movía su lengua de un lado al otro sin darme la oportunidad de hacer algo al respecto.
Dio unos pasos y sentí el frío de la pared chocar contra mi espalda. Chillé. Ian carcajeó. Me soltó de los gluteos y se quitó la camiseta dejando así que su aroma se liberara de la prisión que era la prenda, su perfume maravilloso me llenó los pulmones y activó mi instinto salvaje. Llevé mis manos a la parte delantera del sujetador, justo en medio de mis pechos se encontraba el seguro que al momento de abrirlo saldría disparado.
Ian negó con la cabeza haciendo un sonido con la lengua, me quitó las manos y acercó su rostro sin quitarme los ojos de encima. Pasó su lengua por la separación de mis pechos y con la misma desabrochó el sujetador. Éste se abrió y dejó mis pezones erguidos delante de sus ojos.
—Yo no te veo enojada por lo que te voy a hacer —dijo con una voz ronca y una sonrisa de lado.
—¿Cómo estarlo? No sé qué eres pero sabes muy bien que llevo un año sin tener relaciones y me tienes bajo el poder de necesitarte...
—¿Un año? —preguntó sorprendido— Yo te daré algo por lo que no podrás tener relaciones por un año más.
Reí.
Ian se acercó rápidamente a devorar uno de mis pechos y luego el otro, su lengua caliente envolvía mis pezones y eso me hacía gemir arqueando la espalda.
Las caderas de Ian se apretaron contra mi entrepierna y sus manos a mi cintura.
Por primera vez sentía que el calor de unas manos era tan fuerte como el de mis cicatrices, era una sensación difícil de expresar pero más me invadía el deseo.
Las uñas de Ian se incrustaron en mi piel y no me dolía, me gustaba.
Me despegó de la pared y me llevó al sofá.
Estando ahí me quitó lo que quedaba de ropa interior, se abrió el cinturón pasando lentamente su lengua por su labio inferior y lo mordió en un gesto sensual. De su bolsillo sacó un preservativos, lo dejó caer en mi vientre y con su orgasmica voz me dijo: —Quiero que me lo pongas con la boca.
—¿Cómo hago eso? —pregunté.
—¿No te lo enseñaron en clase de sexualidad? —preguntó de vuelta, negué con la cabeza—. Quieren que tengan sexo seguro y no enseñan lo básico. Madre mía. Bueno, ¿sabes abrirlo? Tiene un pre-picado de todos modos, querida —me dijo haciendo un movimiento con su mano.
Ignoré su comentario burlesco y lo saqué con los dientes del paquetito. Ian me miró formando una "o" pequeña con sus labios y procedió a quitarse lo que le quedaba de ropa. Su miembro salió disparado. Me senté de rodillas y lo miré como si de un monumento se tratara. Le di unas cuantas lamidas y con instinto de mujer le puse el preservativo con la boca.
Ian en un acto rápido me dio la vuelta y me dejó expuesta ante él, me sentí cohibida por unos segundos. Cerré los ojos para que la incomodidad desapareciera y sin esperarlo me dio una nalgada.
"Auch" susurré e Ian me dio otra y otra y otra... Hasta que de repente lo sentí dentro de mi. Mis brazos por inercia descendieron y se apoyaron mis antebrazos en el sofá con la frente pegara en el mismo.
—No te quiero sumisa —dijo Ian y sentí su mano en mi cabello. Lo enrolló en su palma y lo tiró hacia él. Mi cabeza se levantó—. Mucho mejor.
Comenzó a embestirme sujetando mi cadera con la otra mano. Con la otra tiraba mi cabello con tanta fuerza que ya no lo sentía, estaba sumergida en el mejor momento de mi vida. Sus gemidos eran música para mis oídos y sus "si, bebé" me hacían estar en la gloria máxima. Yo le pedía que no se detuviera, que me diera más.
Cada palabra que salía de mi boca me ganaba una nalgada. Sentía la piel irritada pero no podía contener mis palabras.
De repente, ya no sentía su miembro de la misma manera, sentía que cada vez me llenaba más... se sentía como un sueño. Algo muy difícil de creer y bastante inesperado.
Dejar entrar a un extraño a mi casa, a medianoche solo por sexo era algo que la Edith de hace unas semanas no hubiera hecho.
Pero... esa Edith se había ido.
Abrí los ojos y lo primero que sentí fue un tirón en el cuero cabelludo. Arrugué el rostro y pasé una mano por mi cabeza, recordaba lo que había pasado pero no entendía el hecho de que me encontrara con ropa y con el pote de fruta fresca junto a mi. Tal cual lo había dejado.
Hice memoria.
"Ian" susurré y humedecí mis labios.
—¿Ian? —pregunté por si aún se encontraba en casa. Lo que imaginé, me encontré sola.
Miré por la ventana, seguía oscuro. Agarré mi teléfono, eran las cuatro de la mañana, me puse de pie no sin antes echarme una uva a la boca. Tenía la boca seca como si realmente hubiera vagado semanas en el desierto como me lo decía Anna.
Caminé hasta la habitación y me cambié de ropa por algo más abrigado aunque no sentía frío en todo mi cuerpo. Me sentía levemente distinta. ¿Qué me había hecho?
Me miré de arriba hacia abajo y de abajo hacia arriba en el espejo completo y nada en mi habia cambiado más que mi perspectiva. Me encontraba más atractiva. Algo que nunca en mi vida lo había pensado.
Del guardarropa saqué un pantalón negro, una camiseta de tirantes con la frase «Satan is my Sugar Daddy», medias oscuras y unas botas militares. Dudé si debería llevar un abrigo, me decidí en llevar una chaqueta de mezclilla delgada.
Salí de casa con mi celular y las llaves guardadas en uno de mis bolsillos. No sabía dónde se encontraba Ian pero mi sexto sentido si lo sabía así que comenzó a guiarme.
Doblé la calle y a unas casas más allá divisé un antro, el cual, decía en la entrada "pool".
Me dejé guiar por la luz como cual polilla a un foco luminoso y dentro se encontraban hombres jugando y bebiendo.
Ian recostado ligeramente sobre una mesa de billar, en sus manos un palo que empujaba una bola blanca contra una negra, eso hizo un efecto rebote y empujó a tres más que cayeron directo en uno de los hoyos delante de él.
Lo observé y él continuó jugando.
Sin mirarme me saludó:
—Hola cariño.
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