Capítulo 5
¿Cómo podía estar segura de que no me estaban vigilando con un fin maligno? Llevaban toda una vida a mi lado sin una razón aparente ¿No era eso muy extraño? Curiosamente esa protección disminuyo cuando conocí a Jo y él me enseño mucho de lo que sabía a día esa altura. Desde que se murió, los ojos de medianoche dejaron de serlo para ser simplemente ojos que aparecen a la hora que sea con tal de ver lo que pasaba a mi alrededor era necesario.
Dami siempre me despertaba cuando iba a llegar a lo interesante...
"Por Dios Minji, no puedes pensar así de quienes te cuidaron y protegieron toda tu vida.
De no ser por ella seguro estaría sola." O rodeadas de amigos ¿quién sabe? tal vez nunca tendría que haber ido al psicólogo, nunca me hubieran medicado y seguro no me estarían haciendo a un lado por hablar ''sola''.
No, definitivamente no podía culparla a ella por mis tontas decisiones. Yo fui la que quiso alejarse de los demás niños; aún de los que nunca me hicieron o dijeron nada. Fui la que prefirió dejar la inútil medicación; yo seguí a Jo por entretenerme un rato. Además él parecía entenderme... Decirlo así me hacia sentir algo idiota pero lo era ¿cierto? Era momento de ser una mujer, madura y responsable.
Sería la mujer que terminase con el legado del señor Jo... Se me hacía algo gracioso, ¿podría dejar de ser tan frívola? No lo creía en absoluto.
— ¿Qué haces? — preguntó la de baja estatura mientras me veía ir de un lado a otro en la habitación.
Tal vez al estar todas las herramientas amontonadas en el borde de la cama no se entendía, pero si las nombraba una por una quedaría mas claro. O no. Primero que nada lancé un pequeño bolso en el que esperaba que entrara todo. Lo siguiente fueron unos rosarios, una botella de agua bendita y obviamente no podía faltarme el diario donde anotaba mis avances, también una pluma, mejor dos o tres. Una biblia por si acaso. Sin duda necesitaría una fuente de luz como una linterna. Ademas de alguna daga, solo por si era absoluta y totalmente necesario defenderme con fuerza.
Tomé el enterizo de cuero rojizo, aquel que tenia varias hebillas y tiras en lugar de incomodas y ajustadas mangas. Se ceñía en las muñecas pero tenia libres la piernas. Las botas de campo se adaptan a cualquier terreno y como no sabía qué me esperaba, sonaban a una buena solución. Justo por eso mismo no sería erróneo llevarme una capa de abrigo ¿cierto?
—¡Minji! — por un momento olvidé que estaba ahí.
— Lo siento. Me estoy preparando para salir.
— ¿A dónde?
— Te digo luego, aún no estoy segura — iba a buscar comida cuando sentí su fría mano en mi antebrazo —. ¿Qué? Eres muy controladora, me molesta.
— Es por que tengo una misión que cumplir... — subió su arrugada mirada hacia mis ojos — Y cada vez te esmeras más en dificultarmelo.
— Pues dile a tus superiores que gracias pero sé cuidarme sola— di por terminada la conversación e intenté zafarme de un agarre que se afianzó con mas fuerza, llegando al punto en el que la piel se volvía rojiza. Me molestó su brusquedad —. Suéltame, Dami. —le demandé con una voz que raspó mis cuerdas vocales.
— ¿Qué tienes? ¿Porqué me tratas así? —me soltó, dejando de regalo unas marcas rojas en mi blanquecina piel — Estas muy extraña desde ayer. No hablas por horas, no dejas de caminar y sacar cosas... Hasta me respondes mal cuando nunca lo hiciste antes.
— Crecí, no puedo dejar que me detengas — ¿detener? había algo en esa oración que no encajaba, tal vez en la forma de decirlo. Solo no lo sentía mio. Por que todo lo que ella me decía tenia sentido, yo no era así. Y solo la estaba ignorando. Clavó sus ojos en los mios, como si bucara en sus profundidades. Y encontrando algo exatraño. Tal vez era la incomodidad que me causa su cercanía, como me miraba. Tal vez solo sentirme tan expuesta, por que conocía cada parte de mí. Lo que en primer lugar me causaba escalofríos —. Yo... no... no sé que dije. Lo siento, no quise ser tan bruta contigo.—Pero era Dami. Y no podía mentirle. No me gustaba tampoco tener una mala idea suya.
— Minji, me estas preocupando.
— No tienes por qué, le pondré fin a esto — miré las cosas en la cama, ella me imitó y luego me devolvió su atención —. Voy a vencerla.
Volví a ignorar su pedido de que me quedara, repetía una y otra vez lo tonto y peligroso que era pero poco me importaba su opinión. Al cabo que la decisión ya estaba tomada y nada lo cambiaría.
Me calcé las botas luego de vestirme con el cuero, tomé mi cabello negro en una coleta alta y procedí a acomodarme algunos pequeños objetos como lo era una brújula y su cadena para no perderla, más la daga en mi cadera. Me colgué en el cuello un rosario y el gancho de oro de la capa negra.
El resto de las cosas entraron a la fuerza en la mochila junto a algunos víveres, el agua era lo más esencial de ahí.
Ahora venía la parte difícil: Dormirme con todo eso encima.
No tuve en cuenta la incomodidad de eso hasta que me hallé acurrucada entre las sabanas de la cama y con los ojos cerrados, dando vueltas de un lado a otro mientras cada uno de los objetos se clavaba en una parte diferente de mi cuerpo.
— ¿Sigues creyendo que es una buena idea?—escuché la voz burlona de Dami a mis espaldas. Seguro estaba sentada en la mesa de noche, con las piernas cruzadas y riéndose en silencio. Como odiaba que hiciera eso.
— No. Claro que no pero no tengo más opciones.
— ¿Estas segura? Revisa tu cuaderno.
—Creí que no querías que vaya.—respondí sentándome en la cama.
—No quiero que vayas pero lo harás igual. Aunque te ate, amordace y mate en lo alto del Himalaya; sé que encontrarías la forma de volver aquí y terminarlo.
—Aww... Te quiero.—ella le resto importancia con un movimiento de mano mientras que yo buscaba la forma de sacar el cuaderno de la pequeña mochila sin que le cayera agua encima. Tuve que sacar la botella y la biblia pero conseguí lo que queria.
2-Piri es un tipo de flauta, es peligrosa. ¿por qué ella tenía uno?
¿Abre el portal?
—Realmente soy una estúpida ¡Tuve la respuesta en frente! Y ahora perdí tanto tiempo en esto... Tengo que conseguir una flauta ya.
—¿Y dónde conseguiras una, genio? Está por dar la medianoche, no hay puestos de venta abiertos. Además no creo que la vendan si causa tantos problemas.
—Nunca dije que tuviera que comprarla. La puedo robar.
—Aja. Sí. Tú. La misma que lloró cuando tomó galletas sin permiso.
—¡Tenía 8 años!
—Tenías 12. Y cocinaste después para compensarlo.—finalizó con con su molesta risa.
—Solo cállate. Iré a buscar dónde venden esa maldita flauta.
Tal como estaba me levanté y me fui. Al principio me dio algo de frio por el aire húmedo del bosque pero al llegar a la carretera la brisa se convirtió en viento y la humedad en calidez.
La luna brillaba tanto esa noche que por un momento creí que habían puesto un farol, pero no, aquel astro me estaba guiando en el largo camino al pueblo. Buscaría más información en la biblioteca.
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2/11/19
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