Capítulo 12
No presté atención a su tierna despedida. Era incómodo ver una relación madre-hija tan afectuosa. Digamos que la relación que tenía con mi madre era algo tensa desde el día que decidí ir con Jo. O tal vez desde antes. No me sentía cómoda con ella, sentía que no me entendía.
Solo quería que me dejara hablar libremente con Dami, o que tuviera más paciencia al tratar el tema. Sí, ya era una adolescente cuando discutimos; y mis intensos sentimientos solo empeoraron las cosas.
No importaba. Tenía trabajo que hacer.
Volví a ponerme frente a Ahyoung. Esta vez eramos iluminadas solo con tenue luz de las velas, y mientras mi mano izquierda tenía el par de la pequeña, la derecha sostenía el libro.
Cerré los ojos, sintiendo como esa espesa energía entraba a mi cuerpo y lo recorría hasta llegar a la otra mano, donde volvía al libro.
No me gusta como revolvía todo a su paso. Reavivando recuerdos desagradables. Y con ellos, varios sentimientos que no deseaba tener. Veía las personas mirarme con miedo, con asco. Las veía alejarse de mí, no importaba que tanto me esforzara por agradables, seguían excluyéndome.
Pocos, si es que no mentían, eras los que me trataban normal. El padre Lee; y mi mamá en ocasiones. Aunque el único que realmente me acepto fue el señor Jo... Hasta me fomentó a explorar lo que me pasaba. Lamentablemente él se había ido por culpa de ese demonio.
Solo me quedaba Dami, pero ella no era exactamente una persona ¿O si?
No lo sabía.
Había tantas cosas que no sabía. Y eso me ponía incomoda. Me sentía a merced de cualquiera que me mintiese, en especial en momentos decisivos.
Como las palabras de la tal Gahyeon, de ser verdad sería muy significativo ¿pero sino?
Me sorprendía la poca ingenuidad que me quedaba, de niña podría haber creído cualquier cosa ¿y ahora? Podía dudar hasta de mi mejor amiga, si es que podía llamar a Dami de esa forma.
Otra vez había dejado que mis pensamientos vuelen cuando debía terminar con algo importante. En especial cuando tenía que volver a cerrar el libro para que su energía no se vaya por cualquier lugar.
Solté las manos de la niña, llevando la mía a parte superior del libro.
La oscuridad en la que me mantenían mis ojos cerrados se expandió por todo el lugar, llevándose consigo el ruido, el calor. Tan solo quedaba el libro y su asquerosa energía rodeándome por completo. Como si de un momento a otro hubiera escapado de mis manos. Un segundo bastó para que todo cambiara de forma espeluznante.
Era extraño que los latidos desesperados de mi corazón, retumbado en mis oídos, fuera un sonido de alivio. Igual que ver una extraña figura formarse frente a mí entre una gruesa nube negra.Parecía humo.
En lo único que pensaba era que ya no estaba sola. Y eso significaba una sola cosa.
Se formó una sonrisa en mis labios al darme cuenta dónde estaba, en especial al teorizar sobre esa huesuda criatura que me observaba un metro -aproximadamente- más arriba.
La cubría una capa negra, muy fina, que se pegaba a su cuerpo.
La capucha dejaba ver dos gigantes, retorcidos y astillados cuernos sobre su cabeza. En lugar de cara tenía un alargado cráneo, que se asimilaba a un triángulo apuntando hacia abajo. No podía reconocer si le pertenecía a algún animal, solo podía decir que no era humano.
Y que estaba vacío. Los dos pares de agujeros no portaban ni ojos o nariz sino la misma obscuridad que nos rodeaba.
— Te estás acercando, Minji...—Una voz gruesa me heló la sangre. Parecía retumbar en paredes inexistentes. Eso le daba un poder enorme para intimidarme, o tal vez era el extraño sentimiento de recordarla. Y si lo unía con su frase, tenía sentido. — Pero no me atraparas esta vez. Así que borra esa sonrisa y devuélveme tu alma.
Me quedé callada en lo que memorizaba sus palabras, su aspecto. Buscando en mi cabeza de dónde provenía su familiaridad, esa seguridad de conocer y no saber por qué, o desde cuándo. La criatura también me observaba, pero no me atacaba pese a sus palabras. ¿Acaso esperaba que cediera por propia voluntad?
— ¿Por qué debería hacerlo?
— Porque es mía.
— ¿Cómo sé que no me estas mintiendo? ¿Qué me lo garantiza? No puedo simplemente darte mi alma, ni siquiera sé si es posible realmente. El cuerpo sí ¿pero el alma? No lo creo... De todas formas no te voy a dar nada. No te conozco.— Si todo salía como yo quería, esa última oración sería de mucha ayuda.
— ¿No me recuerdas? Deberías preguntarle a Yoohyeon... Que lastima, ella ya está bajo mi poder y no lograrás traerla de vuelta.—Ya había soltado parte de la información, mi pequeño plan fue eficaz. Pero no podía ser perfecto. Todo aquel escenario comenzaba a desvanecerse, estaba despertando y apostaría cualquier cosa a que era por Dami. ¿Quién más podría ser?
Abrir los ojos y confirmar mis sospechas fue algo tedioso. Tenía cierta sensación de enojo pero ella tenía razón, tenía un trabajo que terminar. Ahyoung no podía seguir aquí o esa criatura la envenenaría otra vez.
Volví a cercar el libro con las cadenas y el broche de calavera, lo dejé a un lado para poder enviar a la niña al lugar bonito. Con una mano en su cabeza y la otra llena de sal comencé a resitar una de tantas oraciones que me había enseñado el señor Jo. Pero una que me pareció perfecta para la ocasión. Ya que no estaba condenado un ser putrefacto a su perdición.
—Mensajero de la luz, guíame por el camino de la purificación. Haciéndome saber la voluntad de mi padre celestial, para que así pueda yo llegar ante Dios con un corazón limpio y puro —un hilo de sal caía desde puño a medida que hablaba. Representaba la liberación de Ahyoung de las ataduras que la mantenían presa aquí—. Mensajero de la luz, guíame por el camino de la purificación. Haciéndome saber la voluntad de mi padre celestial, para que así pueda yo llegar ante Dios con un corazón limpio y puro... Amén.
Se escucharon dos voces afirmarlo conmigo y cuando abrí los Ahyoung ya no estaba frente a mí. Lo admitía, en mi interior estaba gritando de la emoción. ¡Lo había logrado sola! Esperaba que el señor Jo se enorgulleciera de mí. Realmente sabía hacer este trabajo. Solo quedaba hablar con WooHee respecto al libro y ver si podía quedármelo permanentemente. Además me gustaría curiosear un poco en ese misterioso cuarto que tenía aquel hombre.
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4/2/2020
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