•*5*•
Un día más y se cumplía una semana de estar en esa nueva finca. Sus heridas habían costado mucho curarse, estar en plena canícula no había ayudado. Había escuchado por parte de la chica de ojos morados y tocado de mariposa de igual color, que sus heridas estaban muy infectadas, también por parte de la mujer albina que sus heridas en un punto tenían gusanos. A pesar de eso, su cuerpo luchaba constantemente para estar mejor, curándose más rápido de lo habitual en cualquier humano común. Sus heridas ya casi cerraban por completo, su cuerpo aún dolía, pero ese día por la mañana había conseguido levantarse por su propia cuenta.
Lo que más quería era asesinar demonios, sentía la necesidad de hacerlo, una gran furia bullía desde su estómago a causa de tales seres aún desconocidos para él. Aquella imagen de aquel ser similar a él aún rondaba en su mente, pero cada vez más borroso, le costaba recordarlo más.
El hombre que tenía una gran cicatriz rosa cubriendo la mitad de su rostro le había explicado sobre los cazadores de demonios, más que la chica mariposa que lo atendía con anterioridad. Estaba ansioso por comenzar su entrenamiento, pero las niñas albinas le decían que no, que debían sanar sus heridas aún. Tenía aún vendas en sus antebrazos, pecho y cabeza, donde estaban las heridas más grandes.
Actualmente al no tener nada que hacer se paseaba por toda la finca Ubuyashiki, usualmente una de las niñas albinas lo seguía, en ese momento no era la excepción, la niña tenía un broche amarillo del lado izquierdo de la cabeza.
Dirigió su mirada hacia la ventana contemplando por el cristal los matices del cielo y las nubes, pronto anochecería, las nubes eran espesas y algunas se veían grisáceas pronosticando lluvia, algo común en esa época del año. Claramente no sabía bien como entrenar para ser cazador, pero Kanae le prometió ayudarlo, aún así quería iniciar por su cuenta.
— Tiene ya tres días durmiendo. — La voz suave y preocupada de la mujer resonó en la silenciosa habitación.
— No se preocupe, Lady Tamayo, yo ahora mismo lo despierto. — Aseguró el menor mientras veía a la mujer.
— Yushiro, no. — Reprimió al ya conocer las intenciones de su compañero.
Ambos estaban en la habitación que recién habían asignado al niño, no tardaron mucho en darse cuenta de que estaba dormido, el pelimenta lo tomo a la ligera acusándolo de flojo u holgazán, pero por otro lado la mujer estaba preocupada. Por lo que había dicho el líder del clan Ubuyashiki, Yuichiro nunca había consumido sangre o carne humana, su escasez de alimento se reflejaba en su falta de energía.
Cualquier otro demonio a hubiese enloquecido por la falta de alimento, en cambio el solo lo refleja en cansancio, aunque es sorprendente abstenerse a comer es dañino para el, y tal parece que el dormir no le repone energías. — Expresó su preocupación viendo al niño que seguía aún durmiendo, habían pasado a verlo cada cierto tiempo para verificar su estado o si ya había despertado, pero en todas las ocasiones era negativo, a pesar de eso el Tokito en ningún momento había dejado de abrazar su pequeño muñeco.
— Es muy tonto, parece que quiere morir. — Comentó de forma hostil mirando igualmente al infante.
— Deberías intentar llevarte bien con él, tan solo es un niño, además vivirá por un tiempo indefinido con nosotros. Se que es un cambio para ti y puede que no te agrade, pero debemos ayudarlo. Me alegraría mucho ver que se lleven bien. — Tamayo dirigió su mirada a Yushiro mientras intentaba persuadirlo, la expresión de disgusto del de cabello cenizo cambió a una de suma atención con un leve y casi notorio sonrojo adornando su rostro al estar sus miradas conectadas.
— Si, señora Tamayo. — Dijo con suma obediencia, había respondido de forma positiva ante la petición de su señora sin siquiera analizar sus palabras, su mirada se quedó en blanco al terminar de procesar lo que le acababan de decir. ¿El llevarse bien con ese mocoso? ¡Ni loco! ¡Había sido grosero con su señora Tamayo! ¡A parte a su punto de vista era un descerebrado holgazán!
— Bien, me alegro que pondrás de tu parte. — La fémina le regaló una pequeña sonrisa como muestra de gratitud. Ambos demonios salieron de la habitación del menor y bajaron las escaleras hasta la cocina. — Ya se está acabando la sangre, tomando en cuenta nuestro nuevo inquilino necesito conseguir más. — Comentó la mujer admirando el refrigerador casi vacío.
— Bien, señorita Tamayo, yo la acompañaré. — Dijo de forma objetiva acercándose a la mayor.
— Aprecio que quieras acompañarme, pero esta vez me tendré que negar. — Yushiro había quedado perplejo, ¿negó el que él la acompañara? ¿Por qué está vez se negó? ¿Se habrá enojado?
— ¿Pero por que, Lady Tamayo? — Cuestionó intrigado y algo desesperado.
— No podemos dejar a Tokito-san solo, y necesito que cuides de él. Tú sabes que el conseguir sangre no es fácil, no siempre todos acceden a venderla, el proceso puede tardar días, tal vez encuentre en Asakusa, pero lo más seguro es que tenga que buscar en el resto de Tokio o incluso fuera de este, así que necesito que cuides de él. — Aseguró la fémina mientras salía de la cocina para alistar algunas cosas que necesitaría.
— ¡Pero él se la pasa durmiendo, señorita Tamayo! ¡Puede ser que cuando regrese lo encuentre igualmente durmiendo! — Afirmó de forma desesperada.
— Aún así necesito que cuides de él.
— Tsk... Está bien.
Abrió sus ojos con gran pesadez y soltó un largo bostezo, se percató de que aún sostenía el peluche que replicaba a su hermano. Se levantó torpemente sosteniendo con su mano izquierda la mano derecha del muñeco, tendió su futón, dobló la sábana y esponjó las almohadas con la dificultad de tener a su peluche en manos. Aún adormilado y tallando su ojo derecho con su mano libre salió de la habitación. La casa estaba muy silenciosa, y aún era un ambiente nuevo para él.
No se había percatado cuándo quedó dormido ni cuánto tiempo había pasado, pero no le dio importancia. El caminar se le hacía una actividad muy pesada, gastaba mucho sus energías, y tan solo era una actividad muy simple y cotidiana. Su estómago rugió fuertemente, un quejido de disgusto escapó de sus labios mientras que se paseaba vacilante por el largo pasillo.
Al llegar a las escaleras se percató de la presencia del demonio de cabello de distintas tonalidades, este trapeaba los escalones, cada que terminaba uno subía para limpiar el otro, el piso de la planta baja estaba mojado indicando la reciente limpieza de este. A juzgar por la expresión del joven de ojos amatista se dio cuenta de que estaba molesto, lo cual en el corto laxo de tiempo de conocerse no se le hacía de extrañar.
— Tardaste mucho en despertar. Eres un perezoso. — Recriminó aún dándole la espalda siguiendo con su labor.
— No es cierto, tan solo dormí dos horas antes del amanecer, ya estoy despierto, es de noche. — Señaló una de las ventanas abiertas con la función de secar más rápido la superficie del suelo con el viento que se colaba por estas.
— Si pero cinco días después. — Yuichiro abrió los ojos con incredulidad retrocediendo un poco para cederle el paso para que él siguiera con su labor de limpiar ahora el primer piso. — No estorbes. — Gruñó dándole un codazo al menor para que este se retirara.
Yuichiro solo se limitó a chasquear la lengua, no lo conocía lo suficiente como para poder insultarlo como él quisiera en esos mementos, solo se tomó la molestia de darse media vuelta para irse pero la voz burlesca del mayor se interpuso.
— ¿Tienes a tu muñequito agarrado de la manita? Sabía que eres un niño, pero pareces ser más inmaduro de lo que físicamente aparentas. Pareces tener once años físicamente, pero apuesto a que actúas como un nene de siete u ocho años de edad. — Aquel bago intento de molestar al menor había funcionado a la perfección, no tardó en gruñir y verlo con rabia.
— ¡¿Y A TI QUE TE IMPORTA, ESTUPIDO?! — Grito furioso mientras que Yushiro le sonreía con burla.
— Oow, lo siento, no vallas a llorar. — Remató volviendo a su labor de trapear el suelo dándole nuevamente la espalda.
Yuichiro sentía el enojo apoderarse de él, se sentía humillado por la tonta palabrería que le acababan de decir, y más sobre su punto débil, su hermano, no fue un insulto exactamente a su hermano, solo fue criticado por como traía al peluche que tenía similitud con su hermano y nada más, pero le había realmente molestado mucho. Se dejó guiar por su instinto y tiro un puñetazo directo a la espalda de Yushiro con la intención de lastimarlo como venganza de lo que le había dicho, sin embargo el ataque fue previsto por el mayor, se giró rápidamente para quedar frente a frente con Yuichiro, tomó su mano atacante con la mano derecha y con la izquierda la posicionó cerca de las costillas del costado izquierdo, en un rápido movimiento lo pasó sobre su espalda para luego lanzarlo bruscamente al suelo.
— Ggg- Auch... — Se quejó del dolor al sentir su espalda estrellarse contra el suelo a unos metros de distancia del contrario.
— Tus movimientos son impulsivos, por lo tanto predecibles. Realmente no sabes pelear, sin importar lo fuerte y poderoso que seas así cualquiera puede ganarte tan fácilmente. — Yushiro lanzó el trapeador que cayó sobre el menor.
— Uhg...
— Trapea ahí, ya ensuciaste. — Indico señalando donde había caídos.
— Tsk... Idiota... — Farfulló el menor limpiando donde supuestamente había ensuciado.
— Aprovecha y termina. — El mayor se fue con una sonrisa burlesca dejando solo a Yuichiro con el trapeador en manos. Maldijo en voz baja y terminó el trabajo como le había indicado.
Estaba furioso y muy irritado, prefería un millón de veces a verse quedado con Amane, la mujer era muy amable y se preocupaba mucho por el y su hermano, a demás muy considerada, a pesar de haber sido herida por el le dio otra oportunidad. La forma en la que la mujer lo trataba lo hacía sentir tan valido y seguro, aunque le costara admitirlo la sentía como una madre.
En toda la noche no había visto ni una sola vez a la señorita Tamayo. Curioso se dirigió a su habitación y toco la puerta un par de veces, en cambio no hubo respuesta. Regresó a su propio cuarto donde dejó con cuidado y cariño su peluche y nuevamente salió en busca de la fémina. Bajo las escaleras, todo estaba muy silencioso. Escuchó un ruido proveniente de uno de los salones llegando así hasta la cocina, no había visto toda la casa así que aún era nuevo ese lugar para él. Se topó con Yushiro nuevamente, bufo al verlo dándose la media vuelta para regresar por donde vino.
Le tomó desprevenido un aroma delicioso y adictivo, aquel aroma que sabía perfectamente cuál era, sangre. Tapó su nariz como intento desesperado por controlar su hambre.
— ¿Y la señorita Tamayo? — Preguntó con voz gangosa causando gracia en el mayor y enojo en el por las leves risas.
— Se fue a comprar sangre, le dije que estabas bien tú solo pero me pidió que me quedara aquí. — Respondió con molestia bebiendo de la copa aquel líquido espeso que simulaba vino tinto. — Si tienes hambre solo dilo y no estes babeando sobre el suelo, acabo de limpiar. — Comentó de forma hostil abriendo nuevamente el refrigerador y llenando un vaso con aquel líquido vital para el ser humano y para los demonios.
Yuichiro negó con la cabeza alejando el vaso con su mano que le ofrecía el mayor y con vergüenza limpio la saliva de su rostro, tomó una servilleta desechable y limpio el suelo. No se había percatado en qué momento la saliva salía de su boca, si no fuera por Yushiro no se daría cuenta. Su estómago rugía fuertemente, le empezaba a doler por él hambre constante.
— ¿Estas bromeando? Es obvio que tienes hambre. — Yushiro lo señaló para luego seguir lavando el traste que había ocupado muy bien.
— No tengo hambre. — Aseguró firmemente a pesar del malestar que sentía por negar aquella necesidad. Yushiro suspiró, era terco y no estaba de humor para iniciar un debate sobre si tenía o no hambre.
— Mejor cámbiate, no es muy culto que sigas en pijama. — Recalcó a lo cual el niño solamente asintió y se retiró a su habitación.
— Meow — Yuichiro volteó hacia abajo al escuchar el maullido del ya esperado animal.
— Tsk... eres tú... — Farfulló molesto mientras se agachaba frente a la mascota de su señora, aunque suene tal vez muy inmaduro de su parte, el competía constantemente contra el animal por la atención de la mujer, los dos no se llevaban bien y tenían una estrecha rivalidad. El felino no perdió la oportunidad para arañarlo, Yushiro maldijo en voz baja y tomó el pedazo de papel que este tenía. Al parecer la señora Tamayo regresaría esa noche, y necesitaba algo de apoyo para transportar la sangre, no solo eso, la pelinegra no quería dejar al niño con la excusa de que estaba "muy pequeño", el usualmente no cuestionaba sus decisiones, pero ese mocoso no le agradaba mucho. — Muy bien, dile que vamos de inmediato.
Yushiro subió las escaleras y desde el pasillo gritó. — ¡Apúrate mocoso, tenemos que salir! — No pasó mucho tiempo para que la puerta se abriera mostrando al menor.
— ¿A quien llamas mocoso? — Preguntó enojado.
— Bueno, baboso. — Comenzó a caminar escaleras abajo.
— ¡Ya deja de decirme cosas, estúpido! — Exclamó molesto siguiéndolo.
— Si, si, lo que tú digas. — Respondió sarcástico. — Apúrale que Lady Tamayo nos espera. — Yushiro se puso sus getas (sandalias) y las llaves de la casa, Yuichiro igualmente se puso su calzado y salió junto al menor.
Tamayo los estaba esperando en un lugar recóndito con dos maletas. La mujer había tardado algo en recolectar la sangre, fue a las partes más pobres de Tokito para comprar sangre y se procuró de recolectar más de lo normal por Yuichiro, no sabía muy bien cuál sería la cantidad que el susodicho consumiría, y ella sabía bien que el niño se contenía de comer a pesar de tener mucha hambre. Quedaron en separarse, ya que a la fémina ya le habían llamado algo la atención por el equipaje, y debían llegar en cuanto antes a su casa por el tema de la descomposición.
Nuevamente la peli-negra se encaminó sola a su casa, y por un camino separado fueron Yushiro y Yuichiro, aunque este último terminó siendo una carga para el mayor. Su falta de energía debido a su ayuno cada vez era más abrumadora, con cualquier simple acción se cansaba rápidamente lo cual lo frustraba, y por más que intentara dormir no servía de nada sin importar el tiempo. El peli-menta para evitar perderlo tuvo que cargarlo en su espalda, agradecía su fuerza y resistencia sobrehumana, si no estaría totalmente exhausto por el peso extra en su espalda, si no lo cargaba tendría que regresarse a buscarlo nuevamente como su primer día ahí, algo que se negaba a hacerlo. En una muestra de su aprecio y admiración a la mujer él se ofreció a tomar el camino más largo a su hogar, a pesar de las negaciones del infante, así que no era de sorprender encontrar a la fémina ya en la casa.
— Tokito-kun nuevamente está dormido. — Comentó con preocupación la recatada dama ayudando al menor a guardar la sangre en el refrigerador de uso médico mientras que este dejaba al niño recostado en el sofá.
— Así es, a penas esta noche acaba de despertar, calculo que quince minutos antes de que Chachamaru llegara. — Informó guardando igualmente aquel líquido rojo.
Amane estaba preocupada, no encontraba a Muichiro por ninguna parte de la casa. Tenía rato que había iniciado a llover nuevamente, lo llamaba pero el no le respondía. Muichiro tenía días algo inquieto, quería entrenar, pero por las heridas no se le permitió. Los golpes secos de una tabla de madera se escucharon afuera algo opacados por la armoniosa melodía de la lluvia. La mujer de kimono rosa miró a su hija mayor, Nichika, quien tenía un adorno amarillo adornando su plateado cabello.
Amane tomó un haori azul marino con mariposas en un tono más claro y salió de la finca en silencioso acompañada de su hija mayor. Al salir se encontró con el menor de los tokito, tenía una tabla de madera, y había envuelto el tronco de un árbol cercano con una soga, tenía la yukata colgando del pantalón hakama, su torso estaba desnudo exceptuando por las vendas de aún sus heridas, estaba totalmente empapado por la exposición a la lluvia. Ambas albinas se quedaron mirándolo desde el pabellón fuera de su casa, a pesar de que no lo expresaban en su rostro, estaban preocupadas.
— Tokito-san, aún no se ha recuperado por completo. — Advirtió nichika alzando un poco sus manos, más sin embargo amane puso una mano frente ella indicando que lo dejara cerrando los ojos por unos instantes y dirigiendo una mirada llena de preocupación nuevamente al niño.
El niño dejó de golpear para tomar algunas bocanadas de aire, las vendas empezaban a desacomodarse debido al movimiento brusco que hacía. Amane lo estuvo viendo entrenar durante horas, había mandado a su hija devuelta a su casa, la lluvia era más fuerte y con viento haciendo inevitable que se mojaran, el clima cada vez más enfriaba.
— ¡Muichiro, debemos entrar ya! — Alzó un poco la voz ya que la lluvia y el viento ensordecían los sonidos mezclándose con el ambiente. El azabache parecía no hacer caso nulo, o tan solo haberla escuchado. Parecía furioso, y muy concentrado en entrenar. Había visto a uno que otro estudiante entrenando para ser cazador de demonios, era muy difícil que alguien de su edad y principiante tenga esa fuerza y talento precoz desde su primer entrenamiento, él tenía un gran futuro por delante. — ¡Muichiro! — Nuevamente no hizo caso. Bajó del pasillo y camino entre la lluvia, con cuidado y algo de temor a ser golpeada por un descuido del chico se acercó y tomó el hombro de este. Tokito se sobresaltó y volteó a ver detrás suyo. — Entremos, te resfriarás. — Su voz sonaba tan bondadosa y compadecida, la mujer de cicatriz le dio su haori para cubrirlo y lo tomó de la mano para guiarlo dentro, el solo soltó su "arma".
— ¿Por qué no puedo entrenar ya? — Preguntó como un pequeño niño cuestionando porque ya no podía jugar a altas horas de la noche.
— Está lloviendo, te enfermarás. Además tus heridas no están totalmente curadas. Necesito que te bañes para poderte cambiar el vendaje y evitar que te enfermes. — Cuando ambos entraron y dejaron sus sandalias en la entrada se encontraron con la mayor de los quintillizos, esta tenía dos toallas en manos. — Arigato. — Amane tomó una de las toallas y secó parcialmente al menor a su cuidado, después tomó la sobrante y se secó a ella misma.
Como Amane indicó Muichiro se duchó y Amane cambió los vendajes por unos limpios y desinfectó nuevamente sus heridas, se vistió y tomó el medicamento indicado posterior a eso. Estaba batallando con su largo y enredado cabello cuando escuchó la voz de alguien detrás suyo.
— Hola. — Volteó al escuchar la suave voz, en el umbral de la puerta estaba una de los quintillizos, un kimono morado como los dos quintillizos de glicinia, pero tenía una adorno de flor amarilla en el lado izquierdo de su cabeza. El niño no saludó, solo siguió luchando con su cabello, algo que la menor no tardó en percatarse. — ¿Necesita ayuda? — El futuro hashira solo asintió, la niña entró en la habitación y se arrodilló detrás de su invitado. — Páseme el cepillo, por favor, Tokito-san. — Muichiro obedeció.
3361 palabras
9 de sep de 2023
Feliz día del arepa :D, soy de México y lo más cercano a una arepa que he probado es un bocol, pero weno
DIOS, ODIO TENER UN BLOQUEO CREATIVO, LITERALMENTE NO HE ESCRITO UN CAPÍTULO CON LA CALIDAD ADECUADA (según mis estándares personales) DE NINGUNA HISTORIA.
En fin, tengo ideo como será el siguiente o siguientes dos o un capítulo, pero la idea del capítulo 6 está muy hueca y necesito desarrollar también a Muichiro, no solo a Yui
en fin
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byeeee los amo uwu
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