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Jonathan Whitaker

La noticia del fatídico destino de Robert y la existencia de Efialtes el gato blanco se extendió más allá de las fronteras de Arkham, llegando a oídos de aquellos interesados en los secretos ocultos y los abismos insondables. Uno de estos individuos, un erudito de lo desconocido llamado Jonathan Whitaker, quedó intrigado por la historia y decidió emprender un viaje hacia la mansión maldita.

Whitaker era un hombre erudito, con una mente inquisitiva y una curiosidad insaciable por los misterios del universo. Conocía las obras de los antiguos sabios y había estudiado a fondo los escritos prohibidos. Su intuición le decía que había algo más en la historia de Efialtes, algo que iba más allá de la simple invocación demoníaca. Se adentró en la oscuridad de la mansión, desafiando a los espíritus oscuros que la habitaban.

Las sombras se cerraron alrededor de Whitaker mientras exploraba los rincones olvidados de la mansión. Susurros incomprensibles parecían surgir de las paredes y extrañas presencias se agitaban en la penumbra. El aire estaba cargado de una energía siniestra, y cada paso de Whitaker resonaba en la soledad abrumadora.

Finalmente, el erudito llegó a una habitación secreta, oculta detrás de un pesado tapiz. Allí, en un antiguo atril, encontró un manuscrito antiguo cubierto de polvo y decadencia. El libro estaba escrito en un lenguaje arcano, pero Whitaker, familiarizado con las letras primigenias, pudo descifrarlo.

El manuscrito revelaba la verdadera naturaleza de Efialtes y sus propósitos ocultos. No era simplemente un demonio invocado por un brujo sediento de poder, sino un avatar de un antiguo dios primordial, una entidad cósmica cuya sola existencia amenazaba con desequilibrar las barreras entre el mundo mortal y las dimensiones más allá de la comprensión humana.

Efialtes había sido liberado accidentalmente en su forma de gato, pero su verdadero objetivo era reconstruir un antiguo ritual que le permitiría recuperar su forma divina y desatar un cataclismo indescriptible sobre la tierra. Los desastres y la destrucción que había causado eran solo un preludio, una pequeña muestra de su poder oculto.

Con el conocimiento en sus manos, Whitaker se dio cuenta del peligro inminente que representaba Efialtes. Comprendió que debía encontrar una manera de detener al gato blanco y evitar que completara el ritual que lo liberaría por completo. Pero cada paso que daba hacia su objetivo estaba plagado de obstáculos sobrenaturales y horrores inimaginables.

En su búsqueda desesperada, Whitaker se adentró en un laberinto de túneles subterráneos que serpentean bajo la mansión. Las paredes estaban cubiertas de extraños símbolos y las huellas de antiguos rituales. En cada esquina, se enfrentaba a criaturas aberrantes y figuras sombrías que acechaban en la oscuridad.

Finalmente, Whitaker llegó al corazón del laberinto. Allí, en una cámara oculta, encontró a Efialtes rodeado de objetos antiguos y reliquias de poder arcano. El gato blanco parecía esperar pacientemente, sus ojos ardían con un fulgor infernal. Pero antes de que Whitaker pudiera actuar, una figura encapuchada emergió de las sombras.

Era un sacerdote de un culto olvidado, un seguidor fanático de Efialtes. El sacerdote había estado vigilando la mansión y sabía que alguien intentaría detener al gato blanco. Atacó a Whitaker con una determinación siniestra, pero el erudito, con su ingenio y conocimiento, logró derrotarlo y arrebatarle un objeto sagrado.

El objeto en sus manos era un antiguo amuleto, la llave para revertir el ritual y sellar a Efialtes nuevamente en su forma de gato. Whitaker se preparó para usarlo, pero antes de que pudiera completar el proceso, el gato blanco lo embistió con una fuerza sobrehumana, lanzándolo contra una pared.

Mientras Whitaker luchaba por levantarse, pudo ver cómo el sacerdote fanático se acercaba al atril, listo para completar el ritual. Sin embargo, cuando pronunció las palabras finales, algo salió terriblemente mal. El poder cósmico que se desató fue demasiado para su mente mortal y su cuerpo se deshizo en una masa amorfa y grotesca.

Whitaker, herido pero decidido, se levantó y rápidamente completó el contraritual. El amuleto brilló con una luz deslumbrante, y Efialtes, el gato blanco, fue envuelto en una prisión eterna de oscuridad y desesperación. La mansión tembló y se sacudió, como si el mundo mismo protestara por el encierro de la entidad primordial.

Con su misión cumplida, Whitaker salió de la mansión maldita. La oscuridad se disipó y el aire se volvió claro. La historia de Efialtes y su búsqueda de poder quedó sellada en los anales del horror cósmico, un testimonio de la fragilidad de la humanidad frente a las fuerzas antiguas e incomprensibles que acechan en las sombras del universo.

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