Efialtes, El Gato Blanco
En lo profundo de la oscura ciudad de Arkham, en una mansión desvencijada y sombría, residía un misterioso gato blanco llamado Efialtes. No era un gato común y corriente, sino una criatura que parecía haber surgido de las pesadillas más profundas y perturbadoras. Sus ojos, brillantes y penetrantes como el fuego, destilaban un conocimiento arcano y un mal indescriptible.
La mansión en sí misma estaba envuelta en una atmósfera de horror ancestral. Las sombras bailaban en las paredes, mientras los lamentos del viento llenaban las noches sin cesar. Era un lugar temido y evitado por los habitantes de Arkham, pero algunos curiosos audaces, atraídos por su fama siniestra, se aventuraban a entrar para presenciar los horrores que allí ocurrían.
Efialtes era el terror encarnado. Siempre se movía en silencio, dejando a su paso una estela de destrucción y desesperación. Su presencia causaba estragos en la psique de aquellos que osaban acercarse demasiado a él. Los más valientes afirmaban haber sentido su influencia perturbadora, como si los dedos helados de la muerte acariciaran sus almas.
Los desastres que seguían los pasos de Efialtes eran tan extraños como macabros. Los objetos se desvanecían sin dejar rastro, las paredes se agrietaban y los muebles se volvían inservibles. Los habitantes de la mansión morían en circunstancias inexplicables, con expresiones de absoluto terror grabadas en sus rostros. Los murmullos entre los lugareños sugerían que el gato tenía pactos con seres oscuros, y que sus travesuras eran solo el comienzo de una atrocidad mayor que se avecinaba.
En medio de esta pesadilla, un joven periodista llamado Robert se encontró con la historia de Efialtes y la mansión maldita. Intrigado por la oscuridad que la rodeaba, decidió adentrarse en sus profundidades para desentrañar el misterio. Armado con su valentía y un valor temerario, Robert se adentró en el reino del horror.
Cada paso en la mansión era una invitación a la locura. Las sombras se retorcían y los susurros parecían surgir de las profundidades del abismo. Los ojos del gato blanco, fijos en Robert, parecían atraparlo en un trance inescapable. El periodista se debatía entre su deseo de conocer la verdad y la sensación de que algo siniestro lo acechaba.
En medio de su investigación, Robert encontró una vieja biblioteca repleta de libros prohibidos y manuscritos ancestrales. Allí, entre polvo y telarañas, descubrió una revelación que heló su sangre. Efialtes no era un gato común, sino un antiguo espíritu malévolo que había sido invocado siglos atrás por un brujo oscuro en busca de poder inmortal.
El hechizo que lo había atado a la forma de un gato fue roto accidentalmente por los últimos residentes de la mansión, liberando así al demonio en forma felina. Desde entonces, Efialtes había estado buscando desesperadamente una manera de restablecer su forma original y recuperar su poder destructivo completo.
Lamentablemente, Robert había desvelado el secreto demasiado tarde. El espíritu del gato blanco se abalanzó sobre él con una ferocidad sobrenatural. Los gritos del periodista resonaron en las paredes de la mansión, mezclándose con los aullidos de un viento enloquecido. Cuando los aldeanos valientes llegaron al lugar, solo encontraron un cuerpo desgarrado y un gato blanco, ahora satisfecho y dormido, en medio del caos.
La historia de la mansión maldita y Efialtes el gato blanco se convirtió en una leyenda sombría y perturbadora en Arkham. Los habitantes temerosos evitaban la mansión a toda costa, sintiendo que un mal indescriptible todavía se aferraba a ella. Se decía que, de vez en cuando, se podía escuchar el siseo de un gato y los ecos de los gritos de Robert, recordándoles a todos el precio que se pagaba por la búsqueda de la verdad en un mundo gobernado por los horrores inimaginables.
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